6 de febrero de 2013

Entregarse sin buscar nada a cambio


Hay dos objetos que a menudo usamos y que pueden proporcionarnos hermosa enseñanza para nuestra vida práctica: la cera y el pan.

El pan que a diario comemos (aunque la mano venga dura, nunca falta el pan en la mesa)... cuando queremos afirmar la bondad de una persona, decimos de ella: es mas buena que el pan; y con eso decimos todo.

Es que ser pan para los otros es servir de gusto y utilidad a los demás; y después de eso, o precisamente por eso, dejarse cortar, dejarse tostar, desmigajar, masticar y triturar o quizá dejarse tirar.

Para la mansa cera, dar la vida a otros es morir. Y dar la vida a los otros es entregarlo todo por ellos... todo; cansancio, tiempo, preocupaciones, sonrisas, palabras... todo, sin excepción.

Y eso lo debemos hacer sin esperar nada de los demás.
 «¡Que el sabio comprenda estas cosas! ¡Que el hombre inteligente las entienda! Los caminos del Señor son rectos: por ellos caminarán los justos, pero los rebeldes tropezarán en ellos.» (Oseas 14, 10)
La conjugación del todo y de la nada es lo que constituye el secreto de la perfección.

Dios los bendiga, paz y bien




Imagen: Desafío Acuático Sin Límites para chicos con capacidades diferentes, en la Costanera Este de la Ciudad de Santa Fe, organizado por las ONG Sembrando Esperanza y Sin Límites. Enero de 2013

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