29 de enero de 2012

Libres para amar

Paz y bien

Domingo 4º - Ciclo B - T.0. Marcos 1, 21-28

Jesús hizo milagros saltándose las leyes de la naturaleza y la fuerza del poder diabólico, así asombraba a quienes quería evangelizar para que le creyeran. Pero en ningún momento cambió la voluntad de ninguna persona. Él, que puede forzar las cosas para que cambien, no quiere forzar a nadie. Ese don que ha dado a cada uno es tan grande, que Dios prefiere que el hombre lo utilice mal y le ofenda, y se pierda para siempre, antes que privarle del gran don de la libertad.

La libertad es el instrumento con el que podemos hacer el bien, con el que podemos amar a Dios y orientar bien nuestra vida. Dios no quiere esclavos obligados; desea que los hombres le amemos voluntariamente. Para eso cada uno ha de conocer la verdad, los verdaderos bienes -no los aparentes- que enriquecen al hombre y le hacen feliz. Los Mandamientos y las Bienaventuranzas con caminos de libertad, de amor y de felicidad. El pecado es siempre una equivocación respecto al bien del hombre, y la consecuencia en el plano humano es el sentimiento de culpa y el sufrimiento. Las consecuencias en el plano sobrenatural son peores.

Jesús sorprende a sus interlocutores para que acaben asombrados y entiendan que les habla con autoridad. Él mismo va por delante y vive lo que enseña. Se trata de que el espectador acepte libremente sus palabras y le obedezca.

Tratándose de Jesús, los hechos tienen la primera y definitiva palabra. Y de esos hechos nace una autoridad incomparable. El que enseña con autoridad y exorciza con autoridad primero ha mostrado esa autoridad sobre la historia nuestra, que en sus manos se reconstruye, limpia y florece.
«Señor Dios, que respetas tanto nuestro modo de ser y nuestra libertad, queremos escuchar tu voz, seguir tu doctrina y ponerla en práctica, sabiendo que es lo mejor para nosotros; pero sobre todo es el modo que tenemos de demostrarte nuestro amor. Queremos obedecerte libremente y no tener otra libertad que la de amarte. No nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del Maligno.»
Libres para amar, para vivir el evangelio. Libres para elegir lo que más nos lleva hacia Él, hacia los otros y hacia una vida más auténtica. Libres para soñar, con los pies en la tierra y el corazón en la eternidad. Libres para romper las cadenas que nos mantienen a medias. Libres para abrazar la cruz… pero después dejar los sepulcros vacíos . Así nos quiere, libres...

Fraternalmente,

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