El mandamiento que cambia todo: ámense como yo los he amado


Evangelio de San Juan 13,31-33a.34-35.

Les comparto una reflexión del Papa Francisco en Regina Caeli del 19 de mayo de 2019

El Evangelio de hoy nos conduce al Cenáculo para hacernos escuchar algunas palabras que Jesús dirigió a sus discípulos en el “discurso de despedida” antes de su Pasión. 

Después de haber lavado los pies a los Doce, Él les dijo: «Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros.» (Juan 13, 34). ¿Pero en qué sentido Jesús llama “nuevo” a este mandamiento? Porque sabemos que ya en el Antiguo Testamento, Dios había mandado a los miembros de su pueblo amar al prójimo como a sí mismos (Levítico 19, 18). Jesús mismo, a quién le preguntaba cuál era el mandamiento más importante de la Ley, respondía que el primero es amar a Dios con todo el corazón y el segundo amar al prójimo como a sí mismo (Mateo 22, 38-39). 

Entonces, ¿cuál es la novedad de este mandamiento que Jesús encomienda a sus discípulos? ¿Por qué lo llama “mandamiento nuevo”? El antiguo mandamiento del amor se ha convertido en nuevo porque ha sido completado con este añadido: «Así como yo los he amado», «ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado». La novedad está completamente en el amor de Jesucristo, ese con el que Él ha dado la vida por nosotros. 

Se trata del amor de Dios, universal, sin condiciones y sin límites, que encuentra el ápice sobre la cruz. En ese momento de extremo abajamiento, en ese momento de abandono al Padre, el Hijo de Dios ha mostrado y donado al mundo la plenitud del amor. Repensando en la Pasión y en la agonía de Cristo, los discípulos comprendieron el significado de esas palabras suyas: «Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros.». 

La verdadera señal del cristiano no está en lo que dice, sino en cómo ama. Jesús no nos dejó una teoría del amor, sino un ejemplo vivo. Amar como Él es dar la vida sin condiciones, con gestos concretos, incluso cuando el otro no responde como esperábamos. En nuestras comunidades, trabajos y parroquias, ese amor se vuelve urgente. Que nuestro día esté marcado por actos pequeños pero significativos de cariño, respeto y entrega. Allí, en lo sencillo, Jesús se deja ver. Y cuando amamos con ese estilo, no solo seguimos su camino, sino que lo hacemos presente en el mundo.

Paz y bien

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