23 de abril de 2012

Llegar a la hora la muerte...


Paz y bien
Salmo 116, 15
Rom 8, 11

Muchos ponen toda su esperanza en morir bien; cómo es morir bien y cuál es el sentido que se le da esa frase... ¿morir sin dolor? ¿morir con una enfermedad corta? ¿morir rodeado de los tuyos?

Morir bien es, sobre todo, morir con la conciencia tranquila, sin angustias espirituales, que son mucho más torturantes que los dolores de cuerpo. Morir bien es paz con Dios y con los demás; es morir de tal forma, que todos sientan tu muerte y nadie tenga motivos para alegrarse por ella.

Quizá lo principal no es morir bien, sino vivir bien; porque debe ser muy triste llegar al fin de la vida, arrastrando tras de si una secuela de odios, de amarguras producidas a los que nos han rodeado, de injusticias con todos, de egoísmos, y cosas parecidas... en cambio, llegar a la hora de la muerte, con la conciencia de haber cumplido con nuestro deber durante la vida, con la seguridad de haber vivido bien, es lo que convierte el momento de la muerte en un pasar de la vida con minúsculas a la Vida con mayúsculas, de los brazos de los hombres a los brazos de Dios... y esto, nunca puede ser desagradable, ni doloroso.
«¡Que penosa es para el Señor la muerte de sus amigos!... Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de la muerte habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a los cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes» 
Fraternalmente,




Dominus Providebit

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