La puerta que no encierra, sino que libera


“Yo soy la puerta; si alguno entra a través de mí, se salvará”

Él no se presenta como un muro, ni como un guardia, ni como un juez. Se describe como una puerta abierta, accesible, pero también clara. Por esa puerta se entra para encontrar vida, cuidado, sentido. No todas las puertas conducen al mismo lugar, y eso lo sabemos bien en la vida diaria. Algunos caminos parecen prometer libertad, pero nos dejan vacíos. Jesús, en cambio, ofrece una vida en abundancia, no por imponerla, sino por proponerla.

Hay muchas voces que nos llaman! Algunas prometen éxito rápido, otras nos manipulan con miedo o nos adulan para llevarnos a lugares donde no queremos estar. Saber distinguir la voz del buen Pastor es crucial. Él no grita, no confunde, no obliga. Su voz es familiar, suave, firme. Es la que nos recuerda quiénes somos y nos invita a no conformarnos con una vida mediocre.

Jesús dice que el que entra por Él “entrará y saldrá, y encontrará pastos”. Esta frase parece insignificante, pero es bellísima. La fe no es una jaula. La vida con Jesús no se encierra entre muros. Quien entra por Él tiene libertad para salir al mundo con confianza, para enfrentar la rutina, el trabajo, las relaciones familiares, con otra mirada. La puerta no es para quedarnos encerrados, sino para salir fortalecidos y volver cuando necesitemos descanso.

Que en medio del ruido, tengamos oídos atentos, corazones humildes y el coraje para entrar por la puerta que Jesús nos abre con amor y paciencia cada día.


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Evangelio de San Juan 10,1-10

Fuente: Juan XXIII.org

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