3 de octubre de 2010

Fe y más fe

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

27º domingo de tiempo ordinario - ciclo C - Libro de Habacuc 1,2-3.2,2-4, Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 1,6-8.13-14, Evangelio de Lucas 17, 5-10
«¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio, sin que me escuches, y denunciaré a gritos la violencia que reina, sin que vengas a salvarme? ¿Por qué me dejas ver la injusticia y te quedas mirando la opresión? Ante mí no hay más que asaltos y violencias, y surgen rebeliones y desórdenes. El Señor me respondió y me dijo: "Escribe la visión que te he manifestado, ponla clara en tablillas para que se pueda leer de corrido. Es todavía una visión de algo lejano, pero que viene corriendo y no fallará; si se tarda, espéralo, pues llegará sin falta. El malvado sucumbirá sin remedio; el justo, en cambio, vivirá por su fe"» (Hab. 1, 2-3; 2, 2-4)
En esta lectura del Profeta Habacuc vemos su preocupación por el triunfo de la injusticia. Es una pregunta que siempre está presente en el corazón de los seres humanos. También otros Profetas la hicieron: Jeremías: «¿Por qué tienen suerte los malos y son felices los traidores?» (Jer. 12, 1).

Si leemos todo el texto del Profeta Habacuc (Hab. 1, 1 a 2, 4) nos damos cuenta que el Profeta primero se queja de la situación del pueblo hebreo. La respuesta de Yavé es ciertamente desconcertante: dentro de poco los Caldeos restablecerán el orden, invadiendo y saqueando todo (!!!):
«Miren, traidores y contemplen, asómbrense y quédense alelados, porque voy a realizar en su época algo que no creerían si se lo hubieran contado. Pues ahora empujo a los Caldeos, pueblo terrible y arrollador, que recorre enormes distancias para apoderarse de países ajenos. Es terrible y temible, y se hacen su propio derecho ... Este pueblo se burla de los reyes, se ríe de los soberanos; no le importan las ciudades fortificadas, pues levanta terraplenes y se apodera de ellas. ¡Y así pasa y se va como el viento ...! ¡Su fuerza es su dios!» (Hab. 1, 5-11).
Vemos en esta respuesta cómo está Dios permitiendo la acción del mal para corregir a su pueblo escogido. Habacuc se queja nuevamente preguntando a Yavé por qué usa la invasión de los Caldeos para realizar su justicia. Dios le responde a su Profeta con una visión que pide que deje por escrito para enseñanza de los que vengan después. Y la enseñanza es la perseverancia en la Fe. Le asegura que se hará justicia, pero a su tiempo. Y ... sabemos que el tiempo de Dios casi nunca coincide con el nuestro. Le responde Yavé: «Es la visión de algo lejano, pero que viene corriendo y no fallará. Si se tarda espéralo, pues llegará sin falta: el malvado sucumbirá sin remedio; el justo, en cambio, vivirá por su fe».

Dios siempre hace justicia. Actúa de acuerdo a su Justicia que es infinita. Si embargo la Justicia Divina no siempre es clara para los humanos. Dios guarda en secreto, al menos por un tiempo, su manera de gobernar al mundo y solamente pide que nos mantengamos fieles hasta el final.

La explicación de esto se la da al Profeta Ezequiel:
«La gente de Israel dice que la manera de ver las cosas que tiene el Señor no es justa. ¿Así que mi manera de ver las cosas no es justa, gente de Israel, no será más bien la de ustedes? Juzgaré a cada uno de ustedes de acuerdo a su comportamiento. Corríjanse y renuncien a todas sus infidelidades, a no ser que quieran pagar el precio de sus injusticias. Lancen lejos de ustedes todas las infidelidades que cometieron, háganse un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿O es que quieren morir, gente de Israel? A Mí no me gusta la muerte de nadie, palabra de Yavé: conviértanse y vivirán» (Ez. 18, 29-31).
Pero la acción de Dios es mucho más profunda. Dios hace las cosas a perfección y completas.

Y esta enseñanza fue para el pueblo de Israel de los tiempos de Habacuc, Jeremías y Ezequiel, unos 600 años antes de Cristo, cuando Nabucodonosor hacía de las suyas, destruyendo pueblos y apoderándose de ellos. Sabemos que el pueblo de Israel fue desterrado a Babilonia en el año 587 antes de Cristo. Luego de un tiempo –no muy corto, por cierto, pues fueron 70 años de exilio- se ve una nueva intervención de Dios, anunciada por el Profeta Ezequiel: «Los recogeré de todos los países, los reuniré y los conduciré a su tierra» (Ez. 36, 24). Y eso hizo. En efecto, en el año 538 antes de Cristo, sin haber hecho nada los israelitas, Ciro, Rey de Persia, conquista a Babilonia y da libertad al pueblo de Israel para que regresen a su tierra, lo cual hacen, encabezados por Zorobabel, quien como primera acción organiza la reconstrucción del Templo de Jerusalén. (cf. Esdras 1 y 2)

Lo que sucede no es un simple regreso del exilio, sino que hace efectiva la conversión del pueblo que había pedido a través de Ezequiel. Dios purifica y transforma el corazón de su pueblo, es decir, lo hace dócil a su Voluntad:
«Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus inmundos ídolos. Les daré un corazón nuevo y podré dentro de ustedes un espíritu nuevo. Quitaré de su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré dentro de ustedes mi Espíritu y haré que caminen según mis mandamientos ... Ustedes serán mi pueblo y Yo seré su Dios» (Ez. 25-28).
Y esta enseñanza es válida para todos los tiempos, para cualquier circunstancia de la vida del mundo, de un pueblo, de la Iglesia, de las familias y también de cada persona en particular. Es una enseñanza muy apropiada para nosotros hoy, en el momento histórico que vivimos.

Aun cuando pueda parecer que Dios está dormido, como en la barca de los Apóstoles cuando en medio de una fuerte tormenta éstos se atrevieron a reclamarle: «¡Maestro! ¿es así como dejas que nos ahoguemos?» (Mc. 4, 38), Dios está siempre pendiente y exige nuestra fe perseverante. De hecho Jesús calmó la tempestad, pero no dejó de reprender a los Apóstoles con respecto de su fe y su confianza: «¿Por qué son ustedes tan miedosos?» (Mc. 4, 40). «¿Dónde está la fe de ustedes?» (Lc. 8, 25).

Pueda que las cosas se desarrollen como si Dios no estuviera pendiente, pero es preciso permanecer confiados en fe. Puede parecer que Dios tarde en intervenir, pero de seguro su actuación tendrá lugar y se verá, como la vio el pueblo de Israel, porque «sabemos que Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman» (Rom. 8, 28).

Y esto que se aplica al pueblo de Israel y a nuestro mundo hoy, también puede aplicarse a nuestra vida personal.

A veces las circunstancias de nuestra vida, circunstancias difíciles, nos pueden hacer pensar que el Señor está lejos o, inclusive, que Dios no existe, o que no nos escucha. La Lecturas del Profeta Habacuc nos enseña a esperar el momento del Señor. El Señor siempre está presente con el auxilio de su Gracia, aunque en algunos momentos no lo sintamos. En los momentos difíciles de nuestra vida sepamos esperar el momento del Señor con una Fe paciente, perseverante y confiada en los planes de Dios... y, sobre todo, en el tiempo de Dios.

Que el Señor los bendiga,

Claudio

1 comentario:

  1. CLARO QUE SI HNO.QUERIDO,CUANTA FE Y PERSEVERANCIA!NECESITAMOS...PASO,PASA,Y SEGUIRA PASANDO...PERO DIOS SIEMPRE DA Y SIEMPRE ESTA,AUN CUANDO NOS FALTE PACIENCIA PARA ESPERAR.
    EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS SIEMPRE HALLAMOS TODO,ALLI ESTA LA FUENTE DE MISERICORDIA DEL PADRE DIOS,A ESTUDIARLA ,MEDITARLA Y PONERLA EN PRACTICA.
    BUENA SEMANA CLAUDIO Y UN ABRAZO AMIGO.
    ANGELINA DE MARIA

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