31 de enero de 2011

Las alabanzas a Dios, garantía de victoria

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

El Antiguo Testamento contiene muchos episodios de guerra en que Dios está de lado de su pueblo, tanto más cuanto le es fiel. ¿Podemos imaginar aquellas luchas contra los enemigos del pueblo de Dios como las luchas interiores que nosotros tenemos? Si, aún cuando el enemigo es poderoso, desproporcionado con relación a nuestras fuerzas; si confiamos en Dios, en la fuerza que viene de lo alto, ningún enemigo nos podrá vencer.

Hoy, otros son los enemigos; en el Ángelus Dominical el Santo Padre manifestó: «Demasiadas personas deciden usar la violencia para imponer sus propias ideas políticas o religiosas. Debemos querernos como hermanos, a cualquier religión o cultura a la que pertenezcamos (...) La Iglesia no teme la pobreza, el desprecio, la persecución en una sociedad que a menudo se siente atraída por el bien material y el poder mundano».

La exigencia de Dios es que en esa pelea creamos en él y cumplamos sus planes y no los nuestros porque seguramente seremos derrotados igual que los judíos cuando se apartaban de los planes de Dios.

Hace pocos días leía que en el tiempo de Josafat rey de Judá (2 Cro 20, 1-30) estaban los israelitas muy atemorizados, pues venían a pelear contra ellos sus numerosos enemigos que los superaban en cantidad y calidad bélica. Josafat tuvo miedo y se dispuso buscar a Yavé promulgando un ayuno a toda Judá. Humildemente reconoció ante Dios su impotencia y elevó su pedido de auxilio, al que el Señor le respondió «No teman ni se acobarden, salgan mañana al encuentro de ellos pues Yavé estará con ustedes.» Después, Josafat dispuso que los cantores de Yavé y los salmistas marcharan al frente de las tropas cantando «Alaben a Yavé porque es eterno su amor». Y en el momento que comenzaron las aclamaciones y alabanzas (v. 22), Dios puso emboscadas, trampas contra los enemigos de su pueblo.

Aquí vemos cantores llenos de fe y confianza, que no dudaron de la Palabra de Dios. Pareciera que el Señor nos estuviera indicando que a nuestras luchas precedan siempre las alabanzas y las aclamaciones a Él como garantía de victoria. Si yo me pongo a luchar por cuenta propia contra el enemigo que es más fuerte que yo, perderé sin remedio; pero si escucho a mi Dios y hago su voluntad, aunque requiera toda mi fe , la victoria será mía.

La actitud que el Santo Padre requiere del pueblo de Dios ante los enemigos externos, pongámosla en nuestras peleas interiores. Así en medio de los problemas y aflicciones, en las dificultades, en las luchas cotidianas, debemos reconocer que nuestras fuerzas no son suficientes contra el enemigo que nos rodea.

No está en nuestras manos la solución de todos los problemas; vuelvo entonces mi mirada a Dios y pongo mi confianza en él. Antes de tomar cualquier decisión, antes de actuar, alabo al Señor porque es eterno su amor. Poner esto en práctica, nos hará descubrir con gozo, para nuestro asombro -confirmación en la fe y en la entrega a Dios- esta poderosa ayuda que viene de Él.

¿Acaso la fe no consiste en apoyarnos en este poder? Cuando confiamos en el nuestro, soslayando el suyo, nos exponemos a humillantes derrotas. Dirijamos oraciones e himnos de alabanza y acción de gracias al Dios de los ejércitos, al Todopoderoso, a Aquel sobre quien debemos apoyarnos para que todos nos sea posible.
«No temas, pues Yo estoy contigo, no mires con desconfianza, pues yo soy tu Dios, y yo te doy fuerzas, yo soy tu auxilio y con mi diestra victoriosa te sostendré. Todos los que se lanzan contra ti serán avergonzados y humillados, serán reducidos a la nada y perecerán los que luchaban y peleaban contigo» (Isaias 40, 10-11))
Fraternalmente,



30 de enero de 2011

El rol de las bienventuranzas en nuestra vida

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

4º Domingo, tiempo ordinario, ciclo "A" - Mateo 5, 1 - 12

Reflexión del padre Agustín Poier*, de los Siervos de María,
«Que contestaríamos si alguien nos preguntara que orientación ideológica tiene nuestra sociedad o nosotros mismos, más allá de las distintas religiones y opciones sociales o políticas? Quiera o no lo que todos buscamos -sin distinciones- es la felicidad que se consigue por el dinero, el bienestar, la profesión, el amor, los placeres. Jesús sintoniza con las aspiraciones más profundas del ser humano que busca la felicidad; está de acuerdo, por eso usa tantas veces la palabra «felices», sinónimo de bienaventurados.

Lo nuevo de Jesús para la felicidad es el modo distinto o contrario para conseguirla. Estamos acostumbrados a escuchar Felices los que tienen alma de pobres, los misericordiosos, cuando sean perseguidos, calumniados..., pero es un lenguaje incomprensible cuando nos topamos con la realidad de hoy.

Recuerdo que en el primer año de filosofía -año 1955- el profesor nos hablaba de las bienaventuranzas como de una revolución que Jesús introdujo en el mundo cultural y religioso de aquel entonces. Si tratamos de bajarla a la vida cotidiana nos choca tremendamente.

El mundo actual en el que estamos sumergidos y nuestra misma constitución humana nos lleva al afirmar la personalidad, a no dar el brazo a torcer, ser igual o superior a los demás, no dejarnos atropellar... Jesús habla de misericordia, ser portadores de paz, alegrarse cuando la gente nos critica por nuestras convicciones religiosas; y lo peor, alegrarnos de esta situación, tomarla como la felicidad.

Las bienaventuranzas son la carta magna del cristianismo, el fundamento sobre el cual se apoya todo el evangelio, el espíritu conductor de sus enseñanzas; pero también la condición por la paz en la sociedad por dos razones: primero porque Jesús con su vida, su humildad y sobre todo con su muerte las practicó al pié de la letra y el cristiano no puede seguir otro camino, y segundo porque en la sociedad no bastan las leyes -que a veces son injustas con las más desamparados- para que marche bien.

Si no frenamos el egoísmo, el impulso a atropellar, la soberbia de ser más que los otros... en una palabra, si de alguna manera o al menos en parte no practicamos las bienaventuranzas, la sociedad puede convertirse en una selva donde domina el más fuerte.»
Lo primero que hace falta es la humildad, la pobreza de espíritu para obedecer a Dios, siguiendo sus mandatos y consejos. Y procurar vivir así, con esas actitudes de fondo en el corazón: de mansedumbre, de desprendimiento, de castidad, de misericordia, de dar la paz, de buscar la justicia aunque suponga ir contra corriente; viviendo así se es muy feliz, con esa felicidad que inunda el corazón, aun en medio de la persecución y de la calumnia. Pero hay que dejar nuestras ilusiones y cosas limitadas para capturar al Infinito, hay que dejar todo para ganar el Todo, hay que olvidarse de uno mismo para ganar a Dios.

Fraternalmente,



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* El padre Agustín Poier -italiano- fue párroco de mi ciudad, Las Toscas (Santa Fe, Argentina) y hoy es párroco en Coyhaique, sur de Chile.


29 de enero de 2011

Una Plegaria a la Virgen

Santa María, Madre de Dios,
dame un corazón de niño,
puro y transparente
como agua de manantial.
Dame un corazón sencillo,
que no experimente la tristeza;
un corazón generoso en la entrega,
tierno en la compasión;
un corazón fiel y generoso,
que no olvide ningún beneficio,
y no guarde rencor por ningún mal;
dame un corazón humilde,
que ame sin exigir ser amado,
que goce desapareciendo en otro corazón
delante de tu divino Hijo;
un corazón grande e invencible,
que no se cierra ante ninguna ingratitud,
que no se canse ante ninguna indiferencia;
un corazón apasionado
por la gloria de Jesucristo,
herido por su amor,
con una herida que no cierre hasta el cielo

Leoncio de Grandmaison
Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

28 de enero de 2011

A ustedes

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

Un día de Enero de 2010 abrí el blog, sin saber porque; era un momento especial en mi vida y ahí quedó, como flotando en el espacio. Además, no sabía que hacer con él, es decir, como no sabía para que lo abrí, tampoco sabía que iba a escribir. Recuerdo que Natalia, mi hija, me regaló esta frase: La voluntad de Dios no te llevará nunca adonde la gracia de Dios no te pueda sostener. Quedé de cama, asombrado... rápido busqué el poema y lo colgué en el blog.

Un año después comprendí el significado de aquella frase. Más allá del desierto es la mejor expresión de mi alma en busca de sosiego, sobretodo cuando el maligno no quiere que uno deje sus esclavitudes. En este año que caminé y caminé me encontré escribiendo todos los días y también me encontré con personas como ustedes, llenas de Dios, que me abrieron las puertas del corazón... y entendí que ahí estaba la gracia de Dios.

Por eso quiero rendir a ustedes mi homenaje, expresar mi gratitud, en el primer año de vida del blog,

Hay gente que con sólo decir una palabra
enciende la ilusión y los rosales:
que con sólo sonreír entre los ojos

nos invita a viajar por otras zonas,
nos hace recorrer toda la magia.

Hay gente que con sólo dar la mano

rompe la soledad, pone la mesa,
sirve el puchero, coloca guirnaldas;

que con sólo empuñar una guitarra
hace una sinfonía de entre casa.

Hay gente que con sólo abrir la boca

llega hasta los límites del alma,

alimenta una flor, inventa sueños,

hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después como si nada.


Y uno... se va, de novio con la vida

desterrando una muerte solitaria
pues sabe que a la vuelta de la esquina

hay gente que es así, tan necesaria!


Hamlet Lima Quintana

Fraternalmente,

27 de enero de 2011

En paz


Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida
porque nunca me diste ni esperanza fallida
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ella puse hiel o mieles sabrosas;
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

... Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡más tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas noches de mis penas;
más no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Amado Nervo


Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

26 de enero de 2011

Setenta y dos

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,
«...de dos en dos, delante de Él, a todas las ciudades y lugares donde Él debía ir» (Lc. 10, 1)
La liturgia nos propone reflexionar el pasaje del Evangelio referido al envío de los setenta y dos discípulos, y es muy especial porque ayer finalizamos la semana de oración por la unidad de las Iglesias Cristianas. El verdadero sentido de misión es envío. El Padre es el que envía al mundo a sus mensajeros, para reunir en un solo pueblo a los que hayan creído en su amor y en sus promesas.

Cuando la Iglesia está presente desde bastante tiempo en algún lugar, fácilmente creemos que todos han tenido la oportunidad de recibir el Evangelio. Es una ilusión. Aún en los mejores casos, muchas familias, especialmente las más pobres, han esperado durante años la visita de algún misionero.

Decíamos ayer en un comentario a nuestro post anterior «Me encantaría que la iglesia se mueva, sería muy feliz al ver que nos abrimos al mundo siendo sensibles a nuestra generación, pero si nadie se mueve lo haré yo. ¿Qué hay que hacer? De ser necesario, estoy dispuesto a revolcarme en el lodo con los cerdos, pues no he dudado ni un momento de mi identidad en Cristo. No le temo a la oscuridad, yo soy la luz, no temo a corromperme, yo soy la sal.

Me cansé de estar sentado esperando mejores tiempos, nada sucede hasta que alguien no comienza a moverse. Si lo que se necesita es un loco que pinche la burbuja aquí estoy yo y tengo la aguja en la mano.»


Es parte de la reflexión de un pastor evangélico sobre la actitud yo Iglesia. Eso es querer misionar, tomar el arado como pide Jesús y darle para adelante. Muchos de los que reciben a los misioneros no van a perseverar, no van a integrar una comunidad cristiana, pero no por eso se ha perdido el esfuerzo de los misioneros; pues las personas, aunque tengan mil problemas, recordarán ese paso de la gracia del Señor y les ayudará a mantener algo de fe en su vida diaria.

Y lo afirma el padre Raniero Cantalamessa: «La invitación de Jesús «¡Id!» se dirige en primer lugar a los apóstoles, y hoy a sus sucesores: el Papa, los obispos, los sacerdotes. Pero no sólo a ellos. Éstos deben ser las guías, los animadores de los demás, en la misión común.

La Iglesia del post-Concilio ha asistido a un florecimiento de esta conciencia. Los laicos de los movimientos eclesiales son los sucesores de esos 72 discípulos... La vigilia de Pentecostés brindó una imagen de las dimensiones de este fenómeno con esos cientos de miles de jóvenes llegados a la Plaza de San Pedro para celebrar con el Papa las Vísperas de la Solemnidad. Lo que más impresionaba era el gozo y el entusiasmo de los presentes. Claramente para esos jóvenes vivir y anunciar el Evangelio no era un peso aceptado sólo por deber, sino una alegría, un privilegio, algo que hace la vida más bella de vivir. »

La misión sirve tanto para formar a los misioneros como para despertar a los que son visitados. La Iglesia no anuncia el Evangelio para aumentar su poder o el número de sus miembros. Si actuara así, traicionaría la primera el Evangelio. Lo hace porque quiere compartir el don recibido, porque ha recibido de Cristo el mandato: «Den gratuitamente, puesto que recibieron gratuitamente».

Fraternalmente,


25 de enero de 2011

Iglesia soy yo



Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

A modo de conclusión de una semana de reflexiones y oración.

Leemos en el Consejo Pontificio «El día octavo concluye el planteamiento sobre una llamada hecha por las Iglesias de Jerusalén en favor de un servicio más extenso: el de la reconciliación. Aunque los cristianos llegasen a la unidad entre ellos, no habrán acabado su trabajo, ya que ellos mismos deben reconciliarse con otros. En el contexto de Jerusalén, se significa entre palestinos e israelíes; en otras comunidades, los cristianos deben buscar la justicia y la reconciliación en el contexto que les es propio.»

24 de enero de 2011

Estamos llamados a ser pequeños Pablos

Séptimo día del Octavario 2011

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

La ante última jornada de oración por la unidad propone proclamar activamente la resurrección de Cristo alegremente, incluso mientras cargamos nuestras cruces.

No se puede ser cristiano sino a partir de la resurrección de Cristo. O bien como alguien dijo hace mucho tiempo: sin la experiencia de Pablo en el camino a Damasco, no se puede ser cristiano. Estamos todos llamados a llegar a ser pequeños Pablos. La experiencia de San Pablo fue grande porque de él dijo el Señor: le mostraré todo lo que tendrá que sufrir por mi nombre (Hch. 9, 16). No estamos llamados a tantos sufrimientos, ni a una experiencia tan grande, pero tendremos seguramente -y más de una vez- nuestros encuentros con Cristo.

Sin la experiencia mística de Jesús resucitado que nos da su Espíritu Santo, no podemos ser cristianos. Es necesaria la experiencia viva y ella es para los pequeños que dejan de lado el orgullo del saber. La novedad introducida en la historia es que ahora hay Cristo resucitado, dador del Espíritu Santo al corazón de la humanidad.

Todas las misas deberían ser misas de pascua, todas las eucaristías deberían establecer las pascua en el corazón de los hombres. Tenemos la buena nueva de que el mundo está salvado porque Jesús pasó de la muerte a la vida, ¡este paso es el que tenemos que comunicar a los hermanos!

¿Quien de nosotros no ha pensado sobre dos aspectos de nuestra existencia: la fugacidad que termina en la muerte y la soledad que experimentamos porque nunca estamos dentro del otro, estamos al lado los unos de los otros?

Isidoro Ricardo Steinberg escritor literario argentino, autor de aforismos, escribió «¿Algo es mío? Nada es mío. Ni mi vida, ni las cosas de mi vida; están en mí. Me son dadas un día de infinita luz y me son arrebatadas otros día, de infinita noche

Lo escribo y no puedo negar la congoja que me envuelve y pregunto ¿qué nos trae la resurrección de Cristo? Nos hace sentir -desde la experiencia- que no existe ese vacío. Hay una solidez que está ahí, que permanece, que nos hace entrar en la luz, la paz, la alegría, el celo, la claridad, la dulzura, el equilibrio, el don de sí; «... y ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Gal 2, 20). La seguridad que, mientras las cosas pasan con el tiempo, todo queda profundamente firme en la eternidad de Jesús resucitado.

San Bernardo, hacía grabar en piedra a la entrada de sus monasterios un lema: «Nunca estoy menos solo, que cuando me creen menos solo» Este lema retrata a los trapenses consagrados al celibato y al silencio perpetuo que parecen vivir en la soledad pero viven en Cristo resucitado, porque Él es una piedra viva en el corazón de nuestro corazón, que hace surgir el diálogo que destierra toda soledad.

Es lo que quiso decir Lah en su blog con la entrada El monte Tabor; que cuando nos encontramos con otros, ese diálogo interior nos impide todo movimiento egoísta, porque se establece en una relación nueva desde su raíz. Desde mi interior al interior de ustedes, en Cristo, por la acción del Espíritu Santo, se estable en nosotros lo que llamamos koinonía ó la comunión de los santos.

Es le resurrección de Cristo, allí en el fondo de todo hombre lo que lo salva de la soledad y la angustia. Vivir adentro con él y encontrarlo en los otros es lo que genera relaciones nuevas, el mundo nuevo, la Iglesia del mañana.

Fraternalmente,




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Aporte de: Salvación constante - F. Callerand


23 de enero de 2011

¿Que es tener claridad en la vida?

Sexto día del Octavario 2011

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

Domingo 3, tiempo ordinario, ciclo A - Mateo 4, 12-23

Juan estaba preso y Jesús va a Galilea. Galilea era la parte más remota del país y la más lejana de Jerusalén. Era considerada con desprecio y sus habitantes tenidos como gente ruda y tosca. Cafarnaúm era una ciudad de Galilea. En este contexto Jesús comienza a predicar y a proclamar el cumplimiento del profeta Isaías: la luz ha llegado al pueblo que vivía en la oscuridad.

La vida de cada ser humano tiene numerosos momentos de oscuridades. Incluso los grandes místicos han pasado por noches oscuras que, aunque purificadoras, siempre tienen una gran carga de dolor. Quien da cabida a Jesús es capaz de ver con profunda claridad su vida y toda su existencia, aunque ese seguimiento requiera un esfuerzo y sacrificio.

¿Qué es tener claridad en la vida?

Curiosamente decimos que la mañana es clara, que tenemos las cuentas claras y que las intenciones son claras... pero quizás no nos hemos detenido a examinar con profundidad la claridad de nuestra vida.

Tener claridad es saber distinguir lo que nos pasa y por qué nos pasa; saber distinguir quienes somos, de quienes no somos, y saber que no somos dioses y que Dios es Dios.

La tiniebla es engañarse a uno mismo; no querer ver la realidad de mi vida ni la presencia de Dios en ella, por eso las sombras son "sombras de muerte", porque no me hacen ser más humano; no me hacen crecer ni humana ni espiritual ni emocionalmente. Una de las grandes tragedias de la vida humana es saberse en tinieblas y no encontrar senderos de luz.

Encontrar esos senderos, es la conversión a Dios para que la luz llegue a nuestra vida. Convertirse -como vimos antes- es cambiar de mentalidad para adquirir los criterios de Dios. Pero no todo el mundo está dispuesto a realizar este cambio. Muchas veces por miedo o por comodidad las personas prefieren mantenerse en sus dolores que ir a sus esperanzas. Prefieren el sufrimiento al enfrentamiento consigo mismo.

El Señor no nos enfrenta con los demás, ni tan siquiera con nuestros enemigos. Hace algo mucho más duro: nos enfrenta contra nosotros mismos y nuestro mundo interior.

La vida cristiana no se basa en el ver milagros sino en confiar plenamente en Aquel que puede hacerlos. No basta decir yo tengo fe, es algo. Pero no suficiente. Esa fe tiene consecuencias. Recibir el mensaje de Jesucristo con fe, hoy, es seguirlo en el cumplimiento de la Voluntad de Dios. Tal vez algunos que no han nacido y crecido como Católicos busquen la Voluntad de Dios mejor que muchos de los que sí hemos tenido ese privilegio.

¡Cuidado de no quedar fuera! Cuidado si no nos dejamos iluminar por esa “gran luz” que es Jesucristo nuestro Señor. Cuidado si no aceptamos su mensaje de salvación. Porque “el Señor es mi luz y mi salvación. Lo único que pido, lo único que busco es vivir en la casa del Señor toda mi vida” (Sal. 26). Y, para vivir en la casa del Señor eternamente, es necesario comenzar a vivir en su casa aquí en la tierra. Y eso significa vivir en su Voluntad siempre y en todo momento.

Una breve reflexión sobre la sexta jornada de oración por la unidad de los cristianos donde el tema propuesto es reforzar nuestra vida de oración y tomar mejor conciencia de la manera como nos enfrentamos ante las situaciones de injusticia y desigualdad, allí donde estamos. En todo eso, es la oración la que da a los cristianos la fuerza para ejercer la misión común.

Elevemos juntos al Padre Celestial esta oración
Dios Padre nuestro, nos alegramos de que en todo momento, lugar y cultura, la gente se vuelve hacia ti para orar. Te damos gracias sobre todo por el ejemplo y la enseñanza de tu Hijo, Jesucristo, que nos enseñó a perseverar en la oración para que venga tu reino. Enséñanos a orar mejor entre los cristianos reunidos, para que tengamos siempre conciencia que tú nos guías y nos animas a través de todas nuestras alegrías y nuestros dolores, con la fuerza del Espíritu Santo. Amén.
Fraternalmente,


22 de enero de 2011

La Madre

Quinto día del Octavario 2011

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

El sábado es nuestro día dedicado a la Virgen Maria. Este sábado se cumple la 5ª jornada de Oración por la unidad de los cristianos, donde propone para la reflexión la partición del pan. Y La Madre, estaba presente; por eso es trascendente su presencia en la Iglesia de Jesucristo.

Desde aquella primera Iglesia hasta ahora, la “fracción del pan” siempre ha sido un acto central para los cristianos. El partir el pan es tradicionalmente símbolo de amistad, perdón y compromiso frente a otros. Esta fracción del pan nos pone en el reto de buscar una unidad que pueda expresar algo de profético en un mundo de divisiones. También ese mundo es, de distintas maneras, tarea de todos nosotros. En la fracción del pan, los cristianos son el mensaje profético de esperanza destinado a toda la humanidad.

Y hoy, en ésta quinta jornada de oración, se hace fuerte de La Madre porque la unión de los cristianos es su preocupación constante.

Leemos en el Evangelio de San Juan: «...viendo a su madre y cerca de ella al discípulo que amaba, Jesús dice a su madre: "Mujer, he ahí a tu hijo". Luego dice al discípulo: "he ahí a tu madre", y desde ese momento el discípulo la tomó como suya». Annie Jobert, gran exegeta y profesora de historia en la Sorbonne, al investigar los antiguos manuscritos de San Juan descubrió manuscritos siríacos y arameos que daba la siguiente versión que es quizás la más antigua: «...viendo a la madre y cerca de ella al discípulo que amaba, Jesús dijo a la madre: mujer he aqui a tu hijo.» El artículo definido ha reemplazado al posesivo. ¿Que significa este reemplazo de la madre en vez de su madre? Esto indica muy simplemente que en el grupo de discípulos Maria tenía un sobrenombre: todos la llamaban La Madre.

¿Por qué dieron ese sobrenombre a Maria, La Madre? Porque salía de ella una irradiación de ternura, de bondad, de atención... Maria revelaba esa atención a los discípulos de Jesús: ella es la madre de Juan, de Pedro, de Maria Magdalena...

«Las palabras que Jesús pronuncia desde lo alto de la cruz significan que la maternidad de su madre encuentra una nueva continuación en la Iglesia y a través de la Iglesia, simbolizada y representada por Juan» (Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 24)

Maria Servidora del Señor, su felicidad es compartir lo que ella misma ha recibido primero. Ese es el gozo de Maria: dar y recibir. Por eso se pueden meditar a la vez los dos primeros misterios gozosos, ya que lo Maria recibe en la anunciación, la da en la visitación. Comprende que el tesoro que ha recibido no se lo puede guardar para si; no se puede ser feliz sin un cierto sacrificio de sí, porque esa es la felicidad de Dios. Dios se comparte, no se guarda para sí.

He aquí la trascendencia de Maria para los católicos y fuente de desdicha para algunas iglesias protestantes. Maria no entra en competencia con Jesús, porque está en y con él ya que todo lo que es de Jesús es de ella al mismo tiempo.

Maria esta en cuerpo y alma en la gloria y las gracias que ella comunica actúan sobre nuestro cuerpo también. Frecuentamos a Maria y veremos como el equilibrio y la paz llegan a nosotros. Ella es la única para eso porque todo Jesús pasa en ella y por ella.

¡Santa Maria, visitadora de los corazones alejados, presencia permanente en el secreto de Cristo glorioso en nosotros, portadora a domicilio de la irradiación y de la efusión del Espíritu de Jesús, nosotros te bendecimos!

Junto a La Madre, oramos por la semana de oración por la unidad de los cristianos
Dios de esperanza, te alabamos por el don que tú nos has hecho en la cena del Señor donde, en el Espíritu Santo, encontramos a tu Hijo Jesucristo, el pan vivo bajado del cielo. Perdona nuestra infidelidad a este gran don, nuestra vida de clanes, nuestra complicidad con las desigualdades, nuestra complacencia en la separación. Señor, te rogamos que se acelere el día en que toda tu Iglesia se reunirá para la fracción del pan y, en la espera de este día, haz que aprendamos aún más a ser un pueblo modelado por la Eucaristía para el servicio del mundo. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
Fraternalmente,




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Fuentes: «La Virgen Maria es Maria de Nazaret» - Félix Moracho y «Salvación constante» - Florin Callerand

21 de enero de 2011

Participación, como segunda expresión de unidad

Cuarto día del Octavario 2011

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

El día cuarto insiste sobre la participación como segunda expresión de la unidad. Sobre el método de los primeros cristianos que ponían todo en común, la Iglesia de Jerusalén pide a todos sus hermanos y hermanas de la Iglesia compartir sus bienes y sus preocupaciones en la alegría y la generosidad de corazón, para que nadie permanezca en la necesidad.

Esa generosidad se traduce en compartir la tarea apostólica, evangelizadora y el esfuerzo de llevar la antorcha encendida. La jornada litúrgica del cuarto día comparte el Evangelio de San Mateo 6, 25-34 para reafirmar que ante todo esta el Reino de Dios, sin preocuparnos por las aventuras de la vida diaria. El Señor no nos dice que nos despreocupemos, sino que arriesguemos por lo verdadero en vez de buscar la seguridad de nuestro porvenir. Somos llamados a luchar diariamente evangelizando.

Traemos como aporte a la semana de oración un hermoso y fuerte discurso de Juan Pablo II pronunciado en la celebración ecuménica de la Palabra en la catedral de Paderborn el 28 de Junio de 1996 del que destacamos:
«La tarea de evangelización atañe por igual a todos los cristianos, sean católicos, ortodoxos o protestantes. Debemos dar ante el mundo un testimonio unánime de Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que resucitó de entre los muertos y reveló a todos los hombres el rostro del único Dios. Todos los cristianos estamos llamados a cumplir esta misión de acuerdo con su vocación.

La tarea de evangelización exige que todos los cristianos nos acerquemos unos a otros y avancemos juntos, con el mismo Espíritu; evangelización y unidad, evangelización y ecumenismo están indisolublemente vinculados entre sí.

Como he puesto de relieve en mi encíclica Ut unum sint (n. 98) sobre el compromiso ecuménico: "De todos modos, es evidente que la división de los cristianos están en contradicción con la verdad que ellos tienen la misión de difundir y, por lo tanto, perjudica gravemente su testimonio". Por esta razón, como dijo mi predecesor el Papa Pablo VI, "la suerte de la evangelización esta ciertamente vinculada al testimonio de unidad de la Iglesia" (Evangelii nuntiandi, 77). Dado que la cuestión de la nueva evangelización me interesa mucho, creo que superar la división de la cristiandad es una de las prioridades pastorales. "En efecto, ¿como anunciar el evangelio de la reconciliación sin comprometerse al mismo tiempo en la obra de la reconciliación de los cristianos? (Ut unum sint, 98)

Nuestro compromiso de buscar un testimonio común en favor de la unidad no puede dejar de ocuparse de Martín Lutero. Hoy, tantos años después de su muerte, el tiempo que ha pasado, permite comprender mejor la persona y la obra del reformador alemán y ser más equitativos con él; el diálogo entre luteranos y católicos ha ayudado en gran medida a superar las antiguas polémicas y a acercarse a una visión común.

Todos tenemos culpas. Por eso todos estamos invitados a la penitencia y todos necesitamos siempre que el Señor nos purifique nuevamente.»
Hacemos nuestra la reflexión final de Juan Pablo II,
«Pasa por aquí y ayúdanos. Este es la súplica que en este momento dirijo al Señor, porque soy consciente que la evangelización sólo puede tener éxito si Él nos ayuda. Pasa por aquí y ayúdanos. Ahora bien, ésta súplica exige, al mismo tiempo, que tomemos en serio este llamamiento y dejemos que el Señor nos envíe como testigos suyos. Está en juego el futuro del mundo. La oración unánime de todos los cristianos haga que llegue cuanto antes el día que el Señor, ante los ojos de todos, lleve a término la obra buena que ha iniciado en nosotros»
Fraternalmente,




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Fuente: Revista Resurrección, editorial Kyrios. Argentina, 1996


20 de enero de 2011

La unidad en la Palabra de Dios

Tercer día de Octavario 2011

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

En este día tercero de la semana de oración por la unidad se presta atención al aspecto más fundamental de la unidad: la Palabra de Dios comunicada a partir de la enseñanza de los apóstoles.

Leemos en el Consejo Pontificio: «Las oraciones de 2011 para la Semana de oración por la unidad de los cristianos han sido preparadas por los cristianos de Jerusalén, que eligieron el tema de los Hechos 2,42: “Eran asiduos a la enseñanza de los apóstoles y a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones.” Este tema nos recuerda los orígenes de la primera Iglesia de Jerusalén; invita a la reflexión y a la renovación, a una vuelta a los fundamentos de la fe; invita a recordar el tiempo en que la Iglesia era aún indivisa.

Cuatro elementos se presentan para meditar este tema; fueron características destacadas de la comunidad cristiana primitiva y son esenciales para la vida de toda comunidad cristiana. En primer lugar, los apóstoles transmitieron la Palabra. En segundo lugar, una de las características destacadas de la primera comunidad que creía cuando se reunía, era la comunión fraterna (koinonia). Una tercera característica de la Iglesia primitiva consistía en celebrar la Eucaristía (la “fracción del pan”), en memoria de la Nueva Alianza que Jesús realizó a través sus sufrimientos, su muerte y su resurrección. El cuarto aspecto era la ofrenda de una oración continua. Estos cuatro elementos son los pilares de la vida de la Iglesia y de su unidad.»

La Palabra de hoy, resalta que Jesús atendía a «una gran muchedumbre de Galilea» y también otra mucha gente procedente de otros lugares (Mc 3,7-8) se acercan al Señor. Y Él acoge y procura el bien para todos, sin excepción. Esto lo hemos de tener muy presente durante el octavario de oración para la unidad de los cristianos.

Démonos cuenta de cómo, a lo largo de los siglos, los cristianos nos hemos dividido en católicos, ortodoxos, anglicanos, luteranos, y un largo etcétera de confesiones cristianas. Pecado histórico contra una de las notas esenciales de la Iglesia: la unidad.

Pero aterricemos en nuestra realidad eclesial de hoy. La de nuestro obispado, la de nuestra parroquia. La de nuestro grupo cristiano. ¿Somos realmente una sola cosa? ¿Realmente nuestra relación de unidad es motivo de conversión para los alejados de la Iglesia? «Que todos sean uno, para que el mundo crea» (Jn 17,21), ruega Jesús al Padre. Éste es el reto. Que los paganos vean cómo se relaciona un grupo de creyentes, que congregados por el Espíritu Santo en la Iglesia de Cristo tienen un solo corazón y una sola alma (Hch 4,32-34).

Recordemos que, como fruto de la Eucaristía —a la vez que la unión de cada uno con Jesús— se ha de manifestar la unidad de la Asamblea, ya que nos alimentamos del mismo Pan para ser un solo cuerpo. Por tanto, lo que los sacramentos significan, y la gracia que contienen, exigen de nosotros gestos de comunión hacia los otros. Nuestra conversión es a la unidad trinitaria (lo cual es un don que viene de lo alto) y nuestra tarea santificadora no puede obviar los gestos de comunión, de comprensión, de acogida y de perdón hacia los demás. [1]

En el libro del profeta Ezequiel se lee:
«Y me dijo: "Hijo de hombre, como lo que se te ofrece; como este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel". Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo, y me dijo: "Hijo de hombre, alimentate y saciate de este rollo que te doy". Lo comí y fue mi boca más dulce que la miel» (3, 1-3)
Todos somos invitados a comer el mismo rollo que le ofrecieron comer al profeta. Comer la Palabra de Dios y nutrirnos frecuentemente hace que nos convirtamos en lo que comemos: palabras vivas de Dios, el Cuerpo de Cristo que se debe compartir y partir.

Y nos encontramos así, unidos en oración y a la distancia, poniendo al pié de la Cruz de Jesús todos nuestros deseos de comunión entre todos los cristianos.

Fraternalmente,


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[1] Reflexiones al Evangelio del Padre Melcior Querol i Solà (Ribes de Freser, Girona, España)

19 de enero de 2011

Espíritu Santo, clave del Ecumenismo

Segundo día del Octavario 2011

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

Ayer comenzamos la semana de oración para la unidad de los cristianos de todo el mundo y trajimos reflexiones de nuestro Santo Padre sobre la marcha de la Santa Iglesia Católica.

Se lee en el Consejo Pontificio «Hace dos mil años, los primeros discípulos de Cristo reunidos en Jerusalén tuvieron la experiencia de la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés y han estado reunidos en la unidad que constituye el cuerpo del Cristo. Los cristianos de siempre y de todo lugar ven en este acontecimiento el origen de su comunidad de fieles, llamados a proclamar juntos a Jesucristo como Señor y Salvador. Aunque esta Iglesia primitiva de Jerusalén ha conocido dificultades, tanto exteriormente como en su seno, sus miembros han perseverado en la fidelidad y en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones.»

El día segundo -en los distintos programas litúrgicos organizados- recuerda que la primera comunidad reunida en Pentecostés se componía de orígenes muy distintos, y que, de la misma manera, se encuentran hoy en la Iglesia de Jerusalén una gran diversidad de tradiciones cristianas.

Es una verdad muy grata en el Señor de la Vida que, cuando nos encontramos con hermanos que viven realmente en el Santo Espíritu, sean de la Iglesia que sean, pero que han tenido la experiencia de Pentecostés, sentimos esa unión que sólo puede proceder del Espíritu de unión. Así como la paz y la alegría se da en este mundo -pero no es como la que nos da el Señor- lo mismo pasa con esta unión que es un don perfecto que, como tal procede de Dios y no de nosotros.

Por el Espíritu hemos tenido un encuentro personal con Cristo y lo hemos hecho Señor de nuestras vidas. Es que del paráclito nos viene un conocimiento vivo y verdadero de Cristo y del Padre; de Él nos debe venir también un conocimiento nuevo y verdadero de la Iglesia única de Cristo y de lo que significa la unidad en el amor y la verdad. Esto se hace aún mas sensible, cuando el encuentro con hermanos se realiza en una misma Iglesia.

Pero nos sorprenderíamos de cuántas cosas podríamos compartir con los hermanos de otras Iglesias que han pasado por la misma experiencia, en mi ciudad en preparación a la Natividad del Señor se realiza una cantata ecuménica, donde participan ministerios de música católicos, evangélicos pentecostales, adventistas, bautistas. Nos parece que siempre nos hubiéramos conocido. Todos llevamos el mismo Espíritu que nos hace uno. Podemos ser uno en el amor y precisamente, como lo hemos anunciado en la verdad del amor.

Es en ese amor en el que podemos encontrarnos ya todos los cristianos, si queremos seguir llamándonos cristianos. Solo debemos respetar la diversidad de la verdad en aquellos puntos que no nos son comunes. Este amor nos hace sentir entre hermanos y no entre desconocidos o sospechosos que es el espíritu del error, de todo error, que nos ha dividido. Entonces es importante que reine en el corazón de todos los cristianos el Espíritu Santo que nos hace uno.

¿No es acaso éste un fruto que ya deberíamos estar viviendo? ¿No es este el principal fruto del Espíritu? ¿No consiste en esto la Nueva Alianza? ¿No vamos a ser juzgados todos los hombres por la verdad de nuestro amor? Y si compartimos el primer fruto del Espíritu, podemos compartir también la paz y el gozo, como la bondad y la mansedumbre, la generosidad, para llegar todos a la fidelidad a Dios y el dominio de si.

Aquella fe primitiva que tenían los apóstoles durante la vida del Maestro era aún del todo insuficiente; sabemos que la razón de ello es la que apunta San Juan «...aún no había Espíritu Santo». Sin Espíritu las diferencias doctrinales entre las Iglesias son insalvables. Pero así como el bautismo en Espíritu Santo y fuego que toda la Iglesia naciente experimentó el día de Pentecostés les avivó y acrecentó la fe y la unidad, hoy, el mismo bautismo del paráclito puede obrar la maravilla de fortalecernos a todos en la misma fe y aceptar una Iglesia Única, Santa, Universal, Apostólica, Profética y Pentecostal.

Hemos olvidado por mucho tiempo estas dos últimas notas de la única Iglesias de Cristo entretenidos como estábamos en nuestras diferencias; pero hoy, como siempre si la única Iglesia de Cristo no es pentecostal ni profética no es la verdadera Iglesia de Cristo. Le estaríamos arrancando a la Ella su origen (Hch 1 y 2) y su cimiento profético (Ef 2, 20).

Es más, el Espíritu Santo es quien lleva a esta única Iglesia a la verdad completa de sus notas esenciales.

Fraternalmente,



18 de enero de 2011

La barca de Pedro


Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

Ulises atravesó el estrecho de Mesina sin caer en la trampa de las sirenas, porque se ató al mástil de la nave después de taponar con cera los oídos de sus marineros. Algunos escritores cristianos compararon la imagen de Ulises con la de Jesús en la Cruz, y la nave de Ulises con la Iglesia. El hecho es que la imagen de la Iglesia como nave es de las más utilizadas en los primeros siglos.

Por ejemplo, Gregorio de Elvira (s. IV) dice que la Iglesia es semejante “a una nave que continuamente es agitada por las tormentas y tempestades, pero que no podrá naufragar jamás, porque su palo mayor es la Cruz de Cristo; su piloto, el Padre; su timonel, el Espíritu Santo; sus remeros, los Apóstoles”.

S.S. Benedicto XVI celebró el quinto aniversario de su pontificado en medio de una tormentosa campaña en contra. En Malta evocó el naufragio de San Pablo y la calurosa acogida que le dispensaron los isleños. Subrayó cómo “la tripulación del barco, para salir del apuro, se vio obligada a tirar por la borda el cargamento, los aparejos e incluso el trigo, que era su único sustento. Pablo les exhortó a poner su confianza sólo en Dios, mientras la nave era zarandeada por las olas”.

Sin duda puede verse aquí una imagen delicada de la situación en que el Papa se encuentra y lo que está haciendo para conducir la nave a buen puerto, en medio de las olas y los remolinos, poniendo de relieve lo esencial de la Iglesia y manteniéndose sereno y constante en el ejercicio de su misión.

Más allá de los logros humanos, las posesiones y la tecnología, señaló que es preciso poner la confianza sólo en Dios, clave de la felicidad y la realización humana, que nos llama a una relación de amor.

En este marco Benedicto XVI recordó la pregunta que Jesús hizo por tres veces a Pedro en la orilla del lago: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Sobre la respuesta afirmativa de Pedro, Jesús pone sobre sus hombros una tarea, la tarea de apacentar su rebaño. “Aquí –señaló el Papa con toda claridad– vemos el fundamento de todo ministerio pastoral en la Iglesia”. Y explicó: “Nuestro amor por el Señor es lo que nos impulsa a amar a quienes él ama, y a aceptar de buen grado la tarea de comunicar su amor a quienes servimos”.

Además, la triple confesión de amor de Pedro era una manera de reparar su triple negativa durante la pasión. De modo que “el diálogo entre Pedro y Jesús subraya la necesidad de la misericordia divina para curar sus heridas espirituales, las heridas del pecado. En cada ámbito de nuestras vidas, necesitamos la ayuda de la gracia de Dios. Con él, podemos hacer todo; sin él no podemos hacer nada”.

La misericordia divina es la medicina contra el pecado. Y la fuerza para seguir adelante es la gracia, es decir, la unión con Dios.

Con el amor de Dios y la confianza en Él, su misericordia y la gracia, los cristianos –como Jesús anunció– cogerían serpientes en su mano y no les pasaría nada. Una víbora mordió la mano de Pablo, “pero –observa el Papa– le bastó sacudírsela y echarla al fuego, sin sufrir daño alguno”.

También hoy las olas zarandean la barca de Pedro y las víboras parecen morder la mano de Pablo. Pero la Iglesia sigue adelante sobre el fundamento de la fe de los apóstoles y con la alegría de comunicar el amor de Dios a la humanidad. Esa es también la misión de todo sacerdote: “La misión confiada al sacerdote –en palabras del Papa inspiradas en otras similares que pronunció en el solemne inicio de su ministerio (24-04-2005)– es verdaderamente un servicio a la alegría, a la alegría de Dios que quiere entrar en el mundo”. El quinto aniversario de este pontificado se celebró en este contexto de misión y de alegría, en medio de las olas.

Fraternalmente,




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Sobre textos de Ramiro Pellitero

17 de enero de 2011

Nacer de nuevo

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,
«¡A vino nuevo, odres nuevos! » (Mc 2, 22)
Espíritus renovados... nacidos de nuevo... sin importar la edad que tengamos. «La conversión es cosa de un instante, la santificación es una obra de toda la vida» es la reflexión de san José Maria Escrivá de Balaguer. Un proceso de conversión que se da cuando nosotros decidimos, con absoluta libertad.

Dios necesitó un solo segundo para perdonarnos, pero necesita toda nuestra vida para transformarnos. Es una tarea continua, un proceso; cuando un orfebre está trabajando una pieza de plata, la tiene que pulir y pulir hasta que su rostro se refleje con toda claridad y nitidez en la misma. De esta manera se ve la obra de Dios en nosotros. El nos va puliendo y purificando hasta que en nosotros se refleje el rostro de Cristo.

Ya somos odres nuevos y de a poco va creciendo la vida de Jesús en nosotros. Y este crecimiento se manifiesta viviendo las bienaventuranzas. Decíamos en un comentario que las bienaventuranzas no son mandamientos ni obligaciones. Son el evangelio puro. Es la obra de santificación que el Espíritu va haciendo en nuestra vida.

- Los pobres de espíritu, no actúan buscando riquezas ni intereses egoístas. Al contrario, están dependiendo solo de Dios y están totalmente disponibles para servir al hermano.

- Los mansos, poseen los bienes materiales según el orden divino, sin codicia, ni violencia, pero con la fortaleza que les hace responder con tranquilidad y firmeza a las situaciones de pecado.

- Los que lloran, a la luz de Dios captan la grandeza y la miseria del hombre y por tanto, la profunda necesidad que existe de salvación en la sociedad y sus estructuras, clamando por un mundo nuevo.

- Los que tiene hambre y sed de justicia, pero no solo de la justicia humana sino que buscan y trabajan eficazmente por la justicia de Dios que no está basada en la ley sino en el amor. Promotores activos de todo lo bueno, justo y honorable, para que el hombre llegue a ser lo que Dios quiere en el orden económico, político y cultural.

- Los misericordiosos, haciendo suyas las miserias de los demás, los comprenden y pueden dar pasos efectivos para remediarlas.

- Los puros de corazón, siendo libres de los criterios mundanos y los intereses partidistas o egoístas, para establecer los valores evangélicos en cualquier ambiente o estructura.

- Los buscadores de paz, siembran frutos de justicia y de paz, proclaman palabras de vida, actúan con poder, destruyen las obras de pecado y colaboran a instaurar la paz mesiánica que es el cúmulo de todas las bendiciones de los tiempos nuevos.

- Los perseguidos, si al Justo Cristo le persiguió el mundo injusto y sus secuaces, al siervo le pasará lo mismo que a su amo. Pero esto no hará sino crucificarlo como Cristo para absorber en su carne el mal que corrompe a la humanidad y de esa manera liberar el mal que pervierte las relaciones de los hombres.

Pero, ¿quién puede hacer todo esto? Nadie, ciertamente. Es imposible para las fuerzas del hombre, aunque tenga buena voluntad y comprometa en ello todos sus esfuerzos. Sin embargo, es posible para Dios. Esto es lo que El quiere en nosotros. Fiel es quien nos ha llamado, quien ha iniciado en nosotros la obra, El la terminará.

Somos además, vino nuevo.

Fraternalmente,



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Con textos del libro «id y envaglizad a los bautizados»

16 de enero de 2011

Revestidos con la sangre del Cordero

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

Domingo 2, Tiempo Ordinario, ciclo A - Juan 1, 29-34

¡Qué terrible sería si no tuviéramos el sacramento del perdón, si después de recibir el Bautismo y participar de la vida divina perdiéramos para siempre la amistad con Dios por el pecado mortal! Pero cómo nos conoce Dios y qué bien dispone las cosas para que podamos volver a su amistad perdida! Para eso vino el Verbo a este mundo, para quitar el pecado. Con su entrega en la Cruz mereció la gracia: he aquí el Cordero que quita el pecado del mundo. Pero Dios cuenta con el hombre; Dios sabe que el hombre es libre para hacer el mal, pero por eso mismo es libre para arrepentirse y pedirle perdón a Él, que es a quien se ofende al pecar.

Los cristianos proclamamos que la muerte de Jesús nos ha redimido. Su muerte nos ha salvado. ¿Salvado de qué...? En primer lugar de nosotros mismos, de nuestras limitaciones y pecados. Si las limitaciones espirituales y morales vienen con nosotros, el pecado es la libre aceptación de las mismas.

Cristo borró con su sangre mis pecados personales pero también los de toda la humanidad, de ahí que la mirada del cristiano al mundo parte siempre de la misericordia y la esperanza. El cristiano no se hunde fácilmente porque sabe que el ser humano ha sido comprado a un alto precio. En el fondo de la entrega de Jesús está el inmenso amor con el que Dios nos ama.

Un cristiano puede ser un vago, un ladrón o un mentiroso... y luchará por superarlo con la ayuda de Dios; pero lo que nunca podrá hacer un cristiano es sentirse orgulloso de su mediocridad y de sus pecados. La muerte de Jesús nos recuerda que nuestra vida está llamada a cambiar constantemente para ponerla en el camino de Dios.

Y cambiarla, ponerla en el camino, depende absolutamente de nosotros; hace falta una disposición interior de conversión hacia Dios, de penitencia y reparación, es necesario confesar los pecados al sacerdote y recibir la absolución como elemento esencial de este sacramento; entonces se recibe el perdón de Dios y uno se reconcilia con Él y con la Iglesia. Todos estos elementos son necesarios por nuestra parte para que Dios pueda darnos su perdón. La salvación depende totalmente de Dios, pero en otro orden, depende de nosotros. Por eso insiste tanto san Pablo en que nos dejemos reconciliar por Dios.
Señor, Tú me esperas, como el padre de la parábola, y deseas mi dolor de amor cuando me alejo de Ti por el pecado para llenarme de tu gracia. Por eso iré a pedirte perdón en este sacramento, porque pedir perdón es una manera de amar, y yo necesito hacerlo con cierta frecuencia, porque sé que soy como una batería de corta duración. Aunque por tu misericordia no te ofenda gravemente, iré porque me esperas para demostrarme tu misericordia, y yo necesito demostrarte mi cariño y recibir tu gracia en este encuentro, precisamente a través de este sacramento.
Jesús se entregó por vos y por mí. Estar con Él es descubrir lo más profundo del amor de Dios para todos los seres humanos, en especial a los más pobres y necesitados, y la promesa de la futura vida eterna.

Fraternalmente,



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Sobre la base de las reflexiones del P. Jesús Martínez García y del P. Mario Santana Bueno

15 de enero de 2011

Nuestra Señora de la Revelación


Virgen Santísima de la Revelación que estás en la Trinidad Divina
dígnate, te rogamos dirigirnos tu mirada misericordiosa y benigna.
¡Oh Maria!, tu eres nuestra gran abogada junto a Dios
que con esta tierra de pecado obtienes gracia y milagros
para la conversión de los incrédulos y pecadores.
Haz que obtengamos de tu Hijo Jesús
la salvación del alma, la salud el cuerpo
y las gracias que estamos necesitando.
Concede a la Iglesia y a su jefe el Romano Pontífice,
la alegría de ver la conversión de los enemigos,
la propagación del Reino de Dios en la tierra,
la unidad de los creyentes en Cristo, la paz de las naciones;
para que podamos amarte y servirte en esta vida
y merezcamos verte algún día
y darte gracias eternamente en el cielo. Amén

Paz y bien el Señor Jesús y en su Santísima Madre,



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Addenda

14 de enero de 2011

Oración de Sanidad

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

La Iglesia propuso a lo largo de la semana que contemplemos los signos del Señor, en las curaciones de cuerpo y alma, en mérito a ello les comparto esta hermosa Oración de Sanidad, enseñada por el Padre Emiliano Tardiff, unámonos con fe a ella depositando nuestra vida entera en las manos de Jesús.
Señor Jesús, creo que estás vivo y resucitado.
Creo que estás presente en el Santísimo Sacramento del altar y en cada uno de los que en Ti creemos.
Te alabo y te adoro. Te doy gracias Señor por venir hasta mi como pan vivo bajado del cielo.
Tu eres la plenitud de la vida.
Tu eres la resurrección y la vida.
Tu eres, Señor, la salud de los enfermos.
Hoy quiero presentarte todas mis enfermedades porque tu eres el mismo ayer, hoy y siempre y tu me alcanzas hasta donde estoy.
Tu eres el eterno presente y tú me conoces... ahora, Señor, te pido que tengas compasión de mí.
Visitame a través de tu Evangelio para que todos reconozcan que tú estas vivo en tú Iglesia hoy y que se renueve mi fe y mi confianza en tí... te lo suplico, Jesús.
Ten compasión de mis sufrimientos físicos, de mis heridas emocionales y de cualquier enfermedad de mi alma.
Ten compasión de mi Señor.
Bendíceme y has que vuelva a encontrar la salud.
Que mi fe crezca y me abra a las maravillas de tu amor para que también sea testigo de tu poder y de tu compasión.
Te lo pido Jesús, por el poder de tus santas llagas, por tu santa cruz y por tu preciosa sangre.
Sáname Señor. Sana mi cuerpo, sana mi corazón, sana mi alma.
Dame vida y vida en abundancia.
Te lo pido por intercesión de María Santísima, tu Madre, la Virgen de los Dolores, la que estaba presente, de pie, cerca de la Cruz. La que fue la primera en contemplar tus santas llagas y que nos diste por Madre.
Tu nos has revelado que ya has tomado sobre Ti todas nuestras dolencias y por tus santas llagas hemos sido curados.
Hoy, Señor, te presento en la fe todas mis enfermedades y te pido que me sanes completamente.
Te pido por la Gloria del Padre del cielo que también sanes a los enfermos de mi familia y de mis amigos.
Haz que crezcan en la fe, en la esperanza y que reciban la salud para la Gloria de tu Santo nombre, para que tu Reino siga extendiéndose más y más en los corazones a través de los signos y prodigios de tu amor.
Todo esto te lo pido, Jesús, porque tu eres Jesús, tu eres el buen pastor y todos somos ovejas de tu rebaño.
Estoy tan seguro de tu amor, que aún antes de conocer el resultado de mi oración, en fe, te digo: ¡gracias Jesús, por lo que vas a hacer en mí y en cada uno de ellos! ¡Gracias por las enfermedades que tu estás sanando ahora! ¡Gracias por los que tu estás visitando con tu misericordia!
Amén
Fraternalmente,



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Extraía del libro «Jesús esta vivo» - Publicaciones Kerygma

13 de enero de 2011

Quiere lo que Dios quiere

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre
No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío.

Quiere lo que Dios quiere. Ofrécele, en medio de inquietudes y dificultades, el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los designios de su providencia. Poco importa que te consideres un frustrado si Dios te considera plenamente realizado; a su gusto. Piérdete confiado ciegamente en ese Dios que te quiere para sí. Y que llegará hasta ti, aunque jamás lo veas. Piensa que estás en sus manos, tanto más fuertemente agarrado, cuanto más decaído y triste te encuentres.

Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te altere. Que nada sea capaz de quitarte tu paz.

Ni la fatiga psíquica, ni tus fallos morales. Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro, una dulce sonrisa, reflejo de la que Dios continuamente te dirige.

Y en el fondo de tu ser coloca, antes que nada, como fuente de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios.

Recuerda: cuanto te reprima e inquiete es falso. Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios. Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste…, adora y confía”.

Pierre Teilhard de Chardin (1844-1932)
Fraternalmente,


12 de enero de 2011

Se caerán las escamas

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

La liturgia de hoy, nos propone a un Jesús con muchísima autoridad que sigue expulsando demonios y este gesto en una enseñanza suya, pues diariamente nos encontramos con las fuerzas que esclavizan al hombre y se oponen a la verdad (Mc. 1, 34); pero también el pasaje evangélico manifiesta la confianza sencilla de Pedro: Jesús entra en su casa y con Él llegan la paz y la salud (Mc 1, 30-31).

La obra de nuestra salvación, es ante todo una obra divina; el alma y motor siempre es el Santo Espíritu de Dios que da testimonio de Jesús. Y empieza por un mismo, tratando de ser felices en el Señor. Es tiempo perdido y pura utopía el preocuparse por hacer felices a los demás si nosotros mismos no lo somos; si nuestra trastienda está llena de escombros, llamas y agonía.

Hay que comenzar por uno mismo. Sólo haremos felices a los demás en la medida en que nosotros lo seamos. No olvidemos que el ideal bíblico se sintetiza en amar al prójimo como a uno mismo; es decir nosotros somos la medida y cronológicamente es uno mismo antes que el prójimo.

Lo que dije recién, no es un impulso a un hedonismo egocéntrico y cerrado, si lo fuera estaríamos aconsejando una trampa mortal; tal cual, buscarse a un mismo sin otro fin que el de ser feliz, sería lo mismo que encerrarse en el estrecho círculo de un seno materno. Si alguien busca exclusiva y desordenadamente su propia felicidad, haciendo de ella la última finalidad de su existencia, está fatalmente destinado a la muerte como Narciso; y muerte significa soledad, esterilidad, vacío, tristeza; el egoísmo siempre termina en vacío y desolación.

Y ser feliz quiere decir sufrir menos. En la medida que se secan las fuentes de sufrimiento, el corazón comienza a llenarse de gozo y libertad. Y sentirse vivo ya constituye, sin más, una pequeña embriaguez. Eliminado el sufrimiento, el ser humano, recomienza a vivir, a gozar de aquella dicha que llamamos vida.

Si en nuestra tarea apostólica, conseguimos que la gente viva, la fuerza expansiva de ese gozo vital lanzará al hombre hacia sus semejantes con esplendores de primavera y compromisos concretos. ¿Acaso Jesús después de curar a los enfermos no les pedía que guardaran silencio y éstos salían libres a contarlo todo?

Los enfermos y necesitados de hoy -como aquellos de hace dos mil años- van lenta pero firmemente tras esa antorcha que es el Señor. El que sana y libera. En el camino, salvaran los escollos uno por uno y caerán las escamas. Y desde la noche irá emergiendo palmo a palmo la figura hecha claridad y alegría: el hombre nuevo buscado, reconciliado con el sufrimiento, hermanado con el dolor, peregrino hacia la libertad y el amor.
«Con las piedras que encuentres en el camino, se delicado y llévatelas. Y si no las puedes cargar a hombros como hermanas, al menos, déjalas atrás como amigas» (Anónimo)
Fraternalmente,




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Con textos de Ignacio Larrañaga

11 de enero de 2011

El comienzo de la fe

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,
«...tomen otro camino, y crean en la Buena Nueva.» (v. 15)
La liturgia nos propone -en este nuevo tiempo- el texto del evangelista Marcos donde nos muestra a Jesús llamando a la conversión, al cambio de vida porque es el momento propicio. Y en ese «plan» deja señales: expulsa dos demonios por aquí, otro por allá, cura paralíticos, ciegos, sordos... muestra tantos nuevos valores, recupera tanto la dignidad de las personas que provoca quiebres en quien lo escucha.

Pero al mismo tiempo, abre una escuela de espiritualidad incorporando los primeros discípulos (Mc. 1, 17) A Simón, Andrés, Santiago y Juan; Jesús ya los conocía, no era gente ociosa, sino trabajadores responsables y se parecían mucho a los jóvenes de hoy que son generosos para entregarse a una obra grande.

No sabían lo que podría ser el Reino de los Cielos pero confiaban plenamente en el Señor, en que los guiaría, y esto para ellos era el comienzo de la fe. En la medida que respondamos a la iniciativa de Dios y recibimos el poder del Santo Espíritu para actuar maduramos en la fe. Esta medida será eficaz cuando también sepamos cumplir con el mandato del Señor
Id por todo el mundo y haced discípulos míos a todas las gentes, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñandoles a guardar todo lo que yo os he mandado; y sabed que estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt. 28, 18-20)
Así la tarea de evangelización de todos los hombres constituye una misión esencias en la Iglesia, su vocación y su identidad más profunda. Esta vocación es de todo cristiano, es el envío a ver a Jesús en el mundo para el crecimiento de los hombres en la fe.

El ayudar a una persona a dar pasos firmes en su vida de fe, va a implicar que le asistamos también en su proceso de maduración humana: le ayudaremos para que vaya integrando su personalidad y así permitir que la vida de Jesús penetre en todas las áreas de su vida; impulsándolo, además, a tomar decisiones libres y responsables y a aceptar las consecuencias de las mismas.

Yo tengo mucha fe -dice la gente- yo creo que Dios me protegerá, yo creo que las cosas me saldrán bien. Muy bien, pero esa fe, la tienen también las personas religiosas de cualquier religión: no es pues, la fe cristiana.

La fe cristiana empieza cuando uno toma otro camino por seguir a Jesús. Tomar otro camino, es lo que significa la palabra conversión.

Fraternalmente,

Claudio


10 de enero de 2011

Celebrar ya la fiesta de la vida

Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la vida.

Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en tí cosecha para siempre.

Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y esperanza,
real acontecer de nuestra vida.

Concédenos, oh Padre omnipotente,
y tú, Hijo amado y Señor nuestro,
por obra del Espíritu enviado,
vivir ya de la fiesta de tu reino. Amén.

Himno de la Liturgia de las Horas


Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

9 de enero de 2011

Dios vive en el alma del justo, por su gracia

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

Bautismo del Señor - Mateo 3, 13 - 17
Apenas bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos y vió al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse a Él. (Mt. 3, 16)
Nuestra relación con Dios ha de ser mucho más que un sentimiento, mucho más que un conocimiento de alguien que vive separado de nosotros. Puede ser -es- algo muy íntimo: Dios vive en el alma del justo, por la gracia que Él infunde.

Por la gracia recibimos una participación en la naturaleza divina y somos constituidos en hijos de Dios; y así como comienza a estar en nosotros y puede perderse por el pecado grave, también puede aumentar por la recepción de los sacramentos y las obras buenas. Aumentando en nosotros, somos más hijos de Dios, poseemos más divinidad.

La gracia no es una simple relación de Dios con el hombre, es una donación de algo que nos transforma y diviniza.

Por eso, al comienzo del año la Iglesia pone a nuestra consideración el Bautismo del Señor, porque por ese sacramento comenzamos a ser hijos de Dios. Él tiene sus caminos ocultos para dar la gracia a quienes no han oído hablar de Jesucristo ni de su Iglesia, pero lo ordinario es entrar en comunión con Dios recibiendo este sacramento. Para eso lo ha instituido Jesús: "El que crea y se bautice se salvará." (Mc 16,16).

De esta manera entramos a formar parte de la Iglesia y podemos participar en su liturgia dando culto agradable a Dios. Recibir el bautismo es la invitación a tener a Dios siempre presente en nuestra vida. No se refiere a que en determinados momentos esté el Señor presente. La invitación sacramental del bautismo es a descubrir y caminar siempre con el Señor en los senderos de la vida.

Gracias, Señor, porque he tenido la inmensa suerte de haber sido bautizado y moras en mi alma en gracia como en un templo. Sin yo saberlo soy un sagrario viviente, algo santo. Gracias, Señor, porque aunque no me dé cuenta a veces, Tú vives en mí. Perdóname porque en ocasiones no valoro el tesoro más importante que es mi alma en gracia, y me he alejado de Ti. Renuevo ahora las promesas de mi bautismo. Ayúdame con tus gracias concretas para que nunca me separe de Ti y pueda decir que también yo soy un hijo amado del Padre.

Fraternalmente,




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Selección de Escritos/ P. Jesús Martinez García

8 de enero de 2011

Nuestra Señora de Luján


Patrona de Argentina

Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra.
Nuestra Señora de Luján, Patrona de nuestra Patria;
hoy alzamos nuestros ojos y nuestros brazos hacia tí...
Madre de la Esperanza, de los pobres y de los peregrinos, escúchanos...

Hoy te pedimos por Argentina, por nuestro pueblo.
Ilumina nuestra patria con el sol de justicia,
con la luz de una mañana nueva, que es la luz de Jesús.
Enciende el fuego nuevo del amor entre hermanos.

Unidos estamos bajo la celeste y blanca de nuestra bandera,
y los colores de tu manto, para contarte que:
hoy falta el pan material en muchas,
muchas casas, pero también falta el pan de la verdad
y la justicia en muchas mentes.
Falta el pan del amor entre hermanos
y falta el pan de Jesús en los corazones.

Te pedimos madre, que extingas el odio,
que ahogues las ambiciones desmedidas,
que arranques el ansia febril de solamente los bienes materiales
y derrama sobre nuestro suelo, la semilla de la humildad, de la comprensión.
Ahoga la mala hierba de la soberbia,
que ningún Caín pueda plantar su tienda sobre nuestro suelo,
pero tampoco que ningún Abel inocente bañe con su sangre nuestras calles.

Haz madre que comprendamos que somos hermanos,
nacidos bajo un mismo cielo, y bajo una misma bandera.
Que sufrimos todos juntos las mismas penas y las mismas alegrías.
Ilumina nuestra esperanza, alivia nuestra pobreza material y espiritual
y que tomados de tu mano digamos más fuerte que nunca:
¡ARGENTINA! ¡ARGENTINA, CANTA Y CAMINA!

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

7 de enero de 2011

La pedagogía de Dios

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,
«Conviértanse, porque el Reino de los Cielos esta muy cerca» (Mt. 4, 17)
La liturgia propone salir a caminar nuestro apostolado con las pilas cargadas en el intenso misterio de la Navidad que hemos vivido.

La palabra convertirse significa tomar otro camino, pero puede entenderse de distintas maneras; en boca de Juan El Bautista significaba apartense de sus vicios; en boca de Jesús significaba una renovación de toda la vida a partir de un cambio interior, movido por la experiencia de descubrir la misericordia de Dios. Entonces, decir conviértanse es los mismo que decir cambien su vida y su corazón.

Me estoy acordando de la vara de Moisés. Esa, que tenía todo el poder dado por Dios. Toda la vida del desierto uso su vara pastoreando un rebaño de ovejas; sin saberlo durante cuarenta años estuvo haciendo el noviciado para conducir a los demás a la libertad, al cambio a la conversión. Moisés y su vara poderosa...

Dios no desconoce los obstáculos, pero nos capacita para superarlos. No economiza los problemas, sino que nos hace descubrir nuestra vara para vencerlos. Hay muchos que preferirían que Dios suprimiera las adversidades, para no sufrir ni hacer ningún esfuerzo extra; pero la didáctica divina es prepararnos y fortalecernos para vencer toda dificultad en el camino de conversión.

Dios no usa nunca la ley del menor esfuerzo, porque eso conlleva al egoísmo y la falta de carácter, sino que nos da la oportunidad de medir nuestras fuerzas y que nosotros nos demos cuenta que podemos salir victoriosos.

Esta pedagogía divina es maravillosa, porque respeta y valora la persona. Si Dios solucionara de una forma paternalista todos los problemas, esto sería menospreciar las facultades humanas y hacer al hombre inútil e inseguro. El sólo nos ayuda a descubrir la vara de nuestras posibilidades humanas, para que nosotros tengamos el gusto de comprobar que es posible llegar más allá de lo que nos habíamos imaginado.

La pedagogía divina consiste en una educación, o sea ayudar el hombre a extraer la riqueza escondida en su interior: escarbar en el campo de la vida para descubrir la perla preciosa que ha estado allí escondida. Quien encuentra este tesoro, es capaz de vender todo con alegría para tomar posesión del mismo.

Moisés, con su misma vara desgastada por el mango, hizo tambalear todo un poderoso imperio. Todos contamos con nuestra vara de pastor: nuestras capacidades humanas, nuestra profesión... nuestros carismas. Se trata de los dones naturales con los que hemos convivido a lo largo de nuestra vida.

Nadie se embarca en una lucha más dura de aquel que busca vencerse a si mismo. Y esta debería ser nuestra tarea: vencernos, volvernos cada día mejores y progresar siempre más en el bien.

Fraternalmente,




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Con fragmentos de Más allá del Desierto y La Imitación de Cristo


6 de enero de 2011

El Evangelio de la fe

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

La luz de Dios siempre es señal segura, solo necesitamos tener fe. Aquellos sabios de Oriente no tenían nada que les asegurase la verdad. Ninguna cosa sobrenatural. Tan sólo sus cálculos astronómicos y sus reflexiones que una vida íntegra las hacían perfectas. Y sin embargo tuvieron fe.

Fe en todo: fe en la ciencia, fe en su conciencia, fe en la bondad divina. Por medio de la ciencia creyeron en la señal de la nueva estrella que no podía ser sino la esperada durante siglos por la humanidad: el Mesías. Por medio de su conciencia tuvieron fe en la voz de la misma que les decía: Esa estrella es la señal de la llegada del Mesías. Por medio de la bondad divina tuvieron fe en que Dios no los engañaría y como su intensión era recta, los ayudaría en todos los modos para llegar a su objetivo.

Y lo lograron. Solo ellos, en medio de tantos otros que estudiaban las señales, comprendieron esa señal, porque solo ellos tenían en su alma el ansia de conocer las palabras de Dios con un fin recto: dar honra y alabanza a Dios. No buscaron su utilidad propia pese al cansancio. Pidieron solamente que Dios se acordase de ellos y que los salvase para siempre. Como no pensaron en otra cosa, carecían de preocupación humana.

Dije en mi comentario al post de Sor Cecilia: «Noche de fe para nosotros pobres mortales...» para postrarnos ante el Primogénito de la Nueva Creación y pedirle que derrame su gracia y bendición; que los zapatos vacíos sean el símbolo de nuestra pequeñez, de nuestra desnudez, de nuestra nada. «Deseo que todos, católicos, evangélicos, gentiles... todos, no se queden con los zapatos vacíos.» dije en mi comentario a la entrada de Angelo.

Dice el Padre Joaquim Villanueva «Jesucristo se cruza en la vida de muchas personas, a quienes no interesa. Un pequeño esfuerzo habría cambiado sus vidas, habrían encontrado al Rey del Gozo y de la Paz. Esto requiere la buena voluntad de buscarle, de movernos, de preguntar sin desanimarnos, como los Magos, de salir de nuestra poltronería, de nuestra rutina, de apreciar el inmenso valor de encontrar a Cristo. Si no le encontramos, no hemos encontrado nada en la vida, porque sólo Él es el Salvador: encontrar a Jesús es encontrar el Camino que nos lleva a conocer la Verdad que nos da la Vida. Y, sin Él, nada de nada vale la pena».

Fraternalmente,

5 de enero de 2011

Raíces

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre,

Nadie puede dar lo que no tiene o no ha recibido. Antes de hablar del Maestro, es necesario haber hablado con Él. Sólo si lo conocemos bien y nos hemos dejado conocer por Él, estaremos en condiciones de presentarlo a los demás, tal como hace Felipe en el Evangelio de hoy. Tal como han hecho tantos santos y santas a lo largo de la historia. Profundas raíces espirituales.

Si hablamos de raíz, es por propósito, ya que lo que no se ve de la planta, pero lo que le da sustento. Es lo no atractivo pero que explica la belleza para admirar después. Sin raíz, no hay árbol ni frutos... ¿Cuál será la raíz de nuestra vida espiritual? Es aquella donde el resto de los elementos hallan sustento, aquello que permite la belleza admirable pero que no está a la vista. ¿Que será?

La respuesta puede ser solo una: nuestra intimidad con Dios.

Y es como una verdad de perogrullo, siendo Dios=Amor, no puedo tener una relación con Él que no sea de amor. Si viene a mi personalmente, no puedo relacionarme con Él de otro modo que no sea personal; si le creo que vino por mí, si asumo que de ser el único pecador me hubiese rescatado dando su vida solo por mí, la respuesta entonces, no puede ser otra... (Jn 3, 16)

Toda nuestra fe se apoya en cada vida personal con Dios. La Santa Iglesia Católica es la suma de todas las vidas espirituales, a modo de árboles que conforman un bosque.Y siguiendo la analogía, aunque muchos árboles pudieran sostener a otros sin raíces, poco tardarían en secarse. La raíz es el amor. Y es que podemos amar, porque Él nos amó primero, Recepción y donación de vida que da significado a todo lo demás. Todo se explica allí y nada tiene sentido si descuidamos la raíz.

Me surgen preguntas que pueden ayudar a detectar el «estado» de mis raíces que alimentan mi vida espiritual, comprender mejor por que luce como luce, ver los cambios que se requieren, evaluar los frutos en cantidad y calidad y luego definir los nutrientes necesarios. ¿Me cuesta orar a solas? ¿ Busco conocer la voluntad de Dios en cada circunstancia de la vida? ¿Alabo a Dios en lo secreto, me duele cuando le fallo, busco la reconciliación? ¿ Me preocupan las personas que aún no lo conocen? ¿ Estoy verdaderamente centrado en amar y ser luz para los demás?

Pueden surgir otras, sin dudas y nos darán, desde respuestas sinceras, los indicios de que cosas necesitan ajustes, quizás un mejor cuidado de la raíz, que produzca una vida espiritual sana con un fruto abundante y exquisito.

La escritura dice que no se puede servir a dos señores, dice también que la raíz de todos los males es el amor al dinero; entonces por deducción, la raíz de todos los bienes es el amor a Dios, que se demuestra efectivamente, se corrobora y se describe auténtico en tanto y en cuanto amamos a quienes nos rodean (1 Jn 1, 10. 15. 17, 4, 7-8)

Y esto lo afirma el Padre Rafael Felipe cuando enseña: «Tratar a Jesús, hablar con Él como un amigo habla con su amigo, confesarlo con una fe convencida: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel», recibirlo a menudo en la Eucaristía y visitarlo con frecuencia, escuchar atentamente sus palabras de perdón... todo ello nos ayudará a presentarlo mejor a los demás y a descubrir la alegría interior que produce el hecho de que muchas otras personas le conozcan y le amen.

Fraternalmente,