4 de diciembre de 2011

Actitud profética y sincera conversión


2º domingo de Adviento - Ciclo B - Marcos 1, 1-8

El evangelio de san Marcos comienza con una buena noticia que no le es propia; es la buena noticia de "Jesucristo, el Hijo de Dios". Esto me da para pensar en nuestros métodos y formas de evangelizar en nuestra propia persona que muchas veces más que predicar la buena noticia de Jesús lo que hacemos es consciente o inconscientemente predicarnos a nosotros mismos.

Resulta que hacemos como una especie de filtrado del mensaje evangélico y lo tamizamos desde nuestra manera de ser y entender, desde nuestros esquemas mentales y desde la estrechez de nuestro corazón... ¿Ese filtro personal que utilizamos desde nuestros esquemas psicológicos, emocionales, espirituales... llegan a transmitir lo que realmente Jesús quiere que transmitamos a los demás?... Pero hay una certeza: nuestra palabra torpe siempre se verá iluminada por la luz del Espíritu Santo en aquellos corazones que de verdad quieren escuchar...

Transmitir esa palabra interior de Jesús, esa noticia que traspasa la dureza de los corazones, sólo se puede hacer desde una actitud profética y desde una sincera conversión.

Ser profeta no es fácil, nunca lo ha sido. El profeta también se encuentra traspasado por la Palabra, pero es consciente de ello. Sabe que las frases de Dios necesitan tiempo para ser escuchadas. Los verdaderos profetas no se desesperan ni se amargan, de ahí que su mensaje esté lleno de vida y esperanza más que de dolor y tristeza. ¿Somos tú y yo profetas? Puede que sí, quizá en algunos momentos... Muchas veces he pensado que ser profeta es estar siempre entre la duda y la esperanza, entre la oscuridad y la luz. El profeta no hiere con sus interrogantes sin respuestas sino que sana de muchas dolencias a los que rodea con su humildad y sus certezas.

Juan el Bautista aparece en este camino siempre duro de la vida. Dice que estaba en el desierto. El desierto, por mucho que creamos, no es un lugar de muerte sino de vida. Algunos predicadores enfatizan lo baldío del yermo olvidando que todo lo que hay en el desierto busca la vida. Lo hacen las montañas de arena que animadas por el viento buscan siempre un mejor acomodo. Los árboles, los animales, las plantas están acostumbradas a vivir en un ambiente más que incómodo, pero son capaces de subsistir con poco, con casi nada, con más ganas que realidades...

En el Nuevo Testamento cuando se utiliza la palabra desierto como adjetivo en referencia a las personas quiere decir "abandonado", desolado, privado de los amigos y familiares... No es el que se encuentra en soledad, es el que se encuentra alejado de la vida, de los amigos, de lo que te hace vivir... No es de extrañar pues que Juan bautizara en el desierto, en el lugar que por identidad menos agua tiene. El agua es el símbolo de la vida y la buena noticia es precisamente que la vida puede florecer incluso en los lugares y situaciones más contrarios a la misma. Pienso en nuestros momentos de dificultades y problemas... recuerdo el desierto de Juan el Bautista...

Juan decía a la gente que "debían de convertirse a Dios". Convertirse significa cambiar nuestra manera de pensar, cambiar de actitud y convertirse a Dios. En el fondo la vida de todo ser humano transcurre en la aridez del desierto, de la vida que lucha y el agua generativa de Dios.

La Palabra nos describe a Juan adornado con muy pocas cosas materiales. Simplemente nos habla de su vestido y de su pobre comida. Mientras las narraciones bíblicas nos describen el poder material de muchos, nuestro Juan es citado como el que apenas tiene lo imprescindible para poder subsistir. Buena enseñanza para nosotros que nos creamos tantas y tantas necesidades... Creo que para Juan lo que de verdad le importa es permanecer en Dios no tener las cosas que la vida nos ofrece.

Es bueno y legítimo el aspirar a ser más. Es cristiano equilibrar la resignación con la lucha por la superación diaria. Estancarse es morir pero superarse para crear envidias y odios es peor. El Bautista se humilla en su poder mientras que otras personas lo que hacen es humillar a otros con su poder.

Termina el Evangelio diciéndonos por palabras de Juan que el agua se convertirá en Espíritu Santo. Lo material se unirá a la realidad de Dios. Buen anuncio para la Navidad donde la carne se une a Dios para formar una sola realidad. Dios tomó nuestra carne para el desierto de nuestra vida se llene de vida cada día, en cada instante. No sé si nuestros corazones estarán tan abiertos para experimentar no los ecos vacíos del desierto, sino la presencia amorosa de Dios que se hace hombre para salvarnos... Lo que nos deja el adviento es la espera confiada en que nuestro corazón estará si no convertido, al menos expectante para que Jesús nazca en él.

Fraternalmente,



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Foto: Martín Valverde / Sobre textos de: Mario Santana Bueno

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