Dios ama la verdad en lo íntimo del ser

Paz y bien!

Sal 51,8
«Tu quieres rectitud de corazón, enséñame en secreto lo que es sabio»
El ama nuestra verdad, y nuestra verdad es que somos seres humanos hechos de barro y un soplo del Espíritu Divino.

Nuestro ser, imagen y semejanza suya, es digno de ser amado. Cada uno de nosotros somos valiosos, con una riqueza incalculable. Poseemos una intimidad y una historia que nos hace únicos en el concierto de la vida. Contamos con una fuente de amor que desemboca en el océano de la felicidad. Somos irrepetibles e imprescindibles en este mundo.

Por otro lado, somos seres finitos, hechos de arcilla quebradiza. En cada paso constatamos que nuestros ideales sobrepasan nuestras posibilidades y que somos más frágiles de los aparentamos. Tan limitados como trascendentes; pequeños, pero con una misión gigantesca; con una poderosa fuerza para conquistar el universo, pero a veces tan débiles para dominarnos a nosotros mismos.

Queremos hacer el bien y no podemos. Esa es nuestra verdad: seres contrastantes y a veces contradictorios con opuestos que luchan por integrarse. Por eso Dios, no nos exige la perfección, sino la autenticidad.

Lo único que Dios vomita es la doblez de corazón y la hipocresía: aparentar ser mejores de lo que somos. Y lo peor, creerse mejor que los demás. No es malo reconocer lo bueno que se tiene sino, entrar en una competencia con los carismas de los demás y presumir como propio lo que ha sido confiado para el bien de los otros.

Fraternalmente,



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Dejó sus huellas: José H. Prado Flores

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