No hay vida humana inútil
Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!
La liturgia hoy nos propone la celebración de los Santos Inocentes, mártires. Aunque parezca un contrasentido -en medio de la Navidad- la palabra de hoy nos quiere marcar claramente las dos caras de una misma moneda: en una, la aceptación de la voluntad de Dios, por el bien, por la vida y en la otra, el mal, el desamparo, la muerte material de niños inocentes. Todo esto exige una actitud y una respuesta personal y social.
«Homo sacra res homini», el hombre es cosa sagrada para el hombre, escribió Séneca. «El embrión humano es algo divino, en tanto que es un hombre en potencia», escribió Aristóteles. Ambos pensadores son ajenos a la cultura judeo-cristiana; con todo, intuyeron que, aun con las limitaciones y miserias que acompañan la existencia en este mundo, la vida humana encierra un valor inconmensurable, prácticamente divino, desde su comienzo hasta su natural término. Sin embargo, será necesaria la revelación cristiana para hallar el fundamento claro y sólido de tal aserto. La sacralidad de la vida humana hace acto de presencia al menos por tres razones: la razón del origen, de la naturaleza y del destino.
La vida humana es, pues, tanto por su origen, como por su naturaleza, como por su fin o sentido, una criatura muy de Dios, muy especialmente suya. Atentar contra esa vida es atentar contra Dios, como desafiarle cara a cara. En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis (Mt 25, 40). Estas palabras de Jesucristo nos hablan del punto inaudito al que llega su amorosa solidaridad con cada uno de nosotros. Respeta infinitamente nuestra libertad, pero quien la use contra su imagen -varón o mujer-, quiérase o no, la usa contra Dios mismo. Y ante Él, más que ante tribunales e historias humanas, habrá que responder.
Se comprende bien así que, por encima de intereses más bien inconfesables, la Iglesia de Cristo haya enseñado siempre -también hoy porque es verdad perenne-, que el aborto procurado es un crimen abominable: Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión que deben cumplir de modo digno del hombre.
Para el cristiano no hay vida humana inútil, por más que las apariencias sugieran lo contrario. Toda persona, cualquiera que sea su estado físico o psíquico, está eternamente llamada a ser eternamente feliz en el cielo. Aunque a veces cueste entenderlo, también el dolor entra en los planes de Dios y lo encamina al bien de los que le aman.
Una tribulación pasajera y liviana -dice el apóstol Pablo-, produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria (2 Cor 4, 13-15). ¿Qué decir, pues, de una tribulación grave y duradera, como puede ser una vida con graves deficiencias físicas o psíquicas, tanto para quien la sufre como para quienes han de protegerla y mimarla? Somos pobres en palabras que expresen su grandeza y el honor eterno que alcanzarán. Considero, hermanos -insiste San Pablo-, que no se pueden comparar los sufrimientos de esta vida presente con la gloria futura que se ha de manifestar en nosotros (Rom 21, 8-18). El Apóstol se gozaba en sus sufrimientos, porque así cumplía en su carne una porción de lo que Cristo ha querido sufrir en su Cuerpo, que es la Iglesia, para el bien de sus miembros y de toda la humanidad (1 Cor 12, 27).
Por eso, la Iglesia -afirma el Papa- cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el mundo, la Iglesia está en favor de la vida.
Estos niños mártires, hoy, también tienen nombres concretos en niños, jóvenes, parejas, personas mayores, inmigrantes, enfermos... que piden la respuesta de nuestra caridad. Así nos lo dice Juan Pablo II: «En efecto, son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan a la sensibilidad cristiana. Es la hora de una nueva imaginación de la caridad, que se despliegue no sólo en la eficacia de las ayudas prestadas, sino también en la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre».
Por último, la plegaria de Angelo es maravillosa
________________
Textos extraídos de encuentra.com / reflexión de Rev. D. Joan Pere PULIDO
La vida humana es, pues, tanto por su origen, como por su naturaleza, como por su fin o sentido, una criatura muy de Dios, muy especialmente suya. Atentar contra esa vida es atentar contra Dios, como desafiarle cara a cara. En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis (Mt 25, 40). Estas palabras de Jesucristo nos hablan del punto inaudito al que llega su amorosa solidaridad con cada uno de nosotros. Respeta infinitamente nuestra libertad, pero quien la use contra su imagen -varón o mujer-, quiérase o no, la usa contra Dios mismo. Y ante Él, más que ante tribunales e historias humanas, habrá que responder.
Se comprende bien así que, por encima de intereses más bien inconfesables, la Iglesia de Cristo haya enseñado siempre -también hoy porque es verdad perenne-, que el aborto procurado es un crimen abominable: Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión que deben cumplir de modo digno del hombre.
Para el cristiano no hay vida humana inútil, por más que las apariencias sugieran lo contrario. Toda persona, cualquiera que sea su estado físico o psíquico, está eternamente llamada a ser eternamente feliz en el cielo. Aunque a veces cueste entenderlo, también el dolor entra en los planes de Dios y lo encamina al bien de los que le aman.
Una tribulación pasajera y liviana -dice el apóstol Pablo-, produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria (2 Cor 4, 13-15). ¿Qué decir, pues, de una tribulación grave y duradera, como puede ser una vida con graves deficiencias físicas o psíquicas, tanto para quien la sufre como para quienes han de protegerla y mimarla? Somos pobres en palabras que expresen su grandeza y el honor eterno que alcanzarán. Considero, hermanos -insiste San Pablo-, que no se pueden comparar los sufrimientos de esta vida presente con la gloria futura que se ha de manifestar en nosotros (Rom 21, 8-18). El Apóstol se gozaba en sus sufrimientos, porque así cumplía en su carne una porción de lo que Cristo ha querido sufrir en su Cuerpo, que es la Iglesia, para el bien de sus miembros y de toda la humanidad (1 Cor 12, 27).
Por eso, la Iglesia -afirma el Papa- cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el mundo, la Iglesia está en favor de la vida.
Estos niños mártires, hoy, también tienen nombres concretos en niños, jóvenes, parejas, personas mayores, inmigrantes, enfermos... que piden la respuesta de nuestra caridad. Así nos lo dice Juan Pablo II: «En efecto, son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan a la sensibilidad cristiana. Es la hora de una nueva imaginación de la caridad, que se despliegue no sólo en la eficacia de las ayudas prestadas, sino también en la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre».
Por último, la plegaria de Angelo es maravillosa
Inspíranos Padre, para que recordemos que sin Ti nada podemos y que todo nuestro esfuerzo, vaya siempre encaminado a ser testimonio vivo del gran Amor de Dios hacia los hombres. Danos la fuerza y el valor que necesitaremos para continuar siempre fieles a tu palabra.Fraternalmente,
________________
Textos extraídos de encuentra.com / reflexión de Rev. D. Joan Pere PULIDO
El título de la entrada resume muy bien esta reflexión. No hay vida humana, por pequeña o enferma que esté, que sea inútil o que no sea válida. Respetarla es reconocer su grandeza.
ResponderBorrar¡Feliz Navidad!
Buenos días...no puedo entender cómo con toda la tecnología científica que hoy se tiene,y hasta comprobado que desde el momento de la unión esperma y óvulo es un ser único e irrepetible...aún exista mujeres que maten inocentes en el mundo...para mí todos los días es, Día de los inocentes!....
ResponderBorrarSaludos cordiales
Elige, Magda: gracias por el aporte a esto que entiendo es un debate profundo que requiere nuestra sociedad. La zona de Argentina donde vivo es muy similar en cuanto a la marginalidad que al zona del Paraguay donde vive Magda. La exclusión social, la promiscuidad en que se vive, el analfabetismo, son armas tan perfectas como las de aquellos que practican abortos.
ResponderBorrarLa acción en el territorio (ciudad, pueblo) -que es donde se desarrollan las políticas sociales- debe ser una constante.
Un abrazo fuerte y fraterno.
Ojalá podamos celebrar muy pronto el final de tanta masacre, de tanta muerte de inocentes. Seguiremos uniéndonos en oración por todos ellos.
ResponderBorrarUn abrazo
Amigo, hoy es un día para la oración mas que para las bromas, gracias a Dios se va tomando conciencia de lo q significa el Día de los Santos Inocentes.
ResponderBorrarMuy fuerte el post y me gustó mucho la oración de Angelo.
Que tengas días de abundantes bendiciones.
Besos.
Angelo, Alicia, como digo siempre despacio, con suavidad, pero con criterios; hagámonos fuertes para que no decaiga la prédica.
ResponderBorrarUn abrazo con el corazón
Sin palabras... gracias por la entrada. Me uno al comentario de Angelo. Ojalá llegue un dia en que el mundo entero tome conciencia de esta masacre... Oremos mucho, y denunciemos, como tu has hecho, siempre que nos sea posible.
ResponderBorrarUn abrazo