Somos distintos
Domingo 33, ciclo A - Mateo 25, 14 - 30
«Al primero le dio cinco talentos de oro;
a otro le dio dos y al tercero, solamente uno;
a cada uno según su capacidad...» (v. 15)
En el mes de julio del año pasado, después de muchos años, volví a servir en una Convivencia con Dios; integré el equipo de cocina. Decir «después de muchos años» es expresar mi ausencia en la Santa Iglesia Católica. El tiempo que dediqué a la política: diez largos años.
En la ausencia supe que muchos servidores ya no lo eran y con sorpresa fui conociento a los nuevos; claro, la cocina cuando la actividad lo permite, acoge a los servidores que no tienen participación activa y todos, sobretodo los que no son compoblanos, querían saber de mí y sin querer fueron haciendo comparaciones; lo sentía en los gestos y lo distinguía en los sutiles comentarios.
Es lo que yo llamo «celos apostólicos» y creo haber dicho que se nota con más fuerza en los equipos (ministerios) de música; naturalmente, la vanidad vieja amiga y compañera siempre nos juega una mala pasada.
En una película sobre Mozart se pone en evidencia cómo las personas somos muy distintas. Un compositor entrado en años llevaba en su mano la partitura de una melodía que había logrado componer después de dedicar mucho tiempo y esfuerzo; Amadeus Mozart, que es casi un niño, le arrebata en broma la partitura y con una facilidad pasmosa la interpreta de una manera diferente y mejorada. Al viejo compositor se le plantea la disyuntiva: los celos y el enfado, o reconocer que Amadeus es un genio y él no lo es.
Somos muy distintos, y por eso no debemos compararnos con los demás. De las comparaciones surgirá la vanidad y pensar que uno hace más o mejor que los otros, o puede entrar el enojo y quedarse paralizado al comprobar que no se tienen las virtudes de los demás.
Con quien debemos contrastar nuestra vida es con Jesucristo, perfecto hombre, y hacer lo que podemos y debemos hacer. Dios nos va a pedir a cada uno según las capacidades que nos ha dado. No nos va a pedir, por tanto, aquello que no podemos dar; pero sí lo que podemos dar.
Cada uno haga lo que pueda, todo lo que pueda; lo que es locura es enterrar el talento, es decir, dedicar su tiempo y sus capacidades -que son de Dios- a sus egoístas planes personales. Y al que mucho se le dio, mucho se le pedirá.
Los santos que veneramos son personas que han sido fieles a Dios. Pero entre ellos son muy diferentes. Algunos eran intelectuales y otros no, unos fueron religiosos y otras madres de familia. Cada uno tuvo sus luchas, y su vida fue mucho más parecida a la nuestra de lo que a veces la imaginación les ha atribuido. También nosotros podemos ser santos, a nuestra manera; mejor dicho, a la manera que Dios quiere para nosotros.
Gracias, Dios mío, porque me has hecho como soy, porque me quieres como soy, incluso con mis defectos cuando trato de superarlos. Pídeme lo que quieras, y dame tu gracia para que, contigo, pueda cumplirlo.
Fraternalmente, buen domingo
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Sobre textos de Jesús Martínez García
Humildemente me uno a tu acción de gracias.
ResponderBorrarÉl nos quiere con nuestras "grandezas" y con nuestras "miserias", Él que conoce cada corazón y sabe de nuestras oscuridades y sin embargo... sigue amándonos...
¿Cómo no dar gracias?.
Un abrazo.