¿Es que Dios no oye?
¡Paz y bien para todos!
Domingo 17 del ciclo "C" - Evangelio según San Lucas (11, 1-13)
“Pidan y se les dará”, nos recomienda Jesucristo en el Evangelio” Pero ¿significa esto que se nos dará todo lo que pidamos a Dios? Realmente no. Sucede que tendemos a fijarnos solamente en la frase del comienzo: “Pidan y se les dará”, y como que pasamos por alto lo que nos dice Jesús al final, con lo cual perdemos el verdadero sentido de la oración de petición.
Este texto viene narrado por San Mateo y San Lucas. Fijémonos cómo concluye Mateo esta recomendación del Señor: “... el Padre Celestial, Padre de ustedes, dará cosas buenas a los que se las pidan” (Mt.7, 11). Y San Lucas: “... el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan” (Lc. 11, 13).
En efecto, sucede que son muchas las veces que pedimos cosas que no nos convienen y que no coinciden con lo que Dios, nuestro Padre, desea para nosotros sus hijos. “Piden y no reciben, porque piden mal (St. 4, 2)”, nos dice el Apóstol Santiago. Y San Pablo también insiste en esta idea: “Nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm. 8, 26).
Sucede que también tendemos a pasar por alto las palabras tan importantes del Padre Nuestro, oración que Jesús nos enseña justamente antes de decirnos “Pidan y se les dará”. El Señor nos enseña a rezar así: “Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo”. Es por ello que el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que es necesario orar para poder conocer la Voluntad de Dios (CIC #2736); es decir, para poder pedir lo que está conforme a los planes de Dios, para poder pedir esas “cosas buenas”, a las que se refiere San Mateo, para poder recibir esas gracias de santificación a las que se refiere San Lucas cuando dice que el Señor “dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan”.
Por eso el Apóstol San Juan refiriéndose al mismo tema de la oración de petición escribe así: “Estamos plenamente seguros: si le pedimos algo conforme a su Voluntad, El nos escuchará” (1 Jn. 5,9). Nuestra oración de petición debe siempre estar sujeta a la Voluntad de Dios, como rezamos en el Padre Nuestro y como rezaba Jesucristo: “No se haga mi voluntad sino la tuya, Padre” (Lc. 22, 42 - Mc. 14, 26).
Realmente, la Voluntad de Dios se conoce a través de la misma oración. Por eso es importante establecer ese diálogo con el Señor, en el que tratamos de descubrir el misterio de su Voluntad. Cualquiera que sea el tipo o la modalidad de oración que usemos, si es un diálogo sincero de comunicación con Dios, en el cual buscamos conocer sus deseos y sus planes, para amarlo y para complacerlo, Dios nos va dando esas cosas buenas que El, como Padre infinitamente bueno que es, desea darnos para nuestro bien.
Dios a veces “parece” que no respondiera nuestras oraciones, pues -como Padre infinitamente Sabio y Bueno que es- nos da lo que realmente necesitamos y no lo que creemos necesitar. No nos da lo que le pedimos, sino lo que nos conviene. Y no nos da lo que le pedimos, porque nuestra petición la mayoría de las veces no coincide con su Voluntad.
Y su Voluntad va siempre dirigida hacia el mayor bien para cada uno de nosotros sus hijos. Y nuestro mayor bien es nuestra salvación eterna.
No nos equivoquemos: Dios siempre responde nuestra oración, pero no siempre en la forma como nosotros deseamos. No creamos, sin embargo, que no se cumplan nuestros deseos porque Dios no nos oye: nuestra oración siempre es escuchada por Dios.
Dios no siempre nos da lo que queremos, pero siempre nos da lo que necesitamos.
Que el Señor los colme de bendiciones!
Domingo 17 del ciclo "C" - Evangelio según San Lucas (11, 1-13)
Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos". Entonces Jesús les dijo: "Cuando oren, digan: 'Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación'". También les dijo: "Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirles: 'Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle'. Pero él le responde desde dentro: 'No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados'. Si el otro sigue tocando, Yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantara y le dará cuanto necesite. Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre, ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pan, le dé una piedra? ¿O cuando le pida pescado le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán? Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre Celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?".
“Pidan y se les dará”, nos recomienda Jesucristo en el Evangelio” Pero ¿significa esto que se nos dará todo lo que pidamos a Dios? Realmente no. Sucede que tendemos a fijarnos solamente en la frase del comienzo: “Pidan y se les dará”, y como que pasamos por alto lo que nos dice Jesús al final, con lo cual perdemos el verdadero sentido de la oración de petición.
Este texto viene narrado por San Mateo y San Lucas. Fijémonos cómo concluye Mateo esta recomendación del Señor: “... el Padre Celestial, Padre de ustedes, dará cosas buenas a los que se las pidan” (Mt.7, 11). Y San Lucas: “... el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan” (Lc. 11, 13).
En efecto, sucede que son muchas las veces que pedimos cosas que no nos convienen y que no coinciden con lo que Dios, nuestro Padre, desea para nosotros sus hijos. “Piden y no reciben, porque piden mal (St. 4, 2)”, nos dice el Apóstol Santiago. Y San Pablo también insiste en esta idea: “Nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm. 8, 26).
Sucede que también tendemos a pasar por alto las palabras tan importantes del Padre Nuestro, oración que Jesús nos enseña justamente antes de decirnos “Pidan y se les dará”. El Señor nos enseña a rezar así: “Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo”. Es por ello que el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que es necesario orar para poder conocer la Voluntad de Dios (CIC #2736); es decir, para poder pedir lo que está conforme a los planes de Dios, para poder pedir esas “cosas buenas”, a las que se refiere San Mateo, para poder recibir esas gracias de santificación a las que se refiere San Lucas cuando dice que el Señor “dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan”.
Por eso el Apóstol San Juan refiriéndose al mismo tema de la oración de petición escribe así: “Estamos plenamente seguros: si le pedimos algo conforme a su Voluntad, El nos escuchará” (1 Jn. 5,9). Nuestra oración de petición debe siempre estar sujeta a la Voluntad de Dios, como rezamos en el Padre Nuestro y como rezaba Jesucristo: “No se haga mi voluntad sino la tuya, Padre” (Lc. 22, 42 - Mc. 14, 26).
Realmente, la Voluntad de Dios se conoce a través de la misma oración. Por eso es importante establecer ese diálogo con el Señor, en el que tratamos de descubrir el misterio de su Voluntad. Cualquiera que sea el tipo o la modalidad de oración que usemos, si es un diálogo sincero de comunicación con Dios, en el cual buscamos conocer sus deseos y sus planes, para amarlo y para complacerlo, Dios nos va dando esas cosas buenas que El, como Padre infinitamente bueno que es, desea darnos para nuestro bien.
Dios a veces “parece” que no respondiera nuestras oraciones, pues -como Padre infinitamente Sabio y Bueno que es- nos da lo que realmente necesitamos y no lo que creemos necesitar. No nos da lo que le pedimos, sino lo que nos conviene. Y no nos da lo que le pedimos, porque nuestra petición la mayoría de las veces no coincide con su Voluntad.
Y su Voluntad va siempre dirigida hacia el mayor bien para cada uno de nosotros sus hijos. Y nuestro mayor bien es nuestra salvación eterna.
No nos equivoquemos: Dios siempre responde nuestra oración, pero no siempre en la forma como nosotros deseamos. No creamos, sin embargo, que no se cumplan nuestros deseos porque Dios no nos oye: nuestra oración siempre es escuchada por Dios.
Dios no siempre nos da lo que queremos, pero siempre nos da lo que necesitamos.
Que el Señor los colme de bendiciones!
Claudio C.
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