Espíritu Santo, clave del Ecumenismo

Segundo día del Octavario 2011

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

Ayer comenzamos la semana de oración para la unidad de los cristianos de todo el mundo y trajimos reflexiones de nuestro Santo Padre sobre la marcha de la Santa Iglesia Católica.

Se lee en el Consejo Pontificio «Hace dos mil años, los primeros discípulos de Cristo reunidos en Jerusalén tuvieron la experiencia de la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés y han estado reunidos en la unidad que constituye el cuerpo del Cristo. Los cristianos de siempre y de todo lugar ven en este acontecimiento el origen de su comunidad de fieles, llamados a proclamar juntos a Jesucristo como Señor y Salvador. Aunque esta Iglesia primitiva de Jerusalén ha conocido dificultades, tanto exteriormente como en su seno, sus miembros han perseverado en la fidelidad y en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones.»

El día segundo -en los distintos programas litúrgicos organizados- recuerda que la primera comunidad reunida en Pentecostés se componía de orígenes muy distintos, y que, de la misma manera, se encuentran hoy en la Iglesia de Jerusalén una gran diversidad de tradiciones cristianas.

Es una verdad muy grata en el Señor de la Vida que, cuando nos encontramos con hermanos que viven realmente en el Santo Espíritu, sean de la Iglesia que sean, pero que han tenido la experiencia de Pentecostés, sentimos esa unión que sólo puede proceder del Espíritu de unión. Así como la paz y la alegría se da en este mundo -pero no es como la que nos da el Señor- lo mismo pasa con esta unión que es un don perfecto que, como tal procede de Dios y no de nosotros.

Por el Espíritu hemos tenido un encuentro personal con Cristo y lo hemos hecho Señor de nuestras vidas. Es que del paráclito nos viene un conocimiento vivo y verdadero de Cristo y del Padre; de Él nos debe venir también un conocimiento nuevo y verdadero de la Iglesia única de Cristo y de lo que significa la unidad en el amor y la verdad. Esto se hace aún mas sensible, cuando el encuentro con hermanos se realiza en una misma Iglesia.

Pero nos sorprenderíamos de cuántas cosas podríamos compartir con los hermanos de otras Iglesias que han pasado por la misma experiencia, en mi ciudad en preparación a la Natividad del Señor se realiza una cantata ecuménica, donde participan ministerios de música católicos, evangélicos pentecostales, adventistas, bautistas. Nos parece que siempre nos hubiéramos conocido. Todos llevamos el mismo Espíritu que nos hace uno. Podemos ser uno en el amor y precisamente, como lo hemos anunciado en la verdad del amor.

Es en ese amor en el que podemos encontrarnos ya todos los cristianos, si queremos seguir llamándonos cristianos. Solo debemos respetar la diversidad de la verdad en aquellos puntos que no nos son comunes. Este amor nos hace sentir entre hermanos y no entre desconocidos o sospechosos que es el espíritu del error, de todo error, que nos ha dividido. Entonces es importante que reine en el corazón de todos los cristianos el Espíritu Santo que nos hace uno.

¿No es acaso éste un fruto que ya deberíamos estar viviendo? ¿No es este el principal fruto del Espíritu? ¿No consiste en esto la Nueva Alianza? ¿No vamos a ser juzgados todos los hombres por la verdad de nuestro amor? Y si compartimos el primer fruto del Espíritu, podemos compartir también la paz y el gozo, como la bondad y la mansedumbre, la generosidad, para llegar todos a la fidelidad a Dios y el dominio de si.

Aquella fe primitiva que tenían los apóstoles durante la vida del Maestro era aún del todo insuficiente; sabemos que la razón de ello es la que apunta San Juan «...aún no había Espíritu Santo». Sin Espíritu las diferencias doctrinales entre las Iglesias son insalvables. Pero así como el bautismo en Espíritu Santo y fuego que toda la Iglesia naciente experimentó el día de Pentecostés les avivó y acrecentó la fe y la unidad, hoy, el mismo bautismo del paráclito puede obrar la maravilla de fortalecernos a todos en la misma fe y aceptar una Iglesia Única, Santa, Universal, Apostólica, Profética y Pentecostal.

Hemos olvidado por mucho tiempo estas dos últimas notas de la única Iglesias de Cristo entretenidos como estábamos en nuestras diferencias; pero hoy, como siempre si la única Iglesia de Cristo no es pentecostal ni profética no es la verdadera Iglesia de Cristo. Le estaríamos arrancando a la Ella su origen (Hch 1 y 2) y su cimiento profético (Ef 2, 20).

Es más, el Espíritu Santo es quien lleva a esta única Iglesia a la verdad completa de sus notas esenciales.

Fraternalmente,



Comentarios

  1. Hola Claudio, lo más hermoso de la obra del Espíritu Santo es que disipa los errores, especialmente las herejías, derrumbándose la soberbia, facilitando con ello por completo la vuelta a casa y la conversión del que se quedó en ella pero estaba muy lejos del Padre al estarlo respecto a su hermano.Un abrazo.

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  2. Benedicto XVI dijo el año pasado en Pentencostés, unas palabras que me interpelaron : "Este es el efecto de la obra de Dios: la unidad; por eso, la unidad es el signo de reconocimiento, la ‘tarjeta de visita’ de la Iglesia a lo largo de su historia universal."
    Un abrazo

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  3. gracias pida al señor que su espíritu nos guie siempre y dejemos actuar al espíritu con ÉL damos pasos seguros muy unidos en oración y un abrazo

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  4. Donde hay un cristiano, hay siempre una casa abierta a cualquiera, sin preguntas ni juicios. Y yo cuando viajo, y veo la Iglesia del lugar, ya me siento tranquila, como en "casa". Un beso ¡¡

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  5. El Espíritu Santo es el gran mediador siempre entre el Padre y nosotros, es el que nos prepara para para ir directamente hacia Él. Sin su ayuda quedaría muy, muy lejos esa unidad entre Cristo y su Esposa.

    Un abrazo

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  6. Juan 17:21 Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti,
    que también ellos estén en nosotros,
    para que el mundo crea que tú me enviaste.
    Amén

    Un abrazo

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  7. La síntesis de todos los aportes tan valiosos que hizo cada uno de ustedes es esta frase que está en el post: «Sin Espíritu las diferencias doctrinales entre las Iglesias son insalvables.»
    ¡Que no se apague el fuego santo!
    Gloria a Dios!
    Un fuerte abrazo a todos!

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  8. No se apaga Claudio, jamás.
    Es tiempo de uirnos todos los cristianos.
    Gracias.

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  9. Maria...¡Gloria a Dios!

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