Oh Jesús! te quedaste en el sagrario
Para acompañarnos noche y día, como noche y día estabas con tus apóstoles.
Para alimentarnos mejor que a los cinco mil hombres en el desierto, entrando por la comunión en nuestros almas y cuerpos.
Para bendecirnos en nuestras iglesias, plazas y calles, en magníficas procesiones, como cuando recorrías las ciudades de Galilea y Judea.
Para santificar y dar el parabién a los que se juntan por el enlace matrimonial o se consagran al culto divino por el sacerdocio, como lo hiciste en Caná y en el Cenáculo.
Para consolar a los enfermos, yendo a sus mismas casas y entrando en sus íntimas habitaciones, como lo hiciste con la suegra de Pedro y de tantos enfermos.
Para dar fuerza y ser compañero de viaje del moribundo en el último trecho del camino.
Dios te bendiga y te guarde, haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda lo que pidas, vuelva hacia ti su rostro y te dé la paz.
Fraternalmente,
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Saturnino Junquera «Visitas a Jesús Sacramentado»
Pastor de Israel, escucha,
ResponderBorrartú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraím, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.
¡Oh Dios!, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Señor Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?
Le diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las disputas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.
Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno y echó raíces
hasta llenar el país;
su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.
¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?
Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.
La han talado y le han prendido fuego:
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Señor Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
(Salmo 72)
Y me maravilla, y no logro comprender del todo, como ha querido quedarse, sabiendo que en muchos lugares se quedaría solo la mayor parte del tiempo.¡Que ciegos somos!
ResponderBorrarUn abrazo
Buenas tardes Claudio... cuando tenga un tiempito me gustaría dé una vueltita por http://magdacespedesmel.blogspot.com/2012/02/premio-liebster-para-rincon-de-la.html... Un gran abrazo
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