Necesidad de una gracia mayor
¡Paz y bien para todos!
Señor, estoy necesitado de gracia aún mayor si he de llegar a donde nadie ni nada, me pueda ser de obstáculo porque mientras alguna cosa creada me detenga no puedo volar con libertad hacia tí. Deseaba volar libremente aquel que afirmaba ¿Quien me dará alas como de paloma para volar y descansar? (Sal 55 (54), 7)
¿Que hay de más simple que la mirada de un ojo puro? ¿Y quien es más libre que aquel que nada desea sobre la tierra? Por lo tanto, es necesario elevarse sobre toda criatura, olvidarse completamente de si mismo, despojar la propia mente de toda preocupación para que ver que Tú, creador de todo, no tienes ninguna semejanza con nadie.
Aquel que no se desprenda de todas las criaturas, no podrá libremente entregarse a las cosas divinas. Por eso hay pocos que llegan a la contemplación, porque pocos saber desprenderse del todo de las cosas creadas y perecederas.
Para ello, se necesita una gracia especial que eleve el alma y la encumbre sobre si misma. Y si el hombre no se eleva en espíritu y no está despegado de todo lo creado y perfectamente unido a Dios, no es de mucho valor cuanto tiene y cuanto sabe. Será siempre pequeño y postrado por el suelo aquel que valora como algo grande que no sea el solo, único, inmenso y eterno bien. En verdad, toda cosa que no sea Dios es nada y como nada debe considerarse.
Hay mucha diferencia entre la sabiduría de un hombre iluminado y devoto y la ciencia del literato y del estudioso. Mucho más noble es la doctrina que emana de Dios y fluye hacia nosotros desde lo alto que aquella que trabajosamente se adquiere con nuestro entendimiento.
La naturaleza mira lo exterior del hombre; la gracia penetra en lo interior. Aquella se engaña frecuentemente y ésta, para no engañarse, confía.
Que el Señor los colme de bendiciones!
Claudio C.
La Imitación de Cristo, Tomás de Kempis
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