14 de noviembre de 2010

Suplicar obstinadamente

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mi!« (Lc. 18, 38)

Una rica reflexión de San José María Escrivá de Balaguer nos enseña que Jesús percibe instantáneamente la llamada de nuestra alma, pero espera. Quiere que estemos del todo convencidos de la absoluta necesidad que tenemos de él. Quiere que le supliquemos, obstinadamente, como este ciego del borde del camino.

Leyendo a María Valtorta en las revelaciones del Señor, encontré un texto que les comparto, en el que Jesús da testimonio de su misión y enseña a sus discípulos el amor de Dios; transportado en el tiempo, el Carpintero de Nazareth, nos enseña el valor del testimonio, la importancia de la súplica a Dios y el amor al prójimo.

Dice el Señor
Mis obras principales que mejor dan testimonio de mi naturaleza y de mi misión, las que mi Padre mira con alegría, son las curaciones del corazón, bien que se trate de extirpar un vicio o más vicios capitales, sea que se trate de aflicciones que atormentan con el pensamiento de que uno está castigado y abandonado de Dios.

Al alma que ha perdido la certeza de la ayuda de Dios, ¿que le pasa? Es un pedazo de hierba seca que se arrastra en el polvo y que no puede asirse más a la idea que era su fuerza y su alegría. Vivir sin esperanza es un horror. La vida es bella en sus asperezas, porque recibe este rayo del Sol divino. Tiene como fin este Sol. ¿Es el día humano tétrico, bañado en lágrimas, señalado con sangre? Si. Pero después vendrá el Sol. No habrá más dolor, ni más separaciones, ni más asperezas, ni odios, ni miserias o soledad dentro de la niebla que oprime, sino luz y canto, serenidad y paz, Dios, el Sol eterno.

Ved que triste aparece la tierra cuando hay eclipse. Si el hombre tuviese que decirse a si mismo: «Ha muerto el sol» ¿no le parecerá vivir para siempre dentro de un calabozo subterráneo y estar allí sepultado y muerto antes de morir? Pero el hombre sabe que más allá de este astro que esconde el sol y produce tinieblas en el mundo, existe siempre el alegro sol de Dios.

Semejante es el pensamiento de la unión con Dios durante la vida. ¿Los hombres hieren, roban, calumnian? Pero Dios cura, devuelve, justifica. Y con creces. Los hombres dicen: «¿Dios te ha arrojado?» Pero el alma tranquila debe pensar «Dios es justo y es bueno. Ve las causas y es benigno. Lo es infinitamente. Por esto nome rechazara si inclino mi cara llena de lágrimas sobre su seno y le digo 'Padre, Tu, solo me quedas. Tu hijo está afligido y desolado. Dame tu paz...'».

Ahora Yo, el Enviado de Dios recojo a los que el hombre ha perturbado o que Satanás ha transformado y lo salvo. Esta es mi obra. Esta es verdaderamente mi obra. El milagro en el cuerpo es muestra del poder divino. La redención de los espíritus es obra de Jesucristo, el Salvador y Redentor.

Pienso y no me equivoco, que los que han encontrado en Mi su rehabilitación ante los ojos de Dios y propios, serán mis discípulos fieles, serán los que con mayor fuerza podrán arrastrar a las turbas hacia Dios diciendo «¿Vosotros pecadores? Yo también. ¿Vosotros desalentados? Yo también. ¿Vosotros desesperados? Yo también. Lo estáis viendo ¿no es así? El Mesías tuvo piedad de mi miseria espiritual, me ha hecho sacerdote suyo, porque El es la Misericordia y quiere que el mundo se persuada de ello. Y nadie más apto para persuadir que el que en si mismo la ha experimentado.»
Fraternalmente,

Claudio


María Valtorta, tomo III, pág. 8 - "Lecciones a los discípulos en el camino a Arimatea"

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