6 de mayo de 2013

El mérito es de Dios



Con la paz de Cristo

No busques el éxito menospreciando a los demás.

No digas nunca palabras hirientes; hieren a los demás, pero más te hieren a ti mismo; sales tu más perjudicado y te rebajas.

No seas jactancioso; tienes cualidades, pero también las tienen los otros; tienes cosas que ellos no poseen; pero ellos quizá te aventajen en muchas otras cosas.

No pongas la cara larga, como pidiendo un poco de compasión; sé más bien alegre y muéstrate sonriente; es más agradable y hasta más bonito.
“Y ahora, así habla el Señor, el que te creó, Jacob, el que te formó, Israel: No temas, porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú me perteneces. Si cruzas por las aguas, yo estaré contigo, y los ríos no te anegarán; si caminas por el fuego, no te quemarás, y las llamas no te abrasarán. Porque yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador.” (Is 43, 1-3)
Entierra el hacha, envaina la espada, esconde el martillo; nadie se elevado menospreciando a los demás. Elévate tú, pero sin rebajar a nadie; reconoce los méritos de los demás, sin negar los tuyos y sin enorgullecerte por lo que Dios te dio; al fin y al cabo todo mérito es nada más que de Dios, que es la fuente de todo bien.

Un abrazo fraterno

5 de mayo de 2013

Volver a pasar las cosas por el corazón


6º Domingo de Pascua - C

Con la paz de Cristo

Uno de los gestos más significativos que hacemos en la Eucaristía antes de recibir la comunión es el darnos la paz. La paz como gesto y como deseo. La paz que tenemos la entregamos al otro y por ello nos acercamos y nos saludamos con cariño.

En el texto de hoy Jesús nos deja como regalo la paz, pero no una armonía en un mundo donde la guerra y los conflictos no estén presentes. Por desgracia las violencias humanas están aún presentes en nuestra debilitada humanidad. Lo que Jesús nos deja es la paz consigo mismo que no provoca ni guerras interiores ni exteriores.

Muchas personas están en guerra interna contra sí mismos y por ello su forma de relacionarse con los demás y con la realidad externa, siempre es al ataque, a la defensiva. El Señor nos deja nuestra vida pacificada en su amor, nos da amor con paz y paz con amor.

Los organismos internacionales hacen serios esfuerzos por conseguir la paz en el mundo y en las estructuras sociales, pero siempre tenemos la impresión que no se consiguen las metas propuestas. Algo falla por algún lado. Lo que no termina de conseguirse es la paz de los corazones. Una persona que vive en paz interior nunca perderá el profundo sentimiento de misericordia hacia los demás y no provocará dolor ni a los de cerca ni a los de lejos.

Amar a Jesús es hacer caso a sus Palabras e intentar llevarlas a la vida diaria. Oímos con mucha frecuencia la Palabra pero el reto está en hacerla vida en nuestra vida. No es fácil vivirla porque tiene que partir del corazón humano en dirección hacia Dios y hacia los demás. Muchas veces nuestro corazón está lleno de tristezas, amarguras, miedos, traumas... de todo menos de amor con paz y de paz con amor...

Jesús indica a sus seguidores que cuando se marche quedarán bajo la tutela del Espíritu Santo. Por medio del Espíritu les hablará el Maestro, del mismo modo que, por medio de Jesús, les ha hablado hasta ahora el Padre.

¿Por qué llamamos "Santo" al Espíritu?

No es por ser sin pecado, ni defecto ni límite, o por hallarse en posesión de todos los atributos morales, sino porque procede del Padre y del Hijo y es un regalo de Dios. Es "Santo" porque nos santifica.

El Espíritu Santo será enviado para enseñarnos todas las cosas y recordarnos todo lo que nos ha dicho Jesús. Nos enseñará interiormente las cosas que pertenecen al Salvador. Nos abre el camino interior para el encuentro con Dios. No les enseñará nuevas lecciones —ya está todo dicho en Jesús— , ni añadirá nada al Evangelio, sino que les traerá a la memoria las enseñanzas vivas que Cristo había impartido y les iluminará los ojos del entendimiento y del corazón.

Me gusta mucho una de las misiones del Espíritu. Dice el Maestro que "nos recordará todo lo que les he dicho". La palabra "re-cordar", como decía Ortega y Gasset, significa "volver a pasar las cosas por el corazón." Las enseñanzas de Jesús las tenemos que volver a recordar una y otra vez desde esta perspectiva que va desde el oído hasta el corazón.

El Señor anunciaba su marcha y entregaba su paz como herencia. ¡¡Cuántos cristianos de hoy hay miedosos y con falta de paz interior!! Hay hermanos y hermanas a los que la vida les abruma y entristece, les quita la paz interior y viven angustiados. Buena señal será recordar estas palabras: "Te dejo mi paz". En medio de las tormentas de la vida recordar esta frase una y otra vez nos llevará a preguntarnos sobre nuestra confianza en Dios.

La palabra hebrea "Shalom" (paz) es etimológicamente un concepto que va más allá de la mera ausencia de guerra. "Shalom" significa "estar entero, completo, seguro". En definitiva lo que Jesús nos ha dejado no es sólo la paz interior sino que desea que tengamos todos los elementos espirituales y materiales —de ahí la necesidad de cumplir su Palabra— para conseguir y mantenernos en esa paz. Cada cristiano tendrá la misión de mantener la paz durante toda su vida y transmitir esa paz que viene de Dios a los demás.

Un abrazo fraterno,



4 de mayo de 2013

Busca a Cristo y encuentras a María


Con la paz de Cristo

No podemos separar a Cristo de María. Al pensar en Cristo, inmediatamente nos viene a la mente la condición humana y divina del Hijo de Dios, que vino a salvarnos.

Partimos de la realidad, tenemos a Cristo, porque nació de María.

La historia nos confirma que cuando se ha querido precisar la naturaleza de Cristo: Una sola persona y dos naturalezas (verdadero Dios y verdadero hombre), llegamos a la conclusión que es así, porque María es verdadera Madre de Jesús, y por lo tanto Madre de Dios, Ella prestó lo que cualquier madre presta a su hijo para ser llamada verdaderamente madre.

La condición inseparable de Cristo y María nos lleva a que, cuando nos acercamos a uno de los dos, necesariamente llegamos al otro. Es verdad que con distinción de importancia, pues, Cristo es Dios y hombre; María es criatura privilegiada, pero nunca es diosa, ni de naturaleza divina; le llamamos Madre de Dios, porque su Hijo, verdadero Dios, tomó en su seno la naturaleza humana, sin dejar la divina, que tenía por ser la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

Quien ama a Dios, tiene que amar lo que Dios ama, y de manera especial ama entre todas las criaturas a su Madre, por eso no ama realmente a Cristo, quien deja de lado a María. Los encontramos juntos en varios episodios evangélicos, iban buscando a Jesús y se encontraron con María, quien fue la encargada de mostrárselo, por ejemplo, si leemos a S. Lucas 2, 15 -16: "Cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: Vamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado. Y fueron a toda prisa y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre". Podemos leer también la adoración de los Magos, que nos narra San Mateo, 2, 11: "Entraron en la casa, vieron al Niño con su Madre María y, postrándose, le adoraron "

Todo hijo se encuentra orgulloso de su madre, Cristo no se avergüenza de Ella, no ha querido servirse de Ella solo para entrar en este mundo, sino que la tiene muy cerca de Sí, pues, es su colaboradora, nunca "suplente" de Jesús, por eso siempre que nos acercamos a El, nunca deja de presentarnos a su Madre.

Si nos acercamos a María, Ella nos lleva a su Hijo, pues, tiene claro su misión de intercesora y medianera. Sabe que es el medio que Dios ha elegido para que nos acercásemos a El. Quien se cree devoto de María, lo será realmente, si su devoción es "santa", es decir, si de verdad ama a Cristo, pues, María no es ninguna gatera, que tenemos para salvarnos, sino que es la "Puerta del Cielo". ¿Cómo se entendería el amar a la Madre sin amar al Hijo?.

La íntima unión de Jesús y María la encontramos expresada en los siguientes asertos:

. Con María busco a Jesús.
. Por María llego a Jesús.
. A Jesús por María.
. Todo a María para Jesús.
. El amor ardiente a María llega siempre a Jesús.
. A María no se le puede separar de Jesús.
. Junto a la cruz de Jesús encontramos a María.
. Jesucristo es el último fin de la devoción mariana.
. María nunca puede ser "suplente" de Jesús, sino la colaboradora.
. María no es la fuente de la gracia, sino el canal por el que llega.
. María no nos salva, sino que nos presenta a Cristo, el Mesías, el Salvador.
. Todo el interés de María es llevarnos a Cristo.

Ruega por nosotros Santa Madre de Dios...

Benedicat Dominus




Padre Tomás Rodríguez Carbajo 

1 de mayo de 2013

La viña y yo


Con la paz de Cristo

Dice Isaac de la Estrella, monje cisterciense en uno de sus sermones, referido a la parábola de la viña
Confieso que tengo todo el respeto por la explicación que ve en la parábola de la viña (Mateo 20,15) a la Iglesia universal, la viña de Cristo; los sarmientos de los cristianos, el agricultor y padre de familia, el Padre celestial, el día sin ocaso o la vida del hombre, las horas, las edades del mundo o la persona humana, el lugar de la actividad humana misma.

Sin embargo, personalmente, me gusta considerar mi alma y también mi cuerpo, es decir, toda mi persona como una viña. No debo de abandonarla sino trabajarla, cultivarla para que no la ahoguen los brotes o raíces extraños, ni se vea agobiada por los propios brotes naturales.

Tengo que podarla para que no se forme demasiada madera, cortarla para que dé más fruto. Sin falta tengo que rodearla de una valla para que no la pisoteen los viandantes y para que el jabalí no la devore. (cf Sal 79,14)

Tengo que cultivarla con mucho cuidado para que el vino no degenere en algo extraño, incapaz de alegrar a Dios y a los hombres o incluso entristecerlos.

Tengo que protegerla con mucha atención, para que el fruto que con tanto trabajo se cultiva no sea robado furtivamente por los que en secreto devoran a los pobres (Hab 3,14). De la misma manera que el primer hombre recibió en el paraíso, su viña, la orden de trabajarla y de guardarla, yo tengo que cultivar mi viña (Gn 2,15).
Benedicat Dominus

30 de abril de 2013

Entrega absoluta y sin reservas


Con la paz de Cristo

En torno a Dios todo es blanco, todo límpido, todo sencillo, todo sin dobleces, todo tiene sonrisa de niño, cantos de pájaros, aroma de flores, candidez de virgen.

La vida del que cree en Dios en un alleluia perenne e inmutable, un canto de esperanza, un grito de exultación y de gozo, un himno de gratitud y de petición, un estallar el corazón en lágrimas que tranquilizan, que reconfortan, al saberse hijo de Dios.

Toda la vida del cristiano se cristaliza por la presencia de Dios en ella; por eso el cristiano canta, no solamente en sus actos litúrgicos, sino en todos los momentos, aun en los más duros y difíciles, aun en los más ásperos y de aristas más cortantes.

El creyente no puede tratar de engañar a Dios presentándole flores artificiales, en actitud de niño travieso que oculta las cosas; ha de darle no una apariencia de fe y de amor, sino una fe ciega y total y amor de entrega absoluta y sin reservas.
Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes (Lucas 6,38)
No basta vivir la gracia constante y creciente, sino que es preciso vivir la otra dimensión: la gracia difundida o comunicada a los demás.

Benedicat Dominus

28 de abril de 2013

No hay vida cristiana si no crecemos en el amor


5º Domingo de Pascua, C

Con la paz de Cristo

En la parroquia donde estoy a los niños se les enseña en la catequesis que los mandamientos son diez más uno. No son once. Son diez más uno.

Hoy la Palabra entra de lleno en este nuevo mandamiento que no es reciente en la formulación pero sí lo es en su contenido.

El mandamiento que Jesús nos da como novedad no se refiere solamente al prójimo. Esta vez se hace referencia al amor interno que debemos de tener los seguidores de Jesús. Muchas veces nos cuesta menos amar "al prójimo" que no conocemos que al hermano o hermana cristiano que tenemos cerca y que estamos viendo casi cada día. Ya ustedes saben que la cercanía a la vida de las personas, nos hace ver sus miserias y errores que pueden empequeñecer sus grandes cualidades si los miramos con unos ojos sin amor.

Según el Señor, "Si se aman los unos a los otros, todo el mundo conocerá que son mis discípulos." Fíjate que el Maestro no se refiere a una señal cualquier de identidad, ni tan siquiera el tener un señal de identidad. Lo que Él propone es mucho más; es la identidad en el amor y el amor en el corazón. Somos lo que somos en el corazón. Lo que hay en lo más profundo de nuestro corazón es lo que realmente somos.

Hay católicos preocupados por todo: la ortodoxia, la pureza de la fe, la exigencia a los demás... No se dan cuenta que todo lo que hay de bueno y todo lo que viene de Dios tiene que venir del amor y hacernos crecer en él.

No hay vida cristiana si no crecemos en el amor. Aunque acudamos a la Palabra de Dios, a la misa, a las oraciones frecuentes, a la ayuda a los pobres... si lo hacemos sin amor de nada nos sirve. Todo lo que la Iglesia nos ofrece es para poder crecer y seguir creciendo en el amor.

En la vida podemos hacer cosas buenas; en la fe las cosas buenas las tenemos que hacer con amor y por amor, todo lo demás es sólo buena voluntad.

El "amarse unos a otros" es un desafío para nuestra vida de creyentes. La verdad es que el mundo no ofrece muchas propuestas de amor sino todo lo contrario. El testimonio que Jesús nos deja es que, al menos nosotros los que creemos en Él, seamos esos oasis de amor en el gran desierto del mundo. El amor entre nosotros supone una correspondencia recíproca. No es sólo hacer cosas buenas sino ir a la fuente de donde mana la bondad.

Amar al prójimo como a sí mismo puede caer en un estéril mensaje, sobre todo a las personas que llevadas de sus traumas y problemas internos ni se aceptan ni se aman personalmente. En este caso el amor al otro será siempre escaso, breve, frágil. Jesús lo sabe y da un paso más: "Así como yo les amo, así deben amarse los unos a los otros. Si se aman los unos a los otros, todo el mundo conocerá que son discípulos míos."

El amor de Jesús es el modelo a seguir. Un amor hasta el extremo, que da la vida por los demás, de esta manera se conseguirá el objetivo propuesto.

Amar es la clave para hacer presente a Jesús en el mundo.

Hemos de tener amor, no sólo manifestarlo, sino tenerlo en la raíz del corazón y en la conducta, así siempre estaremos dispuestos a tener buenas obras. El amor fraterno es el distintivo de los discípulos de Cristo, un amor generoso que se olvida de sí mismo para entregarse a los demás. Cuando descubrimos que alguien ama como Jesús podemos estar seguros que es uno de sus discípulos. Pero hay que aprender a amar como Dios nos ama.

Si no sabes amar desde ese amor, date tiempo, configura tu corazón, organiza tus sentidos y espera... Al final sólo quedan la fe, la esperanza y el amor, pero lo más importante es el amor...

Benedicat Dominus

27 de abril de 2013

Ayúdame a decir si

Paz y bien

María...

la mujer fuerte
la que inspira confianza
la de valor probado en el si, sin condiciones...
la que creíste

Oyeme..

Da luz a mi inteligencia.
Fortalece mi voluntad indecisa.
Hazme sencillo en mi actuar.
Dame corazón humilde.

María...

Quiero tener alma grande para que todos tengan cabida en ella.
Quiero ser de interior limpio de donde no brote lo malo.
Quiero ser fuerte en la dificultad.
Quiero pureza en mi vida.
Quiero capacidad de entrega sin esperar correspondencia.

Madre, ayúdame a decir si

El si del trabajo.
El si de la honradez.
El si de la fidelidad.

Ayúdame a decir...

el si del compromiso con Jesús
el si del amor a los semejantes
el si de la apertura al Espíritu de Cristo Resucitado
el si también yo quiero hacer la voluntad de Dios..

Fraternalmente

26 de abril de 2013

La profunidad está en Dios...


Hay una sola necesidad eterna; la necesidad de Dios.

... Que es la perfección acabada de todo ideal humano. El Espíritu Santo es Dios, y él tiene la capacidad de tocarlo todo con su luz. Por eso puede hacernos capaces de reconocerlo también en los demás.

Si en los otros sólo vemos miseria, porque tenemos los ojos heridos, el Espíritu Santo puede manifestarse y hacernos descubrir muchas cosas preciosas que hay en los hermanos.

Con el Espíritu Santo, además, podemos liberarnos poco a poco de la superficialidad y de la incoherencia, y volvernos comprensivos, generosos, amables, sinceros, disponibles.

Su Palabra nos enseña que "quien dice que está en la luz pero no ama a su hermano, está todavía en las tinieblas" (1 Jn 2,9), y que "el que no ama permanece en la muerte" (1 Jn 3,14). Entonces, estamos descubriendo lo más importante: Si alguien quiere salir de la superficialidad y ser profundo, su camino es el amor a los hermanos.

Si yo no me encuentro con los demás, si no los amo, si no busco su felicidad, entonces nunca alcanzaré la profundidad y me engañaré a mí mismo con falsos misticismos. En cambio, si soy capaz de salir de la queja, de la crítica inútil, del egoísmo, y doy el salto del amor para encontrarme con los demás así como son, entonces se disipan las tinieblas y puedo ver con claridad. Sólo así puedo alcanzar la verdadera profundidad espiritual. Un acto de amor es lo más profundo y noble que puede vivir un ser humano.

El Espíritu Santo puede derramar ese amor en nuestros corazones y hacerlo crecer.

Con la paz de Cristo,


23 de abril de 2013

Vivir en gracia y vivir la gracia


Con la paz de Cristo

La fe hace que el corazón y la voz del hombre se torne instrumento consciente de alabanza a Dios y de júbilo para el hombre. Dios solamente se alberga donde la sencillez y la humildad le han preparado el camino.

Con esa fe se multiplica prodigiosamente la luz y la alegría de sentirse viviendo con Dios, de que uno está en Dios y de que Dios está en uno. El creyente es un hombre de por si optimista y alegre, de suerte que aun cara a la muerte, al dolor, al sufrimiento, a las privaciones que la vida impone, su alma queda inundada de paz y serenidad; porque en la muerte el cristiano, más que verse privado de algo, es él quien da, quien se da al Padre que está en los cielos; y quien da, quien ofrece, debe hacerlo con gozo y con paz.

La muerte, el dolor del creyente recibe una luz característica, que no es posible compararla con nada en este mundo. Solamente el creyente es el capaz de descubrirla, de comprenderla y de gozarla. Para el creyente, esto es todo un misterio y le suena a música celestial; para el creyente, es realmente “celestial”.
“De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia.” (Juan 1, 16)
No olvidemos que la gracia es un don, un regalo y que debemos hacer de la vida de gracias nuestra verdadero ideal, el ideal de toda la vida. Vivir en gracia y vivir la gracia es toda su plenitud: consciente y creciente.


Benedicat Dominus

22 de abril de 2013

Cosas de aqui abajo y cosas de arriba


Con la paz de Cristo,

Dice la Biblia que el creyente debe dejar las cosas de aquí abajo y buscar más bien las cosas de arriba.

Cosas de aquí abajo: dinero, erotismo, lujo, maldad, deseo de poder, egoísmo de toda forma, en los individuos y en los grupos.

Cosas de arriba: simplicidad de vida, desinterés, don de si, verdadero amor, alegría, paz, vivir en Dios y por Dios.

Decirse creyente y vivir como todo el mundo pactar con el dinero, la impureza, la deshonestidad, el orgullo, es mentir a Dios, es mentirse a si mismo, a la propia conciencia y es mentir a los demás, que piensan que nosotros somos verdaderos creyentes, porque nos confesamos tales.

Es decir, el creyente no-creyente, el creyente que no vive su fe, es peor y hace más daño a la fe, que el que a si mismo se dice no-creyente.
«Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra». (Hechos 1, 8)
Por ser creyente debes manifestar al mundo, con tus palabras y con tu testimonio de vida, que Dios es Amor.

No olvidemos ni un solo momento, que debemos ser testigos de Cristo y de su Evangelio.

Benedicat Dominus


21 de abril de 2013

La iglesia es comunión


4º Domingo de Pascua - C

Con la paz de Cristo,

Las ovejas de Cristo oyen su voz, la disciernen, se deleitan y alegran en ella, y obran de acuerdo a sus instrucciones. La Biblia no es un manual de autoayuda ni nada parecido. En la Biblia quien nos ayuda es siempre Dios; al ser humano lo que le corresponde es acoger esa ayuda que Dios nos brinda con entusiasmo y gozo. Nuestra vida diaria tiene que estar marcada por la Palabra no en un sentido mágico como quieren hacer algunos, sino con la Palabra dicha con amor por un Dios que nos ama.

En psicología hay una escuela que se llama "Logoterapia" (curar con la palabra). La Palabra de Jesús va incluso más allá. Además de curar nuestro espíritu nos da vida eterna. Fíjate que en el evangelio nos dice "Yo les doy vida eterna". Cristo la da porque el ser humano no puede merecerla ni alcanzarla por sus propias fuerzas, sino que ha de obtenerla por pura gracia. No les dice: "les daré" sino "les doy", en presente porque la vida eterna es un regalo en presente y actual.

La vida eterna tiene escasa repercusión en nuestro tiempo. Los seres humanos somos deficitarios de eternidad. Nos hemos acostumbrado a ir contando todo de "tejas para abajo". La Palabra de hoy nos recuerda la necesidad que tanto en la catequesis como en la pastoral hagamos una y otra vez referencia a la vida eterna, no entendiendo la eternidad como algo alejado del mundo en el que aún estamos. La eternidad, el estar con Dios es posible hoy, ya, ahora, aunque todavía no...

Uno de los peligros de los agentes de pastoral es ofrecer el mensaje de Jesús solamente desde claves meramente sociológicas o humanas, olvidando esa eternidad que ya ha comenzado aquí. Hay sacerdotes y cristianos que son los de las "revoluciones pendientes". Yo opto más por ser un sacerdote de las "conversiones pendientes", la mía y la de los demás.

Saber presentar a las personas de hoy la vida eterna como herencia que el Señor nos ofrece es un reto delicado y comprometido. En tu trabajo o acción pastoral ¿Cómo presentas la realidad de la vida eterna?

De la misma manera que hay una vida eterna hay una muerte eterna, de las que las ovejas de Cristo están totalmente libres: "jamás perecerán ni nadie me las quitará." No debemos confundir los distintos momentos de sufrimiento humano con el abandono de Dios. Dios está también diciéndonos algo en los episodios de dolor. No nos abandona; va al paso que nosotros podemos andar.

Si permanecemos en el amor de Dios nadie nos puede arrebatar su amor.

Hace falta ser oveja de Cristo para oír y comprender su voz. Hay muchas voces en nuestro mundo que nos pueden confundir, incluso alejarnos de la Palabra dicha para cada uno de nosotros. La Palabra se ha dicho para que habite en nuestros corazones y desde ahí darnos vida eterna.

Uno de los salmos preferidos es el salmo 23 que nos dice: "El Señor es mi pastor, nada me falta..." Si cada cristiano a la hora de acudir a esta oración-proclamación interiorizáramos con gozo lo que en él decimos, viviríamos ya la gozosa experiencia de la vida eterna.

Benedicat Dominus



Sobre textos del P. Mario Santana Bueno

20 de abril de 2013

Apariciones marianas... ¿realidad o ficción?


Paz y bien

Es muy importante saber discernir cuando existió una verdadera aparición para no crear confusión y hablar de apariciones cuando en realidad no han ocurrido.

Puntos de discernimiento sobre las apariciones

1. La Aparición de la Virgen

La Virgen Santísima está en el cielo en cuerpo y alma. Esta verdad es un dogma de fe (La Asunción). En las apariciones, Dios permite que el cuerpo glorificado de la Virgen se haga visible para alguna/s persona/s. Esto supera las posibilidades de entendimiento basado solo en la razón y la experiencia natural. Es un hecho que no se opone a la razón sino que la transciende.

En las diferentes apariciones varían las características de la Virgen pueden ser muy diferentes: su edad, estatura, forma de hablar, vestuario. La Virgen se acomoda a la cultura y el lenguaje de los videntes. Esta es una adaptación pedagógica de la Virgen que, como madre, busca a sus hijos.

La Virgen viene en ayuda de sus hijos.

La Iglesia reconoce la posibilidad de que Dios hable directamente a algunas almas y las instruya en el bien, ya particular, ya colectivamente. Las apariciones marianas no añaden nada a la doctrina cristiana. El propósito de la Virgen es ayudarnos a vivir nuestra fe según la enseña la Iglesia. Ella nos recuerda algún aspecto de la fe o vida cristiana un tanto olvidado o no explícitamente deducido. Ella pone ante nuestra conciencia la verdad que hemos olvidado o que vivimos superficialmente. Ella nos ayuda a profundizar para que saquemos el mayor provecho espiritual.

El Cardenal Ratzinger, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, nos dice: "No podemos ciertamente impedir que Dios hable a nuestro tiempo a través de personas sencillas y valiéndose de signos extraordinarios que denuncian la insuficiencia de las culturas que nos dominan, contaminadas de racionalismo y de positivismo. Las apariciones que la Iglesia ha aprobado oficialmente ocupan un lugar preciso en el desarrollo de la vida de la Iglesia en el último siglo. Muestra, entre otras cosas, que la Revelación- aún siendo única, plena y por consiguiente, insuperable- no es algo muerto; es viva y vital." - Reporte Sobre la Fe.

2. Características de las Apariciones auténticas

Sencillez de los videntes.

El vidente (o los videntes) juega un papel, hasta cierto punto, importante en el discernimiento de la autenticidad de las apariciones. Pueden ser un obstáculo si llegan a negar las experiencias que han tenido, ya sea por miedo o por otra razón (esto ocurrió en la aparición de La Salette). Pueden los videntes llegar a proporcionar criterio necesario para demostrar su falta de autenticidad (si manifiestan, por ejemplo, problemas mentales o emocionales.)

Los videntes auténticos

- Evitan enfocar la atención hacia ellos;

- Usualmente son jóvenes, sin formación académica notoria;

- No resaltarían ante el mundo por razones naturales.

- En algunas ocasiones no eran particularmente santos o espirituales antes de la aparición;

- Nunca esperaban, ni buscaban tener visiones; estas fueron de total sorpresa para ellos;

-Son avisados por la Virgen que tendrán que sufrir mucho a consecuencia de su elección. La aparición conlleva pruebas y grandes dificultades para sus vidas.

La virtud por excelencia que deben tener los videntes es la humildad. "La humildad es el sello más seguro, la piedra de toque por excelencia, para discernir todas las operaciones divinas" (ejemplo: Santa Bernardita; Beatos Francisco y Jacinta: ellos huían de la atención).

Hay una serie de preguntas que se pueden hacer en referencia a los videntes

- ¿Es capaz de obedecer el vidente a las autoridades de la Iglesia cuando se les pide que guarde silencio?

- ¿Qué frutos de conversión manifiesta?

- ¿El vidente ha aceptado favores personales o dinero a cambio de las apariciones o revelaciones proféticas?

- ¿Acepta el vidente la posibilidad de que las visiones pueden ser ilusorias o demanda que todos le crean?

- ¿Puede el vidente continuar, en lo posible, en una vida normal cristiana, o existe en él la necesidad de tener siempre algún hecho sobrenatural?

El lugar de las apariciones

- Tienden a ocurrir en lugares aislados y de silencio. Suelen ser lugares que invitan a la oración.

- Usualmente en áreas o regiones donde las creencias religiosas están bajo ataque o se han olvidado;

- Usualmente la Virgen pide la construcción de un santuario en el mismo lugar de las apariciones;

- La Virgen hace promesas gracias en relación a la visita a los santuarios. Se convierten en lugares donde la presencia de la Virgen se hace sentir y ella nos lleva a Jesús.

- Se convierten en lugares de peregrinación bajo el amparo de la Virgen.

La Transmisión de un mensaje a los fieles

-Los videntes dan cuenta detallada y consistentemente del contenido de sus visiones. Y aunque hayan pasado muchos años después de las apariciones, aún no se contradicen con lo dicho anteriormente.

-Es un mensaje que llama al arrepentimiento, la conversión de los pecados, y a volver a Dios y a los Sacramentos;

-Pide el aumento de la fe, la oración y de las obras de piedad y de misericordia.

Son acompañadas por signos milagrosos, curaciones y por conversiones

-Ocurren eventos milagrosos totalmente inexplicables a nivel humano;

-Curaciones físicas de enfermedades mortales ya declarados así por los médicos;

-Conversiones de personas ateas e incluso rebeldes contra Dios (el ejemplo de Ratisbone, el judío que se convirtió por la Medalla Milagrosa)

-Eventos sobrenaturales visibles (por ejemplo el milagro del sol en Fátima).

Las apariciones que no muestran las características de arriba son más difíciles de analizar por las autoridades religiosas y científicas.

3. En general, las apariciones pueden caer bajo las siguientes categorías

Dudosas. Todas las apariciones empiezan en esta categoría por cuanto que no se puede asumir que esté ocurriendo algo sobrenatural de parte de Dios hasta que no se efectúe una evaluación completa.

Falsas. Después de las evaluaciones, muchas de las apariciones dudosas son determinadas como falsas de acuerdo con los criterios de discernimiento de la Iglesia (los veremos más adelante). No todas las apariciones falsas son fraude. Puede ser que la persona vidente era sincera pero errada por razones de engaño satánico, problemas mentales u otra razón.

Falsas y Fraudulentas. Desafortunadamente, algunas de las supuestas apariciones han sido fingidas. Esto puede ocurrir por muchas razones: busca de atención, fama, dinero, etc.

Aprobadas por la Iglesia. Son una pequeña minoría de las apariciones reportadas. Solo la Iglesia tiene la autoridad para declarar el estatus de una aparición. La Iglesia actúa con mucha prudencia, después de mucho tiempo de discernimiento.

Muchas apariciones auténticas no llegan a ser aprobadas. No es necesario si quiera buscar la aprobación a no ser que la Virgen imparta un mensaje público, es decir para sus hijos en general. La Virgen es madre de todos y puede aparecerse o comunicarse de manera extraordinaria con sus hijos a nivel personal, sin un mensaje público.

Las apariciones se deben juzgar sin mezclarlas con otros eventos

Una gran dificultad en el discernimiento de las apariciones son las situaciones que no son propiamente de la aparición pero que se mezclan con ella. A veces, apariciones auténticas son seguidas de un gran incremento de actividad sobrenatural. Alguna de esta actividad puede ser del enemigo, para desacreditar la aparición. (Ejemplo: en Lourdes hubieron mas de 50 reportes de apariciones por otros videntes durante las apariciones a Santa Bernardita). No se debe juzgar la aparición por lo que puedan hacer algunos de sus pretendidos devotos.

Terminadas las evaluaciones, las apariciones auténticas usualmente se desarrollan en cuatro fases distintas.

Después de una larga y extensiva evaluación por la comisión formada por el obispo de la diócesis, este emite una declaración de apoyo. Declara que las apariciones "no contienen nada contrario a la fe o la moral", parecen ser inspiradas por lo sobrenatural y son dignas de devoción por los fieles.

Con la aprobación del obispo local, se permite generalmente la celebración de la liturgia en el lugar de las apariciones. Si esta devoción continúa creciendo y demuestra frutos saludables en los fieles, entonces el obispo puede pedir al Papa un mayor reconocimiento.

El Papa declara públicamente su reconocimiento. Esto puede incluir, pero no requiere, su visita pública al lugar de las apariciones

El Reconocimiento Litúrgico es el de mas alto grado. Las apariciones de Lourdes y Fátima son dos apariciones modernas que tienen reconocimiento litúrgico a nivel de la Iglesia universal. Así como la de la Virgen de Guadalupe en México. Muchas otras apariciones tienen sus fiestas locales.

Fraternalmente,



Textos del Padre Jordi Rivero

19 de abril de 2013

En medio de tantas miserias


No es necesario que Dios sea necesario;
es necesario que te sea necesario

Con la paz de Cristo.

Al Espíritu Santo se lo suele representar como una paloma: "Contemplé al Espíritu, que bajaba del cielo como una paloma, y se posaba sobre él" (Jn 1,32).

¿Por qué una paloma?

Podríamos pensar en su suavidad, en la blancura, en la delicadeza. También podríamos decir simplemente que viene del cielo, de la presencia de Dios. Pero en realidad, la primera vez que aparece una paloma en la Biblia es para anunciar el fin del diluvio (Gen 8,11), para traer el gozo de la liberación y de la vida nueva.

El Espíritu Santo sólo trae buenas noticias. Es enviado por el Padre como mensajero de paz y de esperanza. Por eso, al posarse sobre Jesús, está diciendo: "Esta es la buena noticia, aquí está el Salvador; éste es el que viene a liberar, a sanar, a devolver la paz y la justicia".

Cuando el Espíritu Santo aletea y se asienta en nuestro interior, nos hace experimentar el consuelo y la esperanza, nos hace levantar los ojos, nos ilumina la mirada, nos permite descubrir que en medio de tantas miserias hay algo sobrenatural que puede cambiar las cosas. Es la paloma que trae noticias de esperanza.

Benedicat Dominus.


18 de abril de 2013

En el corazón de Dios



Paz y bien

Mark Twain, escritor de chispeante pluma escribió esta sabia observación:

«Esforcémonos en vivir de manera que cuando lleguemos a la muerte,
hasta el director de la funeraria lo sienta»

A los que más se echa de menos al morir son aquellos que trataron sinceramente de hacer mejor el mundo durante su estancia en él, más bien que aquellos que han tomado mucho de la vida y han dado poco.

Aquellos que han tratado de enriquecer al mundo en servicio a los demás, y no tanto a los que se enriquecieron a sí mismos aun en desmedro de la misma comunidad.

Así, en esta vida los que aman a todos son amados por todos. Las personas desaparecen, pero su recuerdo grato o ingrato perdura mucho tiempo; y, sobre todo, perdurará para siempre en el corazón de Dios, que aprobará o reprobará.
“Padeciendo por nosotros, nos dio ejemplo para seguir sus pasos y además abrió el camino, con cuyo seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo sentido” (GS, 22)
Ese nuevo sentido que se da a todas las cosas cuando se las mira desde la perspectiva de Dios.

Fraternalmente,

17 de abril de 2013

El matrimonio ¿es una lotería?

Con la paz de Cristo

No sé si con alegría o con pena se va repitiendo por esos mundos de Dios que el matrimonio es una lotería. Se pretende indicar que son muy pocos los matrimonios que han tenido la suerte de acertar.

El matrimonio es una lotería y como en ésta es mínimo el número de los que tienen premio; es una lotería y a la mayoría de los que han jugado al matrimonio no les ha tocado premio, ni aún por aproximación.

Distan mucho de la felicidad, que sería la lotería.

También suele afirmarse que “...¡ fulano se sacó la lotería con una mujer como esa!” y no se quiere reconocer que el matrimonio, más que una lotería o suerte, tiene de elección; y, si es elección, es estudio previo consciente y detenido; elección con proyecciones no sólo momentáneas y con exigencias que perduran.

Elección que se hace con la cabeza y con el corazón, porque es todo el hombre que ama y que por tanto es sabia y cálidamente aceptada y vivida; porque elegir significa comprometer toda nuestra vida.
“Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne.” (Efesios 5, 31)
La máxima felicidad del matrimonio, cosa que los jóvenes ignoraran siempre, es la de envejecer juntos. (Hermann Keyserling)

Benedicat Dominus



16 de abril de 2013

¿Vivir o existir?


Con la paz de Cristo.

Vivir es obrar; obrar es luchar; luchar es vibrar y hacer vibrar a los demás.

La mayoría de los hombres viven en una perpetua prórroga, dejando para un mañana hipotético, cuya aurora se obstina en no brillar jamás, las reformas, las ejecuciones decisivas.

Y esto no es otra cosa que perder el tiempo; no emplearlo. Al tiempo perdido se le llama solamente existencia. Como existe la piedra; aunque la piedra “existiendo” llena su misión. En cambio, al tiempo empleado se le llama vida; como vive todo el que desgasta sus fuerzas en el perfeccionamiento propio o ajeno.

¿Existes o vives? ¿Empleas el tiempo para ti, para perfeccionarte, para superarte? ¿Lo empleas para los demás? ¿Sientes que tu vida está llena con un ideal o la sufres vacía y hueca? ¿Tienes ansias de vivir o ya estás poco menos que cansado de la vida?
“Cristo por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, resurrección de entre los muertos y gloriosa ascensión... destruyó nuestra muerte; y con su resurrección, restauró nuestra vida” (SC, 5)
Nuestra vida, por Cristo, es otra vida, con dimensiones distintas: acuérdate que era tu vida antes de tu encuentro con Cristo y que es ahora..  y que deseas que llegue  a ser.

Centra tu vida en Dios y te sentirás feliz.

15 de abril de 2013

La verdadera sabiduría

Paz y bien

Pasó ya el tiempo en que se pensaba y afirmaba que entre ciencia y fe había una oposición irreconciliable; hoy se sabe que cada una tiene sus propios campos, sus cánones y categorías.

Pero la ciencia nos enseña cómo es el cielo, y la fe nos dice cómo se va al cielo. La ciencia sirve al hombre de fe para conocer la realidad temporal; la fe sirve al hombre de ciencia para iluminar esa realidad temporal, orientándola hacia lo eterno.

Debemos esforzarnos para, desde el interior de la ciencia, rescatar la verdad de la fe y, desde el alma de la fe, enriquecer las perspectivas de la ciencia.

El hombre de poca ciencia encuentra dificultades para llegar a la fe; el hombre de mucha ciencia tiene despejado el camino para llegar a la fe. El hombre de poca fe no se sentirá satisfecho con la ciencia; el hombre de mucha fe nunca tendrá miedo de la mucha ciencia.
“...si recibes mis palabras y guardas contigo mis mandamientos, prestando oído a la sabiduría e inclinando tu corazón al entendimiento; si llamas a la inteligencia y elevas tu voz hacia el entendimiento, si la buscas como si fuera plata y la exploras como un tesoro, entonces comprenderás el temor del Señor y encontrarás la ciencia de Dios. Porque el Señor da la sabiduría, de su boca proceden la ciencia y la inteligencia.” (Proverbios 2, 1-6)
La verdadera sabiduría está en saber encontrar a Dios, en descubrirlo en todas las cosas y acontecimientos.

Fraternalmente,



Huellas de Alfonso Milagro

14 de abril de 2013

Todo puede empezar de nuevo




3º Domingo de Pascua - C - Juan 21, 1-19

Paz y bien

En el epílogo del evangelio de Juan se recoge un relato del encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos a orillas del lago Galilea. Cuando se redacta, los cristianos están viviendo momentos difíciles de prueba y persecución: algunos reniegan de su fe. El narrador quiere reavivar la fe de sus lectores.

Se acerca la noche y los discípulos salen a pescar. No están los Doce. El grupo se ha roto al ser crucificado su Maestro. Están de nuevo con las barcas y las redes que habían dejado para seguir a Jesús. Todo ha terminado. De nuevo están solos.

La pesca resulta un fracaso completo. El narrador lo subraya con fuerza:"Salieron, pues, y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada". Vuelven con las redes vacías. ¿No es ésta la experiencia de no pocas comunidades cristianas que ven cómo se debilitan sus fuerzas y su capacidad evangelizadora?

Con frecuencia, nuestros esfuerzos en medio de una sociedad indiferente apenas obtienen resultados. También nosotros constatamos que nuestras redes están vacías. Es fácil la tentación del desaliento y la desesperanza. ¿Cómo sostener y reavivar nuestra fe?

En este contexto de fracaso, el relato dice que "Al amanecer, Jesús estaba parado en la orilla". Sin embargo, los discípulos no lo reconocen desde la barca. Tal vez es la distancia, tal vez la bruma del amanecer, y, sobre todo, su corazón entristecido lo que les impide verlo. Jesús está hablando con ellos, "pero los discípulos no sabían que era él".

¿No es éste uno de los efectos más perniciosos de la crisis religiosa que estamos sufriendo? Preocupados por sobrevivir, constatando cada vez más nuestra debilidad, no nos resulta fácil reconocer entre nosotros la presencia de Jesús resucitado, que nos habla desde el Evangelio y nos alimenta en la celebración de la cena eucarística.

Es el discípulo más querido por Jesús el primero que lo reconoce:"¡Es el Señor!". No están solos. Todo puede empezar de nuevo. Todo puede ser diferente. Con humildad pero con fe, Pedro reconocerá su pecado y confesará su amor sincero a Jesús:"Señor, tú sabes que te quiero". Los demás discípulos no pueden sentir otra cosa.

En nuestros grupos y comunidades cristianas necesitamos testigos de Jesús. Creyentes que, con su vida y su palabra nos ayuden a descubrir en estos momentos la presencia viva de Jesús en medio de nuestra experiencia de fracaso y fragilidad. Los cristianos saldremos de esta crisis acrecentando nuestra confianza en Jesús. Hoy no somos capaces de sospechar su fuerza para sacarnos del desaliento y la desesperanza.
Señor, que conoces nuestras dificultades externas, y sobre todo nuestras dificultades interiores, no queremos actuar por nuestra cuenta y riesgo, porque el riesgo es grande, perderte a Ti. En tu nombre echaremos la red, hablaremos a los demás de Ti y les plantearemos la vocación para que todos puedan descubrir lo que Tú tienes previsto para ellos.
Fraternalmente,



Huellas de José Antonio Pagola

12 de abril de 2013

La memoria de Dios


Paz y bien

Muy curiosa la costumbre de aquel director de una escuela que, extremadamente ocupado en la dirección del mismo y en la atención de los alumnos y sus familiares, temía olvidarse de Dios y así, había ordenado hacer una placa en la que se leía la inscripción que pusimos en la imagen.

Quizá pueda pasarte a vos también lo mismo; tus ocupaciones, tus problemas, tus preocupaciones, tus trabajos, etc., etc., etc., tal vez te hagan difícil acordarte de Dios a lo largo del día; no estará mal que, al menos en la noche, le dediques alguno de tus pensamientos y que le pidas para el día siguiente su constante protección; porque si es posible que vos te olvides de Dios, no es posible que el se olvide de vos.

Lo dice El mismo en la Biblia: “Podrá la madre olvidarse del hijo de sus entrañas, pero Yo no me olvidaré de tí”; dice Job marcando el sentido de pertenencia al creador “Acuérdate que me amasaste como el barro y que me harás volver al polvo”
Acuérdate de mí, Señor, por el amor que tienes a tu pueblo; visítame con tu salvación, para que vea la felicidad de tus elegidos, para que me alegre con la alegría de tu nación y me gloríe con el pueblo de tu herencia. (Salmo 106, 4-5)
Fraternalmente,

10 de abril de 2013

Los sonidos del silencio


Paz y bien

Vivimos en el mundo del movimiento y del ruido, hoy es imposible detenerse y sin embargo, quizá por eso mismo estamos obligados a buscar el silencio.

Pero un silencio que no sea tanto externo cuanto interno; un silencio que imponga el ordenamiento de todos nuestros afectos y sentimientos, de nuestros pensamientos e incluso de nuestros problemas y preocupaciones.

Silencio ante actitudes que pueden herirnos, ante palabras no del todo acertadas, ante olvidos que nosotros no esperábamos. En esas ocasiones el canto del silencio, en lugar de elevar la estridencia de los gritos o la amargura de la discusión, será más beneficioso.

Ese canto del silencio solamente lo pueden entonar los hombres que saben dominarse a si mismos y a las circunstancias en las que deben actuar.
“«Más vale maña que fuerza». pero la sabiduría del pobre es despreciada y nadie escucha sus palabras. Las palabras de los sabios oídas con calma valen más que los gritos del que gobierna a los necios.” (Ecle 9, 16-17)
No es, pues, cuestión de hablar mucho, sino de saber hablar lo necesario y lo conveniente; en no pocas ocasiones será el silencio el que mejor toque el corazón.

Fraternalmente,




9 de abril de 2013

Buscar la libertad del Espíritu

Paz y bien

Mi libertad sin el Espíritu Santo es pura apariencia, porque él es la libertad plena. Donde está él presente hay vida, y si él se retira todo desaparece. Pero además, mientras más esté él presente con su gracia, con su impulso, con su amor, más libre soy. Porque él es pura libertad. Si no dejo que él me impulse, entonces me dejo impulsar por mis deseos, mis insatisfacciones, mi necesidad de poseer, y así cada vez necesito más cosas para sentirme bien, y nada me conforma.

Por eso, en lugar de ser libre, me vuelvo un triste esclavo de mis impulsos naturales, y me convierto en una veleta descontrolada que se mueve donde la lleva el viento. Termino perdiendo mi libertad. ¿Quién puede decir que tiene un corazón libre si está infectado y ahogado por los rencores, las tristezas, los deseos egoístas, el orgullo, y nunca se siente satisfecho, y va perdiendo la alegría en ese dolor de la insatisfacción? Mejor busquemos la libertad del Espíritu.

Fraternalmente,



Huellas de Víctor Manuel Fernández

8 de abril de 2013

Caridad y libertad


Paz y bien

La libertad es un sueño y un proyecto, es algo que debe ser conquistado, alcanzado poco a poco con la gracia del Espíritu Santo.

Dice San Pablo que "donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad". Santo Tomás de Aquino lo explicaba así: "Cuanto más uno tiene la caridad tanto más tiene la libertad, porque donde está el Espíritu del Señor está la libertad. Quien tiene la perfecta caridad tiene en grado eminente la libertad"

¿Qué significa esto?

Nosotros no tenemos que comprar la amistad divina con nuestro buen comportamiento (Gál 2,21; 5,4). Porque esa amistad es infinitamente más grande que nuestras fuerzas. Es un regalo. Además, en el fondo, aunque no cometamos ningún pecado, no podemos liberarnos del egocentrismo del corazón con nuestras propias fuerzas (1 Cor 4,4-5).

Por lo tanto, no es tan importante el esfuerzo por cumplir cosas como el dejarse llevar por el Espíritu Santo. Si él nos llena con su gracia, el corazón se reforma, y se nos hace espontáneo hacer obras de amor; ya no hacemos las cosas buenas por obligación, o para sentirnos importantes, sitio porque surgen de modo espontáneo del corazón transformado por el Espíritu.

Es bello poder amar así, libremente, bajo el impulso del Espíritu Santo.

Fraternalmente,



Huellas de Víctor Manuel Fernández

7 de abril de 2013

Había que creer


2º Domingo de Pascua - De la Divina Misericordia

Paz y bien

El Evangelio nos ofrece la primera aparición de Jesús resucitado el mismo día de su resurrección. Se les aparece a los apóstoles estando ausente Tomás. Tomás no creyó cuando le dieron la noticia. Jesús les saluda con mucha cordialidad; es el saludo de todos los días como si nada hubiese pasado. Les enseña las manos y el costado como eficaz forma de identificación.

Las heridas de Jesús quedaron marcadas incluso en su resurrección. Buena señal para los convertidos cuyas heridas del pasado siguen estando presentes, pero ya reconvertidas en resurrección. Las heridas que están presentes en la nueva condición ya no duelen, sólo están demostrando que realmente aquel cuerpo que sufrió la muerte se perpetúa ahora en la vida eterna.

Nada más ver al Señor la fe de los apóstoles quedó robustecida. Dice la Escritura que "ellos se alegraron de ver al Señor." (v.20). De nuevo la alegría desbanca al miedo. Hay algunos que se dicen cristianos y viven rodeados de miedos y son enemigos de la alegría que viene de Dios. Más que cristianos padecen de cristianismo. Más que la alegría de la resurrección son anunciadores del miedo que llevan dentro.

La fe queda robustecida porque produce una profunda y gran alegría.

Jesús les saluda por segunda vez y les da una misión: les encarga que continuaran su obra. Él tenía poder para enviarlos a la nueva tarea. Si durante su vida mortal llamó a los suyos y les encomendó muchos trabajos, ahora desde la eternidad resucitada nuevamente les invita a seguir la labor iniciada.

Hay ocasiones que perdemos esta interesante perspectiva. La misión que Jesús nos encarga no es ya desde su propia realidad terrena, sino que desde el primer momento de su resurrección nos envía a dar testimonio a los demás. Importante tiene que ser lo primero que ocupa la atención de Jesús resucitado. Para lograr ese objetivo les ofrece la fuerza del Espíritu Santo. El Espíritu es aliento de Cristo. Les ofrece seguridad con su presencia.

Tomás no estaba. ¿Qué ocurrió con Tomás? ¿Tomás no tenía miedo de salir a la calle? ¿No participaba del temor de los demás apóstoles? ¿Fue quizás el único valiente?

En las parroquias hay personas alejadas de nuestras celebraciones y cultos, son los descendientes de ese Tomás que no quiere o no puede creer sin evidencias más que palpables. Esas personas piden pruebas cuando en realidad no han sido capaces de abrir la puerta y estar con los demás. Tomás no valoraba el testimonio de todos los otros; se consideraba a sí mismo o muy prudente o excesivamente superior. Pensaba que los demás eran demasiado crédulos.

A los ocho días vuelve de nuevo Jesús a aparecerse un domingo. Las puertas seguían cerradas. Parece como si la primera aparición no terminara de lanzar al mundo a los nuevos testigos. ¿Sería que estaban buscando la unidad de la fe de aquellos once para, a una sola voz, proclamar un único mensaje?

Esta vez estaba Tomás entre ellos. Jesús les saluda y se dirige directamente al que dudaba. El Maestro le responde palabra por palabra al apóstol desconfiado. Aquél seguidor de Jesús no pensemos que era un inconverso. Tomás tenía una calidad suficiente de fe como para estar siguiendo a Cristo, pero lo que le faltaba era fe para dar crédito al testimonio de otros. Avergonzado exclama: "¡Señor mío y Dios mío!" Ahora la duda se ha vuelto confesión de fe explícita y sincera. Lo que le pasó a nuestro apóstol es que fue lento en el creer.

Hay veces que en mi vida tengo las puertas de mi corazón cerradas por la desconfianza y por el miedo, no a los judíos, sino a mi conciencia, a Dios. El Señor no me quiere dejar solo y entra sin pedir permiso; me saluda con ese saludo profundo de paz, y me habla ahora a mí. No tengo escapatoria. En cambio me excuso a mí mismo no queriendo ver que el Señor está tan cerca de mí que puedo ver con claridad sus heridas y su resurrección. Me saluda de nuevo... Yo, cual moderno Tomás, sigo lento en el creer...
Sólo te pido Señor que a pesar de mi lentitud, entra sin miedo a mi vida aunque yo tenga mis puertas cerradas, Tú puedes hacerlo y yo deseo que lo hagas. ¡Señor mío y Dios mío! Recuérdame tu presencia y tu resurrección aunque las puertas de mi yo estén cerradas.
La historia de Tomás es la de muchos creyentes que esperamos ver para creer, cuando en realidad tendríamos que creer para ver...

Fraternalmente,

6 de abril de 2013

Al pié de la cruz, con fe

Paz y bien

A lo largo de los siglos, escritores, pintores, músicos, han querido pintar esa tristeza única de María que ve morir a su hijo y lo han hecho intentando resumir en ella los rostros de todas las madres que han sufrido por sus hijos muertos. Pero todos han fracasado, todos se quedaron cortos. ¿Sabén por que? Por que, como ha escrito Bernanos, "no existe tristeza humana sin amargura. Nuestra tristeza nace de la experiencia de nuestras propias miserias y, al fin y al cabo, es siempre algo impura. Pero la  tristeza del rostro de María era inocente, completamente inocente. Por eso no era rebeldía, sino aceptación".

También yo fracasaré ahora intentando contar esa tristeza y volveré a fracasar intentando explicar el gozo por el Hijo resucitado. Por eso ¿puedo pedirles que lean esta reflexión más con el corazón que con los ojos? Solo así lo entenderán. Porque solo con el corazón esta escrito.

¿Como hablar de la pasión de María con la suficiente ternura? Bernanos, en el texto que antes citaba, añade que si la humanidad hubiera descubierto verdaderamente quien era María, habría formado en torno a ella un muro para protegerla del dolor de ver morir a su hijo. Pero el gran misterio es que Dios si sabia quien era ella verdaderamente y, sin embargo, no la protegió, le permitió descender hasta la misma entraña del dolor y del llanto.

El mismo Dios que la había protegido de la riqueza, del brillo, de la apariencia, de todo lo que los hombres verdaderamente amamos, no quiso, sin embargo alejarla de la cruz. Porque Dios sabia muy bien que el dolor es lo mas sagrado que hay en los hombres y que la cruz es lo mas alto que ha existido en toda la historia de la raza humana. Era necesario que ella estuviera allí, aunque sufriera, aunque fuese tan solo para que los hombres entendiéramos, al verla, cuanta pureza podía salir de aquella muerte de su hijo.

Y es que María fue grande en Nazaret y grande en Belén, pero donde realizo su plena maternidad fue en el doloroso parto del Calvario.

A este parto sangriento intentaremos acercarnos de puntillas y con respeto, coma hay que acercarse siempre a todo dolor humano, tratando de adivinar lo que ella sintió.

Pero sin detenernos en el: porque todo el Viernes de María olía ya a resurrección desde la fe.
La fe: esta es la gran clave de la vida de María. Porque todo le fue dado. Pero todo lo vivido en la penumbra de la fe, dejándose llevar de la mano por Dios hacia lo desconocido, sin acabar nunca de entenderlo hasta después de la resurrección de su Hijo.

A veces nos imaginamos que toda su vida estuvo rodeada de ángeles que le iban explicando el sentido de lo que le ocurría. Pero no fue así. El ángel de Nazaret no regreso hasta la hora de la Asunción. Después, Dios la dejo vivir en la oscuridad de la fe, lo mismo que a nosotros.

Y eso es lo que la vuelve inimitable. María no fue una diosa que conociera el pasado y el futuro. Entro en la obra de Dios con los ojos cerrados y el corazón abierto. Fue lo mas alto de la humanidad, pero fue uno de nosotros.

Por eso podemos acercarnos a ella sabiendo que nos atenderá, porque su corazón latía como el nuestro.

Fraternalmente,



Textos del Padre José Luis Martín Descalzo






5 de abril de 2013

Espíritu Santo... ven


Ven Espíritu Santo, sin ti no hay vida que valga la pena.
Por eso, desde mis dudas, temores, cansancios
y debilidades quiero invocarte.
Ven Espíritu Santo a regar lo que está seco...
ven a fortalecer lo que está débil...
ven a sanar lo que está enfermo.
Transfórmame, restáurame, renuévame con tu acción íntima y fecunda...
Desde mi prqueñéz me convierto en mendigo confiado de su auxilio...
Te suplico que vengas
a sanarme del egoismo, de la comodidad, del individualismo;
liberame de las esclavitudes que enfrían 
el entusiasmo misionero,
para que pueda evangelizar con alegría
y coraje inagotable... Amén

1 de abril de 2013

Y allí me verán..


Paz y bien

El ángel dijo a las mujeres (...): «y vayan en seguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán. Esto es lo que tenía que decirles.» (Mateo 28,7). Al decir esto, el ángel no se dirigía a María Magdalena ni a la otra María, sino que a estas dos mujeres, Él encomendaba la misión para la Iglesia, él estaba enviando a la Esposa en busca del Esposo.

Mientras ellas se marchaban, el Señor salió a su encuentro y las saludó diciéndoles: «Alégrense» Él le había dicho a sus discípulos: «y no se detengan a saludar a nadie por el camino» (Lucas 10,4); ¿cómo es que en el camino Él acudió al encuentro de estas mujeres y las saludó con tanta alegría? Él no espera ser reconocido, no busca ser identificado, no se deja cuestionar, sino que se adelanta con gran ímpetu hacia este encuentro...

Esto es lo que provoca la fuerza del amor; ésta fuerza es más fuerte que todo, la que todo sobrepasa. Al saludar a la Iglesia, es al mismo Cristo al que saluda, porque Él la ha hecho suya, ésta es su carne, su cuerpo, como lo atestigua el apóstol Pablo: «El es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia.» (Col. 1,18).

Sí, es a la Iglesia en su plenitud a la que personifican estas dos mujeres... Él dispone que estas mujeres ya han alcanzado la madurez de la fe: ellas dominaron sus debilidades y se apresuraron hacia el misterio, ellas buscan al Señor con todo el fervor de su fe. Este es el motivo por el que merecen que Él se entregue a ellas al ir a buscarlas y decirles: «Alégrense».

Él les deja no solo tocarle, sino también aferrarse a Él en la misma medida de su amor... Estas mujeres son en el seno de la Iglesia, un ejemplo de predicación de la Buena Noticia.

Fraternalmente,



Textos de San Pedro Crisólogo (c.406-450), arzobispo de Ravenna, doctor de la Iglesia - Sermón 76,2-3; CCL 24A, 465-467

31 de marzo de 2013

Este es el día

 "Este es el día en que actuó el Señor, 
sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Sal. 117,24).

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

¡¡Feliz Pascua!! Paz y bien

María Magdalena fue la primera testigo de la resurrección de Jesús. Fue al sepulcro de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. María fue en busca de un Cristo muerto y lo encontró resucitado.

La resurrección es un tema difícil de tratar y de explicar. En nuestras sociedades "cristianas" no ha calado su sentido y su realidad. Son más las personas que creen en la reencarnación que en la resurrección. El motivo es bastante sencillo de explicar: la reencarnación es como una nueva oportunidad que se le da al ser humano, mientras que la resurrección es siempre una conclusión más que definitiva en el camino de la vida. Los cristianos creemos en la resurrección no en la reencarnación.

En un primer momento no cree en lo que Jesús había prometido. Va corriendo adonde estaban Pedro y Juan diciéndoles que se habían llevado al Señor. Los dos apóstoles corrieron hacia el sepulcro. Juan llegó primero a la tumba vacía pero no entró, se quedó mirando desde el mismo lugar que María Magdalena. Al momento llega Pedro y sí entra en el sepulcro.

Muchas veces nos pasa a los seres humanos la misma realidad de aquellos dos apóstoles. Los dos están experimentando la resurrección, pero uno lo ve desde la puerta y el otro entra donde ha tenido lugar el suceso. Quienes deseen tener un mayor conocimiento de las cosas de Cristo, han de bajar a la profundidad de la tumba, ver la realidad de lo que ha sucedido.

Pedro hace una labor de guía del otro apóstol. Aquél que había negado al Maestro en vida es el primero que se atreve a entrar en la realidad del misterio. Poco después Juan entra, vio y creyó.

El cristiano es aquel o aquella que ha entrado a la profundidad del sepulcro y es capaz de percibir el misterio como respuesta. La experiencia de cada cristiano es camino para andar otros hermanos en la fe.

¿Somos los cristianos testigos de la resurrección?

Esta es una pregunta que nos tenemos que hacer frecuentemente. ¿Es mi vida testimonio de resurrección? ¿Soy un buen ejemplo de resucitado?

La resurrección es vida, es nacer para la vida de Dios, estar en Él, disfrutar para siempre de su ternura y su presencia.

La resurrección es el motor de nuestra fe. Es lo que impulsa nuestro caminar.

Nunca he entendido a los cristianos que permanecen llenos de mil temores y dos mil desamores, pensando más en la condenación eterna que en la resurrección eterna. Se olvidan estos hermanos que la muerte redentora de Cristo es siempre invitación a la nueva vida resucitada.

Existen también esas otras resurrecciones diarias que se dan en nuestra vida. Es la resurrección de quien ha cambiado de vida escuchando la Palabra de Dios, la del que ha vuelto del pecado a la gracia porque supo bajar a la tumba donde estuvo enterrado Jesús y descubrió que ya no estaba allí, y emprendió así la gran ruta espiritual del conocimiento de Dios.

Resucitar es dejar que Dios tome la ultima palabra en mi vida. Es no ponerle obstáculos para que se haga realidad su promesa de vida eterna.
Despojémonos de este mundo, y revistámonos de Cristo... ¡Esforcémonos en desvestirnos así, para revestirnos de cosas invisibles e imperecederas! Esforcémonos en crecer en gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, día a día, año tras año, hasta que nos lleve con Él... en el Reino de su Padre y nuestro Padre, de su Dios y nuestro Dios. (Beato J. H. Newman)
Fraternalmente,



Homilia del P. Mario Santana Bueno

30 de marzo de 2013

A pesar del dolor... soy Su esclava

Paz y bien

Ahora sé que elegí bien la palabra: «Esclava, esclava». Pude decir sencillamente: «Dile que sí, que estoy de acuerdo». O responder: «El sabe que estoy a sus órdenes». O preguntar: «¿Acaso Dios tiene que pedirme a mí permiso?» Pero dije: «He aquí la esclava», sin comprender hasta qué punto me convertía en lo que estaba diciendo, en alguien a quien arrastrarán siempre con los ojos cerrados por túneles oscuros que jamás entenderá.

Conducida del gozo al dolor, del dolor al espanto, del espanto a este vacío de ahora en el que mi corazón es un lagar molido, un cesto de cenizas, una cadena de muertes. Si sabías que esto acabaría así, ¿por qué elegiste una madre? ¿Por qué no naciste como el pedernal, en la montaña, en lugar de entrar en el pobre seno de una mujer que no podría soportar tanta desgarradura? Todas las madres dicen: «Los hijos son difíciles de entender, crecen, crecen; tu crees saber hasta la más mínima de las arruguitas de su cara. Y un día descubres que han crecido tan desmesuradamente que no acabas de creerte que un día han estado dentro de ti. Pero tú…

Es como si hubiera engendrado un gigante, parido una montaña, albergado dentro todas las cordilleras del universo entero. Siempre supe que me desbordarías. Cada vez que en tu vida quise descender al fondo de tus ojos entendí que me perdía por los vericuetos de tu alma. Tú eras, desde luego, un hombre. Yo lo sabía como nadie. Pero también más, también un vértigo a cuya orilla yo no podía ni asomarme. Crecías, crecías, como si tuvieras que vivir muchos años dentro de cada uno de los tuyos, como si te sobrase alma y la pobre piel que la ceñía fuera a estallar en cada hora. Y Yo, cuando te abrazaba ¿cómo podía abrazarte? Me dolías de tanto como te olía el alma a vida y a muerte.

Que vendría el dolor, lo supe siempre. Bien me lo dijo Simeón antes de que Tú aprendieses a andar. Pero que el dolor fuese esto, no pude ni sospecharlo: oír el gotear de tu sangre, de «Nuestra» sangre, cayendo sobre el silencio de esta hora, sonando cada gota con más crueldad que los mismos martillazos. Se clava en mí el retumbar de cada gota, como un clavo que me penetra dentro, dentro, dentro, más dentro, allí donde el alma está en carne viva. ¡Ah, tus manos! Yo las vi gordezuelas, buscando mi pecho, enredando en mi pelo, besadas, mordisqueadas por mí, rubias de trigo nuevo, tendidas para acariciar mi rostro, partiendo el pan por mí amasado. ¿Y estaba preparándolas yo para ese hermano clavo que acabaría poseyéndolas, destrozándolas, desgarrándolas como abrías Tú el pan?

Hijo, hijo, perdóname, perdóname por seguir viva cuando Tú estás muriendo, Perdóname por no saber decirte nada en esta hora, por no saber ni orar, por tener el alma como el desierto de los desiertos, por no saber ni estar contigo, por no tener en esta hora otro oficio que el de estar cansada y decirte: hijo, hijo, hijo. He entrado en el túnel de Dios. Y está oscuro. A los dos nos ha abandonado. Y ni siquiera nos ha abandonado juntos. Encerrado cada uno en su abandono como en un «bunker» de piedra, en dos vacíos gemelos pero separados.

Conocía la noche de la fe, pero nunca creí que fuera tan profunda. Ni una sola ventana con luz en el alma. Sólo creer, creer, apretar los puños del alma, esperar, agarrarte a los barrotes de tu cárcel, entrar en las entrañas de la oscuridad. Sin ángeles, sin voces de lo alto. Sólo la noche y el seguir escuchando el golpear feroz de los martillazos como látigos. Y el galopar de la muerte que se acerca. Y ojalá fueran, al menos, dos muertes las que se acercan.

«Dios te salve, María, dijo el ángel. ¿Salvarme? ¿No es acaso ahora cuando tendría que salvarme y salvarte? ¿Llena de gracia quería decir llena de dolor y de muertes? ¿La gracia es esta espada que nos pulveriza? Gabriel, Gabriel, ¿dónde te has metido? Y si al menos ahora viviera José… Ah, José, amor mío, ¡qué daría yo ahora por tenerte junto a mí y reclinar mi cabeza en tu hombro! En la noche no hay nada. Sólo la noche. Y la certeza de que el sol vendrá mañana. Pero, ¿cuántos siglos faltan para mañana? Dímelo, hijo, respóndeme: ¿Es que siempre hay que salvar con sangre? ¿tan hondos son los pecados de los hombres que sólo pueden borrarse con manos y frente desgarradas? Yo acaricié tantas veces tu frente cuando, de niño, tenías fiebre. Pero las espinas, no, nunca pude imaginarlas. Salíamos al campo, corrías, jugabas con las zarzas. «No vayas a pincharte» Y reías, reías. Yo te veía crecer siempre con miedo. Ah, poder encerrarte para siempre en la infancia, retenerte, disfrutarte.

¿Por qué crecen los hombres, a dónde van, qué prisa tienen? ¿Qué les lleva a la muerte? ¿Una misión será más fuerte que la vida? Tu corazón estuvo siempre tirado, arrastrado por invisibles caballos, como por un hilo que te sujetara desde la eternidad. Tenías que salvar. Como si todas las otras vidas fuesen más importantes que la tuya. Te veo yéndote, como si fuera un pecado cada hora dedicada a ser feliz. «Si el grano no muere, es infecundo», decías. Y tenías que subirte a la cruz, como un suicida, como un amante, enterrándote, sin que entendieran tu entrega ni tus propios apóstoles. Esos pobres que han acabado fallándote. ¿Es que no lo supiste desde siempre? Veo el rostro de Judas, ese muchacho asustado que parecía temblar cada vez que oía la palabra «amor». Me habría gustado ser su madre. Tal vez, entonces… Cuánto le quise y le temí.

Escuchaba tus palabras no como quien las bebe, sino como quien las cuenta, como quien las numera con el alma retorcida. Y ahora, ¿dónde está? ¿dónde estás, Judas, hermano mío, hijo mío? Tu aullido es la gran sombra de esta tarde, un viento helado, una noche de invierno, una sed imposible. Hiel y vinagre suben por mi boca. Y Tú, pequeño mío, ¿por qué agitas ahora la cabeza? ¿qué nube de murciélagos quieres espantar de tu mente? No, no tengas miedo: el Padre tiene que estar orgulloso de ti, como ,o está tu madre. Has cumplido, has cumplido y El lo sabe, aunque esconda su rostro. Yo sé y Él sabe que has sido un valiente, digno de ser lo que eres: mi hijo y mi Dios. Ese Dios diminuto cuyo cuerpo lavé yo tantas veces, cuyas manos creadoras y pequeñitas cabían en las mías. Me quedaba mirándote y pensando: No es posible, no es posible que «esto» sea Dios; y tu boquita me hacía daño al mamar. Ea, ea, mi Dios. Aquella leche iba volviéndose sangre de Dios, la misma que ahora derramas. ¡Pero dejadle morir al menos! Muere por vosotros, ¿no lo entendéis? Un hombre puede ser redimido mientras se carcajea de su Redentor. La Humanidad es ciega. Ceguera. Un océano de ceguera nos rodea. ¡Si al menos supieran a Quien están matando! Tú jugabas a mi lado como los demás niños. Y nadie sospechaba. Como ahora. Si hubieran sabido con Quien jugaron, a Quien crucifican, morirían de espanto. Mejor que ni siquiera lo imaginen, pobres, pobres hombres. Pero yo no puedo permitirme el lujo de estar ciega. Yo sé. Yo mido el volcán sobre el que caminamos, el vértigo de Dios, la página que gira el Universo.

¿Te duele, niño mío? ¡Ah, si al menos volvieras hacia mí esos tus ojos misericordiosos! Pero lo entiendo: ahora estás redimiendo. ¿Qué tiempo podría sobrarte para sentimentalismos? No, no tengo yo derecho a robar a los hombres ni una sola esquirla de tu muerte. Aunque también mueres por mí. También yo necesito de su sangre. Me redimes con la que te presté. ¿Y ahora? ¿No es demasiado, hijo, lo que me estás pidiendo? ¿Habiendo sido madre tuya, cómo podría serlo de tus asesinos? Pero si fui esclava una vez, seguiré siéndolo. Que entren, que entren en mi seno. Se ha desgarrado tanto en esta hora, que ya me caben todos.

Y Tú, descansa hijo. Deja caer de una vez tu cabeza. Y descansa en la muerte. Ella no te hará daño. No podrá vencerte. Cruzará por tus venas, triturará tu sangre, pero Tú tienes tanta vida en ti que ella no durará mucho sobre tus dominios y se irá, derrotada, asombrada de haber podido estar alguna vez sobre su Dios. Y yo cuidaré tu cuerpo. Iré quitándole una a una las espinas, besándote las llagas, cerrando tus ojos, aunque al hacerlo el universo se oscurezca. ¡Ah, si pudiera volver a llevarte dentro, ah, si pudiera parirte otra vez y no sólo tenerte derrumbado sobre mis pobres brazos! Descansa, hijo. Y vuelve, vuelve pronto. Y si puedes, regresa con todas tus heridas, para que ni yo ni nadie lo olvidemos, tanto amor, tanto amor. Vuelve con todas tus sangrientas condecoraciones, hermano nuestro, hijo mío, mi Dios.
   
Fraternalmente,



Texto del Padre  José Martín Descalzo

   

29 de marzo de 2013

El trono de la cruz

Paz y bien

“El pueblo que caminaba en tinieblas vió una gran luz, habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló” (Is 9,1), la luz de la redención. Viendo al que los oprimía herido de muerte, este pueblo salió de las tinieblas para entrar en la luz. De la muerte pasó a la vida.

El madero de la cruz sostiene al que creó el universo. Padeciendo la muerte para que yo tenga vida, aquel que sostiene el universo está clavado en el madero como un muerto. Aquel que con su aliento infunde vida a los muertos, exhala su espíritu desde la cruz. La cruz no le avergüenza sino que es el trofeo que da testimonio de su victoria total. Está sentado como juez justo en el trono de la cruz. La corona de espinas que lleva en la frente atestigua su victoria: “pero tengan valor: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33)

Las mismas piedras del Calvario, donde, según una tradición antigua fue enterrado Adán, nuestro primer padre, levantan su voz para testimoniar el triunfo de la cruz. “¿Adán, dónde estás? (Gn 3,9) grita de nuevo Cristo en la cruz. “He venido hasta aquí en tu busca, y para poderte encontrar, he extendido los brazos en la cruz. Con las manos extendidas, vuelvo al Padre para darle gracias por haberte encontrado, luego mis manos se extienden hacia ti para abrazarte. No he venido para juzgar tu pecado, sino para salvar por mi amor a todos los hombres. (Jn 3,17) No he venido para declararte maldito por tu desobediencia, sino para bendecirte por mi obediencia. Te cubriré con mis alas, encontrarás refugio en mi sombra, mi fidelidad te cubrirá con el escudo de la cruz y no temerás el espanto nocturno. (Sal 90,1-5) porque conocerás el día sin ocaso (Sab. 7,10) Rescataré tu vida de las tinieblas y las sombras de la muerte. (Lc 1,72) No descansaré hasta que, humillado y abajado hasta los infiernos en tu busca, te haya introducido en el cielo.

Fraternalmente,




Textos de San Germán de Constantinopla (¿-733), obispo In Domini corporis sepulturam; PG 98, 251-260

24 de marzo de 2013

Deja que tu vida mire a la cruz de Cristo


Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

Paz y bien

No es fácil acercarse a la pasión del Señor cuando todo a nuestro alrededor es un bullicio de invitaciones a alejarse del dolor y del sacrificio por los otros. La televisión nos repite una y otra vez en forma de anuncios que debemos de vivir para nosotros, tener el mejor cuerpo, la mejor salud, el mejor coche, el mejor refresco o la mejor colonia... No es fácil ver nuestro dolor y nuestra miseria por televisión. Bien es verdad que nos dejan ver la de otros, pero sólo momentáneamente entre anuncio y anuncio consumista.

No hace mucho me preguntaban sobre el significado de la muerte de Jesús en la cruz. Al decirle que era para salvarnos se quedó con más dudas. Ya saben que la gente entiende que cuando uno se salva es cuando queda bien, cuando se triunfa, pero ellos ven que Jesús quedó clavado en la cruz...

La semana santa empieza con la entrada triunfal de Jesús, es como un escaparate desde donde se pasa del halago al sufrimiento, de la muerte a la resurrección.

La Pasión de Cristo no ha perdido ni perderá nunca actualidad. Cada uno de los personajes que aparecen en ella se hacen las mismas preguntas de las personas de todos los tiempos. ¿Qué significado tiene dar la vida por los demás? ¿Por qué existe el dolor y el sufrimiento? ¿Qué sentido tiene el sufrir?

La gran pregunta del millón es ¿Qué respuesta nos da la Pasión de Jesús?

Cada ser humano tiene en su vida sus cruces y su cruz. Las cruces normalmente las ponen los demás: el carácter y los traumas del otro; la mala relación con alguien determinado; el día a día lleno de sufrimiento por las incomprensiones de los demás; la dificultad en las relaciones humanas...

La cruz, en cambio, siempre es nuestra, está en nuestro interior; casi diría que vinimos con ella, es nuestra "cruz original". Nuestra cruz es lo que no podemos cambiar fácilmente y que tanto nos entristece y nos duele. En uno será el carácter, en otros el profundo sentimiento de soledad, en muchos la pérdida de la paz interior...

Jesús vino para darnos respuestas a las cruces y a la cruz. Para ello supo unir en sí mismo las cruces de los demás y su propia cruz. No era nada cómodo morir de esa manera cuando la vida te podía ofrecer otros horizontes. ¿Te has preguntado alguna vez por qué Jesús no murió plácidamente en una cama? ¿Qué misterio se encierra en la cruz?

Para superar las cruces, Jesús nos deja el perdón a los demás. Él perdona a todos desde lo alto de la cruz y fue un perdón dirigido a la humanidad entera. No fue solamente a aquellos que le proferían dolor e insultos sino a todos los que me infligen sufrimientos hoy, en este día. En la misma cruz perdona también al buen ladrón que se arrepiente. Ambas escenas son de la misma obra de la humanidad: el perdón al que peca para que su pecado no vaya a más y no haga y se haga más daño y el perdón al que se arrepiente. Arrepentirse significa reconocer que Dios es más que yo y que viendo mi error le dejo que entre a mi vida para que la transforme.

¿Qué actitud tomó Jesús ante este terrible sufrimiento? Dice el Evangelio de Lucas (22, 44): “En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.”

Sabía lección la que nos deja el Maestro: La oración ejerciendo su valor terapéutico y didáctico donde el dolor es sólo el alumno que tiene que aprender lo que dice un corazón que habla con Dios. El dolor con la oración adquiere una nueva perspectiva. Cuando una persona es capaz de poner el dolor ante Dios, es el propio Dios quien lo transforma en resurrección.

Cuando tengas un dolor, sea moral, sea físico, entra en pleno contacto con Dios y ya verás como no preguntarás el por qué, ni verás el sufrimiento como un fracaso. Descubrirás que ya no es el sufrimiento quien te domina sino es Jesús quien ha tomado las riendas de ese caballo desbocado que se llama dolor.

Jesús murió por mí para que yo entendiera quién soy yo y quién es Él. Supo salvarme sin aniquilarme sino dándome vida. No destruyó mi pasado de pecado sino que lo transformó en presente resucitado.

Hay muchas personas que tienen pendiente la difícil asignatura del dolor y el sufrimiento. Los cristianos no somos partidarios de la eutanasia pero tampoco somos masoquistas. Nuestra actitud va a la frase de Jesús:«Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».

Aceptar la voluntad que Dios tiene sobre mí es encontrar un significado al dolor diario.

Puede ser que tú que lees esto hoy estés en la cruz en sus diferentes formas. Yo también lo he estado varias veces, y lo estoy. Mi palabra quiere ahora en este comienzo de la semana santa ser para ti.

Deja que tu vida mire a la cruz de Cristo. Pide al Señor en la oración no comprender el sufrimiento sino entender su cruz. Vive intensamente cada momento de esta gran aventura de la Pasión para que encuentres en tu vida no meras explicaciones sino el profundo significado espiritual que tiene.

Tenemos que ir a la cruz de Cristo no para entender sino para contemplar.

El sufrimiento es un misterio que sólo desde la voluntad y la cercanía de Dios tiene sentido.

Te deseo que esta semana santa sea en tu vida la primera semana de cambio en dirección hacia Jesús resucitado.

Fraternalmente,


Dominus Providebit



Huellas de Mario Santana Bueno


23 de marzo de 2013

Acoge a María en tu casa

Paz y bien

La hospitalidad es una virtud muy arraigada en algunos pueblos, y no porque abunden en medios materiales para deslumbrar con sus riquezas, sino sencillamente, porque tienen un corazón grande, abierto a todo aquel que lo necesita.

La presencia de María, la llena de gracia, siempre deja una buena estela a su paso. ¿Qué sucedió en casa de su parienta Isabel: Todos los de la casa se beneficiaron, pues, María no iba sola, llevaba al Salvador:

- Juan salta de gozo en el seno materno, es santificado por la presencia de Jesús, que llegó a él por María, quien lo lleva en su seno.

- Isabel quedó llena del Espíritu Santo y experimentó que María era la Madre del Salvador y como tal la proclamó.

- Zacarías recupera el habla.

Ante este torrente de gracias que el Señor les dispensa, Isabel reconoce que no se las merece y que gracias a María las recibe, por eso exclama: "¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a visitarme?" (Lc. 1, 43).

Los de Belén no le dieron posada (Lc. 2, 7). ¡De cuánto se vieron privados!. ¡Tantos años esperando la llegada del Mesías y dejan pasar aquella única oportunidad!. Las Escrituras lo decían, se cumplían las 70 semanas anunciadas por el profeta Daniel y en Belén de Judá nacería el Esperado. Los habitantes de Belén no descubrieron en María gestante a la Madre del Salvador ¿Qué idea se habían formado?. Por el comportamiento, que tuvieron, no se esperaban aquella visita llegada de manera insospechada.

Hacía unas semanas que Jesús se había marchado, María se había quedado sola, había comenzado a saborear una de las más hondas soledades, debido al vacío dejado por aquel Hijo. En Caná se encontraron Madre e Hijo, no parece que llegasen juntos, pues, de María se dice que estaba allí, y después llegó Jesús con sus discípulos. María debió de sentirse encantada de ayudar en el trajín de la boda, conocedora de que el vino se había terminado, busca poner remedio a aquella situación tan dramática para los recién casados. Ve la solución en Jesús, acude a El y le expone la necesidad: "No tienen vino" (Jn. 2, 3), de esa manera pide con la confianza de que lo resolverá. ¡Cuánto ganaron aquellos nuevos esposos por haber invitado a María a su casa!. Se libraron del bochorno social de no tener vino en una fiesta tan señalada. El Evangelio habla expresamente de "vino de boda", porque las familias pobres iban guardando vino para ese día, a veces durante años. En aquella ocasión María consigue el primer milagro para aquellos recién casados.

Cuando Jesús va a morir confía a Juan el cuidado de su Madre, éste desde aquella hora la acogió en su casa (Jn. 19, 27). Jesús nos había dado a su Madre para nosotros, representados en Juan. Todo discípulo que la acoge llega a Jesús, pues, Ella nos ha hecho una sola recomendación: "Hagan lo que El les diga" (Jn. 2, 5). Estando con María en nuestra casa:

Llegaremos siempre a Jesús.
 Profundizaremos en su amor.

Fraternalmente,




Textos del Padre Tomás Rodríguez Carbajo