Paciencia y perdón
La paciencia es una virtud que consiste en soportar con fortaleza los contratiempos o las dificultades que se nos presentan sin lamentarse o quejarse. Es un rasgo de carácter que nos permite pasar por situaciones caóticas sin derrumbarnos, nos permite educar a nuestros hijos sin gritos y aceptar a los compañeros de trabajo sin deprimirnos, entre muchas otras cosas.
La paciencia como valor es sinónimo que indica lentitud y tardanza en la ejecución de algo, esto significa esperar detenidamente a que aquello que estas esperando se materialice. En consecuencia, el acto de ser paciente significa ser perseverante en relación a algo que no tiene una fecha para concretarse.
La persona que vive el valor de la paciencia, posee la sensibilidad para afrontar las contrariedades conservando la calma y el equilibrio interior, logrando comprender mejor la naturaleza de las circunstancias generando paz y armonía a su alrededor.
Hasta el ser más imperativo de la vida presenta un grado de paciencia en su manera de ser, aun cuando es sinónimo de lentitud, también es sinónimo de calma, serenidad y tolerancia. Es la capacidad de aprender a valorar y disfrutar las cosas, nada conseguido rápidamente ofrece una gratificación duradera, la paciencia da resultados muchos más duraderos, mucho más complacientes.
El perdón nos lleva a la reconciliación, a una renovación de la relación que se ha roto. A poder mirar de nuevo a los ojos de la otra persona y rehacerla en esa mirada. Cuando perdonamos le estamos dando la posibilidad de nacer de nuevo, de renovarla, de devolverle la originalidad perdida. Le estamos diciendo: “Esa torpeza, esa ofensa, no te identifica. Tú eres un don de Dios para mí y quiero renovarte con mi perdón”.
Paz y bien
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