Enciende una luz
Nadie que ha encendido una lámpara la oculta con una vasija o la pone debajo de la cama, sino que la pone sobre un candelero para que los que entran vean la luz. Porque nada hay escondido que no acabe por saberse; ni secreto que no acabe por conocerse y hacerse público. Mirad, pues, cómo oís: porque al que tiene se le dará; y al que no tiene incluso lo que piensa tener se le quitará. (Lc 8,16-18) Esa luz ya fue sembrada en nuestro bautismo. Aquel día Dios nos otorgó la luz de la fe, fuimos hechos “hijos de la luz”. Fue el día más luminoso de nuestra vida. No tendría sentido que Alguien tan luminoso para el mundo como es el mismo Dios hecho Hombre quedase oculto, desconocido para las gentes. ¡Cuántos somos todavía los cristianos que brillamos poco con nuestra vida, con el ejemplo de nuestras buenas obras, con la palabra amistosa! Necesitamos pedir cada día a Dios que nos aumente la luz de la fe para que nuestro ejemplo arrastre y nuestra palabra mueva, sin que nos venza la tiniebl...