Jesús, la luz que no se apaga
Hay palabras que escuchamos tantas veces que corremos el riesgo de no detenernos a saborearlas. Una de ellas es esta: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único». Cada vez que leemos este pasaje de Juan, deberíamos quedarnos quietos un momento, como quien escucha algo que cambia el curso de su vida.
La entrega de Jesús no fue solo un acto del pasado; es una realidad viva que sigue tocando la puerta de nuestra historia personal. A veces creemos que el amor de Dios es un premio para los buenos. Sin embargo, Jesús vino a poner luz en los rincones más oscuros de nuestras vidas.
Aunque Satanás se prende con garras de nuestras debilidades y nos sentimos incapaces de escapar, de cambiar las cosas, Jesús sigue siendo la luz que no se apaga. Y mientras sigamos caminando hacia esa luz, mientras sigamos eligiéndola una y otra vez, nuestras vidas se volverán también luz para otros. Las buenas obras mantienen limpios los ojos de la fe y nos permiten ver y agradecer el amor que Dios tiene por cada uno de nosotros.
La venida de Jesús al mundo determina una elección: quien elige las tinieblas va al encuentro de un juicio de condenación, quien elige la luz tendrá un juicio de salvación. El juicio es siempre la consecuencia de la libre elección de cada uno: quien practica el mal busca las tinieblas, el mal siempre se esconde, se cubre.
Quien hace la verdad, es decir, practica el bien, llega a la luz, ilumina los caminos de la vida. Quien camina en la luz, quien se acerca a la luz, no puede por menos que hacer buenas obras. La luz nos lleva a hacer buenas obras. Es lo que estuvimos llamados a hacer con mayor empeño durante la Cuaresma: acoger la luz en nuestra conciencia, para abrir nuestros corazones al amor infinito de Dios, a su misericordia llena de ternura y bondad.
Dios perdona siempre, siempre, si nosotros con humildad pedimos el perdón. Basta con pedir perdón y Él perdona. Así encontraremos el gozo verdadero y podremos alegrarnos del perdón de Dios que regenera y da vida.
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Fuentes: Evangelio de San Juan 3,16-21 | Angelus 14-03-2021 | Juan XXIII.org
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