5 de abril de 2010

No arrancar el alma de la Iglesia

La única Iglesia de Cristo se ha manifestado y debe seguir manifestándose por la efusión del Espíritu Santo. Ha nacido en esa efusión prodigiosa del Espíritu que se hace presente y actúa en cada cristiano. Sin esa fusión continua, dejaríamos de estar en la Iglesia que pensamos estar, porque ello pertenece a la esencia de única Iglesia de Cristo. Con gran visión de esta permanencia pentecostal, a los católicos nos ha dicho Juan Pablo II "La vida de la Iglesia es Pentecostés todos los días".

Aún estando en la única Iglesia, no estaríamos mas que físicamente, pero no espiritualmente, como lo hemos visto. El mismo Concilio agrega a estas palabras lo siguiente: "No olviden todos los hijos de la Iglesia que su excelente condición no deben atribuirla a los méritos propios, sino a una gracia singular de Cristo, a la que, si no responden con pensamiento, palabra, obra, lejos de salvarse, serán juzgados con mayor severidad".

La razón de ello es que el Padre quiere adoptarnos en espíritu y en verdad y no otra cosa. No solo dejaríamos de pertenecer a la Iglesia sino que dejaríamos de ser cristianos, pues estaríamos arrancando nuestra propia alma cristiana, que es el Espíritu Santo, habitando en nosotros para siempre.

Queda bien claro entonces, que para ampliar la visión de la Iglesia, debemos estar siempre abiertos al Espíritu Santo y renovarnos constantemente en él. Esta Iglesia de Cristo es su reino que ya está en medio de nosotros desde Pentecostés y crece, es decir, no se estanca, quiere abarcar a todos los hombres para que tengan acceso al Padre en un mismo Espíritu (Ef 2,18)

El que da la vida eterna es el Espíritu al soplar sobre los huesos secos de los seres humanos (Ez 37, 1-14), muertos por el pecado, les da la vida en Cristo Jesús. Lo que realmente importa, en la única Iglesia de Cristo, es el cumplimiento fiel de este plan esencial divino. Si todos los medios de santificación que existen en todas las Iglesias no nos llevan a la realización de este plan, no tendrían el menor sentido.

Bendiciones


Fuente: revista Resurrección (RCC)

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