Setenta y dos
Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,
«...de dos en dos, delante de Él, a todas las ciudades y lugares donde Él debía ir» (Lc. 10, 1)
La liturgia nos propone reflexionar el pasaje del Evangelio referido al envío de los setenta y dos discípulos, y es muy especial porque ayer finalizamos la semana de oración por la unidad de las Iglesias Cristianas. El verdadero sentido de misión es envío. El Padre es el que envía al mundo a sus mensajeros, para reunir en un solo pueblo a los que hayan creído en su amor y en sus promesas.
Cuando la Iglesia está presente desde bastante tiempo en algún lugar, fácilmente creemos que todos han tenido la oportunidad de recibir el Evangelio. Es una ilusión. Aún en los mejores casos, muchas familias, especialmente las más pobres, han esperado durante años la visita de algún misionero.
Decíamos ayer en un comentario a nuestro post anterior «Me encantaría que la iglesia se mueva, sería muy feliz al ver que nos abrimos al mundo siendo sensibles a nuestra generación, pero si nadie se mueve lo haré yo. ¿Qué hay que hacer? De ser necesario, estoy dispuesto a revolcarme en el lodo con los cerdos, pues no he dudado ni un momento de mi identidad en Cristo. No le temo a la oscuridad, yo soy la luz, no temo a corromperme, yo soy la sal.
Me cansé de estar sentado esperando mejores tiempos, nada sucede hasta que alguien no comienza a moverse. Si lo que se necesita es un loco que pinche la burbuja aquí estoy yo y tengo la aguja en la mano.»
Es parte de la reflexión de un pastor evangélico sobre la actitud yo Iglesia. Eso es querer misionar, tomar el arado como pide Jesús y darle para adelante. Muchos de los que reciben a los misioneros no van a perseverar, no van a integrar una comunidad cristiana, pero no por eso se ha perdido el esfuerzo de los misioneros; pues las personas, aunque tengan mil problemas, recordarán ese paso de la gracia del Señor y les ayudará a mantener algo de fe en su vida diaria.
Y lo afirma el padre Raniero Cantalamessa: «La invitación de Jesús «¡Id!» se dirige en primer lugar a los apóstoles, y hoy a sus sucesores: el Papa, los obispos, los sacerdotes. Pero no sólo a ellos. Éstos deben ser las guías, los animadores de los demás, en la misión común.
La Iglesia del post-Concilio ha asistido a un florecimiento de esta conciencia. Los laicos de los movimientos eclesiales son los sucesores de esos 72 discípulos... La vigilia de Pentecostés brindó una imagen de las dimensiones de este fenómeno con esos cientos de miles de jóvenes llegados a la Plaza de San Pedro para celebrar con el Papa las Vísperas de la Solemnidad. Lo que más impresionaba era el gozo y el entusiasmo de los presentes. Claramente para esos jóvenes vivir y anunciar el Evangelio no era un peso aceptado sólo por deber, sino una alegría, un privilegio, algo que hace la vida más bella de vivir. »
La misión sirve tanto para formar a los misioneros como para despertar a los que son visitados. La Iglesia no anuncia el Evangelio para aumentar su poder o el número de sus miembros. Si actuara así, traicionaría la primera el Evangelio. Lo hace porque quiere compartir el don recibido, porque ha recibido de Cristo el mandato: «Den gratuitamente, puesto que recibieron gratuitamente».
Fraternalmente,
Cuando la Iglesia está presente desde bastante tiempo en algún lugar, fácilmente creemos que todos han tenido la oportunidad de recibir el Evangelio. Es una ilusión. Aún en los mejores casos, muchas familias, especialmente las más pobres, han esperado durante años la visita de algún misionero.
Decíamos ayer en un comentario a nuestro post anterior «Me encantaría que la iglesia se mueva, sería muy feliz al ver que nos abrimos al mundo siendo sensibles a nuestra generación, pero si nadie se mueve lo haré yo. ¿Qué hay que hacer? De ser necesario, estoy dispuesto a revolcarme en el lodo con los cerdos, pues no he dudado ni un momento de mi identidad en Cristo. No le temo a la oscuridad, yo soy la luz, no temo a corromperme, yo soy la sal.
Me cansé de estar sentado esperando mejores tiempos, nada sucede hasta que alguien no comienza a moverse. Si lo que se necesita es un loco que pinche la burbuja aquí estoy yo y tengo la aguja en la mano.»
Es parte de la reflexión de un pastor evangélico sobre la actitud yo Iglesia. Eso es querer misionar, tomar el arado como pide Jesús y darle para adelante. Muchos de los que reciben a los misioneros no van a perseverar, no van a integrar una comunidad cristiana, pero no por eso se ha perdido el esfuerzo de los misioneros; pues las personas, aunque tengan mil problemas, recordarán ese paso de la gracia del Señor y les ayudará a mantener algo de fe en su vida diaria.
Y lo afirma el padre Raniero Cantalamessa: «La invitación de Jesús «¡Id!» se dirige en primer lugar a los apóstoles, y hoy a sus sucesores: el Papa, los obispos, los sacerdotes. Pero no sólo a ellos. Éstos deben ser las guías, los animadores de los demás, en la misión común.
La Iglesia del post-Concilio ha asistido a un florecimiento de esta conciencia. Los laicos de los movimientos eclesiales son los sucesores de esos 72 discípulos... La vigilia de Pentecostés brindó una imagen de las dimensiones de este fenómeno con esos cientos de miles de jóvenes llegados a la Plaza de San Pedro para celebrar con el Papa las Vísperas de la Solemnidad. Lo que más impresionaba era el gozo y el entusiasmo de los presentes. Claramente para esos jóvenes vivir y anunciar el Evangelio no era un peso aceptado sólo por deber, sino una alegría, un privilegio, algo que hace la vida más bella de vivir. »
La misión sirve tanto para formar a los misioneros como para despertar a los que son visitados. La Iglesia no anuncia el Evangelio para aumentar su poder o el número de sus miembros. Si actuara así, traicionaría la primera el Evangelio. Lo hace porque quiere compartir el don recibido, porque ha recibido de Cristo el mandato: «Den gratuitamente, puesto que recibieron gratuitamente».
Fraternalmente,
Gracias por tu reflexión mil gracias que Dios te bendiga siempre muy unidos en oración y un abrazo fuerte
ResponderBorrarNuestros rezos no deben pasar nunca sin que hagamos una oración por la Iglesia y por los sacerdotes de todo el mundo. Necesitan de nuestras oraciones.
ResponderBorrarYo siempre que entro de nuevas en un blog pido para que recen por mi sobrino Nacho, sacerdote.
Gracias por el texto
Hola Claudio me resulta muy interesante, animadora la propuesta de dejar a un lado las quejas en contra de la Iglesia y en su lugar comprometernos con ella y llegar a donde la Institución no llega porque somos iglesia.
ResponderBorrarUn abrazote.
Yo intento acercar a la gente que me rodea a Jesús, pero me parece que no lo debo de estar haciendo muy bién, por que los que son ateos, lo siguen siendo, pero yo lo sigo intentando. Un beso ¡¡¡¡
ResponderBorrarLourdes, Alicia, Kara, Capuchino... ¡Gloria a Dios!
ResponderBorrarEl Señor bendice la intensiones Capuchino y ha escuchado la tuya, Nacho es un peregrino del Señor y su diestra victoriosa lo sostendrá. Mis oraciones para el.
Un abrazo fraterno a todas.
QUERIDO HNO ,MIENTRAS LEIA EL RELATO,PASABAN POR MI MENTE RECUERDOS VIVIDOS ALLI EN NUESTRA QUERIDA VILLA DEL CARMEN,GENTE EN LOS FONDOS QUE DECIR POBRES,ES MUCHO,NADA,PERO CUANDO RECORRIAMOS ESOS LUGARES CON NUESTRA PEQUEÑA IMAGEN DE LA VIRGEN MARIA,SE ACERCABAN A ELLA Y LA MIRABAN CON AMOR,ALGUNOS NI SIQUIERA SABIAN HACER LA SEÑAL DEL CRISTIANO,YO ME ACERCABA Y LES DECIA AL OIDO PIDANLE LO QUE NECESITAN, Y ALGUNOS SE LARGABAN A LLORAR,PERO A CUATRO AÑOS DE ESTAR POR ALLI,ALGUNOS DE ELLOS YA TIENEN TODOS LOS SACRAMENTOS Y SUS HIJOS TAMBIEN.CUANTA ALEGRIA ES PARA NOSOTROS,CUANTA MAS SERA PARA DIOS.EL SOLO NECESITA QUE NOS MOSTREMOS DISPUESTOS A SER SUS INSTRUMENTOS DE AMOR ,DE PAZ DE SU LUZ.PODRIA ESTAR DOS DIAS CONTANDOTE VIVENCIAS ,UN ABRAZO AMIGO,ESTOY UN POCO AUSENTE ,MUCHO TRABAJO,MUCHA LA MIES,POCOS LOS OBREROS,NENDICIONES.
ResponderBorrar¡Angelina! Que lindo que pases por acá! Y si, la mano el arado, firme, mirando adelante, trabajando para su Reino.
ResponderBorrarComparto tu gozo, porque no hay felicidad más grande que misionar o predicar en retiros y ver los frutos crecer con el paso del tiempo.
Un beso grande amiga!