25 de febrero de 2011

En la hora de la prueba

Yo le imploro al Señor, a grandes voces,
le suplico al Señor, a grandes voces.
En su presencia expongo mi tristeza
y coloco delante de Él mi angustia,
cuando llego a quedarme sin resuello;
pero tu bien conoces mi conducta.
Por donde yo pasaba pusieron una trampa.
Dirige a la derecha tu mirada
y ve como ninguno me conoce.
No hay para mi esperanza
ni hay quien tenga cuidado de mi vida.
A ti clamo, Señor, a ti te digo:
Tu eres mi protección,
mi herencia en la tierra de los vivos.
Atiende a mi clamor,
porque soy sumamente desgraciado.
Ponme a salvo de mis perseguidores,
que me ganan en fuerza,
Haz que salga con vida de la cárcel
y así pueda dar gracias a tu Nombre.
Me rodearán los justos
al saber los favores que me has hecho.

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,



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Salmo 142 (141)

15 de febrero de 2011

Noche de silencios

Señor, lleno de belleza y de luz,
cada cosa de este mundo depende de tí.
Con solo desearlo haces que cada cosa comience a existir.
El mundo infinito es un brote de tu amor
que lo hizo surgir y lo sostiene en este instante.
Si tu lo deseas, yo puedo ser fuerte, firme, seguro.
Pero sólo puedo lograrlo con un corazón humilde
y sencillo, que renuncie a ser un dios,
que acepte depender de tí.
Por eso Señor, quiero morir a la vanidad,
a la soberbia, a la venganza, a la egolatría.
Dame un corazón libre para que no me desgaste
detrás de la apariencia, para que use mis energías
en esfuerzos que valgan la pena.
Ya no quiero ganar el mundo,
prefiero que me gane tu amor,
tu fuerza salvadora, tu sueño comunitario.
Tómame Señor. Amén

Víctor M. Fernández

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

14 de febrero de 2011

Ejercicios del buen religioso

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

1. La vida del que se ha abandonado a Dios debe resplandecer de toda clase de virtud para que interiormente sea como aparece a los hombres exteriormente. Y, con razón, en su interior, el hombre debe ser mejor que en su exterior, porque nuestro Dios nos mira y a Él, dondequiera que estemos, le debemos sumo respeto y en su presencia, debemos caminar puros como los ángeles.

Cada día debemos renovar nuestro propósito y estimularnos a un mayor fervor como si hoy nos hubiésemos convertido, diciendo: Señor, Dios mío, ayúdame en mi buen propósito de entregarme a tu santo servicio. Concédeme la gracia de empezar hoy a trabajar seriamente porque, hasta la fecha, nada he hecho de bueno.

2. El adelanto espiritual va parejo con nuestro propósito y el que quiera progresar necesita mucha actividad. Si el que hace firmes propósitos falla muchas veces, ¿que será de aquel que solo raramente formula algún proyecto y sin mucha decisión?

Sucede que por diversos motivos abandonamos nuestras resoluciones, pero, acordémonos que también la simple omisión de un solo ejercicio de piedad produce un perjuicio. El propósito de los justos, más que de la propia prudencia, depende de la gracia de Dios, en el cual ponen toda su confianza y al cual confían toda empresa.

El hombre propone, pero Dios dispone, ya que no está en manos del hombre determinar el propio futuro.

Fraternalmente,



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La Imitación de Cristo, Tomás de Kempis

13 de febrero de 2011

Decisión de fe

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

Domingo 6, tiempo ordinario, ciclo A - Mateo 5, 17-37

«La omnipotencia de Dios se manifiesta, sobre todo, en el hecho de perdonar y usar de misericordia, porque la manera de demostrar que Dios tiene el poder supremo es perdonar libremente»(1). Por eso, a nosotros nada nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos al perdón. Es, también, donde mejor se manifiesta la grandeza de alma en nuestras relaciones con los demás. Y de la misma manera que Dios está dispuesto a perdonar todo de todos, nuestra capacidad de perdón no debe tener límites, ni por la persona, ni por la cualidad de la ofensa, ni porque sea la séptima vez ese día.

Para ejercitar esta muestra de caridad no es necesario que padezcamos grandes injurias; bastan esas cosas pequeñas que ocurren casi todos los días: pequeñas riñas en el hogar por pequeñeces, malas contestaciones o gestos destemplados en el trabajo, al manejar el automóvil, al esperar que nos atiendan...

Si todo eso lo llevamos con categoría humana y sobrenatural -perdonando- es una ofrenda muy agradable a Dios. Sería chocante, en cambio, que intentáramos llevar una vida cristiana y al menor roce se enfriara nuestra caridad y nos sintiéramos separados de alguien.

Es natural que nos salte el genio o el amor propio, pero ese natural no es bueno; lo natural debería ser que, por haber sabido disculpar y no ser susceptibles, no tuviéramos que perdonar porque no nos sintiéramos ofendidos. A eso hemos de llegar, así debemos de ser. Jesús no se sintió ofendido por nadie, aunque sufriera malos tratos; advertía del mal, pero no habló mal de nadie ni dejó a ninguno en mal lugar.

Jesús en este punto es, sencillamente, contundente. Frente a las ofensas que recibo de los demás, el Señor me invita a dar una respuesta que, casi siempre, sacude por dentro: ¡perdona a tu hermano! Frente a los problemas en las relaciones con los “otros”, el Señor no me dice que “pase” sin más, como si nada hubiera ocurrido. Más bien se me pide que reconozca la ofensa recibida, en toda su dolorosa verdad, y que la perdone, imitando así a Jesús que continuamente me perdona y recibe.

Ha sido tal la importancia que el Señor ha dado a este precepto del Evangelio, que lo ha equiparado nada más, y nada menos, que al perdón de mis pecados. Si yo no perdono, tampoco el Padre me perdonará a mí, y así lo enuncio cada vez que rezo la oración del Padrenuestro: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden»

Cuando hablamos del perdón a las ofensas, es conveniente clarificar que el acto de perdonar es, fundamentalmente, una decisión de fe que tomo en respuesta a la invitación de Jesús, y por mi propia sanación interior. Se trata de una decisión, no de un sentimiento o una emoción. Sobre emociones/sentimientos no siempre puedo ejercer el suficiente control.

El perdón es difícil. Es uno de esos preceptos exigentes que pone Jesucristo en su Ley del Amor. Si nos cuesta, pidamos esa gracia al Espíritu Santo. Esa gracia del perdón es de las cosas buenas que el Señor desea que le pidamos, para El dárnosla.

En vez de pensar que los preceptos del Señor son imposibles de cumplir o demasiado difíciles, es preferible orar con las palabras del Salmo 118:
«Señor enséñame el camino de tus mandamientos, que yo lo seguiré hasta el fin. Instrúyeme para que guarde tus leyes, y yo las cumpliré con toda el alma.» (v. 33-34)
Fraternalmente,




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Aportes de Jesús Martínez García y Comunidad Adonai

(1) Suma Teológica, I, q 25, a 3, Santo Tomás de Aquino

12 de febrero de 2011

Nuestra Señora de Narek

Santa Madre de Dios, Reina del Cielo,
pura como la luz, Estrella de la aurora,
lugar de la dichosa promesa,
árbol de la vida inmortal, protegida del Padre,
preparada y consagrada por el Espíritu,
clamo y suplico a tí.

Recibe mi súplica y ofrécela a Dios,
que yo viva para Cristo, tu Hijo y Señor,
disfrutando de los beneficios de tu santa maternidad.

Asísteme bajo las alas de tus ruegos,
cambia mi día de tristeza en fiesta de alegría,
glorifica a tu Hijo en tí,
para que en su bondad,
obre en mi el milagro de la misericordia y el perdón.

Madre de Dios, Reina del Cielo,
que mi salvación se manifieste
por tu intercesión. Amén


Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,




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Addenda

11 de febrero de 2011

De la familiar amistad con Jesús

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

1 - Cuando Jesús está presente, todo marcha bien, y nada parece difícil: pero cuando Jesús no está, todo se vuelve duro. Cuando Jesús no habla en nuestro corazón, ningún consuelo nos satisface; pero si Jesús dice una sola palabra, se experimenta una gran consolación.

¿No se levantó inmediatamente María Magdalena del lugar en que estaba llorando cuando Marta le dijo: El Maestro está aquí y te llama? (Jn. 11, 28) ¡Dichosa la hora, en la cual Jesús llama de las lágrimas al gozo del espíritu! ¡Cuán seco y duro eres sin Jesús! ¡Que tonto y fatuo si deseas algo fuera de Jesús! Dime, ¿no es este un daño más grande, que perder el mundo entero?

2 - ¿Qué te puede dar el mundo sin Jesús? Vivir sin Jesús es un duro infierno y estar con Jesús es un dulce paraíso. Si Jesús está en tí ningún enemigo te podrá dañar. El que halla a Jesús encuentra un rico tesoro, el más precioso de todos, y el que pierde a Jesús pierde algo más excelente que todo el mundo. Muy pobre es el que vive sin Jesús y riquísimo el que está con Él.

3 - Saber conversar con Jesús es un arte grande y saber poseerlo una gran sabiduría. Se humilde y pacífico y Jesús estará contigo; se devoto y tranquilo y Jesús permanecerá contigo. Si te inclinas hacia las cosas exteriores puedes alejar pronto de tí a Jesús y si le destierras de tí y lo pierdes, ¿a quién irías? ¿A quién buscarías como amigo?

Sin amigo no se puede vivir contento y si Jesús no es tu amigo predilecto, estarás muy triste y desconsolado. Neciamente obras, pues, si confías y te alegras en cualquier cosa. Es preferible tener todo el mundo contrario que ofender a Jesús. Por lo tanto, entre todos los que aprecias, sea Jesús el que amas en modo especial.

4 - Ama a todos por amor de Jesús, y a Jesús por sí mismo. Solamente a Jesús se le ha de amar en modo particular, porque es el único bueno y fiel entre todos los amigos. Por él y en él debes amar a los amigos y a los enemigos, y rogar por todos para que todos los conozcan y lo amen.

Nunca codicies ser particularmente alabado y ensalzado, porque sólo le pertenece a Dios, que no tiene semejante. Tampoco quieras ocupar el corazón de alguien o que alguno ocupe el tuyo. Que únicamente Jesús en tí y en todo hombre bueno.

5 - Se interiormente puro y libre, sin apego a ninguna criatura. Si quieres descansar y ver que bueno es el Señor (Sal 33, 9) es necesario acercarse a Dios con un corazón puro y libre.

Y en verdad no llegarás a esto si su gracia no te previene y te arrastra, de modo que, libre y desprendido de todo, vivas unido con Él solo. Pues cuando la gracia de Dios viene al hombre, entonces éste se hace poderoso para cualquier empresa, pero si aquella se retira será como un pobre y enfermo abandonado a los castigos.

Cuando te suceda lo anterior no debes desalentarte ni desesperar, sino resignarte en todo a la voluntad de Dios y sufrir cuanto te ocurra por la gloria de Jesucristo, porque una vez que haya pasado el invierno, llega el verano; después de la noche vuelve el día y pasada la tempestad retorna la bonanza.

Fraternalmente,



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La Imitación de Cristo, Tomas de Kempis

10 de febrero de 2011

La atracción del Señor

Atráeme, Señor, para que me libere de lo que me esclaviza.
Atráeme, Señor, y pueda vivir más contigo.
Atráeme, Señor, y que escuche tu voz con más nitidez.
Atráeme, Señor, para sumergirme en la Pascua.

Atráeme, Señor, y comparta yo contigo tu hora.
Atráeme, Señor, así descubra la grandeza de tu obra.
Atráeme, Señor, y que seas Tú, mi imán y mi fuerza.
Atráeme, Señor, y que vuelva de aquello que me debilita.

Atráeme, Señor, y sienta el calor de tu Palabra.
Atráeme, Señor, y comprenda la necesidad de ser salvado.
Atráeme, Señor, y sácame del lodo que me arrastra.
Atráeme, Señor, y empújame para subir contigo a Jerusalén.

Atráeme, Señor, y así no quede perdido.
Atráeme, Señor, quiero algo de tu vida.
Atráeme, Señor, necesito más fe y mayor esperanza.
Atráeme, Señor, y hazme descubrir el rostro de Dios.

Atráeme, Señor, y si me escapo –no lo dudes– soy recuperable:
torpe para las cosas del Padre
rápido para las que el mundo me ofrece.
Frágil para retenerte como al mejor amigo,
confiado con aquellos que no lo son tanto.

Y, si ves que me resisto, Señor –que te cuesta atraerme–
no me pierdas de vista, aunque me vaya lejos,
pues, por muy remotamente que yo me encuentre,
sigo creyendo que tu ojo lo alcanza todo
y todo lo invade. Amén.

P. Javier Leoz.


Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

9 de febrero de 2011

Carisma del nosotros comunitario

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

Hace tiempo quería referirme a la actividad apostólica de los servidores de música, a lo que ejercen su ministerio como músicos de Dios en todos los ámbitos o actividades de la Iglesia Católica, y recordé una prédica del Padre Jorge Córdova, magnífico músico de Dios, cuya esencia les comparto,

Mucha gente piensa que sólo los hermanos que están en oración, que hacen intercesión o trabajan en la liturgia, tiene que llegar a ser santos. Pero lo primero que puso el Señor en mi corazón, era que todos aquellos en están en un ministerio de música/coros, deben tener una sola idea clara: ser santos. Desde el principio tiene que haber un deseo mucho más grande que simplemente estar en un ministerio de música. Deben tener este deseo, que es mi deseo: que cuando muera pase a participar de aquellos que cantan y alaban al Señor.

Hay algo muy grande en el libro del Apocalipsis, donde dice: «Porque sólo tú eres Santo» (15, 4). Eso que decimos en el Gloria, es Palabra de Dios. El único santo es Dios. El Señor es el Santo. Todo se puede cambiar, pero aquello que es Palabra de Dios, no se cambia. Por eso hay cosas en la misa que no se pueden cambiar. Cuando hacemos esta aclamación: ¡Santo, Santo, Santo es el Señor!, es Palabra de Dios y no se cambia.

Esta es una expresión muy fuerte que significa pura plenitud, belleza. Al decirle a Dios que es Santo, le estamos diciendo lo bello y pleno que él es y lo pleno que se manifiesta en nuestra vida. Y estamos llamados justamente a esto. San Pablo en la primera carta a los tesalonicenses, dice: «Porque esta la voluntad de Dios: vuestra santificación» (4, 3) Por lo tanto la voluntad de Dios es que seamos santos y tengamos la belleza y la plenitud de él.

Cualquier canto en que no buscas el amor de Dios, la santificación de tu vida y la de aquellos de los cuales estás rodeado, estás perdiendo el tiempo. Si estás en un ministerio de música y no estás buscando la santidad, haces lo que a Dios no le gusta. Lo primero que debe quedar claro, es que todo ministerio musical tiene que buscar se santo, para eso ha sido llamado y esa es la voluntad de Dios.

Al mismo tiempo servirá enormemente para la comunión e integración del grupo, porque solamente el Espíritu de unión los puede unir como Dios quiere.

Es el broche final del ministerio de música cuando está bien conducido y lleno de la unción del Espíritu Santo. Por que asé se lelga a la experiencia hermosa del carisma que los Santos Padres llamaban carisma del nosotros comunitarios que es un verdadero pregusto de la vida eterna, unidos todos en alabanza, en el mismo amor, en un solo Espíritu, para la gloria del Padre, por Jesucristo nuestro Señor.

Fraternalmente,



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Imagen: Martín Valverde con Dynamis (Poder de Dios), su ministerio.

8 de febrero de 2011

Una plegaria al Señor

Señor amado con un infinito amor
decidiste que yo exista.
Me diste un lugar en este mundo
porque tu lo quisiste.

Y me llenaste de capacidades.
Así como soy,
tengo una belleza única
que tu valoras y aprecias.

Ayúdame a quererme,
a respetarme,
a reconocer mi valor,
aunque los demás no lo vean.

Dame libertad interior,
para no depender de la opinión ajena,
para dar lo mejor de mí,
sin esperar aplausos.

Dame tu fuerza divina
para que nada me derribe,
para seguir adelante
y desarrollar mis dones
con serena alegría,
con firme esperanza.
Amén.

Víctor Manuel Fernández

Paz y bien en el Señor Jesús y su Santísima Madre,

7 de febrero de 2011

Siempre hay faros en medio de la oscuridad


Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

La liturgia de hoy nos propone contemplar la fe de tantísimas personas en el Señor. Dice la palabra, lo reconocieron y agrega más adelante que en cuanta ciudad entraba, eran cientos los que acudían a Él para ser sanados de cuerpo y alma. Reconocerlo en cada viaje que hacía a todas las regiones como Señor de la Vida. Jesús, una luz en medio de la oscuridad.

Ese es nuestro compromiso, llevar la luz de Jesús.

Leí hace poco, a propósito de este «trabajo misionero», una reflexión de Bernardo Baldeón que deseo compartirla,
Era el 4 de agosto de 1976. El obispo de La Rioja (Argentina), Monseñor Enrique Angelelli volvía a la capital de la provincia después de celebrar el funeral por dos sacerdotes de la diócesis asesinados en El Chamical. En la homilía había tenido la osadía o la libertad evangélica de dar el nombre de los asesinos. Durante el camino de vuelta los militares argentinos lo matan en un aparente accidente de tráfico.

Entró a formar parte de los mártires no reconocidos oficialmente como tales, aunque las pruebas judiciales resultaban evidentes.

Pero algo quedó marcado a fuego y sangre en la historia de la iglesia riojana y argentina y para quien quiera escucharlo.

Con frecuencia Angelelli repetía esta frase: “Todo evangelizador debe estar con un oído en el Evangelio y otros el Corazón del Pueblo”. Los cambios tan acelerados que se dan hoy en la sociedad no se reducen a los ámbitos de la economía, la política, las comunicaciones, la información, las redes sociales o las formas de convivencia. Afectan también a la Iglesia que debe buscar nuevas formas de comunicar la Buena Noticia de Jesús.

Es algo que nos implica de una manera especial a los misioneros. Tuvimos claro durante mucho tiempo que lo importante era bautizar a los paganos para que no se condenaran.

Más tarde pensamos que lo importante era la implantación de la Iglesia: que estuviéramos presentes en todos los rincones de la tierra; descubrimos la diversidad y la riqueza de otros pueblos, culturas y religiones. Había que encarnar el mensaje cristiano en esas realidades. Nos dimos cuenta de que teníamos mucho que aprender de esas realidades distintas.

Nos embarcamos en el camino del diálogo inter-religioso. Pronto nos dimos cuenta de que pocos estaban interesados en él; cada grupo se creía el único dueño de la verdad. Tomamos conciencia de que a pesar de nuestras diversidades todos vivíamos en un mundo profundamente injusto, que pisotea a las personas y eso en ningún caso podía ser aceptado por el «dios» de cualquier religión.

Claro que aquí quedaron al margen los fundamentalismos religiosos de cualquier tipo y color… Tímidamente y con pocos medios empezamos a colaborar en la lucha por el respeto a las personas y a los derechos humanos. Poco a poco vamos gestando la idea de una misión inter-religiosa, donde las distintas creencias, respetando nuestras tradiciones religiosas podamos presentar juntos al mundo a un Dios que está a favor de la persona, sus derechos, su felicidad, su vida plena

Sigue siendo una búsqueda, hay muchas cosas que no tenemos claras; no contamos con muchos apoyos institucionales, pero intentamos mirar hacia el futuro con esperanza y utopía.

Tenemos claro que las religiones no están para amargar la vida de las personas, sino para que la vida diaria de las personas sea más feliz. Es la voluntad del Dios Padre de todos. En tiempos de búsqueda, pienso que una de las «luces» que nos puede orientar son las palabras de Mons. Angelelli selladas con su sangre: “tener un oído en el Evangelio y otro en el Corazón del Pueblo”.

Siempre hay faros en medio de la oscuridad.
Fraternalmente,




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Leído en Antena Misionera

6 de febrero de 2011

Ser sal y luz

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

Domingo 5, tiempo ordinario, ciclo A - Mateo 5, 13-16

Muchos cristianos realizan innumerables acciones buenas: en sus casas, en su trabajo, en su barrio, en su país; acciones de carácter público como son las obras asistenciales, de promoción de los necesitados, obras de solidaridad; y muchas otras en su vida ordinaria, callada, que sólo contemplan pocas personas. Indudablemente no hemos de hacer las cosas para que nos alaben, pero es muy bueno que los demás queden edificados al ser testigos del bien hacer. Intentar ocultarlo sería un error; Dios quiere que nuestras buenas obras sean luz para los demás.

Así como hay personas aprovechan la propaganda y los medios de comunicación para difundir la duda, el egoísmo, la crítica, en una palabra, el mal; hemos de aprovechar nosotros esos medios para difundir la verdad, los valores cristianos -que son los verdaderos valores humanos- y las iniciativas que ayudan a los hombres.

No basta ser buenos sino que hay que parecerlo; no basta hacer cosas buenas, sino que -si se puede- conviene darlas a conocer. Se pueden crear noticias positivas en la prensa, se puede difundir la vida de personas que son ejemplares, se puede intervenir en debates públicos, se puede intervenir en política: podemos hacer muchas cosas.

Jesús advirtió que en ocasiones los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz. Todos podemos influir en el ambiente social, porque toda actuación tiene, de un modo u otro, una dimensión social. La evangelización del mundo tiene muchísimas facetas, y todos podemos influir para bien.

El mundo de hoy está cansado de las grandes palabras y de las teorías que se le ofrecen. Parece como si las personas no tuviesen oídos para lo trascendente. Es como si toda la vida se redujese al resultado de lo que queremos. Hemos perdido el aliento de la ilusión y la esperanza. Ser sal y luz es recordarle a las personas una y otra vez el proyecto que Dios tiene para la humanidad. Dios no quiere más sufrimientos porque Jesús tomó sobre sí todos nuestros dolores. No quiere más violencia porque Él asumió nuestros castigos. No desea nuestra desorientación porque con su vida nos enseñó el camino hacia el Padre. Sal y luz es darnos cuenta de todo ello y vivirlo con alegría.

Jesús nos señala el cielo como el lugar de Dios, y es verdad. El cielo es Dios. Cada persona puede tener el cielo más cerca, en su corazón, en su latir espiritual, en su entrega diaria. Hay un espacio que sólo nosotros podemos abrir a Dios y a los demás. Es el terreno de nuestro corazón y de nuestra vida. Si me cierro a Cristo, si bloqueo mis entrañas, no entenderé nunca ese amor que me ama aunque yo le ignore. Ser sal y luz es tomar conciencia de ese amor.

Decía la Madre Teresa de Calcuta,
«Los cristianos son, para los demás, para los hombres todos del mundo entero, como la luz. Si somos cristianos debemos asemejarnos a Cristo. Si aprendéis el arte de la deferencia, cada día os asemejaréis más y más a Cristo cuyo corazón era humilde y estaba siempre atento a las necesidades de los hombres. Una santidad grande empieza por esa atención a los demás; nuestra vocación, si queremos que sea bella, debe estar del todo llena de esa atención. Allí por donde ha pasado Jesús, ha hecho el bien. Y la Virgen María, en Caná sólo ha pensado en las necesidades de los demás y en comunicarlas a Jesús.

Un cristiano es un tabernáculo del Dios vivo. Él me ha creado, me ha escogido, ha venido a habitarme, porque tenía necesidad de mí. Ahora que habéis aprendido cuánto os ama Dios ¿hay algo que sea más natural para vosotras que pasar el resto de la vida en irradiar este amor? Ser verdaderamente cristiano es acoger plenamente a Cristo y llegar a ser otro Cristo. Es amar como somos amados, como Cristo nos ha amado en la cruz.»
Fraternalmente,

5 de febrero de 2011

Nuestra Señora de La Sallete


Acuérdate Nuestra Señora de La Salette, de las lágrimas
que has derramado por nosotros en el Calvario.

Acuérdate también del cuidado que tienes siempre por tu pueblo
para que en nombre de Cristo se deje reconciliar con Dios.

Y mira si después de haber hecho tanto por tus hijos
¿podrías acaso abandonarlos?

Reconfortados por tu ternura, oh! Madre,
aquí nos tienes suplicándote
a pesar de nuestras infidelidades e ingratitudes.

Confiamos plenamente en ti, oh! Virgen Reconciliadora.
Haz que nuestro corazón vuelva hacia tu Hijo.

Alcanzanos la gracia de amar a Jesús por encima de todo
y de consolarte a ti con una vida de entrega
para la gloria de Dios y el amor de nuestros hermanos. Amén.


Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

4 de febrero de 2011

Defectos

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,
1 - Aquellos defectos, personales o ajenos, que no puedes corregir, debes tolerarlos con paciencia hasta que Dios lo ordene de otro modo. Puede acontecer que esto sea mejor para tu resignación y conformidad, porque, de otra manera, serían de poco valor tus méritos. Sin embargo, frente a tales obstáculos, debes insistentemente suplicar a Dios que se digne socorrerte para soportarlos con alegría.

2 - Si alguno que tu amonestaste una o dos veces, no se enmienda, no te pongas a pelear con él, sino encomiéndalo a Dios, para que en todos nosotros, sus siervos, se cumpla su voluntad y la gloria de Aquel que sabe transformar el mal en bien.

Procura ser paciente para soportar los defectos y las debilidades del prójimo, cualesquiera fueran, pues tú también tienes muchas imperfecciones que los otros deben aguantar.

Si tu no alcanzas a ser lo que deseas, ¿cómo puedes exigir de los demás que sean conformes a tus aspiraciones? Exigimos a los demás perfección, pero nosotros no enmendamos nuestros defectos.

3 - Queremos que los demás sean estrictamente corregidos, pero nosotros no. Nos molesta la excesiva liberalidad de otros, pero no queremos se nos niegue nada a nosotros. Queremos que se restrinja a otros por medio de reglamentos, pero no permitimos que a nosotros se nos ponga un solo freno. De aquí surge clara la conclusión: no consideramos al prójimo como a nosotros mismos.

Si todos fueran perfectos, ¿qué ocasiones nos proporcionarían nuestros semejantes para sufrir por amor de Dios?

4 - Ahora bien, Dios, en este mundo, ha ordenado las cosas de esta manera para que sobrellevemos recíprocamente nuestras cargas (Gal. 6, 2). Porque no hay nadie sin defecto y todos llevamos nuestras aflicciones; no hay nadie que baste a si mismo y nadie es suficientemente sabio. Es indispensable, pues, soportarnos mutuamente y juntamente consolarnos, ayudarnos unos a otros, instruirnos y aconsejarnos.

El momento de la adversidad manifestará cuán alta sea la perfección alcanzada. Esas ocasiones no debilitan al hombre, si, demuestran cuál es su estado.
«Hagamos el bien si desanimarnos; al debido tiempo cosecharemos con tal de que seamos constantes.»

Fraternalmente,




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La Imitación de Cristo, Tomás de Kempis

3 de febrero de 2011

Levántate


«¿Por qué te deprimes, alma mía?
¿Por qué te inquietas?
Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias
a Él, que es mi salvador y mi Dios» (Salmo 43, 5)




Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,





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No estás deprimido, estás distraído. Pertenece al cantautor argentino Facundo Cabral. Texto completo

2 de febrero de 2011

Un corazón despierto

Jornada Mundial de la Vida Consagrada

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

La liturgia nos propone la celebración de la presentación del Señor en el Templo. A esta fiesta se la solía llamar antiguamente -antes del Concilio- la Candelaria o Fiesta de la Purificación de la Virgen. Venía considerada como una de las fiestas importantes de Nuestra Señora. Lo más llamativo era la procesión de las candelas. De ahí el nombre de «candelaria». Era una procesión clásica, tradicional, atestiguada ya en antiguos documentos romanos.

De la lectura surge claramente la verdad que se manifiesta no al sacerdote metido, sumergido en sus ritos, sino a un sencillo fiel que desde siempre esperó en el Señor. El sacerdote no comprendió quien era el Niño que se ofrecía en el templo esa mañana. Pero para que lo hubiese comprendido era necesario que hubiese tenido un corazón despierto por el Espíritu de Dios que, se derrama donde ve la buena voluntad de recibir la efusión.

¿Como se explica esta «buena voluntad»? Con una vida en lo que es posible, según Dios, con la fe, obediencia, pureza, caridad, generosidad, oración. No con acciones exteriores sino con la oración. Una comunicación del alma con Dios de la que uno sale vigorizado y decididos a pertenecer más a Dios.
«Ya se te ha dicho, hombre, lo que es bueno y lo que el Señor te exige: tan solo que practiques la justicia, que sepas amar y te portes humildemente con tu Dios» (Miqueas 6, 8)
Simeón tenía una buena voluntad, «era bueno y piadoso» dice el Evangelio. Seguramente la vida no le habría ahorrado ni trabajos ni pruebas, sin embargo, nunca perdió la buena voluntad. Los años, las vicisitudes no habían arrancado ni sacudido su fe en el Señor, en sus promesas, ni cansado su buena voluntad para hacerse siempre más digno de Dios.

Y Dios, en su infinita misericordia, en los umbrales del camino a la Luz que no tiene fin, infunde su Espíritu en él, que le permite ver la Luz que había llegado al mundo; «...vino al Templo inspirado por el Espíritu Santo...» dice la Palabra. Simeón llevó una larga vida antes de ver la promesa cumplida. Jamás dudó. Perseveró siempre y pudo ver lo que no vió el sacerdote, lo que no vieron los soberbios. Simeón obtuvo la sonrisa de Dios como premio a su vida honesta y piadosa.

Suyo es el Reino, el Poder y la Gloria!

Fraternalmente,




1 de febrero de 2011

De las obras hechas por caridad

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,
1 - Por ningún motivo del mundo ni por amor a nadie se debe hacer el mal, pero, para ayudar a un necesitado, a veces se puede interrumpir la obra buena o sustituirla por otra mejor. De esta manera no se deja de obrar el bien, sino que se cambia por algo mejor.

De nada ayuda la acción externa sin caridad; al contrario, todo lo que se hace por amor, por pequeño e insignificante que sea, se vuelve meritorio. Dios pondera más las intensiones con que se ejecutan que lo que se realiza.

2 - Mucho hace el que ama mucho, mucho hace el que todo lo hace bien. Obra bien el que trabaja más en favor de la comunidad que para el provecho personal.

Muchas veces parece caridad lo que en realidad es amor propio, porque en nuestras obras raramente se hallan ausentes la inclinación natural, la voluntad propia, la esperanza de recompensa y el sentimiento de comodidad.

3 - El que tenga una verdadera y perfecta caridad no se busca a si mismo en ninguna cosa, más bien desea que en todo se realice la voluntad de Dios. A nadie envidia quien no persigue el propio deleite, ni desea satisfacciones personales porque, sobre todo otro bien, desea la felicidad en Dios. A nadie atribuye algún bien, porque todo lo refiere a Dios, del cual, como de su fuente, manan todas las cosas, y en quien, como en su fin, todos los santos descansan en paz.

Si. Si tuvieras un chispa de verdadera caridad experimentarías que todo lo que hay sobre la tierra es mera vanidad.
Todas las veces que tengas caridad, Dios te concederá gracia de la abundancia.

Fraternalmente,




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La Imitación de Cristo - Tomás de Kempis