Amar es respetar
¡Paz y bien!
La dignidad del otro es nuestra riqueza.
La dignidad del otro es nuestra riqueza.
En cualquier hombre -escribe Santo Tomás de Aquino- existe algún aspecto por el que los otros pueden considerarlo como superior, conforme a las palabras del Apóstol No hagan nada por rivalidad o vanagloria. Al contrario que cada uno, humildemente, estime a los otros como superiores a si mismo. (Fil 2, 3) Según esto, todos los hombres deben honrarse mutuamente.
La humildad es la virtud que lleva a descubrir las muestras de respeto por la persona, por su honor, por su buena fe, por su intimidad, no son convencionalismos exteriores, sino las primeras manifestaciones de la caridad y justicia.
La caridad cristiana no se limita a socorrer al necesitado de bienes económicos; se dirige antes que nada a respetar y comprender a cada individuo en cuanto tal, en su intrínseca dignidad de hombre y de hijo del Creador. Por eso, los atentados a las personas -a su reputación, a su honor- denotan, en quien los comete, que no profesa o que no practica algunas verdades de nuestra fe cristiana y en cualquier caso la carencia de un auténtico amor de Dios. La caridad por la que amamos a Dios y al prójimo, es una misma virtud, porque la razón de amar al prójimo es precisamente Dios y amamos a Dios cuando amamos al prójimo con caridad.
Que el Señor nos de luz y seamos capaces de sacar conclusiones muy concretas, principalmente el propósito de no juzgar a los demás , de no ofender ni siquiera con la duda, de ahogar el mal en abundancia de bien, sembrando a nuestro alrededor la convivencia leal, la justicia y la paz.
Bendiciones!
Fuente: Semanario Cristo Hoy, serie Pensamiento vivo de los Santos
La humildad es la virtud que lleva a descubrir las muestras de respeto por la persona, por su honor, por su buena fe, por su intimidad, no son convencionalismos exteriores, sino las primeras manifestaciones de la caridad y justicia.
La caridad cristiana no se limita a socorrer al necesitado de bienes económicos; se dirige antes que nada a respetar y comprender a cada individuo en cuanto tal, en su intrínseca dignidad de hombre y de hijo del Creador. Por eso, los atentados a las personas -a su reputación, a su honor- denotan, en quien los comete, que no profesa o que no practica algunas verdades de nuestra fe cristiana y en cualquier caso la carencia de un auténtico amor de Dios. La caridad por la que amamos a Dios y al prójimo, es una misma virtud, porque la razón de amar al prójimo es precisamente Dios y amamos a Dios cuando amamos al prójimo con caridad.
Que el Señor nos de luz y seamos capaces de sacar conclusiones muy concretas, principalmente el propósito de no juzgar a los demás , de no ofender ni siquiera con la duda, de ahogar el mal en abundancia de bien, sembrando a nuestro alrededor la convivencia leal, la justicia y la paz.
Bendiciones!
Fuente: Semanario Cristo Hoy, serie Pensamiento vivo de los Santos
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