Hablemos de paz


Evangelio de  San Juan 14,27-31

La paz ¿es un concepto abstracto? ¿Qué quiere decir, estar en paz con Dios, sino querer lo que él ordena y no desear lo que prohíbe? Para Jesús, la paz es mucho más que el fin de la hostilidad; es un don profundo y duradero que toca el núcleo mismo de nuestro ser. Su paz no es externa o temporal, dependiente de circunstancias cambiantes; es eterna e interna. Es una serenidad arraigada que brota de la unión con Dios.

La vida del hombre es un camino que puede llegar a distintos puertos, a distintos finales. Lo importante es que nuestro camino termine en Dios. Pero, durante este caminar debemos luchar contra algunos espejismos que se nos presentan agradables y atractivos, pero que nos conducen hacia la angustia y el miedo, que nos separan de nuestra meta. Estos espejismos son los del placer, los del culto al propio yo, los de la sensualidad o los de la pereza, que nos apartan del verdadero camino y de la verdadera fuente de la paz interior: el amor a Dios.

El amor a Dios, que es nuestro último fin, no sólo corrige el apego a estos espejismos, falsos o aparentes, sino que llena y satisface todas las inclinaciones humanas, llenando el corazón de paz y de alegría. La verdadera paz no es simplemente la ausencia de guerra, sino el triunfo de la sabiduría sobre el conflicto. 

Jesús quiere ayudarnos a entender que la fe es una profunda fuente de paz.

Paz y bien


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