28 de abril de 2010

Es preciso pegarnos a la vida

Tu has sido oh mi Señor, para nosotros un refugio a lo largo de la historia.
Antes que se formaran las montañas y existieran los mundos y la tierra,
desde siempre y por siempre tu eres Dios. (Salmo 90 1-2)

El salmo 90 es sin duda el más hermoso del Antiguo Testamento. He aquí el alma israelita viviendo en la presencia de su Dios. Por este hecho afrontó todo: lo mejor y lo peor, la serpiente, el león, el dragón.

Es cierto que en Dios y con Dios se resiste, se sobrepasa todo porque él está dentro. Nuestra fuerza, nuestra paz, nuestra serenidad, nuestra esperanza es la suya y la suya es la nuestra. Cuando se vive en comunión, al fondo, se está en paz, en serenidad.

Tenemos que dejar de compartimentar las acciones en lo cotidiano que hace que tengamos un tiempo para la oración, un tiempo para el trabajo, un tiempo para la misa y un tiempo para las relaciones sociales. De este modo siempre se establecerá un sistema de competencias: hay que dejar la oración para ir al trabajo, estando en el trabajo no podemos rezar y cuando rezamos no hago mi trabajo, etc., etc., etc.

Esta especie de dicotomía de lo real es un problema falso; es un conflicto trágico que desgarra a tantos cristianos mientras que una visión unitiva les permitiría estar en Dios y con Dios siempre y en todo lugar. De este modo, si tenemos que dejar la oración para ir al trabajo, sabrán que eso se llamar dejar a Dios para encontrar a Dios. No dejamos a nadie, permanecemos dentro.

Como decía Guy de Larigaudie, ese gran scout caído en 1940 en el frente de Bélgica "Es preciso pegarse a la vida como un equitador se pega a su caballo" En esta parábola, el caballo es Dios y yo soy el equitador. Y la vida es él. Entonces nos pegamos juntos a todo, salvamos los obstáculos cabalgando juntos. No el caballo solo, no Dios sin mí, no yo sin caballo, no yendo a pié, sino que, bien juntos, pegados.

Peguémonos a la vida como se pegan al caballo y estemos en Dios y con Dios en todo lo que hagamos y nunca soñemos con otra cosa que lo que nos es dado vivir en Dios, con Dios.

Es el secreto de Nazaret, es María, hija de la Biblia quien nos enseña esta lección elemental.

Bendiciones,



Florin Callerand, Salvación constante.

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