4 de noviembre de 2010

Sin temor a ser criticados

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!
«Yo les declaro que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse. Les declaro que de la misma manera hay gozo entre los ángeles de Dios por un solo pecador que cambie su corazón y su vida»
En uno de sus sermones, Isaac de la Estrella, monje cisterciense dice: Cuando llegó el tiempo de la misericordia (Sal 101,14), el Buen Pastor descendió de junto al Padre..., tal como había prometido desde toda la eternidad. Vino a buscar a la única oveja que se había perdido. Para ella fue prometido desde siempre; para ella fue enviado en el tiempo; para ella nació y se nos dio, predestinado eternamente para ella. Es única, sacada tanto de los judíos como de las otras naciones..., presente en todos los pueblos...; es única en su misterio, múltiple en las personas, múltiple por la carne según la naturaleza, única por el Espíritu según la gracia –es decir, una sola oveja y una innumerable multitud...

Ahora bien, las que este pastor reconoce como suyas «nadie puede arrancarlas de sus manos» (Jn 10,28). Porque nadie puede forzar al verdadero poder, engañar a la sabiduría, destruir la caridad. Por eso habla con toda seguridad diciendo...: «Padre, de los que me has dado no se ha perdido ninguno» (Jn 18,9)...

Fue enviado como verdad para los engañados, como camino para los extraviados, como vida para los que estaban muertos, como sabiduría para los insensatos, como remedio para los enfermos, como rescate para los cautivos, como alimento para los que morían de hambre. Siendo para todos ellos, se puede decir que fue enviado «a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mt 15, 24) para que no se pierdan nunca jamás. Fue enviado como un alma a un cuerpo inerte para que, a su llegada, los miembros se calentaran de nuevo y vivieran una vida nueva, sobrenatural y divina: es la primera resurrección (Ap 20, 5). Por eso él mismo puede declarar: «Sepan que viene la hora, y ya estamos en ella, en la que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios y los que la escuchen tendrán vida» (Jn 5, 25). Y puede, pues, decir a sus ovejas: «Escucharán mi voz y me seguirán» (Jn 10, 4-5).

De esto hablamos en nuestra entrada anterior; del deseo que quienes viven lejos de Dios, miren el camino que El les muestra y lo transiten. La palabra de hoy es la puerta abierta a la reflexión sobre nuestra actividad apostólica, pastoral; una invitación a mirar nuestro trabajo para el Señor; sobretodo hoy, que en las grandes ciudades la Iglesia parece se quedó con una sola oveja solamente. Este evangelio, es un llamado a la autocrítica; salir del círculo simpático de los creyentes sin problemas, mirar más allá de nuestras ceremonias renovadas y estar dispuestos a que nos critiquen como a Jesús. Ir más allá del desierto.

Fraternalmente,

Claudio

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