Paciencia y perdón

Es lo que me sugiere el Evangelio de hoy "...Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda". (Evangelio según San Mateo 5,20-26.)

La paciencia es una virtud que consiste en soportar con fortaleza los contratiempos o las dificultades que se nos presentan sin lamentarse o quejarse. Es un rasgo de carácter que nos permite pasar por situaciones caóticas sin derrumbarnos, nos permite educar a nuestros hijos sin gritos y aceptar a los compañeros de trabajo sin deprimirnos, entre muchas otras cosas.

La paciencia como valor es sinónimo que indica lentitud y tardanza en la ejecución de algo, esto significa esperar detenidamente a que aquello que estas esperando se materialice. En consecuencia, el acto de ser paciente significa ser perseverante en relación a algo que no tiene una fecha para concretarse.

La persona que vive el valor de la paciencia, posee la sensibilidad para afrontar las contrariedades conservando la calma y el equilibrio interior, logrando comprender mejor la naturaleza de las circunstancias generando paz y armonía a su alrededor.

Hasta el ser más imperativo de la vida presenta un grado de paciencia en su manera de ser, aun cuando es sinónimo de lentitud, también es sinónimo de calma, serenidad y tolerancia. Es la capacidad de aprender a valorar y disfrutar las cosas, nada conseguido rápidamente ofrece una gratificación duradera, la paciencia da resultados muchos más duraderos, mucho más complacientes.

El perdón nos lleva a la reconciliación, a una renovación de la relación que se ha roto. A poder mirar de nuevo a los ojos de la otra persona y rehacerla en esa mirada. Cuando perdonamos le estamos dando la posibilidad de nacer de nuevo, de renovarla, de devolverle la originalidad perdida. Le estamos diciendo: “Esa torpeza, esa ofensa, no te identifica. Tú eres un don de Dios para mí y quiero renovarte con mi perdón”.

Paz y bien

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