Hijos en el Hijo
Fiesta del bautismo del Señor
Hablando con propiedad Dios Padre sólo tiene un Hijo, Jesús, y nosotros somos hijos de Dios en la medida en que estamos unidos a Él por la gracia del Espíritu Santo. Si el Padre nos ama, es porque nos ama en Cristo; si nos da su gracia, es por Cristo; si escucha nuestra oraciones es por Cristo nuestro Señor. Si somos amados por Dios, lo somos en el Amado, por quien tenemos la redención, gracias a su sangre, el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia (Ef 1,6-7). Somos hechos hijos adoptivo de Dios en el Hijo.
Esto tiene como consecuencia que el salmo segundo, que es salmo mesiánico, se refiere sólo a Cristo y no se puede aplicar propiamente a los cristianos; igualmente, lo que el Padre dice de su Hijo no se puede aplicar del mismo modo a los hijos adoptivos, como son aquellas palabras que dijo con voz clara en el bautismo de Jesús: Tú eres mi hijo, el amado. Sin embargo, podemos considerar esas palabras dirigidas a nosotros en la medida en que estamos unidos a Cristo. No podemos rezar con propiedad «Padre mío que estás en el cielo», sino «Padre nuestro», es decir, sólo podemos llamar Padre a Dios unidos al Hijo, pues somos hijos en el Hijo.
Jesucristo es el mediador para entrar en relación con la Santísima Trinidad. Por eso canta la Iglesia: «Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos». En consecuencia, nuestra vida ha de desarrollarse viviendo con Él, dejando que viva en nosotros. En Cristo -primogénito entre muchos hermanos (Rm 8,29)-, el Padre nos dice a todos y a cada uno de los bautizados: Éste es mi hijo amado (Mt 3,17). Dios nos quiere mucho; mucho más de lo que imaginamos, nos comprende y nos mira con un cariño que sólo empezaremos a comprender en el Cielo.
Gracias Padre nuestro, que estás en el Cielo, porque sé que eres mi Padre y yo tu hijo.Paz y bien
Textos: Obras de Jesús Martínez García
Comentarios
Publicar un comentario
«Porque la boca habla de la abundancia del corazón.» (Mt. 12, 34) Por lo tanto, se prudente en el uso de ellas y recuerda que en este blog no se aceptan los comentarios anónimos.