Las bienaventuranzas, hoy - Ultima parte
Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!
Bienaventurados los que son perseguidos por practicar la justicia
«Porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos» El hambre y sed de justicia, amar y trabajar por los demás, no pasa desapercibido. ¿Qué le pasó a Jesús? Fue asesinado en la cruz por predicar la verdad, el amor y la justicia. Bienaventurado sea, entonces, todo hermano que tenga hambre y sed, cuando sea insultado y perseguido por luchar por la justicia.
Pero, ¿cómo vamos a aprender esto en el Catecismo y enseñar en las escuelas: Felices cuando los persigan, cuando los insulten, si nosotros pensamos: Felices cuando nos acaricien, nos adulen, cuando la gente nos quiere y no nos echa en la cara los defectos? Pero está hablando el Hijo de Dios, no un maestro cualquiera: Y cuando os calumnien en toda forma a causa de mí. Entonces, si nos insultan, persiguen y ponen presos, no por las macanas que hacemos sino por el Señor, ¿alguno se pondría contento? Diríamos: me entristezco. ¿Qué dice Jesús? Alegraos y regocijaos porque tendréis una gran recompensa en el cielo. La gran recompensa cuando uno sabe sufrir.
Mucha gente después de hacer el seminario de vida, y haber recibido al Espíritu, está contenta y me dice: Padre, me tocó el Señor y caí en descanso, ¡qué hermoso! Estuve tocando el cielo; vi luces y flores. Pasa el seminario de vida y termina la luna de miel con Dios. Empieza la vida normal. Otra vez en casa con los problemas de todos los días: mi marido que fuma, mi hijo que ve televisión, me pisan el pié en el colectivo, me aplastan, me chocan el coche, etc. Y los celos y la envidia de la comunidad: hay un hermano al que todos acarician y a mi nadie me lleva el apunte, etc. Entonces, yo les enseñaba que uno de los medios más grande de crecimiento es la cruz, hay que seguir a Cristo, con la cruz.
Bienaventurados los que trabajan por la paz
«Porque serán llamados hijos de Dios» Este es un tema precioso. Todos estamos como obsesionados por la paz. La oración de Su Santidad, la nuestra, la de tanta gente que viene rezando por la paz, comienza a dar sus frutos. No hablemos solamente de la guerra afuera; la guerra comienza en nuestro corazón. El enemigo número uno de la misericordia y la ternura es nuestra agresividad.
La samaritana estaba mal interiormente. Había perdido la vida con un montón de hombres sin que nadie la quisiese. Estaba herida, por eso discutió: Nosotros los samaritanos no hablamos con los judíos, yo tengo el cántaro y vos no tenéis nada. Estaba agresiva hasta que la comprensión y el amor de Jesús aparecen. Ahí se afloja, se ablanda, comienza a ser cada vez más cariñosa con él y al recibir el amor y el perdón se convierte en una misionera del Señor. Entonces, salió corriendo. Ya no le importaba la vida que pasó, los sufrimientos y pecados del pasado; Jesús le brindó amor y va a predicar; es misericordiosa porque Dios ejerció misericordia con ella.
Hay que quitar toda agresividad, inclusive la que tenemos contra nosotros mismos. Nos juzgamos. Pero, si tu corazón te recrimina, si tu conciencia te recrimina, Dios es más fuerte que tu conciencia, está por encima de la recriminación. El nos perdonará. El nos amará. Estemos seguros, vayamos sembrando ternura, no tengamos cobardía. Entonces, miremos a Jesús y aprendamos a amar.
Fraternalmente,
Claudio
Prédica del Padre José Nicolás Romero
«Porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos» El hambre y sed de justicia, amar y trabajar por los demás, no pasa desapercibido. ¿Qué le pasó a Jesús? Fue asesinado en la cruz por predicar la verdad, el amor y la justicia. Bienaventurado sea, entonces, todo hermano que tenga hambre y sed, cuando sea insultado y perseguido por luchar por la justicia.
Pero, ¿cómo vamos a aprender esto en el Catecismo y enseñar en las escuelas: Felices cuando los persigan, cuando los insulten, si nosotros pensamos: Felices cuando nos acaricien, nos adulen, cuando la gente nos quiere y no nos echa en la cara los defectos? Pero está hablando el Hijo de Dios, no un maestro cualquiera: Y cuando os calumnien en toda forma a causa de mí. Entonces, si nos insultan, persiguen y ponen presos, no por las macanas que hacemos sino por el Señor, ¿alguno se pondría contento? Diríamos: me entristezco. ¿Qué dice Jesús? Alegraos y regocijaos porque tendréis una gran recompensa en el cielo. La gran recompensa cuando uno sabe sufrir.
Mucha gente después de hacer el seminario de vida, y haber recibido al Espíritu, está contenta y me dice: Padre, me tocó el Señor y caí en descanso, ¡qué hermoso! Estuve tocando el cielo; vi luces y flores. Pasa el seminario de vida y termina la luna de miel con Dios. Empieza la vida normal. Otra vez en casa con los problemas de todos los días: mi marido que fuma, mi hijo que ve televisión, me pisan el pié en el colectivo, me aplastan, me chocan el coche, etc. Y los celos y la envidia de la comunidad: hay un hermano al que todos acarician y a mi nadie me lleva el apunte, etc. Entonces, yo les enseñaba que uno de los medios más grande de crecimiento es la cruz, hay que seguir a Cristo, con la cruz.
Bienaventurados los que trabajan por la paz
«Porque serán llamados hijos de Dios» Este es un tema precioso. Todos estamos como obsesionados por la paz. La oración de Su Santidad, la nuestra, la de tanta gente que viene rezando por la paz, comienza a dar sus frutos. No hablemos solamente de la guerra afuera; la guerra comienza en nuestro corazón. El enemigo número uno de la misericordia y la ternura es nuestra agresividad.
La samaritana estaba mal interiormente. Había perdido la vida con un montón de hombres sin que nadie la quisiese. Estaba herida, por eso discutió: Nosotros los samaritanos no hablamos con los judíos, yo tengo el cántaro y vos no tenéis nada. Estaba agresiva hasta que la comprensión y el amor de Jesús aparecen. Ahí se afloja, se ablanda, comienza a ser cada vez más cariñosa con él y al recibir el amor y el perdón se convierte en una misionera del Señor. Entonces, salió corriendo. Ya no le importaba la vida que pasó, los sufrimientos y pecados del pasado; Jesús le brindó amor y va a predicar; es misericordiosa porque Dios ejerció misericordia con ella.
Hay que quitar toda agresividad, inclusive la que tenemos contra nosotros mismos. Nos juzgamos. Pero, si tu corazón te recrimina, si tu conciencia te recrimina, Dios es más fuerte que tu conciencia, está por encima de la recriminación. El nos perdonará. El nos amará. Estemos seguros, vayamos sembrando ternura, no tengamos cobardía. Entonces, miremos a Jesús y aprendamos a amar.
Fraternalmente,
Claudio
Prédica del Padre José Nicolás Romero
Gracias que el Señor te bendiga siempre unidos en oración y un abrazo en Cristo Jesús ora también por mi
ResponderBorrarGracias Lourdes. LO haré. EL Señor bendice las intensiones del corazón.
ResponderBorrarFraternalmente.