31 de enero de 2013

Cristianos ¿comprometidos?


El núcleo de la vida cristiana es la fe en Cristo, y aunque la fe no es algo visible o palpable empíricamente, da sentido y una nueva visión de las cosas y de la propia vida. La fe proporciona a los cristianos la razón última y específica de todos sus compromisos (porque podría haber otras personas que realizaran esas mismas tareas, con otra motivación).

Al hablar de cristianos comprometidos ¿no sobraría el adjetivo? Se supone que el sustantivo “cristiano” lleva implícito un compromiso… El verdadero cristiano no sólo confiesa su fe, sino que la traduce en obras coherentes con los valores que profesa. Una fe sin obras podría ser una fe muerta, o una fe falsa.

Dicho esto, ¿qué es entonces el compromiso cristiano? No es el cumplimiento de unos preceptos, de unos ritos… Es la puesta en práctica de lo que dijo y vivió Jesús. La prueba de fuego consiste en actuar conforme al Evangelio y no reducir todo a pura moral, a buena conducta. Si no nos comprometemos con la justicia y nos solidarizamos con los pobres y oprimidos, no estamos siguiendo la doctrina de Jesús. Sería un error pensar que la historia de la salvación acontece al margen de la historia general de la humanidad.

El cristiano no debe recluirse en el mundo del espíritu, ni encerrarse en su intimidad. Dios nos hizo sus “colaboradores” en la obra de la Creación, y estamos especialmente llamados al cuidado y justa administración de los bienes de la Tierra, y a procurar que no se conviertan en ídolos desencadenantes de codicia y violencia entre los seres humanos.

Tampoco podemos adoptar ciertas costumbres y modos de pensar, porque “todo el mundo lo hace”. En lo fundamental, nos tocará muchas veces nadar ”contracorriente”, si queremos ser coherentes con nuestra fe.

El cristiano, si se queda de brazos cruzados ante las injusticias que se cometen en nuestra sociedad y en el mundo, sería corresponsable (o cómplice) de la violación del derecho a la vida y la libertad, con la injusta distribución de la riqueza… y de todos los atropellos que sufren muchos seres humanos. Tiene que actuar y hacer crítica a toda persona, institución y organización, del tipo que sea, que no respete esos derechos.

Y la jerarquía de la Iglesia tendrá que orientar a los católicos, cuando están en juego decisiones que contribuirán al reconocimiento de los derechos fundamentales y a la promoción del bien común. Y aunque en muchas ocasiones haya sido y seguirá siendo duramente criticada por ello, no debe callar por miedo a molestar o para evitar conflictos, pues su misión está principalmente con los pobres y oprimidos, procurando conseguir un mundo más humano y más justo. Esa es la doctrina de Jesús y lo que sus seguidores debemos intentar llevar a la práctica.

El compromiso cristiano no es una obligación impuesta desde fuera.  Nace de nuestro interior y será algo que nos realiza humanamente y nos da felicidad. Bien entendida, no será una felicidad “al uso”, exenta de dificultades, sinónimo de “buena vida”. Toda felicidad auténticamente humana y cristiana tiene que ser solidaria, por eso muchas veces está tan próxima a la renuncia y al sacrificio, por amor a los demás.

La solidaridad, en ocasiones, aminora ciertas necesidades pero no las resuelve, porque ayudamos en momentos puntuales, como para acallar nuestra conciencia. Ser solidario es sobre todo, reconocer los derechos del otro y hacer posible que los ejercite. Cuando está lejos la justicia, se hace urgente la solidaridad, porque es lo único que permite a los pobres sobrevivir. Y aunque nos parezca demasiado tajante, no es algo opcional, sino obligatorio, pues toda persona tiene derecho a disfrutar de las condiciones que le hagan posible vivir con dignidad.

El compromiso cristiano es un asunto de sinceridad, de honestidad, de verdad, para con Dios, los demás y nosotros mismos. Si queremos encontrarnos con Dios, salgamos en busca del hermano y tropezaremos con Él.

Para concretar el compromiso personal en la vida diaria, debemos encarnar el mensaje de Jesús en nuestras circunstancias actuales y ver cuáles son sus exigencias (en la familia, en el trabajo, en las relaciones sociales, en nuestros deberes como ciudadanos…). No es necesario hacer cosas extraordinarias, sino actuar con coherencia, sencillez y grandeza de corazón. Alguien dijo una vez: “No hables demasiado de las cosas grandes, déjalas crecer en ti”.

El estilo de vida del “cristiano comprometido” lo marca el Evangelio. Lo central será vivir motivados por el amor, el servicio y la oración. Esta última nos permitirá reconocer a Dios en todas las personas y en las cosas, y a buscar su voluntad en cada acontecimiento de nuestra vida.

Paz y bien





Textos: María Isabel Montiel, revista FAST (Fe, Arte, Solidaridad y Tú)

29 de enero de 2013

La cruz... que sea un peldaño


El hombre da dolor al hombre; Dios lo calma

Cuando el grano de uva es deshecho por la prensa que lo tritura, se convierte en jugo dulce y vitalizador. Cuando la aceituna pasa por el molino, se hace aceite suave y acariciante.

Únicamente el dolor nos hará comprender a los demás y ser bálsamo sobre los desgarros y heridas de todos.

Es hermoso vivir una vida difícil, pero con la sencillez del ambiente diario; a cada acto difícil, a cada momento arduo, ponerle el beso de la sencillez. Las horas más difíciles de nuestra vida son las que mejor nos moldean; las dificultades tallan la verdadera personalidad de cada uno de nosotros.

Hermano, no te acostumbres a quejarte de las cosas que a diario te suceden; más bien acostúmbrate a ir subiendo la cuesta de tu deber, repechando sus empinadas laderas y entonando al mismo tiempo un canto a tu cruz.

Fraternalmente, paz y bien



Con textos del amigo Alfonso Milagro | Aforismos de I.R.Steinberg

28 de enero de 2013

En los grandes silencios


Josué Carducci fue un gran hombre, de fuertes pasiones y de indomable carácter. Espíritu ardiente, no conoció las medias tintas.

No tuvo formación religiosa; por eso fue ateo y opuesto al papado, a la monarquía y al sentimentalismo que dominaban la literatura italiana de su tiempo, dedicó no pocos esfuerzos a combatir la idea de Dios. Para él, Dios era un mito; pero un mito pernicioso, que por eso había que combatir, a fin de desterrarlo del corazón del hombre.

Pero un día Carducci salió a pasear a la playa del mar y en un rapto de muda contemplación frente a la inmensidad del mar rompió su gran silencio con este grito: “¡Creo en Dios!”

La serena majestad de aquella inmensidad de agua arrancó de Carducci lo que tenia escondido y acallado en su conciencia.

La Biblia cuenta que Dios ordenó al profeta Elias esperarlo en la montaña porque «iba a pasar»; primero vino un huracán, pero Dios no estaba en él; luego un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto; después -cuenta la palabra de Dios- brilló un rayo, pero el Señor no estaba en el rayo. Después se sintió el murmullo de una suave brisa... el profeta al oírla se tapó la cara con su manto y quedó de pié en la entrada de la gruta. Elias, se cubrió además de un profundo silencio hasta que el Señor le habló...

La inquietud de Dios, el hambre de Dios, esto es algo que -pese al ateísmo moderno- siente el hombre en todos sus niveles. Es que Dios es el oxígeno para los pulmones de la vida.

Al que arde de un amor celoso por Dios, buscándolo y buscándolo, éste le manifiesta su ternura más allá de todo lo que pueden imaginar los hombres... así Yavé se da a conocer en la brisa, en el silencio antes que en los bullicios interiores y exteriores... tal como lo encontró Carducci.

En los grandes silencios del hombre siempre aparece Dios.

Que el Señor los bendiga.


27 de enero de 2013

En el seno de la Iglesia


Domingo III, tiempo ordinario. Lucas 1, 1-4; 14, 14-21

La Tradición de la Iglesia es fuente de revelación. La Escritura sola no basta para saber lo que Dios nos ha querido decir. Dios podía habernos dejado la Escritura y darnos a cada uno una especial asistencia del Espíritu para entenderla en su sentido correcto y preciso, pero no lo ha establecido así, sino que ha querido dar su especial asistencia a algunas personas (sus Apóstoles y sus sucesores en el episcopado, bajo la guía de Pedro, que en cada momento es el Papa).

La Escritura se escribió en el seno de la Iglesia, y ahí es donde se entiende. Hoy la entendemos en la comunión de la única Iglesia de Jesucristo, la que nacida de Jesús estableció en sus apóstoles y discípulos. Nosotros creemos lo mismo que creían aquellos primeros cristianos, aunque con un desarrollo teológico más explicitado. No creemos otras cosas.

Quienes se han separado de la comunión de la Iglesia a lo largo de los siglos, han acabado creyendo otras cosas (suprimiendo el amor a la Virgen, la fe en algunos sacramentos, la no obediencia al sucesor de Pedro, etc.) o interpretan a su manera la Escritura. Jesucristo dio un sentido a sus palabras y el Espíritu Santo en Pentecostés hizo recordar todas aquellas enseñanzas de Jesús y durante la historia ha ayudado a los Pastores de la Iglesia a mantenerse fieles a las enseñanzas de su Fundador.

Importa mucho, como hizo san Lucas al escribir a su amigo Teófilo, que nos informemos bien de la vida y las enseñanzas de Jesús contenidas en el Nuevo Testamento, que se han conservado intactas precisamente en la Tradición de la Iglesia, para creer y vivir según lo que Él enseñó.
Dame a entender, Señor, que profundizar en la fe no es tiempo perdido, sino una necesidad para fundamentar mi vida y no quedar sorprendido por los falsos profetas.
Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.

Paz y bien



Textos: Selección de obras de p. Jesús Martínez García

26 de enero de 2013

María, refugio de los pecadores


Así llama la Iglesia a la Virgen Santísima; es que María se preocupa por los pecadores, los busca, los llama, los espera, los recibe y, cuando acuden a ella, los acoge con maternal bondad y comprensión.

Sana sus heridas espirituales, los limpia de sus pecados, haciéndoles concebir sentimientos de dolor y arrepentimiento.

Fruto de ese cuidado que la buena Madre tiene de sus hijos, los pecadores, es la conversión de éstos, su cambio de vida, su salvación.
Virgen que reinas en el cielo muy cerca de Dios, llévame contigo.
Ruega por nosotros santa madre de Dios.




Imagen: Santuario de la Virgen de Itati, Corrientes, Argentina

24 de enero de 2013

Señor, abre mis labios...


“Señor, ábreme los labios y mi boca proclamará tu alabanza.” (Sal 50,17) 

Cuando uno advierte que estas palabras son proclamadas cada día a la hora de la alabanza matutina en nombre de la Iglesia que ora por ella misma y por el mundo entero, por miles y cientos de miles de bocas implorando esta gracia, nuestra visión se ensancha y se completa. Es la Iglesia que se anuncia, no como un monumento histórico del pasado, sino como una institución viva. La Santa Iglesia no es como un palacio que se construye en un año. Es una ciudad grande que contiene el universo entero. “La montaña de Sión está fundada sobre la alegría de toda la tierra; la ciudad del gran Rey se extiende hacia el Norte.” (Sal 47,3 Vulgata)

La fundación de la Iglesia se comenzó hace veinte siglos y sigue realizándose. Se extiende a toda la tierra hasta que el nombre de Cristo sea adorado en todas partes. A medida que prosigue su construcción, los nuevos pueblos a quienes es anunciado el nombre de Cristo exultan de gozo: “Los pueblos se alegran por el gozoso anuncio.” (Hch 13,48) Es bello pensar en esto, edificante para todo presbítero que recita su breviario: cada uno tiene que comprometerse a fondo en la construcción de esta Iglesia santa.

El que se dedica a la predicación, en calidad de mensajero del evangelio, diga al Señor: “Señor, ábreme los labios y mi boca proclamará tu alabanza.” (Sal 50,17) El que no es misionero, que desee ardientemente cooperar en la gran tarea de la misión. Y cuando salmodia en privado, solo en su celda, que diga también: “Señor, ábreme los labios.” Porque, por la comunión en la caridad debe considerar como suya toda lengua que anuncia el evangelio en aquel momento, siendo el evangelio la suprema alabanza divina.  

Que el Señor los bendiga.



Textos: Beato Juan XXIII (1881-1963), papa # Diario del alma, 29/11/1940

23 de enero de 2013

Como una plegaria


Señor, que no tenga yo a ningún hombre por enemigo, y que sea amigo de lo eterno.
Que ame, busque y logro sólo lo que es bueno.
Que desee la felicidad de todos los hombres y que envidie a ninguno.
Que no me regocije con la desventura del que me ha hecho mal.
Que hasta donde alcancen mis fuerzas preste la ayuda necesaria a todos los necesitados.
Que pueda con palabras amables y consoladoras aliviar las penas de los que sufren.
Que cuando yo haya dicho o hecho algo malo, no espere que los demás me lo hagan conocer, sino que yo mismo me lo reproche hasta corregirme de ello.
Que me acostumbre a mostrarme amable y nunca irritado con los demás, cualquiera sea la circunstancia en que me encuentre.
«Que cada uno se revista de sentimientos de humildad para con los demás, porque Dios se opone a los orgullosos y da su ayuda a los humildes. Humíllense bajo la mano poderosa de Dios, para que él los eleve en el momento oportuno. Descarguen en él todas sus inquietudes, ya que él se ocupa de ustedes.» (1 Pedro 5, 5-7)
Fraternalmente, paz y bien




Imagen: «Como una plegaria» de Lorena Rodríguez, artista plástica argentina.

21 de enero de 2013

¿Por que no hacerlo?


No pienses que todo tiene el mismo valor, ni que todo es igualmente aceptable. Son más beneficiosas las personas que se esfuerzan por hacer mejor las cosas que aquellas que no hacen sino desaprobarlas.

Es mucho mejor encender una luz que maldecir de las tinieblas; será más constructivo señalar lo que es correcto, más que detenerse en demostrar lo que es incorrecto.

El mundo necesita más personas que digan que puede hacerse y menos que manifiesten su convencimiento de que es imposible hacerlo.

Pero no basta eso: es mejor la persona que inspira confianza a los demás, y no la que echa un chorro de agua fría sobre los que han dado aunque no sea sino un paso en la dirección correcta.

Se necesitan más personas que se interesen en la cosas y hagan algo para corregirlas y menos que se pongan a un lado, sin hacer más que descubrir los defectos.
Ustedes son mis testigos y mis servidores –oráculo del Señor–: a ustedes los elegí para que entiendan y crean en mí, y para que comprendan que Yo Soy. Antes de mí no fue formado ningún dios ni habrá otro después de mí. (Isaias 43, 10)
Sublime la misión que Dios te ha confiado: ser su testigo y ser su pregonero.

Paz y bien




20 de enero de 2013

Lo que tu digas


¿Qué les va a Jesús y a María los problemas de los hombres? Les va todo. Por eso vino Jesús al mundo, por eso fue escogida María como Madre de Jesús. Por eso María se dio cuenta de la falta del vino, y por eso Jesús hizo el milagro. Jesús ya se había dado cuenta del problema pero no actúa y se hace rogar para que aprendiéramos muchas cosas. Para que aprendiéramos, por ejemplo, que es necesario pedirle a Dios y hacerlo a través de su Madre; que es necesario estar en las cosas de los demás, y colaborar y obedecer: sin los sirvientes que llenaron las tinajas no se hubiera obrado el milagro.

Dios quiere que vivamos pendientes de los demás, que no estemos tanto en nuestras cosas que no nos percatemos de lo que les sucede a los que viven con nosotros, en nuestra casa. El negocio más importante de un padre es su mujer y sus hijos, no su trabajo y sus aficiones. La tarea más importante de una madre o de los hijos mayores es también ésta: los demás.

A veces tenemos problemas y se deben precisamente a egoístas problemas personales, y a no meternos en la piel de quien lo está pasando mal. No basta con decir que se ama, hay que demostrarlo dedicando tiempo, escuchando, haciendo propios los problemas o las enfermedades.

Dios podría solucionar todo lo que nos preocupa, pero no quiere hacerlo, y observa. ¿Qué hacer? ¿No habrá que acudir a María, obedecer a Dios y tener ojos para los demás?

Hagamos lo que Él -Jesús- nos diga. ¿Y qué nos dijo Él, qué nos mandó? Sólo un mandamiento, que nos amáramos. Entonces se obrará el milagro. El milagro de transformar el corazón egoísta en corazón generoso; empezará a cambiar el mundo porque ha cambiado uno mismo.

Fraternalmente, paz y bien.



Textos de Jesús Martínez García 

19 de enero de 2013

Los legados de la Virgen


María Santísima sintió los afectos que vibran en la naturaleza humana, sobre todo sintió el amor en su corazón.

Amó a Dios y lo amó con ese amor correspondiente al conocimiento completísimo que tenía de El; lo amó con ese agradecimiento inmenso que pedían los privilegios y las gracias incomparables que Dios le había concedido.

Como ella, mi amor a Dios ha de revestir también esos dos matices: la gratitud por lo que el Señor ha hecho de mi y el conocimiento que de El tengo y adquirí a lo largo del camino.
Virgen elegida por Dios entre todas las criaturas, ayúdame a agradecer al Señor el que me haya hecho su hijo. Amen...
Paz y bien

18 de enero de 2013

Sencillos y agradecidos


Leo que hay cuatro clase de hombres:
- Aquel que no sabe nada, y no sabe que no sabe nada; es un  ignorante... compadécete de él.

- Aquel que no sabe nada, y sabe que nada sabe; es un sencillo... enséñale lo que tú puedas y él necesite.

- Aquel que sabe, y no sabe que sabe; está... despiértalos.

- Aquel que sabe, y sabe que sabe; es un sabio... imítalo.
Quizá sea lo más difícil el ubicarse uno mismo con equidad y sin engaños en el plano que nos corresponde; pero, aunque sea difícil, no es imposible y, por lo tanto, es una obligación de conciencia, ya que no podemos tenernos ni por más de lo que somos ni por menos de lo que Dios nos ha dado.

Tenerse por más de lo que uno es, es pura soberbia y orgullo despreciable; no reconocer lo que uno en realidad es, constituye un acto de ingratitud para con Dios, que ha depositado en nosotros las cualidades con las que nos ha enriquecido.
«Vivan en armonía unos con otros, no quieran sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes. No presuman de sabios.» (Romanos 12, 16)
No es fácil, pero es posible... y por eso supone no poca santidad.

Paz y bien


17 de enero de 2013

La puerta


La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en el mundo hay unos 400 millones de personas afectadas por enfermedades psíquicas graves.

Argentina es el país con más psicólogos por habitante del mundo. Como si todos fuéramos psicólogos. En nuestro país se puede afirmar que, si no todos, una gran parte de la población está compuesta por profesionales de la psicología. Según una investigación realizada por el especialista local Modesto Alonso, en la Argentina existen 154 psicólogos cada 100.000 habitantes, es decir, 649 habitantes por psicólogo.

Y no se trata de un nuevo fenómeno. Desde la creación de la carrera, a mediados de los años 50, la tendencia fue siempre en alza. Alonso, inquieto frente a este particular crecimiento, comenzó esta investigación en 1974. "Si tomamos los primeros años, el desarrollo sería de un 30% por año, mientras que en los últimos estaríamos en un 15. Nunca ha crecido menos del 15% anual. Y esta es una cifra superior al crecimiento total de la población", indica. De todas maneras, no deja de ser cierto que las ciudades tienden a provocar un aumento del estrés. Los estudios comparativos coinciden en afirmar que alrededor del 20% de la población urbana tiene algún trastorno psicológico. Es decir, una de cada cinco personas, recurre al psicoanálisis.

Ergo: más psicólogos para atender la demanda creciente...

Pero, pensemos las cosas desde otra perspectiva, desde otro punto de vista.. porque parece que el hombre es una máquina y necesita mantenimiento para seguir funcionando.

La angustia y la desesperación invade a muchos hombres de hoy;  fruto de ello es el afán de tanta gente que busca psicoanalizarse; en ese “mantenimiento” lo que la gente necesita es su autoanálisis, el ponerse frente a la conciencia y a la propia vida.

Y la angustia viene por no ver en el horizonte una orientación para la vida; y la desesperación se apodera del hombre cuando éste ve que el horizonte se acerca y, sin embargo, no le vio sentido al camino recorriendo hasta él.

En cambio, la paz y la tranquilidad comienzan a invadir al hombre cuando éste se siento ubicado en la vida, cuando conoce con íntima claridad los tres soportes de la vida humana: sabe de donde viene, adonde va y por dónde debe ir.

Un principio, un origen; un fin o término y un camino por recorrer; cada paso dado en la vida de ese hombre es acercarse a la luz, al término, que victoria y felicidad, a la fuente de todo bien, que es Dios.

Sólo hay que abrir puerta.

Paz y bien

16 de enero de 2013

Un camino y una meta


Todo pasa, es verdad; pero no es tan verdad. ¿Te parece que todo pasa y que pasa del todo? Yo creo que no.

Es verdad que todo pasa y que todos pasamos; pero nosotros, al menos, no pasamos del todo; hay algo que queda detrás de nosotros.. como un rastro... como una semilla... como un germen que a su debido tiempo deberá desarrollarse.

El poeta Núñez de Arce cantó que:
¿Que es nuestra vida? El sueño del momento,
onda que pasa, sombra que se aleja;
ave tímida y muda, que no deja
ni el rastro de sus alas en el viento...
¿Y las buenas obras? ¿Y las malas obras? ¿No dejan rastros que perduran? ¿No quieres que tu vida deje huellas? ¿Te satisface vivir unos pocos años y luego pasar al vacío infinito y al total olvido? No creo que ningún corazón humano quede satisfecho con es perspectiva...

Me gustan los aforismos y hay uno que palmariamente muestra la vida de una persona que no tiene más ambiciones que la nada...
¿Algo es mio? Nada es mío. Ni mi vida ni las cosas de mi vida; están en mi. Me son dadas en un día de infinita luz y me son arrebatadas otro día, de infinita noche...
La vida es transitoria y quien no la ha vivido en plenitud, tiene que levantar mausoleos para ser recordado por la historia; los privilegios y riquezas nos hacen insensibles al dolor y al sufrimiento de los demás.

Por eso, es una necedad poner la meta en esta vida, que es pasajera, que no es definitiva, que será superada por aquella que es la verdadera Vida. Quien camina, no se fija tanto en el camino, cuanto a la meta que debe arribar... el camino es esta vida, la meta es la eternidad.

Paz y bien

15 de enero de 2013

Ser constantes


Sin la constancia, ninguna virtud es grande.

Esta es la gran diferencia: los héroes y los santos perseveraron en sus propósitos, mientras que nosotros hacemos los mismos propósitos que ellos, pero no perseveramos en su cumplimiento como ellos perseveraron.

Nosotros empezamos con muy buena voluntad, a veces hasta venciendo no pocas dificultades.. la cosa pinta lindo pero a poco de comenzar vamos cediendo en intensidad, luego perdemos ilusión y al fin abandonamos definitivamente.

¡Fue una lástima! ¡Prometía tanto! ¡Esperábamos tanto! Al fin, nos quedamos sin nada.. y comenzaremos de nuevo, para luego volver a dejar otra vez; el círculo deja de ser virtuoso.

Perseverar es mantenerse en la verdad.
Pero tú permanece fiel a la doctrina que aprendiste y de la que estás plenamente convencido: tú sabes de quiénes la has recibido. (2 Timoteo 3, 14)
Aquello que el Señor nos dió a conocer en el día -bendito- de Cursillo, Seminario de Vida, Convivencias con Dios, retiros, ejercicios... en cada encuentro con El, todo aquello, no lo olvidemos. Mantengámoslo en lo más profundo de nuestro ser, pueden esas enseñanzas, constituirse para nosotros en el fermento que de sentido a la vida.

Realmente, sin la constancia ninguna virtud es grande.

Paz y bien.



14 de enero de 2013

Adversidades


No todos los días te levantas con el espíritu alegre y despreocupado; algunas veces ya desde temprano en la mañana te persigue el recuerdo de una adversidad que estas enfrentando hace tiempo.

Hace trescientos años un prisionero grabó en la pared de su prisión esta frase, con la que pretendía conservar en alto su estado de ánimo: “No es la adversidad lo que mata, sino la impaciencia con que soportamos la adversidad.”

Es verdad; impacientándote en las adversidades, nada arreglarás; más bien lo echarás todo a perder o agravarás la situación; no es, pues, un remedio la impaciencia o la ira.

Si a este consejo de orden meramente natural y psicológico, sabes añadir otro de orden superior, de orden sobrenatural, como es el reconocer que Dios te ha permitido esa adversidad para que seas capaz de mostrar tu valor, tu fidelidad, tu capacidad de amar... entonces la adversidad será llevada por ti no śolo con paciencia y resignación, sino aun con cierta alegría por saberte fiel.

Hace un tiempo, dijimos en el blog que Dios no desconoce los obstáculos, pero nos capacita para superarlos. No economiza los problemas, sino que nos hace descubrir nuestra vara para vencerlos. Hay muchos que preferirían que Dios suprimiera las adversidades, para no sufrir ni hacer ningún esfuerzo extra; pero la didáctica divina es prepararnos y fortalecernos para vencer toda dificultad en el camino de conversión.

Dios no usa nunca la ley del menor esfuerzo, porque eso conlleva al egoísmo y la falta de carácter, sino que nos da la oportunidad de medir nuestras fuerzas y que nosotros nos demos cuenta que podemos salir victoriosos.

Paz y bien,



13 de enero de 2013

Hijos en el Hijo


Fiesta del bautismo del Señor

Hablando con propiedad Dios Padre sólo tiene un Hijo, Jesús, y nosotros somos hijos de Dios en la medida en que estamos unidos a Él por la gracia del Espíritu Santo. Si el Padre nos ama, es porque nos ama en Cristo; si nos da su gracia, es por Cristo; si escucha nuestra oraciones es por Cristo nuestro Señor. Si somos amados por Dios, lo somos en el Amado, por quien tenemos la redención, gracias a su sangre, el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia (Ef 1,6-7). Somos hechos hijos adoptivo de Dios en el Hijo.

Esto tiene como consecuencia que el salmo segundo, que es salmo mesiánico, se refiere sólo a Cristo y no se puede aplicar propiamente a los cristianos; igualmente, lo que el Padre dice de su Hijo no se puede aplicar del mismo modo a los hijos adoptivos, como son aquellas palabras que dijo con voz clara en el bautismo de Jesús: Tú eres mi hijo, el amado. Sin embargo, podemos considerar esas palabras dirigidas a nosotros en la medida en que estamos unidos a Cristo. No podemos rezar con propiedad «Padre mío que estás en el cielo», sino «Padre nuestro», es decir, sólo podemos llamar Padre a Dios unidos al Hijo, pues somos hijos en el Hijo.

Jesucristo es el mediador para entrar en relación con la Santísima Trinidad. Por eso canta la Iglesia: «Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos». En consecuencia, nuestra vida ha de desarrollarse viviendo con Él, dejando que viva en nosotros. En Cristo -primogénito entre muchos hermanos (Rm 8,29)-, el Padre nos dice a todos y a cada uno de los bautizados: Éste es mi hijo amado (Mt 3,17). Dios nos quiere mucho; mucho más de lo que imaginamos, nos comprende y nos mira con un cariño que sólo empezaremos a comprender en el Cielo.
Gracias Padre nuestro, que estás en el Cielo, porque sé que eres mi Padre y yo tu hijo.
Paz y bien



Textos: Obras de Jesús Martínez García

12 de enero de 2013

Frente a la voluntad de Dios


La Virgen en toda su vida hizo siempre lo más perfecto, lo que le agradaba a Dios; correspondió siempre a todas las aspiraciones divinas.

La Virgen estaba diciendo continuamente en su corazón: “Hágase en mi según tu voluntad”

No podríamos encontrar nosotros mejor camino de santidad que imitar a la Virgen en esa disponibilidad para que siempre y en todo se cumpla en nosotros la divina voluntad.
Virgen dichosa por haber concebido a Dios en tu seno y en tu Corazón... tu eres nuestra sólida esperanza de salvación.
Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.

Paz y bien



Imagen: Canonistas.com

11 de enero de 2013

Nada es fácil


Hay cosas difíciles que a diario se nos presentan...

No es fácil pedir disculpas cuando uno se ha equivocado, ni volver a comenzar cuando todo se ha venido abajo... ni admitir un error cuando se lo hacen ver; no ser abnegado, ni ser considerado, ni persistir ante las dificultades, sobre todo cuando son muy persistentes.

No es fácil soportar el peso del éxito y de la prosperidad sin por ello vanagloriarse ni hincharse ante los demás; ni lo es el perdonar y olvidar las faltas de atención de los otros, sobre todo cuando se refieren a nosotros mismos. Ni lo es dominar nuestro mal carácter, sin descargar en los demás nuestra carga de agresividad cuando las cosas no salen según nuestros deseos...

Nada de esto es fácil: no es fácil, pero no es imposible conseguirlo; y no siempre tenemos que buscar el camino de lo más fácil, sino de lo que sea mejor.
“Y dirán en aquel día: Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, anuncien entre los pueblos sus proezas, proclamen qué sublime es su Nombre.” (Is. 12,4)
Es admirable lo que Dios hace con los suyos, como los purifica, los santifica, los eleva...

Paz y bien

10 de enero de 2013

La eternidad, no tiene cifras

La vida humana, fuera de pocas excepciones, se encierra en dos cifras solas. La vida del mundo se expresará quizá en cinco cifras.

¿Y la eternidad? ¿Cuantas cifras representa? Váyanse añadiendo cifras desde aquí a la estrella más alejada.. leamos, si es posible, esa cantidad... y aun entonces ¡que poco nos habremos acercado a la eternidad!

¡La eternidad, no tiene cifras!

La vida no es más que el prólogo del libro de la eternidad: no interesa tanto el prólogo, cuanto el libro. Pero es cierto que el prólogo ya nos puede adelantar la idea del libro; de ahi la importancia de una vida honesta y santa.

La vida, nos ha sido dada para buscar a Dios. La muerte, para encontrarlo. La eternidad, para poseerlo.

Si logro alcanzar eso, mi vida habrá sido digna de ser vivida; de otra forma la habré malgastado, la habré perdido...
“Su poder divino, en efecto, nos ha concedido gratuitamente todo lo necesario para la vida y la piedad, haciéndonos conocer a aquel que nos llamó por la fuerza de su propia gloria.” (2 Pedro 1, 3)
Paz y bien

9 de enero de 2013

Por los demás


¿Te fijaste en los árboles que bordean los caminos? En los días de mucho calor, cuando el sol aprieta fuertemente, todos buscan la sombra protectora de los árboles y caminan bajo ella protegiéndose del calor. Los árboles se exponen a los vientos, a la lluvia, al sol... y en cambio, brindan sombra, frescor, protección.

Nuestra vida tiene que ser como los árboles, en ella tienen derecho a cobijarse cuantos de una u otra forma necesitan de nosotros, de nuestra comprensión, de nuestra compañía, de nuestro alivio, de nuestra ayuda; deberemos exponernos al sufrimiento, para que los demás no sufran; trabajaremos duro para que los demás descansen; traspiraremos con ansiedad, para que los demás descansen al amparo de nuestra protección.

En una palabra: sufriremos nosotros para que los demás no sufran. Y esa será nuestra mayor alegría y nuestro mayor motivo de orgullo: ser útiles a los demás, ofrendándonos para los demás, despojarnos de todo por los demás.
Valen más dos juntos que uno solo, porque es mayor la recompensa del esfuerzo. Si caen, uno levanta a su compañero; pero ¡pobre del que está solo y se cae, sin tener a nadie que lo levante! (Ecle, 4 9-10)
Paz y bien.



8 de enero de 2013

Perfeccionistas


“Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.”
(Mateo 5, 48)

Ser perfeccionista, ¿es una virtud o un defecto? Querer que todo salga a la perfección ¿está bien o está mal?

Es innato en el ser humano el deseo de evolucionar, de ser cada vez mejor, personal y colectivamente, familiar y socialmente; cuando los chicos traen de la escuela su cuaderno de deberes, no solo lo felicitamos por el buen trabajo hecho, sino que lo estimulamos a perfeccionarse, a hacerlo cada vez mejor.

Ni que hablar cuando nos «producimos» para algún evento, mirando el peinado, que el cuello de la camisa esté impecable o que la falda este de lujo... y así, en todas las cosas y en todos los niveles; ahora, ¿por que solamente en nuestra parte espiritual quedamos sin el debido desarrollo?

La meta de todo ser viviente es lograr la perfección completa de su vida en todos los órdenes... si somos humanos, no nos contentemos solo con serlo, aspiremos a ser hijos de Dios por la gracia santificante. Eso será llegar a la meta que nos hemos propuesto y, sobre todo, que nos ha señalado el Señor.

Paz y bien.




7 de enero de 2013

Adorar en espíritu y en verdad


¿Quien no le ha hecho mimos a las flores? Todos nos extasiamos ante la pomposidad de las rosas, ante el aroma de los claveles, la complicada armonía de una orquídea, la invisible presencia de las violetas... todos cuidamos esmeradamente las flores de nuestro jardín, de nuestras macetas, porque están destinadas a centros de mesa o para regalar a los que queremos bien.

Pero hay flores que están destinadas a marchitarse, a perder belleza, a deshacer su perfume, acariciando las puertas de algún Sagrario... parecería que a esas flores les ha tocado en suerte no morir en tierra, sino ante el Dios de todo.

En la vida, hemos de reservar algunos actos que sean como las flores, dedicados única y exclusivamente a Dios... esta bueno que hagamos todo lo demás, pero estará mejor que no olvidemos de Aquel que de nosotros se acuerda minuto a minuto.
Señor.. que mi postura, mi actitud en el templo, sobretodo durante el sacrificio de la misa, sea de un verdadero adorador.. de uno que adora en espíritu y en verdad.
Paz y bien


6 de enero de 2013

Respeto en el amor


"En el principio existía el Verbo,... y el Verbo era Dios... En el Verbo había vida, y la vida era la luz de los hombres... El Verbo era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo... Y el Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros" (Jn 1, 1-10)

 El verbo o idea es la palabra mental. Lo que los filósofos griegos llamaron Logos, pensamiento divino, el evangelista Juan lo llama Verbo. Los santos padres desarrollaron este concepto: la imagen intelectual o idea perfecta que el Padre tiene de Sí mismo es otra Persona divina. Y así como la idea se exterioriza en la palabra oral o escrita, la Segunda Persona de la Trinidad se manifestó a los hombres en la naturaleza humana, cuerpo y alma humanos. El Verbo se hizo palabra, se hizo carne, hombre. Es Jesucristo.

No debemos perderlo nunca de vista cuando nos relacionemos con Él en la oración, y sobre todo en la Eucaristía. Jesucristo, Dios, es muy cercano a nosotros, pero tenemos el peligro de perderle el respeto. Si en toda relación de amor humana, el amor presupone el respeto a la otra persona y su dignidad, y respetar el tipo de relación que existe entre ellas (y por eso son distintas las manifestaciones de cariño entre los amigos, los hermanos o los esposos); con Dios también hay unas reglas de juego, para que sea verdadero el amor. Así veían a Jesús en Palestina sus coetáneos: un hombre amable y cercano, pero la vez le tenían gran respeto, porque un halo de misterio le envolvía. No era un mero hombre.

La oración cristiana se teje con cuatro hilos: adorar, dar gracias, pedir perdón y pedir cosas, que, lógicamente, están presentes en el modo de orar más perfecto, en la Santa Misa. Cuando no se tiene presente la adoración, sabiendo que nos dirigimos a Dios, se acabará perdiendo el sentido de lo sagrado, del misterio. Y finalmente no irá a Misa: por acercarse tanto al altar sin fervor, por tomar la Eucaristía en la mano sin reverencia, por pensar que Jesús es uno más, se acaba pensando que la Misa no es más que una cena entre hombres.
Jesús, luz que ilumina a cada hombre que viene a la tierra, que eres Dios entre nosotros, ayúdame a verte así. Que no me acostumbre a tratarte, que siempre te vea como quien eres realmente.
Paz y bien



Fuente: Obras de Jesús Martínez García