25 de abril de 2010

Vivir en santidad

La gran voluntad de Dios es que lleguemos a ser santos. Lo dice san Pablo en la Carta a los Tesalonicenses, y en el Levítico: "... y sean santos pues yo soy santo" (Lev 11,44)

¿Qué es la santidad? Se puede considerar un aspecto positivo y un aspecto negativo. El aspecto negativo de la santidad es la purificación de todos los pecados, de todos los defectos, de todas las mediocridades. La santidad en su aspecto positivo es la práctica de todas las virtudes.

¿Cómo llegar a la santidad? ¿Como librarnos de la maldad, la dureza, la ira, la pereza, la lujuria, la avaricia, la envidia y la gula? ¿Es posible ir desarraigando uno de estos vicios cada año? Sería como sacar la gramilla: al sacar un pedazo quedan otros y cada pedazo crece y se multiplica.

Ahora bien, hay un centro, un lugar donde todos los defectos son expulsados al mismo tiempo y sin esfuerzos. Es el lugar de la presencia de Dios. Ella preserva del pecado, la presencia de Dios vivifica y da fuerzas para practicar todas las virtudes al mismo tiempo. Así, si nos hundimos en este misterio de la experiencia de Dios, nosotros somo santos.

Según el Apocalipsis, la Jerusalén celestial tiene sus doce puertas abiertas pero nadie sale de ellas. ¿Porque? Porque en el interior de ella se hace la experiencia de Dios, la experiencia del amor que es la única guardiana de la santidad. No ganamos nada dispersándonos en procurar las diversas virtudes. Se trata de sumergirse en la irradiación del Dios vivo; el es quién purifica por su irradiación, quien santifica con su santidad.

Si solo pensamos en Dios en el momento en que nos acercamos a los sacramentos, ¿nos extrañaremos que haya tantos sacramentos vacíos de eficacia? No se trata de sacramentos sacrílegos, no, no somos tan malos como para eso, sino de sacramentos vacíos de fruto espiritual, vacíos de eficacia para cambiar nuestra vida.

Solo el sentimiento de la presencia de Dios en permanencia puede purificar y santificar; es así como en el Antiguo Testamento vivían los justos, lo santos. En el capítulo 17 del Génesis leemos: "Abraham, mantente en mi presencia y serás perfecto ". No se trata pues de dos etapas desligadas sino íntimamente unidas: para ser perfecto, mantente en mi presencia.

Mantengámonos en la presencia de Dios y veremos como entra la felicidad en nuestra vida y como desaparece el Mal. Simone Weil decía Micael (que significa quien como Dios) y traducía: Yo rechazo vivir fuera de Dios. Es un grito de humildad, de suprema inteligencia de esta mujer admirable. Rechazo vivir fuera de Dios. Yo soy en él y lo llamo mi vida. Esta si que es verdadera humildad.

Bendiciones,



Textos de Florin Callerand, Salvación Constante

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