Peregrinos
Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!
Como ‘Peregrinos de Dios’ que somos, dejemos que Jesús nos atraiga desde la cruz, donde podemos poner nuestras penas y nuestras alegrías, nuestro cansancio y nuestras esperanzas en su corazón abierto.
En la cruz somos purificados por el amor.
Jesús nos espera con su corazón abierto, con ese corazón donde reside la plenitud del amor indestructible y persistente de Dios; ese amor siempre nuevo que dura. El amor de Jesús crucificado es un amor que nuestras ofensas no pueden destruir, un amor que continúa persistente esperándonos siempre, para curarnos del mal con el bálsamo de su perdón, para fortalecernos, para iluminarnos con la certeza de su amor manso, fuerte, comprensivo... porque es el amor del Padre. El Padre Bueno del Hijo pródigo sufre con el distanciamiento de sus hijos; sabe que sus hijos sin su amor viven acosados de intemperie y de muerte. El Padre respeta el tiempo de sus hijos, pero los espera ansioso de abrazarlos y hacerles una fiesta por el regreso, una fiesta jubilosa en la casa del amor.
Aceptemos a Jesús allí donde está, con los brazos y el corazón abierto, manando el agua y la sangre del amor manso y fuerte; indestructible y persistente. Dejemos que se cumpla aquello que él profetiza con cariño hablando de la cruz, a la que sube por amor a cada uno de nosotros: «Cuando sea levantado en alto atraeré a todos hacia Mí».
Como ‘Peregrinos de Dios’ que somos, dejemos que Jesús nos atraiga desde la cruz, donde podemos poner nuestras penas y nuestras alegrías, nuestro cansancio y nuestras esperanzas en su corazón abierto.
En la cruz somos purificados por el amor.
Jesús nos espera con su corazón abierto, con ese corazón donde reside la plenitud del amor indestructible y persistente de Dios; ese amor siempre nuevo que dura. El amor de Jesús crucificado es un amor que nuestras ofensas no pueden destruir, un amor que continúa persistente esperándonos siempre, para curarnos del mal con el bálsamo de su perdón, para fortalecernos, para iluminarnos con la certeza de su amor manso, fuerte, comprensivo... porque es el amor del Padre. El Padre Bueno del Hijo pródigo sufre con el distanciamiento de sus hijos; sabe que sus hijos sin su amor viven acosados de intemperie y de muerte. El Padre respeta el tiempo de sus hijos, pero los espera ansioso de abrazarlos y hacerles una fiesta por el regreso, una fiesta jubilosa en la casa del amor.
Aceptemos a Jesús allí donde está, con los brazos y el corazón abierto, manando el agua y la sangre del amor manso y fuerte; indestructible y persistente. Dejemos que se cumpla aquello que él profetiza con cariño hablando de la cruz, a la que sube por amor a cada uno de nosotros: «Cuando sea levantado en alto atraeré a todos hacia Mí».
Fraternalmente,
Claudio
Esa atraccción, hace que uno quede enganchado para siempre.
ResponderBorrarMe ha encantado el video
Un abrazo
Gracias que el Señor te bendiga y te guarde mil gracias hermoso videounidos en oración y un abrazo fuerte en Cristo Jesús
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