24 de julio de 2010

El reflejo de la luz eterna


¡Paz y bien a todos!

La Sabiduría es una figura de Cristo. Yo no sabía que los antiguos cristianos llegaron a considerar a la Sabiduría como una figura de su madre: María, ya que -claro es- más que cualquier creatura estuvo presente en los planes de Dios desde el principio y merece ser llamada "Templo de la Sabiduría" por haberse unido de una manera íntima a su Hijo, Sabiduría de Dios.

Yo conocí lo que se ve y lo que está oculto, porque la Sabiduría lo hizo todo y me lo enseñó.

En ella hay un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, delicado, móvil, distinto, claro, puro y que no se corrompe, amante del bien, agudo, irrefrenable, bienhechor, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, que puede hacer todo y observa todo.

Ella penetra en todos los espíritus: los inteligentes, los puros y los delicados. La Sabiduría supera en movilidad a cualquier cosa que se mueva, todo lo atraviesa y lo penetra, gracias a su pureza.

Ella es un derrame del poder de Dios, una emanación pura de la Gloria del Todopoderoso, en la cual no penetra ninguna cosa manchada. Es un reflejo de la luz eterna, un espejo limpio de la actividad de Dios, una imagen de su perfecta bondad.

Siendo única lo puede todo, sin salir de si misma lo renueva todo, viene de las almas santas a lo largo de los tiempos y hace de ellas amigos de Dios y profetas, porque Dios ama solamente a los que viven con la sabiduría.

Es ella, en efecto, más bella que el sol, más hermosa que el cielo estrellado. Ella es más luz que la luz, porque la luz se deja vencer por la noche, pero contra la sabiduría el mal no puede prevalecer. (Sabiduría 7, 21-29)

¡Que el Señor los colme de bendiciones!

Claudio C.



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