Vivir la Santísima Trinidad
Paz y bien
Solemnidad de la Santísima Trinidad
El misterio de la Santísima Trinidad es el
gran misterio: un solo Dios en tres Personas, misterio grande pues se
refiere a la esencia misma de Dios, y grande también por lo imposible
de entender y de captar cabalmente, menos aún de explicar, pues es una
verdad que sobrepasa infinitamente las capacidades intelectuales del
ser humano.
Cuentan que mientras San Agustín se
encontraba en la playa preparándose para dar una enseñanza sobre el
misterio de la Santísima Trinidad, vio a un niño tratando de vaciar el
agua del mar en un hoyito que había hecho en la arena. Al preguntarle
San Agustín qué estaba haciendo, el niño le respondió que estaba
tratando de vaciar el mar en el hoyito, a lo que le contestó el Santo:
“Pero, ¡estás tratando de hacer una cosa imposible!” Y el Niño le
replicó: “No más imposible de lo que es para ti entender o explicar el
misterio de la Santísima Trinidad”. Y con estas palabras el Niño
desapareció.
Así es nuestro intelecto: tan limitado
como el hoyito para contener el agua del mar, sobre todo cuando trata
de explicarse verdades infinitas como el misterio Trinitario.
Sin embargo, lo importante de este
misterio central de nuestra fe no es explicarlo, sino vivirlo. Y aquí
en la tierra somos llamados a participar de la vida de Dios Trinitario
de una manera oscura, incompleta, pero en el Cielo podremos vivirlo a
plenitud, porque veremos a Dios tal cual es.
En efecto, nuestro fin último es la
unión para siempre con Dios en el Cielo. Pero desde aquí en la tierra
podemos comenzar a estar unidos a la Santísima Trinidad y a ser
habitados por ésta, pues Jesucristo nos ha dicho: “Si alguno me ama guardará mi Palabra y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn.14, 23).
Aunque las Tres Divinas Personas son
inseparables en su ser y en su obrar, al Padre se le atribuye la
Creación, al Hijo la Redención y al Espíritu Santo la Santificación.
Es así como el Espíritu Santo en su obra de santificación en cada uno
de nosotros, nos va haciendo cada vez más semejantes al Hijo, y el Hijo
nos va revelando al Padre y nos va llevando a El. “Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquéllos a quienes el Hijo se los quiera dar a conocer” (Mt. 11, 27).
¿Cómo podemos vivir este misterio desde ya aquí en la tierra? “Los
que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios ...
Y si somos hijos de Dios también somos herederos de Dios y coherederos
con Cristo” (Rm. 8, 14-17). La clave está en dejarnos guiar por
el Espíritu Santo; es decir, en ser perceptivos, dóciles y obedientes a
sus inspiraciones, que siempre nos llevan a buscar y cumplir la
Voluntad de Dios. El Espíritu Santo nos irá haciendo semejantes al
Hijo. El Hijo nos dará a conocer al Padre y así seremos herederos con
Cristo, y seremos “glorificados junto con Él. ”. (Rom 8, 17)
Así podremos vivir desde la tierra este
misterio de la unión de nosotros con Dios y de nosotros entre sí, tal
como el Hijo rogó al Padre antes de su Pasión y Muerte: “Que sean
uno como Tú y Yo somos uno. Así seré Yo en ellos y Tú en Mí, y
alcanzarán la perfección de esta unidad” (Jn. 17, 21-23).
Que al meditar la profundidad del Misterio Trinitario, podamos vivir lo que repetimos al comienzo de cada Misa: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos nosotros, y podamos también comenzar a vivir la unión de nosotros con la Santísima Trinidad y de nosotros entre sí.
El Padre es Dios por nosotros. El Hijo, Dios con nosotros. El Espíritu Santo
es Dios en nosotros.
Fraternalmente,
†
Dominus Providebit
Comentarios
Publicar un comentario
«Porque la boca habla de la abundancia del corazón.» (Mt. 12, 34) Por lo tanto, se prudente en el uso de ellas y recuerda que en este blog no se aceptan los comentarios anónimos.