28 de julio de 2010

Creciendo en Jesús por María


¡Paz y bien para todos!

El crecimiento humano y espiritual del cristiano consiste en transformarnos en otros Cristos y ayudar a que nazcan nuevos Cristos, con el aroma del perfume divino de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Crecer en Cristo, con Cristo y por Cristo, es dejarnos invadir total y completamente por El, al igual que San Pablo: Con Cristo he sido crucificado, y yano vivo yo, sino que en mí vive Cristo. Y si ahora vivo en carne, vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó por mi (Ga 2, 19-20). La vida de Cristo debe crecer dentro de nosotros, hasta que ardiendo en el fuego de su amor nuestras voluntjades y nuestras acciones sean coordinadas y dirigidas por El.

Cristo nos da la vida y vida en abundancia, a través del Espíritu Santo, porque la ley del Espíritu, que da la vida, en Cristo Jesús, me liberó de la ley del pecado de la muerte (Rm 8,2). Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino del Espíritu que viene de Dios, para que reconozcamos los dones gratuitos que Dios nos ha dado (1 Co 2,12). El nos conduce a la vida eterna, por el conocimiento del Padre y del Hijo esta es la vida eterna; que te conozcan a ti, único Dios verdadero y al que tú has enviado, Jesucristo. (Jn 17,3).

Si seguimos examinando la vida de Jesús a través de María, no podemos menos que consagrarnos a la Madre que moldeó a Cristo, para que nos moldee a nosotros, nos lleve al verdadero conocimiento de Cristo y a la experiencia de una Dios - Padre y Amor. ¿Quién mejor que María para hacer de nosotros otros Cristos? ¿Quién mejor que ella para ayudarnos a cristificar todas las áreas de nuestras vidas?

A la Madre, Cristo nada le niega, los primeros milagros los hace a instancia de María: Juan en el seno de Santa Isabel salta de gozo (Lc 1, 41-44); en las bodas de Caná Cristo convierte el agua en vino, también por el pedido de María. Podemos decir que Jesucristo comenzó sus milagros por la mediación de María. ¡Cuantos milagros más seguirá haciendo! Lo importante es confiarnos a María y pedirle a ella que nos lleve a su Hijo y nada podrá negarle Cristo, y menos aún si le pedimos que nos cristifique, lo hará con mucho gozo y respondiendo siempre a la voluntad del Padre.

Debemos ser hombres nuevos, nacer de lo alto, del Espíritu y ¿quién como María para hacer crecer en nosotros a Cristo? Porque el que está en Cristo es una nueva creación, pasó lo viejo y todo es nuevo.

Rescatamos esta oración de efusión de Espíritu que se dió en un Seminario de Vida con María:

¡Oh María! ¡Madre Mía! Necesito de tu intercesión;
¡Oh Madre de amor, ruega por nosotros a nuestro Señor! Igual que ese día, ora con nosotros.
¡Oh Madre, te lo suplicamos! Intercede ante el Señor, que su Espíritu Santo en lenguas de fuego descienda hoy sobre nosotros, con ruidos de truenos colme de su amor.
¡Oh María, clama a nuestro Señor! Que hoy los siete dones nos envíe, que nos haga hablar en lenguas, decir profecías en el nombre de Jesús y por tu intercesión, ser profetas y anunciar el Evangelio con el poder del Espíritu Santo y sin ninguna clase de temor.

¡Ven Espíritu Santo, ven con todo tu poder!
Ven y derrama las gracias de Dios, ven Espíritu Santo, llénanos de tu amor y tu verdad.
Ven... Ven... Espíritu de Dios, ven a morar en nuestros corazones.
Ven... Ven... Desciende con todo tu poder.
Ven a traernos fortaleza, templanza y confianza en Dios.

Padre amado, por la intercesión de Jesús y de María, danos el Espíritu de amor, danos el Espíritu de verdad, de santidad, enciende nuestro corazón con la luz del amor. ¡Abba Padre! Venga tu reino, descienda la fuerza, el poder y la gloria de nuestro Señor!

Que el Señor los colme de bendiciones!

Claudio C.



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