9 de noviembre de 2010

Dedicación a la Basilica de Letrán

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Basílica de San Juan de Letrán, Fiesta - Evangelio de San Juan 2, 13-22

Reflexión del Beato John Henry Newman (1801-1890), presbítero.

¿Una catedral es fruto de un deseo pasajero o alguna cosa que se pueda realizar por propia voluntad?... Ciertamente, las iglesias que hemos heredado no son fruto de un simple asunto de capital, ni una pura creación de un genio; sino que son fruto de martirios, de grandezas y sufrimientos. Sus fundamentos son muy profundos; descansan sobre la predicación de los apóstoles, sobre la confesión de fe de los santos y sobre las primeras conquistas ganadas por el Evangelio en nuestro país. Todo lo que hay de noble en su arquitectura, que cautiva los ojos y llega al corazón, no es un puro efecto de la imaginación de los hombres, sino que es un don de Dios, es una obra espiritual.

La cruz está siempre plantada en el riesgo y en el sufrimiento, y regada con lágrimas y sangre. Ella no arraiga ni da fruto si su predicación no va acompañada de renuncia. Los que detentan el poder pueden decretar, favorecer la religión, pero no pueden plantarla, sólo pueden imponerla. Tan sólo la Iglesia puede plantar la Iglesia. Nadie que no sean los santos, hombres mortificados, predicadores de la rectitud, confesores de la verdad, pueden crear una casa para la verdad.

Por eso los templos de Dios son también los monumentos de sus santos... Su simplicidad, su grandeza, su solidez, su gracia y su belleza no hacen más que recordarnos la paciencia y la pureza, la valentía y la suavidad, la caridad y la fe de los que sólo han adorado a Dios en los montes y los desiertos; han trabajado, pero no en vano, porque otros han heredado el fruto de su trabajo (Jn 4,38). En efecto, a la larga, su palabra ha dado fruto; ha sido hecha Iglesia esta catedral en la que la Palabra vive desde hace mucho tiempo... Dichosos los que entran a formar parte de este lazo de comunión con los santos del pasado y con la Iglesia universal... Dichosos los que al entrar en esta iglesia, penetran con el corazón en el cielo.

Fraternalmente,

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