13 de noviembre de 2010

Nuestra Señora de las Siete Alegrías de Sembracher

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

A menudo hemos oído hablar de Nuestra Señora de los Siete Dolores que recuerda su martirio y su compasión por nuestras pobres almas. Y todos hemos pensado en la alegría de María, junto a su prima Isabel en su Magnificat.

Las 7 alegrías de María Santísima las contemplamos cada vez que rezamos los Misterios Gozosos y los Misterios Gloriosos del Santo Rosario.
"...En los Misterios Gozosos del Santo Rosario vemos la alegría de la familia, de la maternidad, del parentesco, de la amistad, de la ayuda recíproca. Cristo, al nacer asumió y santificó estas alegrías que el pecado no ha borrado totalmente. Él realizó esto por medio de María. Del mismo modo, también nosotros hoy, a través de Ella, podemos captar y hacer nuestras las alegrías del hombre: en sí mismas, humildes y sencillas, pero que se hacen grandes y santas en Jesús y María.

En María, desposada virginalmente con José y fecundada divinamente, está la alegría del amor casto de los esposos y de la maternidad acogida y guardada como don de Dios; en María, que solícita va a Isabel, está la alegría de servir a los hermanos llevándoles la presencia de Dios; en María, que presenta a los pastores y a los Magos el esperado de Israel, está la coparticipación espontánea y confidencial, propia de la amistad; en María, que en el templo ofrece su propio Hijo al Padre celestial, está la alegría impregnada de ansias, propia de los padres y de los educadores con relación a los hijos o a los alumnos; en María, que después de tres días de afanosa búsqueda; vuelve a encontrar a Jesús, está la alegría paciente de la madre que se da cuenta de que el propio Hijo pertenece a Dios antes que a Ella misma. (Juan Pablo II. Ángelus. Domingo 23 de octubre de 1983)

"...En los Misterios Gloriosos del Santo Rosario reviven las esperanzas del cristiano: las esperanzas de la vida eterna que comprometen la omnipotencia de Dios y las expectativas del tiempo presente que obligan a los hombres a colaborar con Dios.

En Cristo Resucitado resurge el mundo entero y se inauguran los cielos nuevos y la tierra nueva que llegarán a cumplimiento a su vuelta gloriosa, cuando "la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado" (Ap 21, 4).

Al ascender Cristo al Cielo, en Él se exalta a la naturaleza humana que se sienta a la diestra de Dios, y se da a los discípulos la consigna de evangelizar al mundo; además, al subir Cristo al Cielo, no se eclipsa de la tierra, sino que se oculta en el rostro de cada hambre, especialmente el los más desgraciados: los pobres, los enfermos, los marginados, los perseguidos...

Al infundir el Espíritu Santo en Pentecostés, dio a los discípulos la fuerza de amar y difundir la verdad, pidió comunión en la construcción de un mundo digno del hombre redimido y concedió capacidad de santificar todas las cosas con la obediencia a la voluntad del Padre celestial. De este modo encendió de nuevo el gozo de donar en el ánimo de quien da, y la certeza de ser amado en el corazón del desgraciado.

'En la gloria de la Virgen elevada al Cielo, contemplamos entre otras cosas la sublimación real de los vínculos de la sangre y los afectos familiares, pues Cristo glorificó a María no sólo por ser Inmaculada y arca de la presencia divina, sino también por honrar a su Madre como Hijo. No se rompen en el Cielo los vínculos santos de la tierra; por el contrario, en los cuidados de la Virgen Madre elevada para ser Abogada y protectora nuestra y tipo de la Iglesia victoriosa, descubrimos también el modelo inspirador del amor solícito de nuestros queridos difuntos hacia nosotros, amor que la muerte no destruye, sino que acrecienta a la luz de Dios.

Y, finalmente, en la visión de María ensalzada por todas las criaturas, celebramos el misterio escatológico de una humanidad rehecha en Cristo en unidad perfecta, sin divisiones ya ni otra rivalidad que no sea la de aventajarse en amor uno a otro. Porque Dios es Amor...." (Juan Pablo II. Ángelus. Domingo 6 de noviembre de 1983)
Las 7 alegrías de María Santísima es una devoción franciscana parecida al Santo Rosario. Se remonta al siglo XV y está en el origen de la corona de 7 misterios que muchos franciscanos y franciscanas llevan colgada en el cordón. Es una oración muy sencilla, asequible para todos los que desean honrar a la Virgen María, reviviendo con Ella algunos misterios de la vida de su Hijo Jesucristo.

Saludo de San Francisco de Asís


Salve, Señora, Santa Reina, Santa Madre de Dios,
que eres Virgen hecha Iglesia,
y elegida por el Santísimo Padre del Cielo,
consagrada por Él con su Santísimo Hijo Amado
y el Espíritu Santo Paráclito,
en la que estuvo y está toda la plenitud de la gracia, y todo bien.
Salve, palacio suyo; salve, tienda suya;
Salve, casa suya, salve, vestidura suya;
Salve, sierva suya; salve, madre suya,
Y todas vosotras, virtudes santas, que por la gracia y la iluminación
del Espíritu Santo sois infundidas en el corazón de los creyentes,
para que siempre sean fieles a Dios.


Fraternalmente,

Claudio,



Fuente

1 comentario:

  1. Gracias hermosa reflexión yo no habia oido hablar del la señora de la siete alegrías pero lo importante es que ella es un modelo a seguir que Maria nos enseñe a ser como ella y nos ayude a vivir cada dia con la alegría que viene de sabernos hijos de ella y nos conduca de su mano a Jesús nuestro Señor Gracias unidos en oración y un abrazo freterno mil gracias

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