Aprendiendo de Zacarías
Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!
La Palabra de hoy es el relato del nacimiento del Bautista, pero también, el relato del levantamiento de la «sanción» que Dios le había impuesto a Zacarías por no haber creído en Él. La combinación celestial de premios y castigos. La demostración perfecta que Dios escribe derecho en renglones que son torcidos.
Dios perdona a quien reconoce su error, se arrepiente de él y lo confiesa humildemente. No solo perdona: recompensa.
Ese el tema de la reflexión. Los errores, las desobediencias, las pruebas, los castigos y los premios... Un pasaje bíblico que me ha marcado mucho es el capítulo 28 del libro del Deuteronomio «Por no haber servido con gozo y alegría de corazón a Yavé, tu Dios, cuando nada te faltaba, serás esclavo de tus enemigos» (v. 47-48). Ahora bien, si tu obedeces de verdad la vos de Yavé, tu Dios, practicando y guardando todos los mandamientos (...) Yavé, tu Dios, te levantará por encima (...) entonces vendrán sobre tí todas las bendiciones...»(v. 1-2). Duro en la corrección, justo en la recompensa. Celoso de su amor a sus hijos.
El Señor conoce nuestras limitaciones y torpezas, debilidades y miserias. El mejor que nadie sabe cuales son las cosas que debemos cambiar para llegar a ser santos, como también sabe del sufrimiento y angustia que la mayoría de las veces nos produce la prueba.
Por eso, al mismo tiempo que las permite, nos dirige palabras de aliento y consuelo, tratando de que lo comprendamos y nos eduquemos. El nos pide que no menospreciemos la corrección de Dios y que no nos desanimemos cuando nos reprende, porque a todo aquel a quien ama y que recibe como hijo, lo corrige y castiga (Hb 12, 5-6; Pr 3, 11, 12)
Cautiva siempre en forma profunda el pasaje evangélico donde la mujer adúltera sorprendida en pecado fue llevada frente a Jesús y el Señor la perdonó, mostrando varias enseñanzas: una, que todos somos pecadores como ella; dos, que necesitamos de su misericordia para la salvación; tres, que los que acusan, cuando el Señor se manifiesta, no se quedan, se van avergonzados; cuatro, recuerda que no vino el Señor a condenar, sino a salvar; quinto, que Dios envía de regreso a la vida, pero habiendo experimentado la dulzura del amor verdadero; sexto, que le da instrucciones al rescatado: vete y no peques más; séptimo, que esto se aplica para nosotros hoy, en todos los sentidos.
Somos sus hijos amados y nos reprende como a tales, si no lo hiciera, seríamos bastardos como dice la Palabra. Como dijimos otras veces, todos somos iguales. Jesús, no distinguió a esta mujer por haber sido prostituta, ni a Nicodemo por ser rico, ni a Mateo por ser recaudador de impuesto, ni a Pedro por ser un impulsivo. A todos dió la oportunidad de la salvación, por igual, con diferentes funciones y tareas pero todos conformando un solo cuerpo, con una misma alma, una sola fe, un solo bautismo, una misma esperanza y por sobretodo, el mismo y único eterno Amor por el cual estamos unidos en vínculo perfecto.
Fraternalmente,
Dios perdona a quien reconoce su error, se arrepiente de él y lo confiesa humildemente. No solo perdona: recompensa.
Ese el tema de la reflexión. Los errores, las desobediencias, las pruebas, los castigos y los premios... Un pasaje bíblico que me ha marcado mucho es el capítulo 28 del libro del Deuteronomio «Por no haber servido con gozo y alegría de corazón a Yavé, tu Dios, cuando nada te faltaba, serás esclavo de tus enemigos» (v. 47-48). Ahora bien, si tu obedeces de verdad la vos de Yavé, tu Dios, practicando y guardando todos los mandamientos (...) Yavé, tu Dios, te levantará por encima (...) entonces vendrán sobre tí todas las bendiciones...»(v. 1-2). Duro en la corrección, justo en la recompensa. Celoso de su amor a sus hijos.
El Señor conoce nuestras limitaciones y torpezas, debilidades y miserias. El mejor que nadie sabe cuales son las cosas que debemos cambiar para llegar a ser santos, como también sabe del sufrimiento y angustia que la mayoría de las veces nos produce la prueba.
Por eso, al mismo tiempo que las permite, nos dirige palabras de aliento y consuelo, tratando de que lo comprendamos y nos eduquemos. El nos pide que no menospreciemos la corrección de Dios y que no nos desanimemos cuando nos reprende, porque a todo aquel a quien ama y que recibe como hijo, lo corrige y castiga (Hb 12, 5-6; Pr 3, 11, 12)
Cautiva siempre en forma profunda el pasaje evangélico donde la mujer adúltera sorprendida en pecado fue llevada frente a Jesús y el Señor la perdonó, mostrando varias enseñanzas: una, que todos somos pecadores como ella; dos, que necesitamos de su misericordia para la salvación; tres, que los que acusan, cuando el Señor se manifiesta, no se quedan, se van avergonzados; cuatro, recuerda que no vino el Señor a condenar, sino a salvar; quinto, que Dios envía de regreso a la vida, pero habiendo experimentado la dulzura del amor verdadero; sexto, que le da instrucciones al rescatado: vete y no peques más; séptimo, que esto se aplica para nosotros hoy, en todos los sentidos.
Somos sus hijos amados y nos reprende como a tales, si no lo hiciera, seríamos bastardos como dice la Palabra. Como dijimos otras veces, todos somos iguales. Jesús, no distinguió a esta mujer por haber sido prostituta, ni a Nicodemo por ser rico, ni a Mateo por ser recaudador de impuesto, ni a Pedro por ser un impulsivo. A todos dió la oportunidad de la salvación, por igual, con diferentes funciones y tareas pero todos conformando un solo cuerpo, con una misma alma, una sola fe, un solo bautismo, una misma esperanza y por sobretodo, el mismo y único eterno Amor por el cual estamos unidos en vínculo perfecto.
Fraternalmente,
Escrbes con toda razón: Dios perdona a quien reconoce su error, se arrepiente de él y lo confiesa humildemente.
ResponderBorrarLe pido al Niño que nos nace que nos de esa humildad para reconocer nuestras faltas.
Feliz Navidad y un abrazo
gracias por este compartir Dos es misericordioso no lleva cuenta de nuestros pecados solo hemos de dejarlo ser Dios en nosotros y no pretender ser diose quitandoles el lugar a Dios que el nos ayude a dejarno modelar por su palabra unidos en oración y un abrazo muy fuerte
ResponderBorrar"Que el justo me golpee,
ResponderBorrarque el bueno me reprenda;
pero que el hunguento del impío
no perfume mi cabeza"
Icue, y caminar en santidad con el auxilio del Espíritu del Señor.
ResponderBorrarUn fuerte abrazo, gracias por estar con la Comunidad.
Feliz y Santa Navidad
Claudio
Lourdes, gracias por tu generosidad infinita y tu prédica constante.
ResponderBorrarUn abrazo muy fuerte, unidos en oración.
Claudio
¡Amen Rafael!
ResponderBorrarGracias por esta Meditación, sin duda el Espíritu Santo ilumina en varios mentes, hoy nos habla por la suya, gracias por compartir.
ResponderBorrarLES DESEO UNA FELIZ NAVIDAD, QUE EL DIOS ENCARNADO HACE MÁS DE DOS MIL AÑOS SE ENCARNE EN SU COMUNIDAD. ESTARÁN DE MODO PARTICULAR EN LAS SAGRADAS EUCARISTÍAS QUE CELEBRARÉ. BENDICIONES.
Bendiciones y gracias Padre Baregó!
ResponderBorrarUn fuerte abrazao en el Señor
Feliz y Santa Navidad