9 de enero de 2012

La sanación en Cristo Jesús

Paz y bien!

Nunca antes en su historia ha estado el hombre tan roto en su espíritu, mente y cuerpo y tan necesitado de sanación espiritual, emocional y física  como lo está hoy en día. Cuando, en búsqueda de su total sanación e integración personal, el recurrir a los médicos ha sido en vano, con frecuencia ha recurrido a medicinas alternativas, a dudosos movimientos religiosos nuevos y finalmente incluso a prácticas ocultistas para satisfacer sus necesidades. Desgraciadamente, éstas a menudo le han situado bajo una gran esclavitud y le han arrastrado a una muerte en vida.

La respuesta bíblica a esta situación mundial es la proclamación de Jesús en la que declaró que había sido ungido por el Espíritu para perdonar, sanar y liberar (Lc 4, 16-21) Nos invita a acercarnos a Él para recibir su descanso que es la sanación (Mt 1, 28) Inspirada por su ejemplo y motivada por sus ruegos, la Iglesia ha continuado el ministerio de proclamación y sanación de Cristo en los sacramentos y a través de los carismas.

Pero como los Sacramentos poco a poco se hicieron rutinarios y ritualistas y los carismas parecieron desparecer o emplearse mal, las sanaciones se asociaron a lugares como Lourdes y a ciertas personas como los Santos. Al menos esto fuer verdad hasta 1959 cuando la Iglesia, incitada por Juan XXIII oró, en el Espíritu de Hechos 4, 31 por un Nuevo Pentecostés para renovar la Iglesia con signos y prodigios.

La sanación cristiana no tiene lugar por el uso exclusivo de alguna sustancia medicinal o por la sola confianza en alguna oscura energía impersonal sino a través de una experiencia personal con Jesús nuestro Salvador, Sanador y Liberador.

No es algo que obtenemos sino Alguien que tenemos. No se produce por algún tipo de fe psicológica sino de una confianza total en el Señor en su amor y poder.  Es el Evangelio completo en acción, trayendo paz al hombre y dando gloria a Dios, destruyendo las obras de Satanás y proclamando el amor de Dios.

La oración de sanación no es por lo tanto una fórmula mágica sino un proceso de fe de experimentar a Dios como perdón, sanación interior y liberación. Requiere prepararse uno mismo a través del arrepentimiento, el perdón y la renuncia. Puede ser experimentado en la Misa o ante el Santísimo, por medio de la imposición de manos, palabras de conocimiento o descansos en el Espíritu. En cualquier caso la sanación tiene lugar en un ambiente de fe en el Señor y de amor de unos por otros, igual que es tanto el poder como el amor de Cristo lo que sana.

La sanación no es un fin en si mismo sino que es un modo de llevar a la persona a una relación más profunda con Cristo y la Iglesia y luego a capacitarse para llevar a Cristo a otros.

Fraternalmente,



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Huellas del Padre Rufus Pereira

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