23 de septiembre de 2010

Oración y compromiso por los pobres

Paz y bien en el Señor Jesús y en su Santísima Madre!

El 26 de agosto de 2010, se celebró el centenario del nacimiento de Teresa de Calcuta. Hemos compartido hace un tiempo sus lecciones en nuestro sitio, hoy en homenaje a su centenario, compartimos sus palabras, sus conceptos sobre la unión de lo que a muchos les parece incompatible, el compromiso por los desfavorecidos y la vida de oración, especialmente eucarística:
«Si nuestras hermanas no vieran el rostro de Jesús en los desdichados a los que sirven, el trabajo que hacen resultaría imposible. Queremos que sepan que hay personas que los aman de veras y, más aún, que Dios los ama muchísimo. Todo mi tiempo pertenece a los demás, porque al dedicarme con todo mi corazón a los que sufren es a Jesús a quien sirvo en su rostro desfigurado, pues Él mismo dijo: “Lo hicisteis por mí”. Nuestro criterio para servir a las personas no es su creencia sino su necesidad. Todas son el Cuerpo de Cristo; todas son Cristo bajo el aspecto de los que necesitan asistencia y amor, y tienen derecho a recibirlo. Habéis visto durante la misa con qué delicadeza el sacerdote tocaba el cuerpo de Cristo. No olvidéis que ese mismo Cristo es el que vosotros tocáis en los pobres».

«Cuando las hermanas, al final de la jornada, han terminado su trabajo –llevando su servicio de amor en compañía de Jesús-, tenemos una hora de oración y adoración eucarística. Durante todo el día hemos estado en contacto con Jesús a través de su imagen en los pobres y los leprosos. Cuando termina el día, entramos de nuevo en contacto con Él por medio de la oración».

«La oración no es una huida de la vida activa diaria, y menos aún una huida de sí mismo, de los otros y del mundo. Es una búsqueda muy auténtica del verdadero rostro de los otros y de Dios bajo el impulso del amor y de la fe, que nos permite descubrir, comprender y aceptar quiénes somos, quiénes son los otros, quién es Dios y cuál es el significado de nuestra vida, de nuestro trabajo y de todo lo que somos y hacemos».

«No es posible comprometerse en el apostolado directo sin ser una persona que ora mucho. Tenemos que ser conscientes de que somos uno con Cristo, como Él era uno con el Padre. Nuestra actividad es verdaderamente apostólica sólo en la medida en que le permitimos que actúe en nosotros con su poder, con su deseo, con su amor. Un médico hindú me dijo que ellos y nosotras estábamos haciendo trabajo social, y que la diferencia entre ellos y nosotras es que ellos lo hacen por algo y nosotras por Alguien».

«Tenemos una especial necesidad de orar porque en un apostolado el trabajo es sólo el fruto de la oración, nuestro amor en acción. Si estamos de verdad enamorados de Cristo, aunque nuestro trabajo sea pequeño, lo haremos mejor. Si vuestro trabajo y compromiso es descuidado, quiere decir que vuestro amor a Dios es descuidado. Vuestro trabajo tiene que ser la prueba de vuestro amor».

«Si queréis orar mejor, tenéis que orar más. La oración nos ayuda a conocer y cumplir la voluntad de Dios. Dios es amigo del silencio. Tenemos que encontrar a Dios, pero a Dios no podemos encontrarlo ni en el ruido ni en la agitación. Si de verdad queremos orar, por encima de todo tenemos que disponernos a escuchar, porque el Señor habla en el silencio del corazón».

«La Eucaristía es el alimento espiritual que me sostiene. No podría pasar un solo día de mi vida sin ella. En la eucaristía, veo a Cristo en el pan. En los barrios de chabolas, veo a Cristo en los cuerpos demacrados, en los niños, en los moribundos. Por eso es posible hacer este trabajo. La vida de Aquel que se ha convertido en Pan de Vida es idéntica a la de aquel que muere en la calle y necesita nuestra ayuda. Si no somos capaces de ver a Cristo en el pan de la Eucaristía, tampoco lo descubriremos bajo la humilde apariencia de los cuerpos demacrados de los pobres. En cada eucaristía me encuentro con Jesús, le recibo y le amo, entonces lo descubro de nuevo y le sirvo en los más pobres, pues nuestra eucaristía está incompleta si no nos lleva a servir y a amar a los más pobres»
Que el Señor los bendiga,

Claudio


Tomado de Patio Salesiano

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