Fracasos
Paz y bien
Ayer hablaba sobre los fracasos. Esos golpes que te da la vida. El fracaso puede ser y es una fuente inagotable de abatimiento.
Veámoslo. Tu tenías un proyecto y calculabas que el plan alcanzaría un techo de cien puntos, digámoslo así; y te adheriste a esos cien puntos. Pero, al culminar la tarea, el proyecto alcanzó solo cuarenta puntos. Fue, pues, un resultado negativo; pero, en realidad, no fue negativo, sino solamente inferior a tus previsiones.
Entre frustrado y herido por el amor propio, tu corazón comienza ahora a resistir mentalmente, a rechazar cordialmente aquel resultado, inferior a lo esperado. Y es entonces cuando ese resultado negativo se convierte en fracaso.
¿Dónde estuvo el error? ¿En haber apuntado demasiado alto, ilusionándose con alcanzar los cien puntos? No, ciertamente, sino en haberte adherido a esos cien puntos. Entre tu persona y los cien puntos se estableció, pues, una vinculación apropiadora.
Forjaste en sueños una imagen dorada, te identificaste con ella casi en una especie de simbiosis, y ahora la construcción de tu mente se derrumba, haciéndose trizas. Desilusión quiere decir que una ilusión se deshace y se esfuma. Te hiciste una ilusión a la que te abrazaste con toda tu alma, y al deshacerse la ilusión se produjo en ti una especie de desgarramiento, el despertar amargo de quien estaba abrazado a una sombra.
¡Wake up! ¡Despierta!
Un fracaso no es una vida frustrada; quizá sean necesarios muchos fracasos para que la vida sea un éxito y quizá la ausencia de fracasos sea lo que constituye una vida fracasada.
Porque vida fracasada es no hace nunca nada para no exponerse al fracaso; si nunca haces nada, nunca fracasarás; pero si nunca fracasas, quizá sea porque nunca haces nada; y no hacer nada ¿no es una vida fracasada?
Muchos éxitos comenzaron con fracasos; prueba y error; muchos fracasos tuvieron como positivo el haber intentado el éxito y después de un fracaso, siempre queda tiempo para una victoria definitiva.
Siempre debemos atribuir a Dios la victoria y los éxitos; los fracasos se deberán a nuestras flaquezas y miserias.
1 Crónicas 29, 11-12
Veámoslo. Tu tenías un proyecto y calculabas que el plan alcanzaría un techo de cien puntos, digámoslo así; y te adheriste a esos cien puntos. Pero, al culminar la tarea, el proyecto alcanzó solo cuarenta puntos. Fue, pues, un resultado negativo; pero, en realidad, no fue negativo, sino solamente inferior a tus previsiones.
Entre frustrado y herido por el amor propio, tu corazón comienza ahora a resistir mentalmente, a rechazar cordialmente aquel resultado, inferior a lo esperado. Y es entonces cuando ese resultado negativo se convierte en fracaso.
¿Dónde estuvo el error? ¿En haber apuntado demasiado alto, ilusionándose con alcanzar los cien puntos? No, ciertamente, sino en haberte adherido a esos cien puntos. Entre tu persona y los cien puntos se estableció, pues, una vinculación apropiadora.
Forjaste en sueños una imagen dorada, te identificaste con ella casi en una especie de simbiosis, y ahora la construcción de tu mente se derrumba, haciéndose trizas. Desilusión quiere decir que una ilusión se deshace y se esfuma. Te hiciste una ilusión a la que te abrazaste con toda tu alma, y al deshacerse la ilusión se produjo en ti una especie de desgarramiento, el despertar amargo de quien estaba abrazado a una sombra.
¡Wake up! ¡Despierta!
Un fracaso no es una vida frustrada; quizá sean necesarios muchos fracasos para que la vida sea un éxito y quizá la ausencia de fracasos sea lo que constituye una vida fracasada.
Porque vida fracasada es no hace nunca nada para no exponerse al fracaso; si nunca haces nada, nunca fracasarás; pero si nunca fracasas, quizá sea porque nunca haces nada; y no hacer nada ¿no es una vida fracasada?
Muchos éxitos comenzaron con fracasos; prueba y error; muchos fracasos tuvieron como positivo el haber intentado el éxito y después de un fracaso, siempre queda tiempo para una victoria definitiva.
Siempre debemos atribuir a Dios la victoria y los éxitos; los fracasos se deberán a nuestras flaquezas y miserias.
A ti, Señor, la grandeza, el poder, el honor, la majestad y la gloria, porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra. Tuyo el reino y el que está por encima de todos. Riqueza y gloria vienen de ti. Todo lo gobiernas. En tus manos están la fuerza y el poder, en tus manos engrandecer y fortalecer a quien quieras.Fraternalmente,
†
Dominus Providebit
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Huellas de Ignacio Larrañaga, “Del sufrimiento a la paz”
Doy siempre gracias por mis fracasos Claudio cuando comprendí que Dios se vale de ellos para cubrirse de Gloria....siempre se sale fortalecido de ellos y mas abandonado a las Manos de Dios. Llevamos este Tesoro en vasos de barro!!!! y este barro se transforma en lo mas Grande , a prueba de bomba...para llevar este TESORO a fuerza de "fracasar"....todo un Misterio que la Gracia se empeña en ir iluminando en nuestro Caminar. Buen dia lleno de Alegria eh?....
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