31 de enero de 2012

Dos vidas y una cruz

Paz y bien
Gal 2, 19-20

Hay una vida alegre, una vida en la que todo sale bien y en la que gozamos de todos y de todo. Una vida llena de optimismo, de éxitos, de nuevos planes que se llevan a cabo; una vida de ilusiones realizadas... una vida de paz y comprensión con los propios y los ajenos.

Y también hay una vida de dolor; una vida en la que nuestra enfermedad muerde nuestro cuerpo; una vida en la que la enfermedad de alguno de los nuestros aprieta nuestro corazón; una vida de dificultades y de fracasos, de pobreza y de falta de trabajo, de incomprensiones, de lágrimas y angustias... de sentida soledad.

Pero también puede haber una vida que sea la suma de las dos anteriores, vale decir: una vida que no sea solamente de alegría o de dolor, sino que llegue a ser de alegría en el dolor; la alegría y el dolor probablemente te vendrán de Dios, pero el hacer de la vida una vida de alegría en el dolor dependerá exclusivamente de nosotros.

Pero eso no lo lograremos sino miramos el dolor en la cruz; la cruz sin Cristo se vuelve insoportable, pesada y cruel; Cristo en la cruz la hace llevadera.

Lo dice nuestro cantar popular
“En nuestros hogares tendrá la gracia residencia, y en el trabajo en las escuelas repartiremos nuestros colores y estando alegres, renovaremos nuestros corazones hasta acabar en el cielo”
Fraternalmente,

1 comentario:

  1. Cuando uno acepta su cruz, cuando la carga a la espalda y la hace suya, cuando escoge vivir esa cruz y ponerla al servicio de Dios ofreciendo cada sufrimiento, descubre que esa cruz puede llegar a florecer y entonces... de alguna manera ya no quiere soltarla.
    Una vez que uno hace esa elección, la cruz en cierto modo se vuelve ligera, se vuelve compañera de camino...

    Me llego muy dentro tu entrada de hoy.

    Te abrazo.

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