21 de noviembre de 2010

Verbum Crucis

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

Domingo 34 - Tiempo Ordinario - Ciclo C / Lucas 23, 35-43

Si el mundo ha sido creado y recreado en el Verbo, y el Verbo se ha encarnado hasta tal punto de morir en la Cruz, ésta ha de ser la clave del universo, de la historia y de cada hombre. Las personas pasan, los imperios también, y las fortunas económicas y los honores. Sólo una cosa permanece: Stat Crux dum volvitur orbis, como reza el lema de los cartujos: «Mientras gira el orbe, la Cruz permanece». En la Cruz un hombre, y sobre su cabeza un cartel que afirma: Rey. Es engañoso el mundo al prometer la felicidad a través del triunfo, de la prepotencia, de la astucia, de salirse con la suya, o el ser alguien.

Cristo reina desde la cruz, desde el trono de la obediencia y el amor al Padre, desde la entrega sin condiciones. Y desde ahí, desde el sufrimiento, lanza su última palabra -verbum crucis- para que el hombre rasgue su corazón, se convierta y aprenda a reinar con Él desde ese trono real. La disyuntiva es clara, o se vive para Dios (en la obediencia, la entrega, el servicio), o se vive egoístamente y, en definitiva, en el fracaso. San Pablo dice en momentos difíciles: Nosotros predicamos a Cristo crucificado; escándalo para los judíos, necedad para los gentiles (1 Co 1, 23). Es preciso ser humilde y tener sentido sobrenatural para estar en la verdad y ver las cosas como las ve Dios. Cristo es la última palabra, la última verdad del hombre.

Las pajas de Belén, el taller de carpintería de Nazaret y los tablones de la cruz nos hablan de lo mismo: de la humildad del Verbo de Dios, de su obediencia, de su pobreza. En este Reino de los cielos, el triunfo está en la humildad, en el don de sí mismo. Cristo vino a servir, y donde está Él, tiene que estar su servidor. Y quien le sirve, reina con Él como hijo de Dios.

Señor, yo reconozco que Tú eres el Rey de los hombres y de la creación. Creo lo que creyó el ladrón arrepentido, que Tú eres Rey, y te pido lo mismo que él: llévame al Paraíso. Reina ahora en mi corazón. Procuraré seguirte, en la obediencia al Padre, en el servicio, en la entrega, llevando la cruz de cada día. Dame tu fortaleza para cuando las fuerzas me falten.

Fraternalmente, buen domingo, feliz fiesta de Cristo Rey!

Claudio



Jesús Martínez Garcia, pbro.

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