El Espíritu de la Verdad
En los inicios de la Iglesia, San Pablo fue a Atenas a llevar la palabra, recorriendo la ciudad miraba cada uno de los dioses que tenían los atenienses y les dijo mientras me paseaba mirando los monumentos sagrados que ustedes tienen, encontré entre otras cosas un altar con esta inscripción: 'Al dios desconocido'. Ahora, yo vengo a anunciarles eso que ustedes adoran sin conocer. El Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él no habita en templos hechos por manos de hombre, porque es el Señor del cielo y de la tierra.
Cuando estamos rodeados de ídolos que muchas veces se consideran como lo más real, pero que, por el propio ambiente de relativismo en el que vivimos, no tienen ninguna sustancia. Pueden ser el placer, el dinero, “mi verdad”, los sentimientos… ídolos que se esfuman con la misma velocidad con la que llegan. Vivimos en un mundo de grandes contradicciones entre el sentimentalismo y una cultura de muerte que no se detiene ante atentados contra la vida como son el aborto, la guerra o la eutanasia. Todo cohabita en los mismos grupos y a menudo en los mismos corazones. Y a menudo se asegura que no existe una verdad absoluta, porque la realidad es una construcción social… A la larga, a todo eso le falta vida, le falta aliento.
El Espíritu Santo actúa para el bien y la salvación. Su venida se realiza con mansedumbre y suavidad. Se percibe su presencia con esa suavidad y fragancia, y su yugo es muy ligero. Anuncian su llegada los rayos resplandecientes de luz y de ciencia. Viene con el sentir de un auténtico protector. Viene a salvar, sanar, enseñar, advertir, fortalecer, consolar e iluminar al que lo recibe y luego a todos los demás.
¡Qué el Dios de la paz, los planifique con todos los bienes espirituales y celestiales, por nuestro Señor Jesucristo y el amor del Espíritu. A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.!
Paz y bien
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Fuente: Libro de los Hecho de los Apóstoles. | Dejaron sus huellas: San Cirilo de Jerusalén y Carmen Aguinaco | Imagen: del blog
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