La bondad, ¿utopia siglo 21?
No basta no ser malo, es esencial además, no parecer malo, ya que si parezco malo aunque no lo sea, me hago mal a mi mismo y -seguramente- hago mal a los demás.
La bondad será siempre, antes que nada, interna, de corazón, de verdad, auténtica: uno debe ser bueno ante su conciencia y ante Dios. Esta bondad deber ser expresada, visible, manifiesta, a fin de que -y aunque parezca una utopía siglo 21- todos los demás se sientan animados a ser buenos y siendo todos buenos, hagamos al mundo mejor de lo que es.
Por el contrario, la bondad de corazón no aparecerá en rostros tristes, adustos, en actitudes de rechazo, en palabras violentas, en negaciones sin sentido; eso no es parecer bueno, porque no basta ser bueno, sino que es necesario también demostrarlo.
Parecer bueno y no serlo, es hipocresía; serlo y no parecerlo, es falsedad.
El Señor nos exige una perfección real y no aparente; no admite en nosotros ninguna falsedad, nos quiere auténticos hijos de Dios “Sean perfectos como es perfectos su Padre que está en los cielos”; san Pablo profundiza aún más esta exigencia “... y preséntate tu mismo como modelo de buenas obras...”.
Es estribillo de una bellísima canción que solemos cantar en los grupos de oración dice:
“Si me vieran tal cual soy se enterarían que es Jesús, lo que han visto reflejado en mí tan solo fue su Luz. Y es por tu Gracia y tu Perdón, que podemos ser llamados instrumento de tu Amor.”El camino a la santidad es ser otro Cristo, de tal manera que quien nos vea, vea a Cristo.
Fraternalmente,
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