Salvarse salvando... amor en estado puro

Paz y bien

Preocuparse por los demás, pensar en los demás, entregarse a los demás, en cristiano se llama apostolado; el apostolado no es una asignatura opcional para los cristianos ni un objeto de lujo del que en absoluto se pueda prescindir.

Aunque, según el Papa Juan Pablo II, ni siquiera sería preciso exponer la doctrina cristiana si nuestra vida fuera auténtica; ni sería necesario recurrir a las palabras si nuestras obras dieran testimonio.

No debemos olvidar que el hombre no se salva hasta que el mismo no se convierta en salvador de los demás... solamente se salvará salvando. Ante el múltiple trabajo que queda por hacer, conviene recordar un viejo proverbio oriental «Más vale encender un fósforo que maldecir en la oscuridad»; más que lamentarnos de que falta mucho por hacer, o de que otros hacen poco, hagamos algo nosotros, encendamos una luz para disipar las tinieblas.

El sálvese quien pueda no es cristiano. Indudablemente hay que salvarse en racimo, con los hermanos y por los hermanos; hay que salvarse salvando; salvando nos salvaremos.

Salvarse salvando... amor en estado puro... saber amar y saberse querido por Dios.

Cuando hayamos entendido hasta qué punto Dios nos quiere, entonces experimentaremos el no haber sabido corresponder y, en Dios, aprenderemos a amar.

Con el amor aprenderemos a conocer a los demás y comprenderemos que existe una razón para nuestra vida. Si elegimos siempre el amor a los demás, sean cuales sean las consecuencias de esta elección, habremos empeñado nuestra vida y seremos verdaderos revolucionarios en nuestro mundo de hoy. Porque no es la justicia, ni la violencia, ni el poder, quienes transforman el mundo, sino el amor.

Fraternalmente,



Dominus Providebit

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