30 de noviembre de 2010

Hombres de Dios

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

El Espíritu de Dios que formó a Jesucristo en el seno purísimo de María de Nazareth y que lo guió durante toda su vida hasta que lo exaltó y glorificó, también hoy día continúa formando a Jesucristo en cada cristiano que se abre a sus inspiraciones. Sólo el Divino Espíritu puede hacer de una persona un hombre de Dios, es decir, divinizarlo.

Y esto se nota muy frecuentemente cuando con la conducta de vida, hace que otras personas lleguen a tener una experiencia de Dios; el cristiano que llega a tenerla, se convierte en un profeta del Dios vivo y no puede dejar de proclamarlo aunque las consecuencias sena sufrimientos y persecuciones.

Una vez que una persona ha llegado a ver, oír y hasta tocar a Dios, no puede quedarse callada e indiferente ante tal experiencia divina. Es Dios que se revela a quien quiere, como quiere y donde quiere, como el caso de Nahaman el leproso. Pero Dios también puede ser experimentado cuando una persona narra las maravillas de Dios con entusiasmo, como Pedro el día de Pentecostés.

Muchos cristianos hoy día, al no tener una experiencia de Dios, hablamos con tanta tristeza de El, que parecemos ni más ni menos los discípulos de Emaús, en lo que el mismo Jesús notó la desilusión. Sólo después de haber comido con El y haberlo visto, con ojos abiertos y corazón palpitante fueron portadores de la palabra poderosa para anunciar que estaba vivo El que había muerto.

Así se llega a ser un discípulo de Jesús. Aprender a vivir su vida y enseñar a otros a ser discípulos. La orden de Jesús no fue hacer sólo creyentes sino discípulos. Personas que fueran El mismo en este mundo, su continuación más que su imitación. La gloria de Dios es el hombre vivo según palabras de San Ireneo; esto equivale a decir que la gloria de Dios y su poder omnipotente se puede ver en el hombre sano.
«Vayan y cuenten lo que han visto y oído» (Mt 11, 4)
Fraternalmente,

Claudio


Reflexión de Dario Betancourt

29 de noviembre de 2010

Peregrinos

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Como ‘Peregrinos de Dios’ que somos, dejemos que Jesús nos atraiga desde la cruz, donde podemos poner nuestras penas y nuestras alegrías, nuestro cansancio y nuestras esperanzas en su corazón abierto.

En la cruz somos purificados por el amor.

Jesús nos espera con su corazón abierto, con ese corazón donde reside la plenitud del amor indestructible y persistente de Dios; ese amor siempre nuevo que dura. El amor de Jesús crucificado es un amor que nuestras ofensas no pueden destruir, un amor que continúa persistente esperándonos siempre, para curarnos del mal con el bálsamo de su perdón, para fortalecernos, para iluminarnos con la certeza de su amor manso, fuerte, comprensivo... porque es el amor del Padre. El Padre Bueno del Hijo pródigo sufre con el distanciamiento de sus hijos; sabe que sus hijos sin su amor viven acosados de intemperie y de muerte. El Padre respeta el tiempo de sus hijos, pero los espera ansioso de abrazarlos y hacerles una fiesta por el regreso, una fiesta jubilosa en la casa del amor.

Aceptemos a Jesús allí donde está, con los brazos y el corazón abierto, manando el agua y la sangre del amor manso y fuerte; indestructible y persistente. Dejemos que se cumpla aquello que él profetiza con cariño hablando de la cruz, a la que sube por amor a cada uno de nosotros: «Cuando sea levantado en alto atraeré a todos hacia Mí».


Fraternalmente,

Claudio

28 de noviembre de 2010

Adviento, tiempo de purificación

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

1º domingo de Adviento - Ciclo A - Mateo 27, 37-44

Este tiempo nos invita a mirar al futuro y nos abre a la esperanza. “La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo” (CIC 1817)

Y la esperanza lanza un grito de alegría porque sabe bien, en lo más profundo de su esencia, que “la salvación anunciada es la salvación que trae el Señor”. Esa salvación proviene de Dios y no es solamente hechura de manos del hombre, aunque sabe bien que “la virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre” (CIC 1818).

Por eso mismo, desde este sentido profundo de la esperanza misma, sabemos que la promesa es clara, “alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”, pero que se nos exige esfuerzo de cambio personal, una profunda renovación y conversión.

El profeta Baruc grita esperanzado la liberación del pueblo disperso y desterrado. Además invita a Jerusalén a transformarse para recibir a sus hijos que vuelven de la mano de Dios, padre del pueblo y esposo de Jerusalén.

Ese retorno a Jerusalén aparecerá a sus ojos como un “Nuevo Éxodo”, cuya iniciativa está provocado por el mismo Dios, y surgirá un movimiento marcado por la justicia, la paz y la alegría.

Jerusalén es invitada a despojarse de la tristeza y la miseria y engalanarse con los dones de su esposo. Esos dones son la justicia de Dios y el reflejo de su gloria.

Jesús mismo llevará a plenitud la salvación de Dios como anuncio liberador para el hombre. Justamente, así nos lo expresa las palabras de Cristo, el designio del amor de Dios es un don pero al mismo tiempo conlleva una respuesta del hombre, no exenta de conversión y de renovación.

Esta respuesta que Dios exige del mismo hombre se sintetiza magistralmente en toda la predicación del precursor, Juan Bautista. Juan pide a la gente que cambie radicalmente en su interior y debe de “preparar el camino al Señor”.

Juan diseña todo un programa para recibir al salvador y lo expresa en cinco sugerentes expresiones, dibujadas en las profecías de todos los profetas, especialmente de Isaías: “allanar los senderos”, “elevar los valles”, “abajar montes y colinas”, “enderezar lo torcido” e “igualar lo escabroso”.

Allanar los senderos significa recuperar la fidelidad sin fisuras.
Elevar los valles significa salir de nuestros sin-sentidos y la desconfianza.
Abajar montes y colinas significa rebajar ambiciones y arrogancias.
Enderezar lo torcido significa romper las ambigüedades en las que nos movemos.
Igualar lo escabroso significa nivelar con justicia las desigualdades de nuestro mundo.

Juan, el Precursor, nos señala cómo debemos prepararnos para acoger la venida de Cristo desde una actitud coherente y confiada.

¡Ojalá que nuestra oración hoy sea desde el gozo y la esperanza, como lo manifiesta Pablo en su carta a los cristianos de Filipos!

Que la orientación hacia el retorno de Cristo y la consiguiente actitud de estar en camino hacia ese retorno final nos ayude a vivir con esperanza alegre este tiempo del Adviento.

Fraternalmente,

Claudio


Leído en Renati Sunt

27 de noviembre de 2010

Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Consagración
Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, Abogada, Reina y Señora de todas mis acciones y Protectora ante la majestad de Dios.

Yo os prometo, Virgen purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean vuestro amor.

Recibidme, Madre tierna, desde este momento y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte. Amén.
Oración de Juan Pablo II
Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos. Ésta es la oración que tú inspiraste, oh María, a santa Catalina Labouré, y esta invocación, grabada en la medalla la llevan y pronuncian ahora muchos fieles por el mundo entero. ¡Bendita tú entre todas las mujeres! ¡Bienaventurada tú que has creído! ¡El Poderoso ha hecho maravillas en ti! ¡La maravilla de tu maternidad divina! Y con vistas a ésta, ¡la maravilla de tu Inmaculada Concepción! ¡La maravilla de tu fiat! ¡Has sido asociada tan íntimamente a toda la obra de nuestra redención, has sido asociada a la cruz de nuestro Salvador!

Tu corazón fue traspasado junto con su Corazón. Y ahora, en la gloria de tu Hijo, no cesas de interceder por nosotros, pobres pecadores. Velas sobre la Iglesia de la que eres Madre. Velas sobre cada uno de tus hijos. Obtienes de Dios para nosotros todas esas gracias que simbolizan los rayos de luz que irradian de tus manos abiertas. Con la única condición de que nos atrevemos a pedírtelas, de que nos acerquemos a ti con la confianza, osadía y sencillez de un niño. Y precisamente así nos encaminas sin cesar a tu Divino Hijo.

Te consagramos nuestras fuerzas y disponibilidad para estar al servicio del designio de salvación actuado por tu Hijo. Te pedimos que por medio del Espíritu Santo la fe se arraigue y consolide en todo el pueblo cristiano, que la comunión supere todos los gérmenes de división que la esperanza cobre nueva vida en los que están desalentados. Te pedimos por los que padecen pruebas particulares, físicas o morales, por los que están tentados de infidelidad, por los que son zarandeados por la duda de un clima de incredulidad, y también por los que padecen persecución a causa de su fe.

Te confiamos el apostolado de los laicos, el ministerio de los sacerdotes, el testimonio de las religiosas.

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Fraternalmente,

Claudio




Se reza a las 5 de la tarde del 27 de Noviembre, Fiesta de la Medalla Milagrosa, y en las necesidades urgentes, cualquier día, a esa hora.

26 de noviembre de 2010

Religiosidad terapéutica

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

¿La fe en Cristo corre el peligro de convertirse en una religiosidad terapéutica en manos de quienes pretenden eliminar la angustia con alegrías; la desolación que sirve para probarnos, por el consuelo; cuando cualquier palabra se entiende como respuesta de Dios que presuntamente daría el Espíritu Santo; cuando se da la aceptación fácil de un presunto mediador -generalmente autopromovido- que todo lo cura y resuelve?

Reflexionaba sobre esto y me acordé que hace ya tiempo leía al Padre Emiliano Tardif en su libro «Jesús esta vivo» su experiencia de haber sanado de su tuberculosis pulmonar aguda después de recibir imposición de manos de cinco seglares de un grupo de oración; allí dice:
«Como sacerdote misionero pensé que no era edificante rechazar la oración. Pero, sinceramente, la acepte más por educación que por convicción. No creía que una simple oración pudiera conseguirme la salud. Ellos me dijeron muy convencidos: Vamos a hacer lo que dice el Evangelio: "Impondrán las manos sobre los enfermos y éstos quedaran sanos", así que oraremos y el Señor te va a sanar.

Durante la oración yo sentí un fuerte calor en mis pulmones. Pensé que era otro ataque de tuberculosis y que me iba a morir. Pero era el calor del amor de Jesús que me estaba tocando y sanando mis pulmones enfermos. (...) Yo me sentía bien y quería regresar a casa, pero ellos (los médicos) me obligaron a pasar el mes de Agosto en el hospital buscando por todos lados la tuberculosis que se les había escapado y no podían encontrar. (...) El Señor me había sanado. De esta manera yo recibí en carne propia la primera y fundamental enseñanza para el ministerio de curación: El Señor nos sana con la fe que tenemos. No nos pide más, solo eso.»
Hablar de religiosidad terapéutica es un término despectivo y se usa obviamente en ese sentido, como surge del contexto de la pregunta. Esto necesita ser discernido para no confundir lo que puede llegar a ser religiosidad terapéutica y lo que es obediencia a Cristo en sus mandatos sin escandalizarnos de él.

El Catecismo de la Iglesia Católica llama a Cristo "Médico" y ciertamente lo es del hombre integral y lo hace del mejor modo, porque es el modo de Dios. Si vemos el perfil mesiánico de Cristo, incluye la sanación de los enfermos y la opción por los pobres. Al terminar dice también, como previendo el escándalo por estas mismas cosas que nos mandó hacer, en más de diez textos bíblicos: "Y, dichoso el que no hallare escándalo en mí" (Mt 11, 6).

La sanación por la imposición de manos, que debe distinguirse del acto sacramental -pues en este caso no es más que una expresión de amor y solidaridad- el mismo Jesús lo revela como un signo de fe para cualquiera: "El que crea" (Mt 16, 17-18). La sanación tiene que ver mucho con la conversión, por eso San Pablo habla de la "eficacia de los prodigios y milagros" (Rm 15, 19) en su tarea apostólica. Entonces, el barro, que somos todos nosotros, no le puede decir al Alfarero «tu no sabes» ¿o acaso le daremos señales acerca de sus hijos y a darle ordenes acerca de la obra de sus manos? (Is 45, 11)

El dolor, la prueba, es patrimonio de todos los seres humanos sin excepción, pero por la fe sabemos que así como sólo permanecerá el amor, también sólo permanecerá la alegría y no habrá más dolor. Paz y gozo son signos del Reino de Dios y frutos muy preciados del Espíritu. Aún en este mundo Jesús nos da una alegría que no nos será arrebatada y una paz que no es la que da el mundo.

Sobrellevar las pruebas, lo doloroso que tiene el mundo se hace mejor desde el gozo y la paz, esa paz y ese gozo que son frutos del Espíritu Santo. Tomemos la cruz de obedecer a Cristo en sus mandatos expresos aunque éstos sean un cachetazo a nuestra intelectualidad enferma.

Finalmente, decir que es una presunción que el Espíritu Santo nos pueda hablar es desconocer totalmente los carismas, contra lo que esta revelado "No quiero hermanos, que permanezcan en la ignorancia de los carismas" (1 Co 12, 1). El mismo Jesús nos ha enseñado que el Espírutu Santo nos hablará de cosas futuras; la Santa Iglesia Católica y Juan Pablo II nos han dado las reglas de discernimiento necesarias para reconocer la autenticidad de los carismas.

Fraternalmente,

25 de noviembre de 2010

Arenas movedizas de la conciencia

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Reflexiones sobre la parábola del buen trigo y la cizaña (Mt 13, 24-30; 36-43)

Dios concedió al hombre la inteligencia para comprender, la conciencia para que sea su consejera, la Ley para que sepa regularse y la libertad para merecer lo que el quiera merecer: Dios y su gloria o el infierno y la condenación.

Además le dió la gracia o predestinación a la gracia para que sea un estímulo o medio para elevar sus facultades a un nivel que las haga desear santamente lo sobrenatural y Dios.

Ahora, en el hombre inteligente, consciente, libre y sobre todo en el que por medio de la fe conoce su fin último y la Ley Divina, debería haber sólo acciones que prescribe la Ley y que la conciencia del fin alienta a practicar, algunas veces sucede que el hombre al obrar contra la razón convierte su libertad en un yugo más cruel que todas las esclavitudes: el del demonio y el pecado, prefiriendo el mal al bien. Y entonces -aunque Dios permita que el hombre haga lo que voluntariamente ha escogido realizar, para probarlo y confirmarlo en gracia o juzgarlo merecedor de castigo- su culpabilidad no disminuye por ningún motivo.

Porque si es verdad que el hombre, bajo el impulso de Dios o el estímulo de Satanás puede hacer al bien o el mal, no es menos verdad que el hombre seguiría a Dios con sus invitaciones de amor, porque ha recibido todos aquellos dones naturales, morales y sobrenaturales que lo hacen hijo de Dios y heredero del cielo.

Fraternalmente,



Leído El Hombre-Dios, María Valtorta, tomo 3, pág. 253

24 de noviembre de 2010

Solo el eco - Jesús Adrian Romero

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!


Vuelve a mi, vuelve a mi casa mi jardín
Vuelve a llenar mi corazón
Con tu fragancia, con tu amor
Vuelve a habitar en mi interior
Rompe el silencio con tu voz
Y no te apartes mi Señor. Amén



Fraternalmente,

Claudio

23 de noviembre de 2010

Las bienaventuranzas, hoy - Ultima parte

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Bienaventurados los que son perseguidos por practicar la justicia

«Porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos» El hambre y sed de justicia, amar y trabajar por los demás, no pasa desapercibido. ¿Qué le pasó a Jesús? Fue asesinado en la cruz por predicar la verdad, el amor y la justicia. Bienaventurado sea, entonces, todo hermano que tenga hambre y sed, cuando sea insultado y perseguido por luchar por la justicia.

Pero, ¿cómo vamos a aprender esto en el Catecismo y enseñar en las escuelas: Felices cuando los persigan, cuando los insulten, si nosotros pensamos: Felices cuando nos acaricien, nos adulen, cuando la gente nos quiere y no nos echa en la cara los defectos? Pero está hablando el Hijo de Dios, no un maestro cualquiera: Y cuando os calumnien en toda forma a causa de mí. Entonces, si nos insultan, persiguen y ponen presos, no por las macanas que hacemos sino por el Señor, ¿alguno se pondría contento? Diríamos: me entristezco. ¿Qué dice Jesús? Alegraos y regocijaos porque tendréis una gran recompensa en el cielo. La gran recompensa cuando uno sabe sufrir.

Mucha gente después de hacer el seminario de vida, y haber recibido al Espíritu, está contenta y me dice: Padre, me tocó el Señor y caí en descanso, ¡qué hermoso! Estuve tocando el cielo; vi luces y flores. Pasa el seminario de vida y termina la luna de miel con Dios. Empieza la vida normal. Otra vez en casa con los problemas de todos los días: mi marido que fuma, mi hijo que ve televisión, me pisan el pié en el colectivo, me aplastan, me chocan el coche, etc. Y los celos y la envidia de la comunidad: hay un hermano al que todos acarician y a mi nadie me lleva el apunte, etc. Entonces, yo les enseñaba que uno de los medios más grande de crecimiento es la cruz, hay que seguir a Cristo, con la cruz.

Bienaventurados los que trabajan por la paz

«Porque serán llamados hijos de Dios» Este es un tema precioso. Todos estamos como obsesionados por la paz. La oración de Su Santidad, la nuestra, la de tanta gente que viene rezando por la paz, comienza a dar sus frutos. No hablemos solamente de la guerra afuera; la guerra comienza en nuestro corazón. El enemigo número uno de la misericordia y la ternura es nuestra agresividad.

La samaritana estaba mal interiormente. Había perdido la vida con un montón de hombres sin que nadie la quisiese. Estaba herida, por eso discutió: Nosotros los samaritanos no hablamos con los judíos, yo tengo el cántaro y vos no tenéis nada. Estaba agresiva hasta que la comprensión y el amor de Jesús aparecen. Ahí se afloja, se ablanda, comienza a ser cada vez más cariñosa con él y al recibir el amor y el perdón se convierte en una misionera del Señor. Entonces, salió corriendo. Ya no le importaba la vida que pasó, los sufrimientos y pecados del pasado; Jesús le brindó amor y va a predicar; es misericordiosa porque Dios ejerció misericordia con ella.

Hay que quitar toda agresividad, inclusive la que tenemos contra nosotros mismos. Nos juzgamos. Pero, si tu corazón te recrimina, si tu conciencia te recrimina, Dios es más fuerte que tu conciencia, está por encima de la recriminación. El nos perdonará. El nos amará. Estemos seguros, vayamos sembrando ternura, no tengamos cobardía. Entonces, miremos a Jesús y aprendamos a amar.

Fraternalmente,

Claudio


Prédica del Padre José Nicolás Romero

22 de noviembre de 2010

Las bienaventuranzas, hoy - Parte 2

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Bienaventurados los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia

Ellos serán dueños de la vida. En la paciencia creo que tenemos que progresar mucho. Yo el primero. Le estoy pidiendo a Dios que me dé paciencia. Cuando un padre tiene muchos hijos, se marea, se cansa, se fatiga.

La paciencia es una virtud hermosísima pero difícil; el dominio propio está entre los frutos del Espíritu Santo. Deben tener mucha paciencia los padres, las madres, los hijos, los hermanos en los grupos de oración, en las comunidades. De repente aparece un «plomo», empieza a hablar y no termina nunca. Quiere que le curen todo y siempre repite lo mismo. O un hermano que lo sabe todo y dice «a mi que me van a enseñar, yo hice seminario de vida, todos los retiros; fui a aprender a San Justo, fui aquí, fui allá» El puede creer saber todo, pero le falta un cosa pequeña: la humildad. Con los dos debemos tener paciencia.

Bienaventurados los afligidos

Seremos consolados. A lo largo de tantos retiros he visto a tanta gente que llora, que se queda en el piso sufriendo. ¡Cuántos rostros con problemas que nosotros conocemos y que pena nos da verlos, pobrecitos! Sin embargo, Jesús dice: «Bienaventurados los afligidos, porque serán consolados»; más aún, leyendo la colección de María Valtorta, el Señor allí dice: «Bienaventurado de mi si soy capaz de llorar sin rebelarme por que seré consolado» , ¡por Dios!

Si es hermoso cuando un sacerdote te bendice o un hermano te acaricia, me imagino que será ese consuelo de Dios cuando estemos con él; cuando te ponga la mano encima y te mire con esos ojos, los ojos de Cristo, la ternura de Jesús y de María, la Santísima madre de Jesús.

Nunca pensamos en los santos que están en el cielo, que sufrieron horrores peores a los nuestros. Ninguno padece la tortura que sufrió un santo, perseguido por dentro y por fuera, lleno de tentaciones de día y de noche. Ya están consolados.

«Solo los que lloran o han llorado, saben amar y comprender. Aman a los que gimen, los entienden en sus dolores, los ayudan con una bondad que sabe cuan duro es estar solo con el llanto. Ellos saben amar a Dios porque han comprendido que todo fuera de Dios es dolor; que el dolor se mitiga si se llora en el corazón de Dios; que el llanto resignado que no destroza la fe, que no seca la oración, que no conoce la rebelión, sirve para transformarse y que del dolor viene el consuelo.» (1)

Bienaventurados los limpios de corazón

¿Por que? Porque verán a Dios y lo harán ya en esta vida. El ojo del hombre espiritual no es carnal, tiene palabra de conocimiento. Más allá de las palabras ve el sufrimiento de todas las personas. Es llamado para consolar.

Bienaventurados los que tiene hambre y sed de justicia

Porque serán saciados. Hambre y sed para que se cumpla la voluntad de Dios, porque él es el Justo. Él quiere salvar a la humanidad y al mundo. Cuántos hombres y mujeres han dado la vida por esta hambre y sed.

Hace unos años se hablaba de pobres; después de marginados, y ahora, de excluidos. Hoy hay millones de excluidos. Multitudes de hombres, mujeres y niños, excluidos de la mesa de la riqueza de la humanidad: sin trabajo, sin vivienda. La persona que no trabaja y no tiene dinero está excluida, asesinada, muerta. Muertos porque sin dinero no se nace, no se come, no se vive, no hay cultura, no hay entierro; todo cuesta dinero.

Hace falta que los católicos seamos hombres y mujeres con hambre y sed de justicia, porque la voluntad de Dios es que no haya excluidos sino que todos tengan lo necesario y que coman en la mesa del Señor.

Diría Jesús: «Bienaventurado de mi si se me persigue por amor de la justicia».

Fraternalmente,

Claudio



Extraído de la prédica del padre José Nicolás Romero
(1) María Valtorta, revelaciones del Señor, tomo III, pág. 161

21 de noviembre de 2010

Verbum Crucis

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Domingo 34 - Tiempo Ordinario - Ciclo C / Lucas 23, 35-43

Si el mundo ha sido creado y recreado en el Verbo, y el Verbo se ha encarnado hasta tal punto de morir en la Cruz, ésta ha de ser la clave del universo, de la historia y de cada hombre. Las personas pasan, los imperios también, y las fortunas económicas y los honores. Sólo una cosa permanece: Stat Crux dum volvitur orbis, como reza el lema de los cartujos: «Mientras gira el orbe, la Cruz permanece». En la Cruz un hombre, y sobre su cabeza un cartel que afirma: Rey. Es engañoso el mundo al prometer la felicidad a través del triunfo, de la prepotencia, de la astucia, de salirse con la suya, o el ser alguien.

Cristo reina desde la cruz, desde el trono de la obediencia y el amor al Padre, desde la entrega sin condiciones. Y desde ahí, desde el sufrimiento, lanza su última palabra -verbum crucis- para que el hombre rasgue su corazón, se convierta y aprenda a reinar con Él desde ese trono real. La disyuntiva es clara, o se vive para Dios (en la obediencia, la entrega, el servicio), o se vive egoístamente y, en definitiva, en el fracaso. San Pablo dice en momentos difíciles: Nosotros predicamos a Cristo crucificado; escándalo para los judíos, necedad para los gentiles (1 Co 1, 23). Es preciso ser humilde y tener sentido sobrenatural para estar en la verdad y ver las cosas como las ve Dios. Cristo es la última palabra, la última verdad del hombre.

Las pajas de Belén, el taller de carpintería de Nazaret y los tablones de la cruz nos hablan de lo mismo: de la humildad del Verbo de Dios, de su obediencia, de su pobreza. En este Reino de los cielos, el triunfo está en la humildad, en el don de sí mismo. Cristo vino a servir, y donde está Él, tiene que estar su servidor. Y quien le sirve, reina con Él como hijo de Dios.

Señor, yo reconozco que Tú eres el Rey de los hombres y de la creación. Creo lo que creyó el ladrón arrepentido, que Tú eres Rey, y te pido lo mismo que él: llévame al Paraíso. Reina ahora en mi corazón. Procuraré seguirte, en la obediencia al Padre, en el servicio, en la entrega, llevando la cruz de cada día. Dame tu fortaleza para cuando las fuerzas me falten.

Fraternalmente, buen domingo, feliz fiesta de Cristo Rey!

Claudio



Jesús Martínez Garcia, pbro.

20 de noviembre de 2010

Nuestra Señora de Itatí

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Tiernísima Madre de Dios y de los hombres
que bajo la advocación de la pura y limpia
Concepción de Nuestra Señora de Itatí
miraste con ojos de misericordia
por más de tres siglos a todos los que tan han implorado,
no deseches ahora las súplicas de este tu hijo,
que humildemente recurre a Tí.
Atiende mis necesidades
que tu mejor que yo las conoces.
Y sobre todo, Madre mía,
concédeme un gran amor a tu divino Hijo Jesús
y un corazón puro, humilde y prudente.,
paciencia en la vida,
fortaleza en las tentaciones
y consuelo en la muerte. Así sea.

Madre y Señora, Virgen de Itati.
Mas que nadie conoces nuestras miserias y necesidades,
sabemos que hay mucho que hacer,
y cada uno tiene su propia tarea, en este tiempo, nuestro tiempo.

Madre Santísima, intercede para que nosotros
recibamos la fuerza necesaria para cooperar
con la gran tarea de cambiar este mundo nuestro,
poniendo todos un grano de arena.

"¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!"

Con estas palabras Al encomendarte a Juan el Apóstol,
y con él, a todos los hijos de la Iglesia,
estamos aquí, reunidos en torno a ti,
pues queremos contarte Señora,
que aquí vibra el entusiasmo de los jóvenes,
aquí se ha elevado la súplica de los enfermos,
por aquí han pasado sacerdotes y religiosos,
artistas y periodistas, hombres del trabajo y de la ciencia,
niños y adultos, y nos permitimos en nombre de todos ellos,
buscar amparo bajo tu materna protección
e implorar confiados tu intercesión ante los desafíos ocultos del futuro.

Junto a estas ofrendas Madre,
te encomendamos a todos los hombres,
comenzando por los más débiles: a los niños que aún no han visto la luz
y a los que han nacido en medio de la pobreza y el sufrimiento;
a los jóvenes en busca de un futuro a las personas que no tienen trabajo,
a las que padecen hambre o enfermedad.
Te encomendamos a las familias rotas,
a los ancianos que carecen de asistencia y aquellos que están solos.

Madre nuestra, Tu que conoces los sufrimientos y las esperanzas,
ayuda a tus hijos en las pruebas cotidianas que la vida reserva a cada uno
y haz que, con el esfuerzo de todos,
las tinieblas no prevalezcan sobre la luz,
luz del mundo, la de tu Hijo Jesús único Salvador,
que reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Amén.

Fraternalmente,

Claudio



PD.: En 1615 un grupo de indios contrarios a evangelización robó una hermosa imagen de la Virgen María que estaba en Yaguarí. Otro grupo fue a recuperarla y la encontró posada sobre una piedra blanca. Fue llevada a Yaguarí pero cada día se la volvía a encontrar posada sobre la piedra blanca a orillas del Paraná, y se decidió mudar todo el pueblo a ese lugar. En 1624 se registra la primera transfiguración de su rostro y a partir de ahí son numerosos los milagros autenticados por intercesión de la patrona de Corrientes, Argentina.

19 de noviembre de 2010

Las bienaventuranzas, hoy - Parte 1

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!
«Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo» (Mt 5, 48)
Jesús vivía lo que enseñaba

A esta enseñanza se la conoce como el Sermón de la Montaña, porque Jesús predicaba en la ladera de una montaña, arriba de un monte cerca de Cafarnaún. El no usaba micrófono (aparecieron bastante después), pero tenía unos pulmones grandes, su voz era fuerte y resonante, perfectamente audible para las multitudes. Jesús era alto, corpulento y además, muy didáctico. Los hacía sentar en grupos de unos cincuenta, y daba enseñanzas al servidor, al apóstol, al discípulo. Se las trasmitía para que a su vez ellos se las contaran a todos. Jesús era muy inteligente, muy «vivo», porque para evitar que «chimentasen» en otro lado, los hacía «chimentar» con él. Predicaba la doctrina de Dios, no «chimentaba» los defectos del cura, de la monja, de la familia, del barrio.

Jesús, es el que da la enseñanza, el que da el ejemplo con su propia vida, el que cumple al pie de la letra las bienaventuranzas. Nadie fue más pobre, más paciente, más afligido que él; con más hambre y sed de justicia, más misericordioso.

Bienaventurados los que tiene alma de pobre

Las bienaventuranzas son un resumen fabuloso del cristianismo. Sin embargo, desde chiquitos, en el catecismo, nos enseñan los mandamientos, la Ley: no hagas esto, no hagas lo otro, prohibido matar, prohibido fornicar, prohibido esto, prohibido aquello; siempre lo prohibido y no se profundiza este pasaje del Evangelio, donde Jesús indica cual debe ser el comportamiento de los que quieren entrar en su Reino. Claro que en medio de un mundo egoísta que quiere estar alegre, que busca la felicidad en lo material, que compra cosas queriendo realizarse, es muy difícil que aparezca alguien que quiera escuchar «Felices los pobres». Eso dice Jesús, pero todos, desesperados queremos sacar la lotería. ¿Cuantos millones se juegan en todos los juegos? Son fortunas las que se gastan.

Pero, ¿por qué la pobreza?

El Reverendo Moon dijo que el cristianismo no sirve porque Jesucristo cometió dos errores: primero, no tenía plata y sin plata no se puede hacer una religión; y, segundo, murió en la cruz, en un suplicio que era para los asesinos. Así que Moon quiso corregir a Jesucristo y, después terminó en la cárcel porque no pagaba los impuestos.

Jesús dice claramente: «Bienaventurados los que tienen alma de pobre, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos». Y al decir alma de pobre, no solamente se refiere a una pobreza sociológica o a una pobreza material, sino que apunta a que los hombres deben tener una mínima de pobreza, pero de alma; porque hay muchos pobres que son resentidos y si fuesen ricos serían peores que los ricos. Y hay algunos ricos que son pobres de espíritu y que colaboran con las buenas obras, que ayudan, que aman a los humildes.

La cuestión, entonces, no es de bolsillo, es de espíritu. Está conectado con los pobres de Yahvé. ¿Quién fue el pobre más pobre? Jesús. Y después de él quien más. San Francisco... y otros seguramente santos.

El Sermón de la Montaña resume toda la moral cristiana, como una invitación a la perfección que Dios desea para nosotros. Una invitación a un nuevo estilo de vida que se funda en el amor llevado hasta sus últimas consecuencias y convierte a los discípulos de Jesús en «sal de la tierra» y «luz del mundo» (Mt 5, 13-16)

Fraternalmente,

Claudio



Extraído de Revista Resurrección - Padre José Nicolás Romero

18 de noviembre de 2010

Antorchas vivientes

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Jesús les dijo también:
«Cuando llega la luz ¿debemos ponerla bajo un macetero o debajo de la cama? ¿No la pondremos más bien sobre el candelero?» (Mc 4,21)
Cuando estamos en la iglesia todos parecemos unos “angelitos” en el templo todos parecemos unos “santitos” si nos preguntan: ¿están decididos a cambiar de vida? Nosotros respondemos ¡Siii! Si nos cuestionan ¿Están decididos seguir a Cristo? ¿Aceptan el reto de evangelizar a los demás? Nosotros sin dudar respondemos s ¡Si! ¡Si! ¡Si!. Luego al salir de la iglesia ya somos otras personas, antes de salir dejamos nuestras “alas de ángel” las dejamos colgadas en la puerta de entrada al templo. Afuera en la vida cotidiana somos otras personas, somos diferentes.

Como le decía un novio a su novia:

-Sabes una cosa cariño, cuando estoy contigo me siento otro...

-Que casualidad a mi me pasa lo mismo, responde la novia.

El novio sorprendido dice: esto me pone en una encrucijada, si tú dices que eres otra y yo soy otro. Cuando estamos juntos ¿Quienes somos en realidad?…

Cuando estamos en la iglesia ¿Quiénes somos en realidad?

Cuando estamos fuera de la iglesia ¿Quiénes somos en realidad? ¿Cómo nos comportamos?

¿Qué tipo de vida llevamos?

Nuestra vida fuera de la iglesia tiene que ser una vida de luz, “una vida ejemplar”, tenemos que ser portadores de “la luz del mundo” (Jn 8,12). En este mundo lleno de tinieblas, nuestra vida tiene que ser una lámpara que ilumine la vida de los demás. Nosotros queremos que los demás conozcan la palabra de Dios, nos gustaría que los demás lean la biblia, pero sin embargo la única biblia que muchos leen es el ejemplo de vida que nosotros les transmitimos.

Hace un tiempo atrás, escuche una frase en la televisión que tiene que ser puesta en práctica por todos los seguidores de Cristo. El de la tv dijo: “Las palabras impactan pero el ejemplo arrastra”.

Los que todavía no llegan a la iglesia, los que aun no han decidido seguir a Cristo, hoy más que palabras y palabras necesitan de “ejemplos de vida” “Cristianos que imiten a Cristo” los que viven alejados de Dios son como Tomas, ellos necesitan “ver para creer”. Y si nosotros llevamos debidamente la antorcha del evangelio, difícilmente esta luz divina, pasara inadvertida por los que viven en las tinieblas. Al ser antorchas vivientes, la luz de Cristo iluminara aun los corazones más oscuros.

Para terminar quiero preguntarle como cristiano católico: ¿Quién es usted en realidad? ¿Es usted luz que ilumina a los demás? ¿Está llevando debidamente la antorcha del evangelio?

Pidamos a Dios en este día que los cristianos católicos nos transformemos en evangelios vivientes, en antorchas vivientes, que podamos decir a los demás como lo dijo el apóstol Pablo: “Sigan mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo” (1 Co 11,1)

Fraternalmente,

Claudio



Tomado de «Mensajes con Poder»

17 de noviembre de 2010

Cerca de Jesús (Jesús Adrián Romero)

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!
«Se volvió Jesús y al ver que lo seguían, les preguntó: ¿Que buscan? Le contestaron: Rabbi ¿donde vives? Jesús les dijo: Vengan y verán. Fueron y vieron donde vivía...» (Jn 1, 38-39)



Fraternalmente,

16 de noviembre de 2010

La salvación sólo nos viene de Dios

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Jesús nos ha dicho: Para el hombre es imposible salvarse. Por lo tanto, todo intento de salvación, toda religión de origen humano, propuestas humanas de salvación, llámense poder mental, nueva era o lo que quiera llamarse, es en vano.

Desde el primer pecado del ser humano, la tentación ha sido la misma: «saberlo todo», «ser como dioses» y de cuerdo a este engaño, proponer soluciones, prescindiendo del plan de Dios y arrebatando a Cristo su divinidad.

¿Estamos entonces perdidos?

Jesús, nos dice con meridiana claridad: Pero para Dios, todas las cosas son posibles. Entonces el hombre se salva, se apoya en la realidad suprema de Dios, en este mismo poder absoluto de Dios; este es, además, el concepto de religión más profundo y auténtico.

Este acto es lo que las Escrituras llaman fe, la que no se apoya en la sabiduría del hombre, sino en el poder de Dios (1 Co 2, 5). Tal cual, nos salvamos por la misericordia de Dios (Tt 3, 5). Cuando el hombre pone toda su sabiduría, su voluntad, su inteligencia en este apoyarse en Dios, es cuando el Señor se compadece del hombre y le da la salvación.

En el artículo de ayer, nos pide que supliquemos obstinadamente, y nos recuerda que «Dios es justo y es bueno. Ve las causas y es benigno. Lo es infinitamente. Por esto no me rechazara si inclino mi cara llena de lágrimas sobre su seno y le digo 'Padre, Tu, solo me quedas. Tu hijo está afligido y desolado. Dame tu paz...'»

Ahora bien, si la salvación es imposible al hombre, la santidad también lo es, pues ella, no es otra cosa que la salvación en plenitud; entonces sólo gracias a Dios podemos transitar el camino de santidad.

La que es llamada heroica, a veces ha desalentado la única y verdadera santidad, que siempre es heroica, desde el momento que consiste en tener valor para lograr nuestra absoluta renuncia a lo peor que tenemos y coraje para seguir el Camino de la Verdad que conduce a la Vida, puesta nuestra esperanza en Dios.

Fraternalmente,

14 de noviembre de 2010

Suplicar obstinadamente

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mi!« (Lc. 18, 38)

Una rica reflexión de San José María Escrivá de Balaguer nos enseña que Jesús percibe instantáneamente la llamada de nuestra alma, pero espera. Quiere que estemos del todo convencidos de la absoluta necesidad que tenemos de él. Quiere que le supliquemos, obstinadamente, como este ciego del borde del camino.

Leyendo a María Valtorta en las revelaciones del Señor, encontré un texto que les comparto, en el que Jesús da testimonio de su misión y enseña a sus discípulos el amor de Dios; transportado en el tiempo, el Carpintero de Nazareth, nos enseña el valor del testimonio, la importancia de la súplica a Dios y el amor al prójimo.

Dice el Señor
Mis obras principales que mejor dan testimonio de mi naturaleza y de mi misión, las que mi Padre mira con alegría, son las curaciones del corazón, bien que se trate de extirpar un vicio o más vicios capitales, sea que se trate de aflicciones que atormentan con el pensamiento de que uno está castigado y abandonado de Dios.

Al alma que ha perdido la certeza de la ayuda de Dios, ¿que le pasa? Es un pedazo de hierba seca que se arrastra en el polvo y que no puede asirse más a la idea que era su fuerza y su alegría. Vivir sin esperanza es un horror. La vida es bella en sus asperezas, porque recibe este rayo del Sol divino. Tiene como fin este Sol. ¿Es el día humano tétrico, bañado en lágrimas, señalado con sangre? Si. Pero después vendrá el Sol. No habrá más dolor, ni más separaciones, ni más asperezas, ni odios, ni miserias o soledad dentro de la niebla que oprime, sino luz y canto, serenidad y paz, Dios, el Sol eterno.

Ved que triste aparece la tierra cuando hay eclipse. Si el hombre tuviese que decirse a si mismo: «Ha muerto el sol» ¿no le parecerá vivir para siempre dentro de un calabozo subterráneo y estar allí sepultado y muerto antes de morir? Pero el hombre sabe que más allá de este astro que esconde el sol y produce tinieblas en el mundo, existe siempre el alegro sol de Dios.

Semejante es el pensamiento de la unión con Dios durante la vida. ¿Los hombres hieren, roban, calumnian? Pero Dios cura, devuelve, justifica. Y con creces. Los hombres dicen: «¿Dios te ha arrojado?» Pero el alma tranquila debe pensar «Dios es justo y es bueno. Ve las causas y es benigno. Lo es infinitamente. Por esto nome rechazara si inclino mi cara llena de lágrimas sobre su seno y le digo 'Padre, Tu, solo me quedas. Tu hijo está afligido y desolado. Dame tu paz...'».

Ahora Yo, el Enviado de Dios recojo a los que el hombre ha perturbado o que Satanás ha transformado y lo salvo. Esta es mi obra. Esta es verdaderamente mi obra. El milagro en el cuerpo es muestra del poder divino. La redención de los espíritus es obra de Jesucristo, el Salvador y Redentor.

Pienso y no me equivoco, que los que han encontrado en Mi su rehabilitación ante los ojos de Dios y propios, serán mis discípulos fieles, serán los que con mayor fuerza podrán arrastrar a las turbas hacia Dios diciendo «¿Vosotros pecadores? Yo también. ¿Vosotros desalentados? Yo también. ¿Vosotros desesperados? Yo también. Lo estáis viendo ¿no es así? El Mesías tuvo piedad de mi miseria espiritual, me ha hecho sacerdote suyo, porque El es la Misericordia y quiere que el mundo se persuada de ello. Y nadie más apto para persuadir que el que en si mismo la ha experimentado.»
Fraternalmente,

Claudio


María Valtorta, tomo III, pág. 8 - "Lecciones a los discípulos en el camino a Arimatea"

La vida cristiana es un constante equilibrio

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Domingo 34, tiempo ordinario, ciclo C - Lucas 21, 5-19

¿Cree usted que la gente de nuestro tiempo es constante en lo que comienza y en lo que vive? ¿Piensa usted que la perseverancia es una virtud en este tiempo?

La verdad es que la vida y sus acontecimientos van tan rápidos que en muchas ocasiones ni tan siquiera tenemos tiempo de mantenernos en la constancia de un ideal o un seguimiento afectivo hacia algún proyecto humano. Jesús toca hoy este tema de la perseverancia dentro del contexto de su segunda venida al final de los tiempos.

Algunos estaban hablando de la belleza de las piedras del templo y de los adornos que este poseía. Jesús les dice que toda esa belleza quedará destruida algún día. La gente extrañada le pregunta sobre el tema y el Señor les ofrece algunas claves para interpretar el momento:

No se dejen engañar. Hay muchas distracciones en la vida. Tantas que nos hacen olvidarnos de cosas importantes. Creen que nos ofrecen respuestas a la vida y lo único que hacen es crearnos más interrogantes interiores.

Vendrán muchos haciéndose pasar por mí... Hay líderes humanos que ofrecen nuevos caminos y proyectos pero sólo Jesús nos ofrece un proyecto duradero y eterno. Tenemos que estar alertas para saber cuál es la hondura y la trascendencia de los mensajes que nos ofrecen.

Cuando oigan alarmas de guerra y revoluciones, no se asusten... Cualquiera puede decir que este tiempo final es hoy... La verdad es que por desgracia la humanidad siempre ha estado en ese estado de violencia. Algunos creen ver en todos estos signos el final del tiempo presente... Jesús nos dice que no nos asustemos...

Habrá grandes terremotos, hambres y enfermedades... La descripción que nos hace el Señor es para echarnos a temblar y desear, ¡como no!, la paz eterna.

Les echaran manos y les perseguirán... Incluso ya no es catastrófico lo que sucede a nuestros alrededor, es que también nuestra vida física corre peligro...

Así tendrán oportunidad de dar testimonio de mi. Entre las ruinas de la vida y del mundo humano, también desde la amenaza constante de la propia vida podemos dar testimonio de nuestro Salvador.

Serán traicionados incluso por sus padres, hermanos, parientes y amigos. Matarán a algunos de ustedes, y todo el mundo les odiará por causa mía; pero no se perderá ni un cabello de su cabeza. No es el mundo en el que vivo quien puede hacer tambalear mi fe. También las personas, e incluso las personas más cercanas que me rodean, pueden ser para mí motivo y excusa para el alejamiento de Dios.

Permanezcan firmes, y salvarán su vida. Todas las cosas y las circunstancias de la vida no pueden alejarnos de la presencia de Dios.

Las personas se preguntan sobre por qué Dios permite las guerras y las violencias, los terremotos y las calamidades naturales, el hambre y las enfermedades. Esto les lleva muchas veces a alejarse de Dios. Es como una lucha interna entre la razón y la justicia con misericordia. Si el Creador es tan bueno como dicen no puede permitir estas cosas...

Jesús da la respuesta a todos estos interrogantes de las personas de todas las épocas y nos alerta para que cuando perdamos todas las seguridades exteriores y cercanas, Él siga estando en lo profundo de nuestra vida.

No es una llamada al fanatismo y a la cerrazón. Todo lo contrario. Es percibir que detrás de estos asuntos inexplicables hay una razón luminosa.

Cuando los cristianos percibimos esas dolorosas realidades tenemos que mirar a Cristo, no para escapar de lo terrible de las circunstancias sino para encontrar en Él el sentido de las cosas y de nuestra vida.

El Maestro nos invita a ser personas de verdad, plenas, realizadas, con dominio de sí mismo; con calma interior, que no se dejan desequilibrar interiormente y todo ello nos llevará a encontrar la paz de Cristo donde no existe el miedo.

La vida cristiana es un constante equilibrio entre lo que Dios quiere para el mundo y lo que el mundo desde su autonomía decide. No podemos hacer oídos sordos, y mucho menos desentendernos a la hora de buscar soluciones para los graves problemas que sufre la humanidad. Vivir haciendo que la Palabra se cumpla, dejar que Dios camine entre nosotros y mantenernos en el Señor por muy fuertes que sean los tiempos es el reto que tenemos ante nosotros.

Lo importante no es saber el cómo. Lo importante no es saber el cuándo. Lo importante es estar siempre preparados. Lo importante es vivir cada día como si fuera el último día de nuestra vida en la tierra.

Necesitamos la perseverancia para que nuestro mundo no se quede huérfano de la presencia del buen Dios. Si te cansas y abandonas el mundo, la humanidad no será mejor, ni tú tampoco...

Fraternalmente, buen domingo.

13 de noviembre de 2010

Nuestra Señora de las Siete Alegrías de Sembracher

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

A menudo hemos oído hablar de Nuestra Señora de los Siete Dolores que recuerda su martirio y su compasión por nuestras pobres almas. Y todos hemos pensado en la alegría de María, junto a su prima Isabel en su Magnificat.

Las 7 alegrías de María Santísima las contemplamos cada vez que rezamos los Misterios Gozosos y los Misterios Gloriosos del Santo Rosario.
"...En los Misterios Gozosos del Santo Rosario vemos la alegría de la familia, de la maternidad, del parentesco, de la amistad, de la ayuda recíproca. Cristo, al nacer asumió y santificó estas alegrías que el pecado no ha borrado totalmente. Él realizó esto por medio de María. Del mismo modo, también nosotros hoy, a través de Ella, podemos captar y hacer nuestras las alegrías del hombre: en sí mismas, humildes y sencillas, pero que se hacen grandes y santas en Jesús y María.

En María, desposada virginalmente con José y fecundada divinamente, está la alegría del amor casto de los esposos y de la maternidad acogida y guardada como don de Dios; en María, que solícita va a Isabel, está la alegría de servir a los hermanos llevándoles la presencia de Dios; en María, que presenta a los pastores y a los Magos el esperado de Israel, está la coparticipación espontánea y confidencial, propia de la amistad; en María, que en el templo ofrece su propio Hijo al Padre celestial, está la alegría impregnada de ansias, propia de los padres y de los educadores con relación a los hijos o a los alumnos; en María, que después de tres días de afanosa búsqueda; vuelve a encontrar a Jesús, está la alegría paciente de la madre que se da cuenta de que el propio Hijo pertenece a Dios antes que a Ella misma. (Juan Pablo II. Ángelus. Domingo 23 de octubre de 1983)

"...En los Misterios Gloriosos del Santo Rosario reviven las esperanzas del cristiano: las esperanzas de la vida eterna que comprometen la omnipotencia de Dios y las expectativas del tiempo presente que obligan a los hombres a colaborar con Dios.

En Cristo Resucitado resurge el mundo entero y se inauguran los cielos nuevos y la tierra nueva que llegarán a cumplimiento a su vuelta gloriosa, cuando "la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado" (Ap 21, 4).

Al ascender Cristo al Cielo, en Él se exalta a la naturaleza humana que se sienta a la diestra de Dios, y se da a los discípulos la consigna de evangelizar al mundo; además, al subir Cristo al Cielo, no se eclipsa de la tierra, sino que se oculta en el rostro de cada hambre, especialmente el los más desgraciados: los pobres, los enfermos, los marginados, los perseguidos...

Al infundir el Espíritu Santo en Pentecostés, dio a los discípulos la fuerza de amar y difundir la verdad, pidió comunión en la construcción de un mundo digno del hombre redimido y concedió capacidad de santificar todas las cosas con la obediencia a la voluntad del Padre celestial. De este modo encendió de nuevo el gozo de donar en el ánimo de quien da, y la certeza de ser amado en el corazón del desgraciado.

'En la gloria de la Virgen elevada al Cielo, contemplamos entre otras cosas la sublimación real de los vínculos de la sangre y los afectos familiares, pues Cristo glorificó a María no sólo por ser Inmaculada y arca de la presencia divina, sino también por honrar a su Madre como Hijo. No se rompen en el Cielo los vínculos santos de la tierra; por el contrario, en los cuidados de la Virgen Madre elevada para ser Abogada y protectora nuestra y tipo de la Iglesia victoriosa, descubrimos también el modelo inspirador del amor solícito de nuestros queridos difuntos hacia nosotros, amor que la muerte no destruye, sino que acrecienta a la luz de Dios.

Y, finalmente, en la visión de María ensalzada por todas las criaturas, celebramos el misterio escatológico de una humanidad rehecha en Cristo en unidad perfecta, sin divisiones ya ni otra rivalidad que no sea la de aventajarse en amor uno a otro. Porque Dios es Amor...." (Juan Pablo II. Ángelus. Domingo 6 de noviembre de 1983)
Las 7 alegrías de María Santísima es una devoción franciscana parecida al Santo Rosario. Se remonta al siglo XV y está en el origen de la corona de 7 misterios que muchos franciscanos y franciscanas llevan colgada en el cordón. Es una oración muy sencilla, asequible para todos los que desean honrar a la Virgen María, reviviendo con Ella algunos misterios de la vida de su Hijo Jesucristo.

Saludo de San Francisco de Asís


Salve, Señora, Santa Reina, Santa Madre de Dios,
que eres Virgen hecha Iglesia,
y elegida por el Santísimo Padre del Cielo,
consagrada por Él con su Santísimo Hijo Amado
y el Espíritu Santo Paráclito,
en la que estuvo y está toda la plenitud de la gracia, y todo bien.
Salve, palacio suyo; salve, tienda suya;
Salve, casa suya, salve, vestidura suya;
Salve, sierva suya; salve, madre suya,
Y todas vosotras, virtudes santas, que por la gracia y la iluminación
del Espíritu Santo sois infundidas en el corazón de los creyentes,
para que siempre sean fieles a Dios.


Fraternalmente,

Claudio,



Fuente

12 de noviembre de 2010

La dura experiencia del desaliento

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

No cabe duda que una de las experiencias más dolorosas para un sacerdote, religioso, religiosa, laico y -en fin- todo creyente, es la de no ver cristalizadas en la practica de su vida concreta ni las exigencias ni las experiencias evangélicas.

¡Cuántas veces nos encontraremos con personas -ya sean religiosas o no- que añoran una experiencia, un diálogo concreto con el Señor, contemplar alguna de sus manifestaciones y pasan toda su vida sin lograrlo!

Uno quiere y hace grandes esfuerzos -por una parte- para mantenerse fiel a Dios, cumplir sus mandatos, realizarse como cristiano, ser eficiente en el apostolado y -por otra parte- verifica que no hace otra cosa que beber su propia impotencia, que es quebradizo y que todos sus esfuerzos personales parecen hacerse en vano y sin fruto.

Ante este hecho, al principio, comenzamos a trazar curiosas doctrinas sobre la cruz de Cristo, como para justificar nuestro desaliento. Queremos asociarlo con la cruz de Cristo, su abandono y su fracaso. Pero Jesús, en la cruz, no nos muestra ninguna deficiencia en el orden sobrenatural sino que -por el contrario- está realizando los planes de Dios y la redención de todos los seres humanos mediante su propio sufrimiento en la cruz.

Otro es -sencillamente- el verdadero pensamiento de Cristo. El nos dice «Mi Padre queda glorificado en que llevéis mucho fruto y seáis mis discípulos» (Jn 15, 8) Pero nos parece que -aún considerándonos discípulos de Cristo- no vemos estos frutos.

Los apóstoles los vieron. Lo vieron los primeros cristianos y hoy se siguen viendo. Jesús relaciona estos frutos con la unión vital con Él, como el sarmiento está unido a la vid, por el cual -corre también- la sabia del Espíritu Santo que es la que producirá -por el sarmiento- los frutos abundantes.

Aquí tenemos una clave: no olvidarnos de dejar pasar la sabia por nuestro sarmiento, porque ello precisamente es crear la sequedad, la no visión de los frutos y permanecer en nuestros criterios equivocados de siempre que son la causa de nuestro desaliento.

¿Cuál es entonces la solución a nuestro desaliento? El plan de Dios, conocido y vivido. La solución -diría drástica- a eso que sabemos tal vez intelectualmente pero no lo vivimos en la práctica: el no ver, no oír, ni que llegue a nuestro corazón lo que Dios ha reservado para nosotros, si lo amamos (1 Co 2, 9) se da en la vida en el Espíritu Santo que es la espiritualidad de la Iglesia, revelada por Dios en las Escrituras, si no queremos permanecer en la letra que mata, pues el Espíritu es el que da verdadera vida.

Por lo tanto, hasta que no nos demos cuenta que somos ministros no de la letra sino del Espíritu de ese Ministerio del Espíritu Santo que San Pablo llama glorioso (2 Co 3, 9) estaremos permaneciendo en la mera letra de cosas reveladas, la misma que provoca toda clase de desaliento y claudicaciones de todo género. Si seguimos desalentados y sin fuerzas es porque nos falta el Espíritu que nos da la vida. Así de simple. Así de verdadero.

Fraternalmente,

11 de noviembre de 2010

Conocer a Dios solo de oidas

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!
«Los hombres creen ser los amos del mundo y que pueden hacer de él lo que quieran. Creen ser sus propietarios y poseer un poder sobre su curso... Pero este mundo está habitado por los sencillos de Cristo a quienes desprecian y por sus ángeles en quienes no creen.» (Beato John Henry Newman, Sermón «El mundo invisible», PPS vol. 4, nº 13).
Muchos son aún los que con sus prevenciones racionalistas niegan a Dios o, por lo menos, limitan sus obras al ámbito de sus propios conocimientos terrenales. Pareciera que nada es posible sino está basado y previsto en la infalibilidad de su sabiduría estrictamente humana. Entonces se habla y se juzga con la autoridad que proviene de haber aprobado exámenes educacionales, pretendiendo opinar sobre grandezas que no entienden y de maravillas que los superan y que ignoran. (Jb 42, 3)

Diría que estos hombres empañan el consejo con razones sin sentido, porque no tienen en cuenta, como lo hizo en algún momento Job, que el Señor es todopoderoso y ningún proyecto le es irrealizable (Jb 38, 2). Pero, ¡cuánto tuvo que penar él hasta aprender!

Nada nuevo hay bajo el sol y similares sufrimientos se siguen padeciendo hoy cuando no se reconoce la grandeza de Dios. Sin embargo, no es el sufrimiento el que hace crecer el don del entendimiento, sino que como todas las gracias, aumenta cuando se viven fuertes experiencias de Dios; y Job, como le pasa en la actualidad a muchos cristianos, sólo lo conocía de oídas (v. 42, 5).

No se pueden captar las cosas divinas plenamente sin antes haber vivido sensibles manifestaciones del amor del Señor, que en esta vida las da, a través de los carismas el Espíritu Santo, conforme al plan trazado por el Padre. Y no las puede conocer pues sólo espiritualmente pueden ser juzgadas; porque esas cosas sólo las revela Dios por medio de su Espíritu a los hombres espirituales y no a quienes se niegan a si mismo la posibilidad de conocer los proyectos de Dios, porque haciendo uso de su libertad, no permiten a Jesucristo es encuentro personal, esa experiencia fundamental imprescindible para todo cristiano (1 Co 2, 14).

La fusión del Espíritu de Dios con el de su creatura -que se produce en estos encuentros- la transformará, como lo hizo con Pedro y todos los apóstoles en el primer Pentecostés o con Pablo camino a Damasco.

Los que de alguna manera hemos vivido todas estas experiencias -las de antes y después- comprendemos la actitud de hermanos que confían mucho en sus conocimientos y fuerzas humanas, respondiendo a sus propios criterios, sin tener en cuanta la voluntad de Dios.

Es muy bueno munirse de conocimientos cada vez más profundos en cualquiera de sus disciplinas humanas, pero debemos aceptar con humildad que esa erudición no sirve para contemplar o conocer y menos cuestionar la obra de quien es infinitamente sabio y omnipotente.

Y esto sucede, porque hay otra sabiduría que proviene sólo del Señor. Para alcanzarla, sólo debemos pedirla con fe, sin vacilar; y Dios, que da a todos generosamente y sin echarlo en cara, a los que se la pidan se la dará (St 1, 5-6).

Fraternalmente,

Claudio



Extraído de revista Resurrección - Editorial Kyrios. Argentina.

10 de noviembre de 2010

Tu bandera (Jesús Adrian Romero)

Hola tod@s en la paz del Señor!
«¡A aquel que es capaz de hacer infinitamente más de lo que podemos pedir o pensar, por el poder que obra en nosotros, a Él sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones y para siempre! Amen» Ef. 3, 20-21


Fraternalmente,

Claudio

9 de noviembre de 2010

Dedicación a la Basilica de Letrán

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Basílica de San Juan de Letrán, Fiesta - Evangelio de San Juan 2, 13-22

Reflexión del Beato John Henry Newman (1801-1890), presbítero.

¿Una catedral es fruto de un deseo pasajero o alguna cosa que se pueda realizar por propia voluntad?... Ciertamente, las iglesias que hemos heredado no son fruto de un simple asunto de capital, ni una pura creación de un genio; sino que son fruto de martirios, de grandezas y sufrimientos. Sus fundamentos son muy profundos; descansan sobre la predicación de los apóstoles, sobre la confesión de fe de los santos y sobre las primeras conquistas ganadas por el Evangelio en nuestro país. Todo lo que hay de noble en su arquitectura, que cautiva los ojos y llega al corazón, no es un puro efecto de la imaginación de los hombres, sino que es un don de Dios, es una obra espiritual.

La cruz está siempre plantada en el riesgo y en el sufrimiento, y regada con lágrimas y sangre. Ella no arraiga ni da fruto si su predicación no va acompañada de renuncia. Los que detentan el poder pueden decretar, favorecer la religión, pero no pueden plantarla, sólo pueden imponerla. Tan sólo la Iglesia puede plantar la Iglesia. Nadie que no sean los santos, hombres mortificados, predicadores de la rectitud, confesores de la verdad, pueden crear una casa para la verdad.

Por eso los templos de Dios son también los monumentos de sus santos... Su simplicidad, su grandeza, su solidez, su gracia y su belleza no hacen más que recordarnos la paciencia y la pureza, la valentía y la suavidad, la caridad y la fe de los que sólo han adorado a Dios en los montes y los desiertos; han trabajado, pero no en vano, porque otros han heredado el fruto de su trabajo (Jn 4,38). En efecto, a la larga, su palabra ha dado fruto; ha sido hecha Iglesia esta catedral en la que la Palabra vive desde hace mucho tiempo... Dichosos los que entran a formar parte de este lazo de comunión con los santos del pasado y con la Iglesia universal... Dichosos los que al entrar en esta iglesia, penetran con el corazón en el cielo.

Fraternalmente,

8 de noviembre de 2010

Solamante quien ama, perdona

"¿Quieres ser feliz un instante? Véngate. ¿Quieres ser feliz toda la vida? Perdona". Henri Lacordaire (fraile dominico)

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

El perdón exige humildad, desapego, renuncia. El perdón exige equilibrio, fe, madurez.

El perdón exige, por encima de todo, un gran amor. Amor que no mide, que no calcula, que no minimiza. Amor, que viene de Dios, que es prerrogativa de grandes almas, de corazones generosos.

El amor-perdón es un don gratuito, totalmente. Es el caminar en la luz de los hijos de Dios, de los que tan bien nos habla la Palabra en Juan 3, 19-21. De aquellos que se vuelven hacia la verdad y hacia la luz porque no tienen miedo que sus obras sean descubiertas.

El amor es la misericordia del Padre encarnada en los gestos cotidianos de la fraternidad compartida; perdonar es el camino de la sanación...es el dejar marchar la dureza que se tenía hacia una persona; soltando todas esas cosas que abrigábamos contra esa persona y soltándola de ese vínculo...perdonar es un proceso que dura toda la vida y se va recibiendo la gracia en cada momento.

Fraternalmente,

Claudio

7 de noviembre de 2010

La eternidad me espera

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Domingo 32 - Tiempo Ordinario - Ciclo C, Lucas 20, 27-38

Está todavía en el ambiente el aroma de las flores que muchos hermanos y hermanas pusieron hace unos días en el cementerio. Pero el Evangelio nos declara muy tajantemente que "Dios es un Dios no de muertos, sino de vivos..."

Jesús nos dijo: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia..." Es tal la grandeza de la Vida que el Señor nos trae que nos sirve para esta vida y para la otra. Sí; para la otra...

Resulta que muchas personas que dicen tener mucha fe, creer en Dios, y todas las demás cosas propias de los cristianos, dicen tener miedo a la muerte y, si le recuerdas la otra vida, te dirá que eso nadie lo sabe, que nadie ha vuelto...

Es verdad que los sacerdotes predicamos poco sobre la vida eterna. Será porque cuando se hacía con gran empeño las personas optaron por afincarse en esa vida venidera olvidándose de la que nos amanece cada día. Saben ustedes que la vida cristiana es una cuestión de equilibrios constantes entre el "ya pero todavía no..."

Se acercan a Jesús un grupo de saduceos que negaban la resurrección de los muertos. Se acercan con una pregunta con doble intención. Ya saben ustedes que las personas que están predispuestas a negar las verdades religiosas, en muchas ocasiones, tratan de ridiculizarlas. Así hicieron nuestros amigos saduceos.

Citan a Jesús la "Ley del levirato" (Dt 25, 5-10) y le ponen un ejemplo práctico para la aplicación de esta ley. Siete veces quedó viuda una mujer.

En la otra vida ¿Quién será su verdadero esposo... ¿el primero? ¿el quinto...?

El Maestro les contesta que la condición de los hijos de Dios en el cielo, después de la resurrección, será muy diferente de la condición que tenemos en este mundo.

Hablando con un niño de siete años surgió el tema de la muerte. El muchachito conocía la palabra y más o menos hablaba con soltura de tal asunto. Me dio entonces por preguntarle:

- ¿Tú sabes qué es la muerte?

Y me contestó que no. Que le había preguntado a su hermano mayor —sólo unos pocos años más que él— pero le dijo que no se lo iba a decir porque iba a tener pesadillas por las noches...

Algo parecido pasa con muchas personas mayores de siete años... La muerte la conocen porque la ven en otros, pero sigue siendo una pregunta sin respuesta... quizá por miedo a tener pesadillas por la noche...

Hay muchas personas que esperan en la otra vida como desesperación en esta que ahora viven. Anhelan la otra porque la de aquí no les satisface. Se olvidan que ya el cielo (el estar con Dios) ya comienza aquí, ahora. Sólo tenemos que esperar después de la muerte que sea eterno. No hay que ambicionar la vida eterna cuando la vida caduca se vive lejos de Dios...

En la vida eterna ya no se morirá por eso no hace falta la reproducción. Donde no hay muerte, no se necesita sucesión.

Allí los seres humanos serán "como ángeles". No dice que serán ángeles, pues el cuerpo resucitado y glorioso no dejará de ser cuerpo, mientras que los ángeles son espíritus incorpóreos.

Tendremos un "cuerpo espiritual". No significa que el cuerpo se convierta en espíritu, sino que será totalmente gobernado y movido por el Espíritu.

Los cristianos tenemos un convencimiento profundo: Existe otra vida después de ésta. Pero sería absurdo explicar aquella realidad con los elementos de nuestra vida presente. Tenemos que entrar en la terminología de Dios para ver y entender estas realidades espirituales.

Es una pena que nuestras Iglesias se llenen para los funerales, muchas veces como compromiso social y otras para agarrarse a algo. Nuestros templos, en cambio, se quedan medio vacíos cuando celebramos la Resurrección. No es fácil hablar de estos temas cuando no se tiene en el corazón la seguridad de la presencia de quien nos espera más allá de la frontera del dolor de la separación.

Toda la existencia de Jesús estuvo llena de Vida. Su nacimiento y milagros, sus Palabras y acciones, sus intenciones y deseos, todo respiraba vida. Hoy nuestra fe en Él tiene que revitalizarse y eso lo podemos y tenemos que hacer desde el Espíritu que da Vida y Vida abundante.

Tenemos necesidad de encontrarnos con Cristo en el camino de esta vida para que cuando estemos en su presencia en la otra no nos resulte un desconocido. El infierno comienza cuando en esta vida estamos ante la presencia de Dios y no le reconocemos por nuestra humana mediocridad. Sólo la fuerza de la fe, el impacto de la Palabra y el fruto de las obras del Espíritu serán capaces de irnos revelando quién está detrás de todos los misterios.

Nuestro "yo" profundo que llamamos "alma", ya desde el momento de la muerte, va a reunirse con Cristo en una vida glorificada y feliz. Tal es nuestra condición de peregrinos en la Tierra. Los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, afabilidad, bondad... nos irán mostrando el camino para ese encuentro gozoso con el Señor. Los sacramentos serán auxiliares imprescindibles en el caminar junto a Jesús.

Cuando llegue ese encuentro definitivo no quiero que Dios me encuentre en el ayer de mi vida. Sólo hoy, en este día que estoy viviendo, sé que puedo ser feliz con mi Señor. La eternidad me espera y yo la espero en el Señor.

Fraternalmente,

Claudio


Homilía de Mario Santana Bueno

6 de noviembre de 2010

Santa Maria del Espíritu Santo

¡Oh María Inmaculada!
Vos que habéis hallado la Gracia ante los ojos del Altísimo
y habéis concebido al Hijo de Dios
en vuestro Seno Purísimo por el Espíritu Santo.

Rogad por nosotros a fin que podamos imitar vuestras virtudes.
Interceded para que Dios nos envíe el Espíritu Santo
y purifique nuestros manchados corazones
y nos llene de alegría, amor y paz
y podamos ser antorchas encendidas que proclamamos la palabra
vivificadora a todos nuestros hermanos.

Rogad por nuestras familias y para que cada uno de nosotros
tenga un corazón humilde como el vuestro
y tengamos a vuestro Hijo Jesús, como el Rey de nuestra vida.
Madre, que quisisteis venir a nosotros
y ser llamada Santa María del Espíritu Santo
ayudadnos a que nuestra conversión crezca cada vez más
para Gloria de nuestro Buen Dios. Amén

***

Fraternalmente,

Claudio

***

En Lanús Este (Provincia del Buenos Aires, Argentina), la Virgen María se le aparece a la vidente Marcia desde el 21 de julio de 1999 bajo la advocación Santa María del Espíritu Santo. Sus apariciones multitudinarias públicas se producen últimamente en un espacio público (Plaza Pulmón Ecológico- Salta y Arias– Lanús Este) donde se reza el Santo Rosario, los 7 de noviembre, y la vidente recibe el mensaje que luego trasmite a la asamblea.

El 7 de Noviembre de 2008 nuestra Señora dijo: "Volved cada día 7 porque os estaré esperando para derramar una lluvia de Gracias!. Os amo"


Santa María del Espíritu Santo, llamada Virgen de Lanús

5 de noviembre de 2010

Tibieza

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

De los dos post anteriores, el de ayer y anteayer, me quedó el sabor agridulce del concepto de tibieza. El padre Darío Betancourt, sobre este tema dice que «la tibieza es un estado espiritual con consecuencias viciosas de oscuridad, somnolencia, inquietud, inestabilidad de mente y cuerpo, curiosidad...» Se llega a la tibieza por acostumbrarse a hacer las cosas del Señor por rutina, llegando a darnos una justificación diciendo: ¿Que mal hago? Los actos de piedad los hago lo mejor que puedo, y que más?

Dice en Apocalipsis 3, 14-16
«El que es el Amén, el Testigo fiel y verídico, el Principio de las obras de Dios, afirma: Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!. Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca»
Y otro texto mucho más fuerte aún en Apocalipsis 2, 2-5
«Conozco tus obras, tus trabajos y tu constancia. Se que no puedes tolerar a los perversos: has puesto a prueba a quienes usurpan el título de apóstoles y comprobaste que son mentirosos. Se que tienes constancia y que has sufrido mucho por ni Nombre sin desfallecer. Pero debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo. Fíjate bien desde donde has caído, conviértete y observa tu conducta anterior. Si no te arrepientes vendré hacia tí y sacaré tu candelabro de su lugar preeminente».
La tibieza se opone a la virtud de la religión que se llama devoción y que consiste en una disposición de ánimo para dedicarse a las cosas que implican el servicio de Dios.

Conchita Cabrera de Armida, mística mejicana, expresa el sentimiento del Corazón de Jesús frente a la tibieza, así:
«La tibieza de mis sacerdotes es para mi alma una espina muy honda, porque proviene de ingratitud, y del poco amor que me tienen; y también del poco fervor de sus misas. Pero ¡cuánto tengo que lamentar en el corazón de muchos sacerdotes la rutina, la poca o ninguna devoción con que dicen la Misa y la ninguna preparación para celebrar! No me clavan el puñal de sacrilegio, pero si la espada muy dolorosa de la frialdad con que se acercan a los altares.

La tibieza enerva las facultades del alma y esta debilidad se comunica a las demás acciones del sacerdote. La tibieza cuando se apodera del alma del sacerdote, hace que tome como carga pesada y molesta todos sus deberes. El rezo del Brevario les cansa; a los salmos no le encuentra jugo ni sustancia, pasándolos sin contemplar ni sentir ni gustar las riquezas que encierran; no paladea el divino sabor que hay en ellos porque la apatía por lo santo impregna los corazones.

Y ¿Por qué? Porque la tibieza los ha hecho su presa, fruto de su mundana disipación; porque han dejado que se llenen sus corazones de ruidos y vanidades del mundo; por la falta de oración, recogimiento, vida interior y trato íntimo Conmigo y con María.

Si un sacerdote es tibio, que busque luego la causa y huya de ella...

Comienza la tibieza y acaba el fervor, se debilita la fe y viene por tierra la vocación sacerdotal, ¡Así comienza el demonio a horadar el edificio! Así arroja el veneno poco a poco, pausadamente, debilitando las energías del alma!

No es malo en realidad el sacerdote, pero es tibio e indolente: a él ya no le conmueven las verdades eternas; para el las postrimerías se vuelven sombras y aún sarcasmos. Las tinieblas de las dudas lo envuelven y lo penetran: los remordimientos se alejan y viene a tierra su vocación y su salvación eterna.

Por eso dije que la tibieza en mis sacerdotes es para Mi una espina muy profunda, por los males que acarrea. Porque ¿cómo un sacerdote frío ha de dar calor? ¿cómo un sacerdote indiferente a las cosas de Dios ha de comunicar fervor? ¿cómo enamorar a las almas de lo que él está muy lejos de apreciar, adorar y sentir?»
[1]
Fuerte. Sincero y corrector como es Dios. El ejercicio de autocrítica que nos proponía el evangelio de ayer, me dice que reemplace la palabra sacerdote por mi nombre, porque la reflexión es válida para todos los hijos de la luz.
«No desprecies, hijo mío, la corrección del Señor, ni te disgustes cuando el te reprende, porque el Señor reprende a los que ama como un padre a un hijo muy querido.» (Prov. 3, 11-12)
Fraternalmente,

Claudio



Sobre textos del padre Dario Betancourt obra «Sanados por el Espíritu»
[1] «A mis sacerdotes», Vol 1, cap. XIV, pags 63-70