Ego

Paz y bien!

«Trabaja en algo, para que el diablo te encuentre siempre ocupado» (San Jerónimo)

Los abuelos decían que la ociosidad era la madre de todos los vicios, pero ese es un privilegio del orgullo. Es él quien se camufla detrás de todos los males para que el ego se imponga y domine a su antojo.

Y ¿qué es el ego? Es el Yo petulante y engreído, el Yo que manipula y pisotea, en suma, el Yo sin Dios y sin amor. ¿Cómo apaciguarlo? Con unas buenas dosis de amor y sencillez y con una consciencia despierta.

El trabajo de controlar el ego sin  anularlo es de toda la vida, porque él no se resigna a estar en la sombra. El quiere figurar e imponerse, busca lisonjas, se regodea con los aplausos y no acepta que otros se destaquen.

El ego es como el sapo envidioso que, cansado de ver la luz de una luciérnaga, la pisa con una pata. Entonces ella le pregunta: ¿Por qué lo haces? Y el sapo responde: ¿por qué brillas?, y luego la aplasta.

Estamos en una época del año de muchísima ilusión, de replanteos y de peticiones; me parece que también es tiempo de ofrecimientos y de entrega. San Agustín decía Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que falta, y en el larguísimo camino de santidad me pregunto ¿como librarme del ego? ¿Como librarme de la maldad, la ira, la pereza, la lujuria, la avaricia, la envidia... la gula? ¿Es posible ir desarraigando el ego y cada uno de los vicios cada año? Sería como sacar la gramilla: al sacar un pedazo quedan otros y cada pedazo crece y se multiplica.

En este tiempo, cabe que nos preguntemos en medio de una cultura laicista que niega el pecado, ¿contemplo a Jesús como aquel que me salva del mal moral? En medio de una corriente de opinión que sólo ve en Jesús un hombre religioso extraordinario, ¿creo en Él como aquel que existe desde siempre, antes que Juan, antes de que el mundo fuera creado? En medio de un mundo desorientado por mil ideologías y opiniones, ¿admito a Jesús como aquel que da sentido definitivo a mi vida? En medio de una civilización que margina la fe, ¿adoro a Jesús como aquel en quien reposa plenamente el Espíritu de Dios?

Pues bien, hay un centro, un lugar donde estas preguntas tiene efectiva respuesta, donde todos los defectos son expulsados al mismo tiempo y sin esfuerzo, es el lugar de la presencia viva de Dios. Ella preserva del pecado, ella vivifica y da fuerzas para practicar todas las virtudes al mismo tiempo.

Fraternalmente,




Comentarios

  1. ¿Admito a Jesús como aquel que da sentido definitivo a mi vida? En medio de una civilización que margina la fe, ¿adoro a Jesús como aquel en quien reposa plenamente el Espíritu de Dios?

    Si, Su presencia viva como tú biendices, me trasforma.
    ¡Gracias Claudio, muy buena reflexión!.
    Dios te bendiga!!!

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