3 de abril de 2012

El hombre interior

Paz y bien
Lc. 17, 21

A Dios se lo encuentra en la profundo del corazón. Quien se encuentra con Dios se conoce mucho mejor a si mismo, porque se descubre y experimenta amado por Dios. En ese encuentro reconoce que cosas pide Dios que destierre del corazón para que pueda habitarlo más plenamente la Trinidad Santa.

El hombre interior, aún en medio de luchas y padecimientos, gustará la felicidad porque se sabe propiedad de Dios. El hombre exterior, el que sigue sus propias inclinaciones y vive como propiedad del mundo, aún en medio de efímeros gozos, padece; experimenta lo pasajero del mundo y la atención al que dirán carcome su aparente paz y bienestar.

El hombre exterior no se conoce; no es testigo consciente de sus propios defectos y por eso se transforma en juez de las conductas ajenas. El hombre interior se conoce radicalmente incapaz y profundamente pecador; esa convicción es un escudo para librarlo de la constante tentación de juzgar al prójimo.

El hombre exterior ama el mundo, pero siempre queda con las manos vacías, porque el mundo es pasajero e inconstante. El hombre interior ama a Jesús, lo sigue en todo y todo lo posee en Jesús. Así, por Jesús, llega a amar al mundo y a darle su verdadero valor, porque lo aprecia desde la perspectiva del creador.

La presencia de Dios en el corazón del hombre es un regalo de Dios, es gracia. Esta gracia es el consuelo que Dios produce en quien ora. Es una gracia que anima y reconforta al creyente en su lucha por amar e imitar a Cristo, pero no pueden hacerse depender ese amor e imitación, ni tampoco la misma oración, a la presencia de la consolación.

Quien ora solamente como búsqueda de consolación no oraría por amor a Dios sino por amor al consuelo. El hombre interior ha de ser constante en la oración y en el amor a Jesús; y habrá de ser agradecido cuando Dios lo reconforte y aliente con la gracia del consuelo espiritual.

El camino de la unión a Dios consiste, en definitiva, en estar siempre disponible a la acción del Espíritu Santo en la propia vida; de hombres carnales, Él hará hombres espirituales; de hombres exteriores Él hará hombres interiores; de hombres mundanos, Él hará hombres de Dios; humildad, sumisión, mortificación, vida interior... son dones del mismo Espíritu Santo, que nos dispone a unirnos con Dios.

En ello consiste la verdadera sabiduría y libertad: ten por cierto que tu vida ha de ser una muerte continua y que cuanto más uno muere a si mismo, tanto más vivirá para Dios.

Fraternalmente,  




† 
Dominus Providebit

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Leído en la Imitación de Cristo, prólogos

2 comentarios:

  1. Siempre salgo de aqui reconfortada...Le pido que el sentirme de cualquier manera siempre me sepa Amada por El...El se encarga de sacarme de mi misma.....el abandono a su Misericordia es mi camino.

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