Creciendo en Jesus por Maria - II


¡Paz y bien para todos!

INMADUREZ CRISTIANA

Existen muchos cristianos católicos con una marcada inmadurez, tratando de justificar sus faltas de crecimiento con doctrinas seudo-cristianos, que lejos de acercarlos a Dios, los apartan cada vez más y lejos de hacerlos crecer, los hacen retroceder. Poseen una creencia en Cristo Jesús muy endeble y defectuosa que les permite justificar toda una vida de pecados, llenos de envidia, desconfianzas, espíritu de división, discordias, faltas de espíritu de discernimiento, etc., capaces de recurrir a cualquier doctrina de fe, y tan empecinados en sus "verdades humanas" que difícilmente admiten crucificar su yo con Cristo.

El camino de dolor y cruz es totalmente ajeno a ellos, es imposible darles alimento sólido: "el que todavía se alimenta con leche no entiende lo que es actuar bien: no es más que un niño pequeño" (Heb 5, 13)

Hoy María nos invita a una conversión profunda que nos dará el crecimiento verdadero en espíritu y verdad. Si permitimos que María nos lleve al conocimiento de su Hijo y que Jesús crezca en nosotros, seremos miembros sanos del Cuerpo Místico de la Iglesia, cuya cabeza es Cristo Jesús. Como miembros sanos y crecidos en Cristo por María, nosotros seremos los encargados de hacer crecer a los más pequeños y juntos ir edificando nuestras vidas en una fe adulta.


"Ustedes son la casa cuyas bases son los apóstoles y los profetas, cuya piedra angular es Cristo; en Él toda construcción se ajusta se alza para ser templo santo en el Señor. En Él ustedes también están incorporados al edificio para que Dios habite en ustedes por su Espíritu" (Ef 2, 20-22).

María, tiene por meta hacer que Cristo


"Habite en sus corazones por la fe. Que estén enraizados y cimentados en el amor. Que sean capaces de comprender con todos los creyentes la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, en una palabra que conozcan esté más allá del conocimiento que es el amor de Cristo. Y en fin, que queden colmados hasta recibir toda la plenitud de Dios." (Ef 3, 17-19)

María, llena del amor de Dios, se goza, llevándole al Señor, nuestros corazones, para que el mismo Dios se derrame en nosotros mediante su Espíritu de Amor. Este crecimiento al que la Madre con tanto amor nos acerca, crecimiento en la vida de Dios por la fe, es sólido y duradero, formando en nosotros parte de nuestros ser cristiano hasta que todas nuestras áreas queden impregnadas de Dios siempre.

Dejándonos conducir por el amor y la ternura de la Madre llegaremos a ser como dice la Escritura, la misma imagen del Señor que es Espíritu,


"Por eso todos nosotros andamos con el rostro descubierto, reflejando como un espejo la gloria del Señor y nos vemos transformados en imagen suya, más y más resplandeciente, por la acción del Señor que es Espíritu". (2 Co 3, 18)

y seremos semejantes a El, porque lo veremos tal cual es


"Vean que amor singular nos ha dado el Padre que no solamente nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos y por eso el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a El. Amados, desde ya somos hijos de Dios aunque no se ha manifestado lo que seremos al fin. Pero ya lo sabemos, cuando el se manifieste en su gloria seremos semejantes a El porque lo veremos tal como es". (1 Jn 3, 1-2)

Solamente Dios da el crecimiento, ya que es una gracia y la iniciativa la toma Dios "Y no cuentan ni el que planta, ni el que riega, sino Dios que hace crecer" (1 Cor 3,7)

Pero teniendo a María como mediadora, a quien Jesús nada le niega y a quien el Padre le permitió entrar en lo más profundo del amor divino, entregándole a través del Espíritu Santo a su único Hijo, podremos pretender y lograr este crecimiento espiritual. Las condiciones son muy sencillas, dejarnos amar por Cristo, guiados por la Madre al conocimiento de Jesús, abandonarnos a la voluntad divina y dejarnos morir a nosotros mismos.

Una vez dado este paso, el crecimiento llega solo, porque no hay nada que pueda perturbarnos o alejarnos del amor de Jesús y María.

Que el Señor, los colme de bendiciones!

Claudio C.

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